Devocional de Navidad de la Primera Presidencia: Informe de 2012

Por Por R. Scott Lloyd, redactor de Church News y Sarah Jane Weaver, asistente de editor de Church News

  • 2 Diciembre 2012

Para continuar con una tradición de muchos años, la Primera Presidencia presentó su transmisión anual del Devocional de Navidad el 2 de diciembre, ante una congregación en el Centro de conferencias y una audiencia mundial sintonizada por vía satélite, televisión, cable y transmisión por internet.

El Coro del Tabernáculo Mormón y la orquesta de la Manzana del Templo, dirigida por Mack Wilberg y Ryan Murphy, con Richard Elliott al órgano, interpretaron una variedad de himnos de Navidad.

Fuera de Estados Unidos y Canadá, el programa estará disponible a través de DVD o por grabación de audio para aquellas unidades de la Iglesia que no recibieron las transmisiones por satélite o por internet.

Cada miembro de la Primera Presidencia habló. Aquí encontrará el resumen de sus discursos.

Presidente Thomas S. Monson

Al reconocer que la época navideña, con su significado y belleza especiales de “descanso para el fatigado y paz para el alma”, el presidente Thomas S. Monson en su discurso del Devocional de Navidad el 2 de diciembre observó: “Es fácil vernos envueltos en la presión de la época y quizá perdamos el mismo Espíritu que intentamos obtener”.

“En esta época del año es muy común que muchos se excedan”, observó el presidente de la Iglesia. “Las causas podrían ser demasiadas actividades navideñas a las que asistir, mucha comida, muchos gastos económicos, expectativas muy altas y muchísima tensión. A menudo, por nuestros esfuerzos en la época navideña, nos sentimos estresados, sin energías y agotados durante una época en que deberíamos sentir el gozo sencillo de conmemorar el nacimiento de nuestro Salvador”.

“Hallamos verdadero gozo cuando ponemos al Salvador en el centro de esta época”, afirmó el presidente Monson. “Podemos tenerlo en nuestros pensamientos y en nuestra vida al realizar la obra que Él desearía que hiciéramos aquí en la tierra”.

El presidente Monson habló de las personas mayores como la “parte de nuestra sociedad ansía desesperadamente una expresión de amor”.

“El viento helado de las esperanzas que mueren y los sueños que se desvanecen silba a través de las filas de ancianos y de los que se acercan al declive de la cima de la vida”, reflexionó.

Él declaró que el amor verdadero es un reflejo del amor del Salvador. “Cada diciembre lo llamamos el espíritu de la Navidad. Se escucha; se ve; se siente”.

El presidente Monson recuerda una experiencia que tuvo a los 11 años cuando asistía a la Primaria. Un día, la presidenta de la Primaria, una señora con cabello canoso llamada Melissa, le pidió que se quedara a conversar con ella.

“Ella me pasó el brazo por los hombros y comenzó a llorar”, relató. “Sorprendido, le pregunté por qué lloraba;

“Ella me contestó: ‘No logro que los niños de tu clase se mantengan reverentes durante los ejercicios de apertura de la Primaria. ¿Quisieras ayudarme, Tommy?’.

Él prometió que lo haría y al poco tiempo descubrió que su promesa terminó todos los problemas de reverencia en la Primaria.

“Había acudido al origen del problema: a mí”, dijo él. “La solución había sido el amor”.

Los años pasaron y Melissa, que ya tenía más de 90 años, vivía en un asilo de ancianos en Salt Lake City.

“Antes de la Navidad, decidí visitar a mi querida presidenta de la Primaria”, relató el presidente Monson. En la radio del auto, sonaba la canción “Escuchad el son triunfal”. Él reflexionó en la visita de los reyes magos que llevaban regalos de oro, incienso y mirra al Niño Jesús.

“Yo sólo llevaba el regalo de mi amor y el deseo de decir ‘Gracias’”, dijo.

Encontró a Melissa en el comedor del asilo de ancianos mirando con ojos fijos el plato de comida. Al hablarle, no recibió ninguna respuesta por parte de ella, sólo una mirada perdida. Él tomó el tenedor y empezó a darle de comer en la boca y mientras tanto le hablaba de lo mucho que ella había ayudado a los niños cuando trabajaba en la Primaria.

Otras dos ancianas del asilo lo miraban asombradas. Finalmente le dijeron: “No le hable. No conoce a nadie, ni siquiera a su propia familia. No ha dicho una palabra en todo el tiempo que lleva aquí”.

Cuando terminó el almuerzo y se levantó para marcharse, la tomó de la mano y le dijo: “Que Dios la bendiga, Melissa. Feliz Navidad”.

“De improviso, habló. ‘Yo te conozco; eres Tommy Monson, mi niño de la Primaria. ¡Cuánto te quiero!’. Se llevó mi mano a los labios y le dio un dulce beso lleno de amor. Le rodaron lágrimas por las mejillas y bañaron nuestras manos estrechadas. Esas manos, ese día, fueron santificadas por los cielos y por la gracia de Dios. Sí, se escuchó el son triunfal”.

El presidente Monson instó: “No hay mejor momento que éste, la época navideña, para que todos nos redediquemos a los principios que enseñó Jesús el Cristo. Es una época para amar al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es bueno recordar que quien da dinero da mucho; quien da tiempo da aún más; pero aquél que da de sí mismo todo lo da”.

La Navidad “no se trata sólo de adornos y cintas, a menos que así lo dispongamos”, dijo el presidente Monson. “La Navidad es el espíritu de dar sin pensar en recibir; es felicidad porque vemos alegría en las personas; es olvidarnos de nosotros y encontrar tiempo para los demás; es deshacernos de lo que no importa y poner énfasis en los valores verdaderos; es paz, porque hemos hallado paz en las enseñanzas del Salvador; es la época en que más nos damos cuenta de que cuanto más amor demos, más amor habrá para los demás”.

El presidente Monson concluyó con este deseo: “Busquemos, como los reyes magos, una estrella brillante y especial que nos guíe a nuestra oportunidad navideña de servir a nuestro prójimo. Hagamos todos, el viaje a Belén en espíritu y llevemos con nosotros un corazón sensible y bondadoso como regalo para el Salvador. Y que todos tengamos una Navidad llena de gozo”.

Presidente Henry B. Eyring

Una Navidad, el presidente Henry B. Eyring, decidió diseñar y hacer un baúl de tesoros de madera para su esposa. Para terminar el proyecto, necesitaba la generosa ayuda de personas con herramientas y destrezas de las que él carecía.

“Trabajamos muchas semanas”, recuerda el presidente Eyring, primer consejero de la Primera Presidencia. “También necesitaba la ayuda del Espíritu Santo para transmitir amor y fe en el Evangelio con ese regalo”.

En la tapa grabó el monograma de la familia y en el frente puso dos paneles. En uno de ellos grabó la inicial de él y en el otro la de su esposa. El baúl solo se podía abrir con dos llaves, una para abrir el cerrojo junto a la inicial de él y la otra para el cerrojo junto a la inicial de su esposa.

Al hablar durante el Devocional de Navidad el 2 de diciembre, el presidente Eyring dijo que él y su esposa ahora usan ese baúl para guardar tesoros familiares. “Desde aquella Navidad en que estuvo debajo del árbol, ese baúl nos llena la mente y el corazón de amor del uno por el otro y por el sacrificio del Salvador, que permite que el matrimonio y las familias sean eternas. El baúl está lleno de fotos de la familia y de partituras de música navideña, y está junto al viejo piano en la sala. La hechura de ese obsequio trajo amor por la familia y por el Maestro”.

El presidente Eyring dijo a los Santos de los Últimos Días que en la Navidad celebramos el Regalo Perfecto de nuestro Padre Celestial de Su Hijo Amado, Jesucristo, el Salvador del mundo. “La temporada navideña es una época en la que buscamos gozo al dar, lo cual nos recuerda de ese Regalo de regalos”, dijo él. “Hemos aprendido por experiencia lo difícil que es dar servicio”.

El éxito para brindar gozo en la Navidad requiere la ayuda de otras personas, explicó. “El unirnos con los demás hace que el gozo sea mayor y más duradero”.

El presidente Eyring dijo que de vez en cuando él ve y agradece a los que le ayudaron a hacer el baúl para su esposa. “Siento el gozo que a ellos les inundó al elaborar un regalo de amor para una familia y un símbolo de nuestro amor hacia el Salvador”, recordó.

Ese gozo compartido proviene al elaborar y aún ofrecer sencillos regalos de amor, explicó.

“Por ejemplo, muchos de ustedes han ayudado a niños a llevar platos con galletas a personas que se sienten solas en Navidad”, dijo él. “Para el que recibe ese modesto obsequio de un niño podría ser algo tan preciado como el incienso, y el hecho de que lo dé un niño le recuerda de los magos que fueron de oriente a ver al Salvador. Tanto el que da como el que recibe recuerdan a Cristo y sienten amor y gratitud”.

Los hombres jóvenes y las mujeres jóvenes de la Iglesia, junto con sus líderes, ofrecen presentes de amor y testimonio en las pilas bautismales de los templos, dijo él. “El tener más templos cerca de los jóvenes hace que más de ellos tengan la experiencia de dar y con más frecuencia”.

Un creciente número de misioneros participa con el Salvador y sus compañeros en ofrecer el don de la vida eterna. “Con el cambio de la edad para el servicio misional, muchos más sienten el gozo de ofrecer ese inestimable regalo”.

Los misioneros también ofrecen el Libro de Mormón a todos los que conocen, explicó el presidente Eyring. “Es un regalo de amor y testimonio que procede de la inspiración que Dios dio a profetas fieles durante siglos. El Salvador necesitaba la ayuda de esos profetas para elaborar regalos de testimonio en el Libro de Mormón, y necesita la ayuda de los misioneros para compartirlo”.

Las familias también ofrecen invalorables regalos de amor y testimonio en la época de Navidad a través de música y también de palabras, añadió. “Cuando era niño, mi familia se reunía alrededor del piano que ahora ya tiene más de cien años, que está muy desafinado. Ese piano está en nuestra sala cerca del baúl de tesoros… La música llenaba nuestro hogar con un espíritu de paz, no solo sentía el amor de mi madre, mi padre y mis dos hermanos, sino también el de mi Padre Celestial y del Salvador Jesucristo”.

El presidente Eyring dijo que supo que el amor que sentía entonces ya lo había sentido antes en el mundo de los espíritus.

“Mi mayor deseo era sentirlo algún día en mi propio hogar. Quería vivir de modo que pudiera regresar con mi propia familia al hogar celestial, donde sabía que nuestro Padre Celestial y el Salvador nos esperarían”.

Él dijo que cada vez que ve el baúl y el piano, acuden a su mente recuerdos de amor con su familia, y del amor del Salvador.

“Ruego que el Espíritu nos bendiga esta Navidad y en los años siguientes, con el poder para ofrecer otros regalos de amor y del testimonio de Jesucristo y Su evangelio restaurado”, dijo el presidente Eyring. “Sé que el Espíritu nos guía de sencillas maneras para que brindemos amor, fe y gozo a los demás en esta época de regocijo.

“Testifico que Jesucristo es el Hijo literal de Dios y el Salvador del mundo. Él fue el Regalo Perfecto de un amoroso Padre. En ésta y en todas las épocas, el Salvador nos invita a unirnos a Él y a otras personas para ofrecer un regalo de gozo.

Presidente Dieter F. Uchtdorf

Toda dádiva que se nos brinda, especialmente una que provenga del corazón, es una oportunidad para crear o fortalecer un lazo de amor, dijo el presidente Dieter F. Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia.

“Cuando recibimos con bondad y agradecimiento, abrimos la puerta para intensificar nuestra relación con el que obsequia la dádiva”, dijo él. “Sin embargo, cuando no estimamos una dádiva, o incluso la rechazamos, no sólo herimos a aquellos que se abren hacia nosotros, sino que, en cierta manera, nos hacemos daño también a nosotros mismos”.

Al hablar durante el Devocional de Navidad el 2 de diciembre, el presidente Uchtdorf recordó los momentos cálidos y vívidos de Navidad que se originaron en su niñez.

“Aunque me crié en circunstancias modestas, mis padres deseaban que la Navidad fuera un tiempo de gozo y de fascinación para sus hijos”, recordó.

Los hijos de la familia Uchtdorf hacían regalos el uno para el otro. Un año, recuerda que le hizo a su hermana una pintura como regalo de Navidad; no pudo haber sido una obra de arte, pero ella la consideró un tesoro. Otro año, su hermano, que era 12 años mayor que él, de un palo que se encontró en un parque cercano, talló un pequeño cuchillo de juguete. Aun cuando era sencillo, el pequeño Dieter atesoró el regalo porque su hermano lo había hecho.

“Una de las grandes alegrías de la Navidad es ver los rostros llenos de entusiasmo de los niños cuando toman en sus manos un regalo envuelto que es simplemente para ellos” dijo el presidente Uchtdorf. “Sin embargo, al ir madurando, nuestra habilidad para recibir regalos con el mismo entusiasmo y buena voluntad parecen disminuir. A veces, llega el punto en el que las personas no pueden recibir un regalo o ni siquiera un cumplido sin sentirse avergonzadas o tener sentimientos de estar en deuda. Piensan erróneamente que la única manera aceptable de responder al recibir un regalo es reciprocar con algo de más valor. Otros sencillamente no ven lo que significa un regalo, concentrándose solamente en su apariencia externa o su valor y pasan por alto el profundo significado que encierra para la persona sincera que lo obsequia”.

El presidente Uchtdorf habló de un acontecimiento que tuvo lugar durante la última noche de la vida terrenal del Salvador. “Él reunió a Sus amados discípulos a Su alrededor, partió pan con ellos y les dio Sus últimas y valiosas instrucciones. ¿Recuerdan que en el transcurso de la comida, Jesús se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies de Sus discípulos?”

Cuando el Salvador llegó a Simón Pedro, el pescador se negó. “Estoy seguro de que Pedro pensó que tenía razones nobles para rechazar esa dádiva y pensó que estaba haciendo lo correcto, pero en ese momento, claramente no entendió el significado espiritual de lo que Jesús le obsequiaba”.

El presidente Uchtdorf dijo que en la época navideña las personas hablan mucho acerca de dar, “pero me pregunto si a veces rechazamos o incluso menospreciamos la importancia de ser los que recibimos con bondad”.

Relató la historia de una niña pequeña que un día de Navidad hace muchos años, recibió un hermoso juego de cuentas. Con el juego, ella había hecho una pulsera para una tía anciana, quien rechazó el regalo.

“Han transcurrido las décadas y la niña, que ahora es tía ella misma, aún recuerda, con un poco de tristeza, ese día cuando se rechazó su regalo de niña”, recordó el presidente Uchtdorf.

Luego pidió a la congregación en todo el mundo “redescubrir y reclamar el valioso y glorioso atributo de los niños: la habilidad de recibir con gentileza y gratitud”.

Dijo que el Salvador es el ejemplo perfecto, no sólo de dar de manera generosa, sino también de recibir con agradecimiento. “Mis hermanos y hermanas, ¿qué clase de personas somos al recibir? Al igual que el Salvador, ¿reconocemos las dádivas como expresiones de amor?… Espero que esta Navidad y cada día del año tomemos en cuenta, en particular, las muchas dádivas que nuestro amoroso Padre Celestial nos ha dado. Espero que las recibamos con la maravilla, el agradecimiento y el entusiasmo de un niño”.

El presidente Uchtdorf pidió a la congregación que no olvidase los dones que les ha dado el Padre Celestial, el don del Espíritu Santo, el milagro del perdón, la revelación y la guía personales, la paz del Salvador, la certeza y el consuelo de que se ha conquistado la muerte, y muchos, muchos más. Aconsejó a la congregación que recordaran, sobre todo, que Dios ha dado el don de su Hijo Unigénito.

“Esta época de Navidad y siempre, ruego que veamos el maravilloso don del nacimiento del Hijo de Dios a través de los benditos ojos de un niño. Ruego que además de dar buenas dádivas, nos esforcemos por llegar a ser los que recibamos con bondad y agradecimiento. Al hacerlo, el espíritu de esta temporada ensanchará nuestros corazones y aumentará nuestro gozo de manera incalculable”.