El obispo Burton habla sobre el rol de los miembros de la Iglesia ante los desastres naturales

Por Melissa Merrill, Noticias y Eventos de la Iglesia

  • 2011-09-13
 

“Si somos buenos discípulos de Jesucristo, haremos lo que Él haría si estuviera aquí: extender una mano y amar y ayudar… a nuestro prójimo”.—Obispo H. David Burton, Obispo Presidente de la Iglesia

Los titulares nos resultan conocidos. Terremotos. Tsunamis. Inundaciones. Huracanes. Incendios. Tornados. Erupciones volcánicas. (Lea acerca de la labor humanitaria de la Iglesia durante los últimos desastres naturales.)

Los profetas de todas las épocas, incluso el Salvador mismo, han advertido de los problemas de los últimos días (véanse, por ejemplo, Mateo 24, Mormón 8, D. y C. 45 y José Smith—Mateo 1.)

¿Cómo se supone que deben actuar los Santos de los Últimos Días en momentos en que ellos mismos o sus vecinos enfrentan estas calamidades? El Obispo H. David Burton, Obispo Presidente de la Iglesia, ha aconsejado tanto acerca de responder en tiempos de desastres como de encontrar el sentido en medio de la devastación.

“Antes de venir a la tierra, se nos dijo que [la vida terrenal] no sería fácil: tendríamos adversidades, dificultades y experiencias”, dijo el Obispo Burton en una entrevista con Noticias y eventos de la Iglesia. “Considero que el recuperarse de los desastres naturales es parte de las experiencias de esta vida. ¿Qué hacemos cuando nos enfrentamos con la adversidad? Parte del gran proceso de aprendizaje es pensar acerca de la naturaleza eterna de la vida”.

Respuesta ante desastres

El comité general de bienestar de la Iglesia —que está compuesto por la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles, el Obispado Presidente y la presidencia general de la Sociedad de Socorro— es el responsable de la ayuda ante desastres a nivel general de la Iglesia, explicó el Obispo Burton. Este grupo se reúne a menudo para tratar los asuntos que surgen y buscar inspiración para brindar recursos del mejor modo posible a los líderes del sacerdocio locales.

“Me gusta pensar que al usar los recursos de la Iglesia —por inspiración—, los colocamos estratégicamente donde puedan ser más accesibles y hacer el mayor bien para los líderes del sacerdocio locales”, dijo.

Y es allí —a nivel local— donde se brinda “la primera ayuda” ante un desastre.

“Cuando decimos que ‘la Iglesia’ ofrece ayuda cuando ocurren desastres, en realidad nos referimos a la gente [de la Iglesia]: sus amigos y vecinos del barrio”, dijo. “Cuando los desastres son más grandes, la respuesta puede incluir a estacas e incluso áreas de la Iglesia.

“Nuestra estrategia siempre ha sido que los líderes del sacerdocio locales traten de satisfacer las necesidades a nivel local con la ayuda que puedan necesitar de la institución de la Iglesia”, continuó el Obispo Burton. Esto puede incluir cosas como suministros de higiene personal o de limpieza, los cuales la Iglesia reúne y almacena para las ocasiones en que la gente ha tenido que abandonar sus hogares.

Las llaves del sacerdocio juegan un papel importante en la puesta en marcha de la labor de ayuda, dijo el Obispo Burton.

“Las llaves del sacerdocio les dan el derecho [a los líderes del sacerdocio locales] de recibir inspiración al dirigir los asuntos relacionados con el brindar ayuda a sus miembros. …Sí, tenemos las ventajas modernas de los aparatos electrónicos. [Pero] todos sabemos que a veces, cuando ocurren los desastres, esas herramientas no están disponibles o no son muy confiables. El Padre Celestial inspira a nuestros obispos, presidentes de estaca y otras personas para que den guía a nivel local según se necesite”, dijo el Obispo Burton.

Un ejemplo de esto ocurrió con las secuelas del tornado de Joplin, Misuri, EE. UU. el 22 de mayo.

La mañana después del tornado, el obispo Chris Hoffman, del barrio Joplin 1, se reunió con otros hermanos del barrio en un punto céntrico de la ciudad para empezar a contar y evaluar. Pero no sabían con seguridad por dónde empezar o a quién visitar primero. Dado que las líneas para comunicarse se habían caído, el grupo confió en la oración. “Las respuestas llegaron”, dijo el obispo Hoffman. “Siempre llegaban. Y siempre llegarán”.

En otra ocasión, un obispo de Japón cuya congregación se encontraba en el corazón del terremoto de Sendai no estaba seguro de cómo verificar que los miembros del barrio estuvieran bien. No era fácil conseguir combustible y las calles estaban congestionadas. Pero a pesar de eso, este obispo “se subió a una moto y se dedicó a buscar a cada miembro de su rebaño”, dijo el Obispo Burton.

Encontrar un sentido en medio del desastre

Ese mismo líder del sacerdocio, dijo el Obispo Burton, también fue muy eficiente al momento de instar a los miembros de su barrio a ayudarse unos a otros. Gracias a eso, el barrio terminó estando mucho más unido que antes del terremoto.

“No cabe duda de que de la adversidad surgen grandes beneficios”, dijo el Obispo Burton. “Uno de los beneficios que he notado a lo largo de los años es que la adversidad une a la gente: une a los barrios y a las estacas y une a las comunidades de un modo que quizá ninguna otra cosa pueda hacerlo.

“Pero no me malinterpreten. No estoy diciendo con esto que tienen que ocurrir desastres para que se creen lazos afectivos. Lo que estoy diciendo es que, gracias a la adversidad, surge un sentimiento único al acercarnos unos a otros y darnos cuenta de que todos somos hermanos y hermanas. Ese proceso que nos une es un maravilloso ‘beneficio colateral’”.

Tal fue el caso de los miembros de la Iglesia y la comunidad de Dakota del Norte, EE. UU., quienes sufrieron las consecuencias de una grave inundación en junio de 2011.

“Es cuestión de saber que se puede”, dijo Janelle Williams, del Barrio Minot I, una de las unidades de las regiones afectadas. “En todos lados se veía gente con camiones y remolques que se acercaban para ayudar”.

El Obispo Burton también citó a personas de Intermountain West, en los Estados Unidos, que se habían reunido para proteger sus hogares y tierras durante la inundación del verano de 2011. También habló de la gente de Filipinas, donde “las comunidades sufren muchos desastres naturales”, desde tifones y terremotos hasta volcanes en erupción.

“Esas maravillosas personas filipinas sobreviven porque han aprendido que pueden ayudarse mutuamente, y comprenden lo beneficioso que es unirse a otras personas para ayudar a recuperarse de estos desastres”, dijo el Obispo Burton.

Pero las personas directamente afectadas por los desastres no son las únicas que son bendecidas por la oportunidad de ayudar. El Obispo Burton recibió informes en los que se hablaba acerca de barrios de todas partes de Japón que, “apenas escucharon el principio de las noticias” sobre el terremoto de Sendai, empezaron a preguntarse qué podían hacer para ayudar a las personas que se encontraban allí.

“Los obispos han informado acerca del espíritu que se siente al ayudar y lo que ese sentimiento ha hecho por la vida de aquellos que dieron el servicio, así como de aquellos que lo recibieron”, dijo el Obispo Burton.

Experiencias similares tuvieron lugar en Perú tras el terremoto de 2007. El Obispo Burton recordó que los Quórumes y las Sociedades de Socorro de toda la región se acercaron para dar una mano y ayudar a otras personas a reconstruir sus hogares.

“Se crea un fuerte lazo de amistad [cuando a las] personas que no se conocían [les salen] callos en las manos por cavar para llegar a los cimientos y hacer todo lo que sea necesario para ayudar a las personas a recuperarse”, dijo el Obispo Burton.

Hizo hincapié en que los miembros comunes y corrientes de la Iglesia pueden responder ante los desastres de “muchísimas maneras”.

“Definitivamente el primer ingrediente que se me ocurre implica a los músculos”, dijo el Obispo Burton. “Los músculos son el ingrediente común de prácticamente todos los desastres. Hay que limpiar. Hay que ayudar a las personas. Hay que reparar techos. Hay innumerables cosas importantísimas por hacer. Los miembros pueden tener iniciativa propia en este tipo de voluntariado y responder a sus líderes del sacerdocio en forma organizada”.

También es muy necesario el escuchar a las personas que han pasado por situaciones traumáticas. “Una de las cosas que hemos aprendido… es que, para las personas que han perdido prácticamente todo, es muy importante tener alguien con quien hablar y contarle lo que piensan o sienten. Esto requiere paciencia y longanimidad, pero hemos aprendido que es un ingrediente importante en el proceso de recuperación”.

Aquellos que vivan en regiones donde no se los pueda llamar para brindar ayuda física o que no puedan estar presentes físicamente pueden ayudar ofreciendo otros recursos. Las donaciones al Fondo Humanitario (que pueden hacerse usando una papeleta común de diezmos) “ayudan mucho”, dijo el Obispo Burton. “Tenemos la oportunidad de usar el efectivo que nos sobra —un dólar aquí, cinco dólares allí—, y cuando millones de Santos de los Últimos Días lo hacen, suma. Esto le permite a la Iglesia contar con los recursos para responder a los desastres y otras necesidades humanitarias”.

“Es muy probable que los desastres sean más importantes para la salvación de los que dan que para aquellos que reciben”, continuó. “Si somos buenos discípulos de Jesucristo, haremos lo que Él haría si estuviera aquí: extender una mano y amar y ayudar, y ser respetuosos con nuestro prójimo”.

El Obispo Burton reconoce y agradece a los muchos Santos de los Últimos Días que siguen fielmente los pasos del Salvador y ayudan a sus hermanos y hermanas.

“Les expreso mi agradecimiento a los muchos millones de personas de todo el mundo que hacen posible que la Iglesia sea proactiva en esta labor humanitaria en que nos embarcamos, no sólo por su generosidad en lo que tiene que ver con fondos, sino por su generosidad en lo que toca a su tiempo y su preocupación. Con todo mi corazón, agradezco a aquellos que se encargan de los asuntos del Padre Celestial: cuidar unos de otros”.