Padre de 8 hijos que sirvieron en misiones comparte algunos consejos que lo ayudaron

Por Por Dwight Egan, colaborador del periódico Church News

  • 4 Junio 2014

Una foto de cuando el hijo mayor de la familia Egan salió a servir en una misión en Australia, la cual ocupó un lugar especial en el estante de la chimenea durante el servicio misional de cada uno de sus hijos: Taft (Sídney, Australia, 1995-1997), Winston (Vancouver, Columbia Británica, 1997–1999), Ladd (Recife, Brasil, 2000-2002), Seth (Roseville, California, 2002-2004), Connor (Lima, Perú, 2004-2006), Dane (Tampa, Florida, 2006-2008), Merit (Raleigh, North Carlolina, 2008-2010) y Talmage (Portland, Oregón, 2011-2013).  Fotografía cortesía de la familia Egan.

Puntos destacados del artículo

  • Un padre habla sobre consejos de paternidad que adquirió por medio de otras personas a lo largo de los años, los cuales le han ayudado a criar ocho hijos que sirvieron en misiones.

Cuando salí a mi misión a Londres, Inglaterra, en 1972, mi abuelo de 91 años, Mahonri Moriacumer White, me dio un abrazo y me dijo: “¡No tienes idea de lo que te espera!”. Cuando volví, dos años más tarde, el abuelo ya no estaba más aquí. Si él hubiera estado vivo, me habría dado el mismo consejo sobre la perspectiva futura de casarme y llegar a ser padre.

Criar a ocho hijos fue un poco como dirigir un centro de capacitación misional en miniatura, especialmente con respecto a la comida: cientos de litros de leche y camiones de cereales, junto con miles de emparedados de queso que se preparaban y comían en la cocina los domingos en la noche a lo largo de los años; las tostadas con frijoles, una comida básica misional de mis días en Inglaterra, siempre fue una de las favoritas.

Cuando terminamos el último de los 24 modelos consecutivos de autos Derby de madera de pino que tallamos para los Scouts, teníamos cajas de zapatos llenas con los modelos viejos. El único auto ganador que hicimos fue uno que por alguna razón iba marcha atrás por la vía. Asistimos a docenas de campamentos Scout y a salidas de padres e hijos. Ordenamos a nuestros jóvenes en 24 oficios del sacerdocio, nos maravillamos ante ocho bendiciones patriarcales y cuando fueron apartados como misioneros. Hicimos ocho viajes solemnes al CCM de Provo y vimos como cada uno de los muchachos cruzaba la puerta, camino a convertirse en hombre.

Nadie debe jactarse de ser un buen padre. Conozco a muchos hombres que me exceden en sus habilidades como padres que, sin ser culpables, tienen hijos que han tomado malas decisiones que como resultado provocaron una gran tristeza. Las circunstancias varían mucho, y ser padres es una obra que se hace en situaciones difíciles, en el momento y sin práctica. El consejo que ofrezco acerca de la paternidad no es mío, sino más bien son trocitos de sabiduría de otras personas, a las cuales he tratado de prestar atención al afrontar la tarea de criar a mis hijos. Aquí están:

Los hijos de la familia Egan en diciembre de 2013, cuando el último hijo volvió de su misión en Portland, Oregón. Fotografía cortesía de la familia Egan.

“Lo más importante que puede hacer un padre por sus hijos es amar a la madre”. —Presidente David O McKay (cita de Theodore Hesburgh, presidente de Notre Dame, en “Quotable Quotes”, Reader Digest, enero de 1963, pág. 25).

“Si no tiene una buena relación con su hijo, no habrá nada más que importe”. —de mi propio padre, Dr. H. Merritt Egan, en una conversación privada. (Él me aconsejaba que tratara bien a mis hijos durante los 10 primeros minutos que pasaba con ellos. Entonces, la siguiente hora sería más tranquila, aun cuando tratábamos algunas cuestiones difíciles. Es algo parecido a no hablar sobre las calificaciones escolares a la hora de la cena.)

“Sus hijos no son distracciones en la vida, sino el propósito de la misma”. —Richard y Linda Eyre, de un discurso de una charla fogonera.

“Vive tu vida como padre, para que tus hijos digan: ‘Si mi presidente de misión va a ser como mi padre, entonces quiero servir una misión’”. —De mi hermano mayor, M. Winston Egan, en una conversación privada.

En cuanto a ser realista con un hijo acerca de los rigores de la obra misional, me gusta mucho lo siguiente: “Estoy convencido de que la obra misional no es fácil porque la salvación no es una experiencia fácil. La salvación nunca fue fácil… ¿Cómo podemos creer que podría ser fácil para nosotros cuando nunca fue fácil para Él?”. —Jeffrey R. Holland, (“La obra misional y la Expiación”, Liahona, octubre de 2001).

Yo solía recordar a mis hijos, cuando salían al campo misional, que yo era el quinto hijo que había prestado servicio misional en mi familia, y que había quedado sorprendido por lo difícil que esa experiencia había sido, y cómo nadie había sido capaz de hablarme de esa dificultad, porque yo tenía que experimentarla por mí mismo. Sabiendo que había sido difícil para papá y para todos sus hermanos mayores hizo que fuera más fácil para cada uno de mis hijos aceptar las pruebas de estar lejos haciendo un trabajo duro.

“La obra más importante del Señor, que ustedes [como padres] harán, será la que realicen dentro de las paredes de su propio hogar”. —Presidente Harold B. Lee (citado en Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee; pág. 165).

“Espera a estar casado y tener 10 hijos. ¡Entonces podrás realmente saber que estás vivo!”. —Mi presidente de misión, Milán D. Smith (quien había criado a 10 hijos), en una conversación privada.

“Crien a los hijos con los atributos de la oración personal, el estudio de las Escrituras y actos personales de servicio cristiano. Esto tendrá mucha más influencia que cualquier otra actividad de la Iglesia, para que sus hijos alcancen sus metas espirituales”. —Élder L. Dean. Larsen, en un discurso pronunciado en la sesión para adultos de una conferencia de estaca.

Dwight y Leslie Egan con sus hijos en diciembre de 2013. Fotografía cortesía de la familia Egan.

“Sea un buen oyente. Escuchar con atención comprensiva, es la clave para hacer depósitos en la cuenta bancaria emocional. Busque primero entender y después ser entendido”. —Steven R. Covey, representante de misión, en mi misión en Londres, Inglaterra.

Pasamos mucho tiempo como padre e hijos cuando viajábamos en auto. Me di cuenta que durante algunos períodos prolongados juntos, de vez en cuando, surgían temas importantes, por medio de los cuales tuvimos realmente oportunidades para sentirnos unidos y enseñar. Muchos se han dado cuenta que el “tiempo de calidad tiene que ser también de cantidad”. Todos mis hijos tenían talentos e intereses diferentes. Hemos tratado de enfocarnos en sus puntos fuertes y de forma individual. No había un patrón igual para todos. Mientras hablábamos surgieron una gran cantidad de temas a lo largo de los años y tuvimos en cuenta que sin importar lo que nuestros hijos decían, siempre preguntaban: “¿Me quieren?”.

“Nosotros no completaremos nuestra obra sino hasta que nos hayamos salvado personalmente y luego hayamos salvado a todos los que dependen de nosotros; porque hemos de llegar a ser salvadores en el monte de Sión, así como Cristo”. —Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 2011, pág. 438.

Esta declaración del presidente Smith pone de relieve de que en realidad nuestro trabajo como padres es infinito y eterno en naturaleza. A Hugh Nibley le gustaba recordarnos a todos, refiriéndose a Moisés 1:39 de que la “gloria está en la obra”.

Por último y lo más importante, quiero reconocer la ayuda de mi esposa, Leslie, la cual tuvo la mayor carga en la crianza de nuestros hijos y preparándolos para ir a una misión, contraer matrimonio en el templo y ser padres ellos mismos. Hay muchos desafíos por delante y muchas lecciones aún por aprender, de nuestra parte, nuestros hijos y nuestros nietos. El élder Marion D. Hanks nos dio consuelo hace años, en una conferencia de estaca, cuando indicó que “Dios nunca renunciaría a ninguno de Sus hijos”. Esta certeza nos da valor y una gran esperanza en el futuro.

Nota: Por primera vez en 17 años, este año, Dwight y Leslie Egan no recibieron una llamada telefónica de uno de sus hijos misioneros el día de la madre, sus ocho hijos ya regresaron de la misión. Pero en lugar de esas llamadas, gozan de la presencia de 16 nietos.