De nacimientos milagrosos a melazas: Algunos miembros comparten inolvidables relatos de noches de hogar

Por R. Scott Lloyd, redactor de Church News

  • 10 Abril 2015

Este mes se cumplen cien años desde que el presidente Joseph F. Smith presentara por primera vez la Noche de hogar en la Iglesia. Con el presidente David O. McKay, el programa cobró un nuevo énfasis hace cincuenta años.

“Nuestro empeño y persistencia en el programa de la Noche de hogar, influye en la vida de nuestra familia de maneras que tal vez no reconozcamos hasta la fecha”. —Cheryl Banner, Estaca Brighton, Colorado

Revelación personal y nacimientos milagrosos

Para Darwin L. y Beverly Thomas, el tema de la noche de hogar les trae a la memoria cálidos recuerdos sobre la revelación personal y los nacimientos milagrosos.

La familia Thomas, de Spanish Fork, Utah, se encuentra entre los miembros que respondieron a la invitación de compartir sus recuerdos y reflexiones acerca de la Noche de hogar. El presidente Joseph F. Smith la presentó a la Iglesia hace cien años este mes; y el presidente David O. McKay le dio un nuevo énfasis hace cincuenta años.

Sus respuestas y las de otras personas se han destacado en una serie de artículos en Church News.

El hermano y la hermana Thomas se conocieron mientras asistían a la Universidad Brigham Young y se casaron en 1959. En el año 1964, tenían un hijo y dos hijas.

Luego se mudaron a Minnesota, donde el hermano Thomas, quien actualmente es profesor retirado de sociología y ex director de Family and Demographic Research Institute [Instituto de Investigación Demográfica y Familiar] de BYU, obtendría un doctorado.

“Durante el tiempo que vivimos en Minnesota, empezamos a preocuparnos porque parecía que no íbamos a tener más hijos”, escribió el hermano Thomas. Además, la hermana Thomas estaba pasando por un problema de salud. La cirugía recomendada por más de un doctor para corregir este problema hubiera impedido que tuviéramos más hijos.

“Después de hablar mucho sobre el tema y de mucha oración, decidimos no continuar con la cirugía que nos sugirieron, principalmente debido a los fuertes y recurrentes sentimientos que Beverly tenía de que tendríamos más hijos”, contó el hermano Thomas.

Al mudarnos a Pullman, Washington, en 1968, la familia Thomas tuvo la suerte de encontrar a un doctor vecino de Spokane, quien pensaba que se podía realizar un tipo de cirugía más limitada. Aun así, la probabilidad de que la hermana Thomas pudiera tener hijos después de la operación, era muy baja.

“Tres años más tarde, en enero de 1972, los exámenes confirmaron que Beverly estaba embarazada”, dijo él. “Poco después, acepté un puesto de enseñanza e investigación en BYU. Después de mudarnos a Provo, Utah, nuestro ‘bebé milagroso’ nació en agosto”.

La llamaron Kristi para que les recordara siempre a Cristo y a la inspiración divina que había contribuido a su llegada.

En 1975, después de que el hermano Thomas había sido llamado como obispo y que la familia intentaba tener la Noche de hogar con regularidad, vino otra niña por sorpresa. Para su asombro se dieron cuenta que una de las lecciones del manual de la Noche de hogar de aquel año, era acerca de una familia que le daba un nombre a su hija recién nacida. La historia de la lección parecía apropiada debido a que los nombres de las dos hermanas eran Christine y Sara. Sara era uno de los nombres que la familia había estado considerando para su hija recién nacida, entonces la familia Thomas se decidió por ese nombre.

“Más tarde Beverly me dijo que durante la noche de hogar, sintió que nuestra familia no estaba completa”, escribió él. “Había un hijo o hija más esperando para venir a nuestra familia. Sería un niño y había de llamarse David”.

Nació en 1977 y le llamaron David, que significa “amado”.

“Una vez más, nuestra familia sabía que con el Señor nada es imposible”, dijo él.

La persistencia se recompensa

Cheryl Banner, miembro de la Estaca Brighton, Colorado, dijo que ella y su esposo Dean poco después de casarse, se comprometieron a llevar a cabo la noche de hogar cada semana.

“Al principio la hacíamos como pareja, analizando pasajes de las Escrituras y principios del Evangelio juntos”, dijo ella. “Cuando nacieron nuestros hijos, también se unieron cada lunes por la noche para orar, aprender, cantar y jugar juntos.

“La familia creció y nos encontramos con niños de diversas edades e intereses, que a veces eran reacios a retirarse de sus deberes o amigos para conversar sobre el Evangelio. Las noches de hogar no siempre marcharon sobre ruedas, porque los hermanos y las hermanas se burlaban, se empujaban, se provocaban entre sí y alborotaban unos a otros”.

Los padres perseveraron, pero a menudo se preguntaban si estaban comunicándose con sus hijos o si valía la pena el esfuerzo.

En una ocasión, les asignaron hablar como familia en una reunión sacramental acerca de la noche de hogar.

“Con algo de preocupación, les explicamos a los niños acerca de la asignación y les pedimos que dijeran algunas palabras acerca de lo que hacíamos en nuestra noche de hogar cada lunes por la noche”, dijo ella. “Recibimos quejas, lamentos y expresiones de enfado, pero finalmente accedieron”.

Juntos, como familia, incluso escribieron una canción y la cantaron en la reunión “con el fin de cumplir con lo que iba a ser un programa muy corto”, dijo la hermana Banner.

“Para mi sorpresa y alegría, nuestros hijos dieron testimonio de las bendiciones de nuestra fidelidad de llevar a cabo la noche de hogar, y de la influencia que había sido en sus vidas, más de lo que había esperado. ¿Quién se hubiera imaginado que estaban realmente escuchando cuando pensábamos que sólo estaban contando los minutos para que termine?

“¡Los niños ocuparon todo el tiempo de la reunión sacramental y no sobró tiempo para que yo hablara! No hace falta decir, que no me importó ni un segundo. Qué bendición fue ver que nuestros esfuerzos no fueron en vano, sino que fueron en cambio valorados y tuvieron un impacto. Muy a menudo los resultados de nuestros intentos por enseñar principios del Evangelio en nuestros hogares no se ven durante años y nos dejan con la pregunta de si vale la pena. “Pero esta experiencia me aseguró que nuestro empeño y persistencia en el programa de la Noche de hogar influye en la vida de nuestra familia de maneras que tal vez no reconozcamos hasta la fecha”.

Panqueques y melazas

Gloriadawn Robison, de Orem, Utah, compartió un recuerdo de la Noche de hogar que experimentó cuando era niña.

Dijo que sus padres se encontraron en 1921, cuando ambos eran misioneros en la Misión de los Estados Centrales de EE. UU. Después de regresar a casa y casarse, se mudaron al norte de Wyoming, donde criaron a sus cinco hijos.

“No puedo recordar cuándo no hacíamos la noche de hogar”, escribió. “Nos enseñaron de las experiencias que habían tenido como misioneros y nos encantaba escuchar los mismos relatos una y otra vez”.

Recuerdo una historia en particular. Como era la costumbre de los misioneros de esa época, su padre había ido “sin bolsa ni alforja” y no había tenido nada para comer durante varios días.

“Un día, una buena mujer los invitó a pasar para comer panqueques y los sirvió con una clase especial de melaza”, la hermana Robison relató: “Papá siempre nos dijo que era lo mejor que jamás había probado. Parecía tan bueno que difícilmente pudimos esperar para probarlo. Entonces papá encontró un poco y nos prometió una sorpresa después de la noche de hogar. Él hizo sus famosos panqueques de masa fermentada con la melaza especial por encima. ¡Todos nos preguntamos por qué papá pensó que era tan especiales!”.