Ayude a las Mujeres Jóvenes a que aprendan, vivan y compartan la palabra de Dios

Por Hermana Carol F. McConkie, primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes

  • 27 Marzo 2014

Las lecciones dominicales de las Mujeres Jóvenes ofrecen oportunidades para que las jovencitas aprendan, vivan y compartan la palabra de Dios

“Cuando las jóvenes viven por la palabra de Dios, disfrutan de la compañía del Espíritu Santo y sienten al Espíritu testificar de la verdad”. —Carol F. McConkie, de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

Grandes son las promesas del Señor a los que se aferran a la palabra de Dios y prestan atención a Sus consejos.

Fui testigo del poder de la palabra de Dios en la vida de una hermosa joven en las Filipinas. Lágrimas corrían por las mejillas de Anne mientras me contaba que ella había sido intimidada por escoger vivir normas morales elevadas.

Pero también compartió conmigo que el estudiar las Escrituras la había fortalecido para permanecer fiel a sus creencias. Ella dijo que las Escrituras le ayudaron a saber qué hacer y qué decir con el fin de explicar sus decisiones a sus amigos. Las lecciones dominicales de las Mujeres Jóvenes ofrecen oportunidades para que las jovencitas aprendan, vivan y compartan la palabra de Dios

Aprender la palabra de Dios

La palabra de Dios es sagrada y nos llega por medio de fieles santos, hombres y mujeres, llamados por Dios, para hablar o escribir por el poder del Espíritu Santo. “Y lo que hablen cuando sean inspirados por el Espíritu Santo será Escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para salvación” (D. y C. 68:4).

El estudio de las Escrituras ayudó a fortalecer a una mujer joven para permanecer fiel a sus creencias y saber qué hacer y qué decir con el fin de explicar sus decisiones a sus amigos.

Considere los sacrificios de los profetas que trabajaron “con todas las fuerzas de… su cuerpo y las facultades de… su alma entera” (Palabras de Mormón 1:18) para sacar a la luz las palabras de vida eterna. No es de extrañar que el Señor condene a quienes tratan ligeramente estos registros sagrados (véase D. y C. 84:54).

Los líderes y padres de las Mujeres Jóvenes tienen el deber de enseñar y ayudar a sentir el poder de las Escrituras a las jóvenes. Si queremos que las jóvenes se “aferren” a la palabra de Dios, debemos establecer la palabra de Dios como el firme cimiento para todo lo que enseñamos en el hogar y en las lecciones dominicales. No es suficiente dar a las jóvenes a probar un bocado de un versículo o dos aquí y allá. Debemos ayudarlas a “[deleitarse] en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).

Los padres y líderes proveen oportunidades a las jóvenes para escudriñar, meditar y orar con fe en Cristo, para que así Dios pueda “[manifestar] la verdad… por el poder del Espíritu Santo” (Moroni 10:4). En Ven, sígueme, los líderes utilizan las actividades de aprendizaje en la sección titulada “Aprender juntos” e invitan a las jóvenes a leer los pasajes de las Escrituras, relatos de las Escrituras, o secciones de discursos de conferencia. Estos recursos ayudan a las jóvenes a encontrar significado y respuestas a sus preguntas acerca de la doctrina de Cristo, y buscan maneras de aplicar los principios del Evangelio en su vida.

Los líderes dejan que las jóvenes analicen sus opiniones en grupos pequeños o en parejas y luego comparten sus mejores ideas con toda la clase. (Para obtener más ideas de aprendizaje, diríjase a www.ChurchofJesusChrist.org/youth/learn/learning-teaching-ideas/apyw/learn-together?lang=spa.)

Vivir la palabra de Dios

Buscar la palabra de Dios no es suficiente. Dios nos ha mandado: “Porque viviréis de toda palabra que sale de la boca de Dios” (D. y C. 84:44). Al final de cada clase, los líderes dan tiempo para que las jóvenes se comprometan a aplicar la doctrina en su vida. Los líderes pueden invitarlas a escribir su meta y luego dar, a las que lo deseen, la oportunidad de expresar su compromiso con la clase.

Cuando las jóvenes viven por la palabra de Dios, disfrutan de la compañía del Espíritu Santo y sienten al Espíritu testificar de la verdad. Cuando las jóvenes ejercen la fe para vivir de acuerdo con un principio del Evangelio, el Espíritu Santo las ayuda a sentir que es bueno, que ennoblece el alma, ilumina el entendimiento y fortalece su fe, hasta que llegan a un conocimiento perfecto de ese principio (véase Alma 32:27-43).

Cuando las jóvenes se aferran y obedecen la palabra del Señor, encuentran consuelo, son sanadas, fortalecidas, guiadas y protegidas. “Las tentaciones [y] los ardientes dardos del adversario [no pueden] cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24).

Carol F. McConkie, primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes.

Los miembros bautizados de la Iglesia han hecho convenio de predicar, exhortar y fortalecer a sus familias y a la Iglesia. “Al comienzo de cada clase, invite a las jóvenes a compartir, enseñar y testificar acerca de las experiencias que hayan tenido al aplicar lo que aprendieron en la lección de la semana anterior” (ChurchofJesusChrist.org/youth/learn/yw). Por medio de sus palabras, el Espíritu Santo testifica que lo que se enseña es verdad. A través del testimonio, sus pecados les son perdonados (véase D. y C. 62:3).

Al día siguiente de mi visita, escuché mientras Anne compartía lo que había aprendido sobre el plan de salvación al comienzo de una lección dominical. Leyó de las Escrituras y de su diario de estudio. Ella testificó sobre la paz y las bendiciones eternas que están reservadas para ella si persevera en sus pruebas y toma las decisiones correctas. Habló con confianza y seguridad. A través de su fe, ella recibió un testimonio de la verdad por medio del Espíritu Santo. Lo había aprendido, lo había vivido y lo podía compartir.

Es mi deseo que los padres y los líderes animen a las jóvenes a deleitarse en las palabras de Cristo para que sean llenas del Espíritu del Señor, porque la palabra del Señor es el “poder de Dios para salvación” (D. y C. 68:4; véase también Romanos 1:16).