Un líder pide a los jóvenes adultos que sometan su voluntad a Dios

Por Por Marianne Holman, redactora de Church News

  • 6 Noviembre 2013

Puntos destacados del artículo

  • Entregar nuestra voluntad al Señor no significa que renunciemos a nuestro albedrío.
  • Podemos aprender a someter nuestra voluntad a Dios al seguir el ejemplo del Salvador.
  • Cuanto más hacemos Su voluntad, más nos bendecirá con Su amor.

Someter nuestra voluntad al Señor no es un hecho aislado; es algo que hacemos todos los días, dijo el hermano Russell T. Osguthorpe, Presidente General de la Escuela Dominical, durante un devocional del Sistema Educativo de la Iglesia, el 3 de noviembre.

La transmisión para los jóvenes adultos se llevó a cabo en el campus de la Universidad Brigham Young, en Provo, Utah, y se transmitió y se tradujo en muchos idiomas para todo el mundo.

“Si la voluntad de Dios se ha de hacer por medio y a través de nosotros, entonces nuestra voluntad tiene que ser la misma voluntad de Dios”, dijo. “Debemos desear lo mismo que Él desea”.

El hermano Osguthorpe invitó a los oyentes a que mediten sobre tres preguntas: primero, “¿cuál es el significado de la palabra ‘voluntad’?”. Segundo, “¿cómo entregamos nuestra voluntad a Dios?” y tercero, “¿cómo podemos saber que estamos teniendo éxito?”.

El adversario desea que creamos que no hay tal cosa como la voluntad, que no tenemos otra opción más que seguir nuestros impulsos naturales, dijo. “Algunos erróneamente creen que nuestra voluntad está predeterminada por nuestros genes y que no tenemos control para vencerlos”.

Es por medio de la revelación, tanto antigua como moderna, que las personas aprenden que tienen albedrío. Ellos tienen voluntad y deseos, y cuando sea necesario, esos deseos se pueden cambiar por medio del poder habilitador de la expiación de Jesucristo.

“Cuando sometemos nuestra voluntad a Él, ese es un don que solamente nosotros podemos dar”, dijo. “Cuando cedemos nuestra voluntad, estamos dando de nosotros mismos totalmente, sin retener nada”.

Ceder nuestra voluntad al Señor no significa que renunciemos a nuestro albedrío, él enseñó. Más bien, lo opuesto es verdadero.

“Cuanto más nos sujetemos al Señor, más crecerá nuestra habilidad para ejercer nuestro albedrío moral”, señaló. “El saber lo que Dios quiere que sepamos, saber lo que Él quiere que digamos, hacer lo que Él desea que hagamos, nos llevará a ser lo que Él desea que seamos. Dios nos dio el albedrío para que nos sometiéramos a Él, no para que sucumbiéramos a la tentación”.

Es por medio del arrepentimiento que nos despojamos del hombre natural, y al ceder toda nuestra voluntad ante el Señor, las personas son capaces de llegar a ser quiénes son realmente: fieles hijos e hijas del Padre Celestial.

“Un cambio de corazón es un cambio de motivo, no sólo un cambio de acción”, dijo. “Necesitamos hacer cosas buenas, pero más aun, necesitamos hacerlas por la razón correcta”.

Cuando las personas están en el sendero del convenio de ser un verdadero discípulo, los motivos son puros y sus acciones son justas. Hacen cosas buenas porque aman al Señor y a Sus hijos.

Cuando nos encontramos en cualquier lugar que no sea el sendero del discipulado, tenemos que arrepentirnos, dijo. Este proceso de arrepentimiento es uno de cambio de deseos y para dar lugar al Espíritu. A medida que las personas hacen lugar para el Espíritu, no hay ningún espacio que quede para el pecado.

“Así que nuestra voluntad es la fuerza colectiva de nuestros deseos o motivos”, señaló. “Nuestra voluntad sustenta todas nuestras acciones. Entonces, ¿cómo podemos empezar a fortalecer nuestra voluntad? ¿Cómo podemos entregar nuestra voluntad al Señor?”.

Al compartir el ejemplo del presidente Thomas S. Monson y de los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles, el hermano Osguthorpe dijo que es importante buscar al Salvador para que nos guíe.

“Así podremos decir lo que el Señor desea que digamos”, puntualizó. “También podremos hacer lo que Él desea que se haga. En ocasiones las acciones importan más que las palabras”.

Decir y hacer lo correcto se vuelven más fáciles cuando las personas hacen y cumplen las promesas —los convenios como el bautismo y sellarse como una familia eterna en el templo— al Señor.

“Así que hacemos todo lo que podemos para entregarnos a Él, nuestro corazón, nuestra voluntad, nuestra alma”, señaló. “Cuanto más sigamos este camino, más nos bendecirá el Señor con Su amor. Y al sentir más Su amor, sabremos con certeza que tendremos éxito al entregarle nuestra voluntad”.

Las personas pueden entregar su voluntad al Señor todos los días. Al hacer estas cosas, un cambio ocurre en nuestro corazón, y nuestra gratitud por la Expiación aumenta tanto que nos fortalecemos continuamente, dijo.