Conoce las mejores prácticas de enseñanza de “maestros talentosos”

Por el hermano Devin Durrant, de la Presidencia General de la Escuela Dominical

  • 25 Agosto 2015

Un ejemplar gastado de los libros canónicos muestra el amor de una maestra por las Escrituras.  Fotografía cortesía del hermano Devin Durrant.

Puntos destacados del artículo

  • Podemos aprender de los maestros que enseñan a la manera del Salvador.
  • Una maestra demostró amor por su clase al conocer a todos por su nombre y encontrar maneras sinceras de ayudarlos a participar.
  • Otra maestra logró un equilibrio al enseñar doctrina y permitir a los alumnos buscar sus propias respuestas.

“En mi opinión, una de las mejores maneras para progresar como maestro es ver enseñar a otros maestros talentosos”. —Hermano Devin G. Durrant, de la Presidencia General de la Escuela Dominical

Los miembros de la Presidencia General de la Escuela Dominical tienen la oportunidad de visitar diferentes barrios y observar la enseñanza que se lleva a cabo. Después de mis visitas, con frecuencia me marcho con un sentimiento de gratitud en mi corazón por los excelentes maestros que he visto bendecir la vida de sus alumnos.

En mi opinión, una de las mejores maneras para progresar como maestro es ver enseñar a otros maestros talentosos. Nuestro mejor ejemplo de la perfecta instrucción del Evangelio es nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Todos debemos prestar particular atención a cómo enseñó Su evangelio al estudiar Su vida y hacer nuestro mejor esfuerzo por seguir Su ejemplo.

La mejora también viene cuando observamos a otros maestros que enseñan a la manera del Salvador. Nuevos pensamientos e ideas vienen a cada uno de nosotros al sentir los susurros del Espíritu Santo, y cuando observamos y disfrutamos de la instrucción que imparte otro maestro.

En meses recientes, he disfrutado de la enseñanza de dos maestras excelentes. Permítanme compartir algunos de los aspectos más destacados de la lección, a fin de que tengan algunas ideas que les ayuden a sentirse más eficaces y seguros como maestros del evangelio de Jesucristo.

La hermana Farnsworth

Primeramente asistí a una clase de Doctrina del Evangelio para adultos que enseñó la hermana Kristen Farnsworth, del Barrio South Mountain 1, en Draper, Utah. Ella ha prestado servicio en su actual llamamiento durante dos años.

Al comienzo de la lección, la hermana Farnsworth captó mi atención, después de que un miembro de la clase hizo un comentario sincero acerca de lo que su recientemente fallecida esposa había escrito en su ejemplar de las Escrituras, que él estaba usando en aquel día. Ella dijo: “Me gustaría poder imprimir lo que usted dijo en una tarjeta y entregársela a todo el mundo”. Pensé: “¡Qué respuesta maravillosamente cálida y sincera al comentario de un miembro de la clase!”.

Luego observé lo siguiente cuando terminaba la clase:

  • Llamó a cada persona que habló por su nombre. Era evidente había hecho un esfuerzo por llegar a conocer a cada uno de sus alumnos y de recordar sus nombres.

  • Ella era hábil al invitar a los comentarios de sus alumnos. Mejoró la conversación al destacar los elementos clave que compartieron los miembros de la clase. También aclaró doctrina, según fuera necesario. Además, ella utilizó los comentarios de la clase para presentar otros principios que tenía planeado enseñar más adelante en la lección.

  • Mejoró la lección con el uso de fotografías de la Biblioteca del Evangelio. Estas imágenes visuales ayudaron a invitar a los alumnos al tema de la lección.

  • Sus preguntas fomentaron respuestas poderosas. Después de la clase, me dijo que ella pasa tiempo creando con detenimiento las preguntas que invitarán a pensar y compartir testimonios.

  • Al analizar la parábola del hijo pródigo, invitó a cada uno de nosotros a ver esta parábola con una nueva perspectiva. Ella nos pidió considerar qué nombre le podríamos haber dado a esta parábola si hubiéramos tenido la responsabilidad de darle un nombre. Me gustó este ejercicio mental y el tiempo para reflexionar sobre este relato acerca de un padre y sus hijos. Se dieron títulos hermosos y profundos: “La esperanza de un buen padre”, “¡Aquí no hay siervos!”, “Los desafíos y las bendiciones de ser padres”. Quienes compartieron sus títulos “nuevos” para la parábola también tuvieron la oportunidad de compartir por qué los eligieron.

  • Sabiamente, encontró el equilibrio perfecto entre su instrucción y la instrucción que venía de los alumnos bajo su dirección. Muy a menudo como maestros, nos sentimos motivados a compartir todo lo que hemos preparado y al hacerlo limitamos la participación de quienes estudiaron la lección de antemano.

Ella concluyó la lección al pedirnos que consideráramos cómo podríamos aplicar lo que habíamos hablado.

Pude sentir el amor que la hermana Farnsworth tenía por quienes enseñaba (véase Manual 2, 5.5.4).

La hermana Heriford

Dos semanas después, visité una clase para jóvenes de la Escuela Dominical, compuesta de nueve jovencitos y jovencitas de entre 14 y 15 años. Esta clase la enseñó la hermana Jan Heriford, del Barrio Grandview 21, en Provo, Utah.

La hermana Heriford empezó la clase diciendo: “Me encanta la lección que vamos a tener hoy”. ¡Esa es una manera optimista para comenzar la clase! Los comentarios positivos de apertura de la hermana Heriford me despertaron el interés en la lección. Yo estaba ansioso por escuchar lo que ella estaba tan entusiasmada por enseñar.

Antes de la clase, ella había escrito seis palabras en la pizarra: ¿Quién? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo?

La conversación se centró en el estudio personal de las Escrituras y las bendiciones que recibimos cuando consideramos las respuestas a esas preguntas de una sola palabra con respecto a un versículo en particular o pasajes de las Escrituras.

Entonces dio un versículo de muestra y compartió con la clase su respuesta a las seis preguntas. Con una comprensión clara del método de aprendizaje, ella invitó a cada miembro de la clase a buscar un pasaje que les gustaría compartir con la clase junto con las respuestas a las seis preguntas.

Lo que siguió fue edificante e inspirador, cuando cada joven tomó uno o dos minutos para compartir lo que entendió y sus sentimientos en cuanto a pasajes de las Escrituras que lo había tocado personalmente de una manera u otra.

A medida que cada persona concluyó su comentario, me sentí bien por dentro al escuchar los sinceros elogios de una maestra amorosa. También vi a la hermana Heriford añadir hábilmente la doctrina impartida por los miembros de su joven clase.

Me impresionó el equilibrio que esta hermana encontró al enseñar principios verdaderos y dar también el tiempo a sus alumnos para aplicar estos principios de una manera que edificaba el testimonio. La hermana Heriford fue muy hábil en fomentar el aprendizaje diligente (véase Manual 2, 5.5.4).

Ella pidió a su clase otras ideas para mejorar el aprendizaje y la comprensión de las Escrituras. Ellos respondieron que se podía realizar al compartir la importancia de leer las notas al pie de página, al utilizar la Guía para el Estudio de las Escrituras, al tomar el tiempo para ver las referencias correlacionadas, al buscar ejemplos y modelos, y al utilizar Predicad Mi Evangelio como un recurso de estudio.

Cuando ella concluyó, dijo: “Me encanta pasar tiempo estudiando las Escrituras”. La imagen —su gastado ejemplar de los libros canónicos que había puesto en la mesa al frente de la clase— es una evidencia de su amor por la palabra de Dios.

Luego invitó a sus alumnos a probar uno de los nuevos métodos de estudio que se habían sugerido durante la clase en las próximas semanas. Pidió a los miembros de la clase que se preparen para compartir lo que aprendieron cuando se encontraran otra vez.

¡Qué bendición es ser maestro del evangelio de Jesucristo! Podemos esforzarnos por magnificar nuestros llamamientos y enseñar a fortalecer la conversión al igual que estas dos hermanas lo están haciendo.