Después de estar en la cárcel: una historia de rescate

Por Melissa Merrill, Noticias y eventos de la Iglesia

  • 30 de noviembre de 2011
 

“Todavía necesitamos tomar mayor conciencia por parte de los miembros para ser comprensivos con aquellos que han ido por mal camino y ayudarles a reinsertarse en la sociedad… No puedo imaginarme una oportunidad mejor para practicar la cristianismo que traer al rebaño a quienes… se han perdido”. Élder Dale Miller, Director de Servicios Correccionales SUD en Utah

La historia poco común de Peter.

Después de estar 30 años atrapado en el mundo de la adicción a las drogas, pasó 10 meses huyendo de la policía. Fue arrestado mientras intentaba escapar por una ventana de su casa y más tarde fue a la prisión.

Mientras estaba allí, otro convicto invitó a Peter a asistir con él a los servicios religiosos SUD. Peter accedió. El otro convicto no asistió más después de esa primera semana, pero, de hecho, Peter continuó yendo cada semana durante todo el tiempo de su condena. También participó en el programa de Instituto, en las reuniones del Programa para la recuperación de adicciones SUD, en noches de hogar y otros programas que la Iglesia ofrece en la Prisión Estatal de Utah, donde estaba encarcelado.

Diez días después de salir de la prisión, se bautizó para convertirse en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Un año más tarde bautizó a su esposa y a su hijo, y actualmente la familia se está preparando para ir a sellarse en el templo.

Pero, como decíamos, la historia de Peter es poco común. Los índices de reincidencia, de regresar a prisión o a la cárcel después de haber cumplido sentencia, son altos en la mayoría de los lugares del mundo. (En los Estados Unidos, por ejemplo, se estima que aproximadamente un 70 por ciento, dijo el élder Dale Miller, que presta servicio como Director de Servicios Correccionales SUD en Utah.)

¿Qué ayudó a Peter a evitar semejante reincidencia o estancamiento en el mundo centrado en las drogas que había conocido antes de convertirse en miembro de la Iglesia? Sin ninguna duda, su experiencia dentro de la prisión fue el factor determinante. Pero Peter y las personas más cercanas a él, dicen que quién él es hoy se debe tanto a lo que le sucedió antes como después de ser puesto en libertad.

Volviendo a ser ellos mismos

Paul y Rebecca McCarty son dos de unos 1.500 miembros de la Iglesia que trabajan como voluntarios en los correccionales de Utah. Su llamamiento en la Iglesia es servir como “directores de transición” en la Prisión Estatal de Utah, trabajando en una unidad de seguridad media, en la que ayudan a los hombres a prepararse para afrontar la vida después de que quedan en libertad. Los McCarty también trabajan de voluntarios como directores del centro de historia familiar del correccional.

El hermano McCarty dice que en el transcurso de sus cinco de años de servicio en la prisión, con frecuencia han escuchado a los convictos describir su encarcelamiento como una bendición encubierta. Muchos sabían que necesitaban cambiar su vida, pero no sabían cómo hacerlo, así es que oraban o sus familias oraban por ellos. Y entonces, en el momento “más oscuro” de sus vidas, fueron arrestados y enviados a prisión.

“[Al principio] pensaron: ‘Esto no me ayuda’”, explica el hermano McCarty. “Pero una vez que están en prisión y reconocen dónde están, pueden finalmente… hacerse responsables. Hemos escuchado tantos testimonios de convictos decir que, en realidad, ‘Así es cómo el Señor me salvó. Así es cómo Él me rescató’”. Expresan su gratitud por la oportunidad de evaluar y cambiar sus vidas.

Temor al mundo exterior

De alguna manera, el cambio puede resultar más fácil en la vida estructurada de la prisión o cárcel. Después de todo, indica el hermano McCarty: “Cuando estás en prisión, te encuentras en un ambiente muy controlado. Hay controles externos que gobiernan lo que haces, dices, [y] comes”. Los privilegios, tales como asistir a clases de Instituto y participar en trabajos de historia familiar, se otorgan o restringen en base a la conducta.

Pero cuando se trata de considerar la vida en el mundo exterior, la mayoría de los convictos experimentan “una gran carga de temor”, dijo el hermano McCarty. Muchos de ellos no cuentan con el apoyo de una familia, ya sea por ser una familia disfuncional, o por relaciones dañadas como resultado de una falta de confianza. La mayoría no tiene dinero, perspectivas de empleo, un lugar dónde vivir, ni siquiera algo tan sencillo como un documento o cédula de identidad. Aquellos que son miembros de la Iglesia no saben el nombre de su barrio u obispo. Para muchos, la ansiedad y el temor al rechazo son tan grandes que ni siquiera buscan empleo. En estos casos, terminan en la calle y, una vez más, vuelven a ser encarcelados.

A decir verdad, dijo el élder Miller, una de las principales razones de reincidencia es que las personas simplemente no conocen otra forma de vida.

“Se sienten incómodos”, dijo, “y muchos de ellos sienten que es más seguro permanecer en instituciones. [Ellos piensan:] ‘No tengo que preocuparme sobre cómo conseguir alimentos. No tengo que preocuparme acerca de lo que piensen mis amigos. No tengo que preocuparme de muchas cosas que normalmente debería ir y hacer por mi cuenta. La institución se ocupa de mí’.

“Por supuesto”, continuó el élder Miller, “creemos en la habilidad de usar nuestro albedrío al hacer elecciones. Esas elecciones se ven grandemente restringidas dentro de los [correccionales], de modo que realmente impiden su progreso”.

Sin embargo, dijeron el hermano y la hermana McCarty, si se toman ciertas consideraciones básicas antes de la puesta en libertad del convicto y durante los 60 a 90 días que siguen, se puede aliviar una gran cantidad de temor.

Cómo hacer un plan

Seis meses antes de que se ponga en libertad uno de los convictos con los que trabajan el hermano y la hermana McCarty, comienzan a hacer con él un plan específico. Trabajan directamente con él, pero también incluyen a otros en sus esfuerzos de transición.

“Como directores de transición”, dijo el hermano McCarty, “hemos visto que hay dos cosas importantes que debe tener un convicto al que se haya puesto en libertad recientemente: un fuerte apoyo familiar y la ayuda de los líderes eclesiásticos”. Trabajan con el convicto y con las familias a fin de restaurar la confianza perdida. También invitan a un líder eclesiástico, un obispo o presidente de rama en el caso de los Santos de los Últimos Días, u otro líder religioso cuando se trata de un convicto de una fe diferente, para que se reúnan con la persona antes de que sea puesto en libertad, o al menos para que comiencen a comunicarse con él por escrito.

El hacer participar a estas personas desde el principio, dijo el élder Miller, proporciona la oportunidad para que el consejo de barrio trabaje bajo la dirección del líder del sacerdocio. De la misma manera, proporciona una manera para que la familia ofrezca su apoyo y se involucre.

Además, dijo la hermana McCarty, al edificar estas relaciones antes de su puesta en libertad, el convicto puede prever tener una red de apoyo, alguien que “trabaje juntamente con ellos para que no se sientan perdidos”.

Pero el plan es aún más específico que eso. El hermano y la hermana McCarty se reúnen con cada convicto personalmente y desarrollan lo que ellos llaman un plan para después de que estén en libertad. El plan considera cómo el convicto, al salir, afrontará los desafíos, el desánimo y las tentaciones que surjan; cómo él o ella se enfrentarán a sus adicciones; cómo obtendrán apoyo de su familia o de su líder de la iglesia; y cómo restaurarán las relaciones de confianza y fortalecerán las relaciones familiares. Este plan consta de cuatro partes:

  • Un curriculum vitae. Muchos convictos creen que no tienen muchos logros que mencionar; en vez de eso, dijo el hermano McCarty, se ven como “perdedores innatos” que “nunca saldrán adelante”. Al escribir un curriculum vitae que se centra en los trabajos que han tenido y, tal vez, en sus logros educativos que hayan alcanzado durante su encarcelamiento, no sólo les da una herramienta práctica para su búsqueda de trabajo, sino que también les aporta un sentido de confianza. “Les decimos que son un hijo de Dios y que son personas que valen”, dijo el hermano McCarty.
  • Un plan de seis meses. En este documento el convicto escribe las cosas que va a hacer tan pronto como salga de la prisión, así como lo que quiere para su vida en los próximos seis meses y para los otros seis meses siguientes. De esa manera, dijo la hermana McCarty, tienen algo en mente.
  • Un plan de 12 semanas. Desde ese punto, los McCarty y el convicto dividen el plan en metas semanales, con planes personales de contingencias para los casos en los que sus metas personales no se logren. Este plan incluye también qué hacer cuando la tentación se presente para volver a la conducta criminal o irresponsable anterior.
  • Un plan de 90 días. Dado que la ansiedad de un ex-convicto llegan a su cumbre durante los primeros 60 a 90 días después de estar en libertad, este documento detallado indica una forma de vida día a día. Incluye información tal como el centro de transición más cercano y reuniones de recuperación de adicciones, así como la información de contacto del líder eclesiástico con quien el convicto se espera ya esté relacionado para este punto. Por supuesto, no es posible anticipar cada circunstancia a la cual se enfrentará el convicto después de su puesta en libertad, pero al hablar de planes para posibles eventualidades “le prepara para tener presente cómo hacer frente a los desafíos que puedan surgir” dijo el hermano McCarty.

Una de las razones por las cuales el plan para después de ser puesto en libertad es especialmente importante, dijo la hermana McCarty, es porque después de que el convicto ha salido, ella y su marido no pueden hacer nada por él. “Dado que somos líderes de transición“, dijo ella, “se les permite llamarnos una o dos veces durante el primer mes o las primeras seis semanas”. Pero por ley, no se les permite mantener correspondencia más frecuente con aquellos con quienes trabajaron dentro de la prisión.

El plan les ayuda, añadió el hermano McCarty, “a saber que no están solos y que hay muchas personas que quieren que tengan éxito”.

Sistemas de apoyo

El mayor éxito viene cuando la red de apoyo fuera del correccional es parecida a la que hay adentro, dijo el élder Miller.

Por ejemplo, cuando un líder del sacerdocio conoce al convicto, y tal vez su plan para después de su puesta en libertad, o la condiciones de su libertad condicional (un convicto puede acceder a que el Departamento de Correcciones comparta esta información con un líder del sacerdocio), está mejor preparado para satisfacer sus necesidades e incluir al consejo de barrio, los maestros orientadores y maestras visitantes, y a otras personas para recibirlos en el barrio de familias.

“La tendencia del [convicto al salir] de la cárcel es volver con sus viejos amigos”, dijo el élder Miller, “así es que el formar nuevas amistades, el tener un nuevo círculo de personas que le cuide, es crítico”. Eso es especialmente cierto en los primeros 90 días, añadió.

También dijo que muchos ex-convictos necesitarán cuidados extra. “Parte de ello es estar cerca de ellos, casi cada hora”, dijo, especialmente cuando alguien está recuperándose de una adicción. “Es poco común que un maestro orientador o que los misioneros de barrio estén así de cerca, pero… alguien tiene que estar allí para ayudarles en ese proceso. No se trata tanto de un tema de organización, sino más bien el sentimiento de que otras personas te cuiden”.

Peter recibió esa clase de apoyo. Le da crédito al hombre que prestaba servicio como obispo de su barrio cuando salió de la cárcel, Pau Lefevor, quien le ayudó a lograr esta transición para vivir “afuera”.

“Cuando necesitaba simplemente hablar con alguien, podía llamarle, y exponerle la situación, y hablar con él”, recordó Peter. “Hubo varias ocasiones cuando fui a su casa y me senté en los peldaños del frente, y charlé con él porque estaba pasando un muy mal momento. Fue difícil para mí encontrar trabajo cuando salí dada la razón de mi encarcelamiento. Fue difícil. Él estuvo cerca de mí. Sigue estando cerca de mí y de mi familia”.

Paul Lefevor, que ahora sirve en la presidencia de estaca donde él y Peter viven, dijo que su experiencia con Peter le ha enseñado que rescatar es “más que programas sociales”.

“Al hablar con Peter, experimenté con él este gran cambio de corazón del que se habla en Alma en el Libro de Mormón”, dijo el presidente Lefevor. “Vi en Peter un hombre que quería vivir el Evangelio más allá de cualquier clase de funciones sociales o actividades. Quería ser un mejor hombre y quería hacerlo a la manera del Señor. Los misioneros en la prisión le enseñaron la palabra y eso produjo un poderoso cambio en la vida de Peter” (véase Alma 31:5).

Y aunque reconoce que algunas personas puedan tener ciertas reservas al relacionarse con los que han estado encarcelados, el vivir de acuerdo con el Espíritu, y conocerles individualmente, puede ayudar a las personas a que abran su corazón, y se les traiga más cerca del Padre Celestial. “No creo que exista un gozo mayor que ver a otro hermano o hermana volver a Cristo”, dijo él.

Pero no fue solamente el obispo Lefevor quien ayudó a Peter. El barrio respondió de manera similar. Cuando Peter dijo a los miembros del barrio en cuanto su encarcelamiento, “ninguno frunció el ceño”. dijo. “Todos estaban allí para ayudarme a ser un miembro más fuerte de la Iglesia, y a aprender más acerca del Evangelio”.

Los miembros del barrio y los líderes le ayudaron a encontrar un hogar para su familia (él había estado viviendo en la casa de su madre, mientras que su esposa e hijos vivían en la casa de la madre de ella). Les dieron ropa adecuada para trabajar y para asistir a la Iglesia, y le demostraron amor. “El saber que alguien está a mi lado, que realmente le importo y que voy a hacer con mi vida, hace una gran diferencia”. dijo.

El élder Miller dijo que esta clase de respuesta, el abrir los brazos y aceptar a alguien en el barrio, es tal vez una de las mejores cosas que un miembro de la Iglesia puede hacer.

“Lo que aterroriza a los convictos al ser puestos en libertad es regresar al barrio”, dijo el élder Miller. “Esto es lo que más comentan. Sienten que no pertenecen al grupo, que han hecho cosas malas y que las personas no les aceptarán.

“Los miembros del barrio con frecuencia no saben qué hacer cuando alguien llega al barrio siendo nuevo, y que no actúa o parece ser un miembro activo típico”, continuó. “Pero el líder misional de barrio, los líderes del quórum y los miembros del consejo de barrio pueden tomar la iniciativa y ayudar a los miembros a saber cómo acostumbrarse a las personas que han ido por mal camino y que ahora desean volver”.

Este tipo de apoyo no existe exclusivamente en lugares como Utah, donde hay miembros SUD en los correccionales. Es posible que este modelo se lleve a cabo en cualquier unidad mediante el consejo de barrio.

El presidente Lefevor dijo que la historia del Salvador hablando con la mujer sorprendida en adulterio (véase Juan 8) le ha inspirado a él y a aquellos con quienes ha trabajado:

“No hay ni uno de nosotros que no haya pecado”, dijo. “Todos necesitamos del Salvador para regresar a nuestro Padre Celestial. No importa a que nivel nos encontremos en la vida, cada una necesita al Salvador. No importa que hayamos avanzado un poco más en el camino que otras personas, cada uno estamos aquí para ayudarnos los unos a los otros abandonar los pecados y superar los errores, y a acercarnos a nuestro Padre Celestial”.

Desgraciadamente, dijo el élder Miller, el tipo de bienvenida que recibió Peter es bastante insólita. Algunas veces líderes del sacerdocio con buenas intenciones que desean mantener a los miembros de su barrio a salvo, les dicen a aquellos que han sido recientemente puestos en libertad que “no se permite ex-convictos en el barrio”. El élder Miller recomienda que los obispos que estén preocupados por aquellos a quienes ministran llamen al departamento jurídico de la Iglesia para recibir guía específica en tales situaciones.

Las Escrituras están colmadas de referencias dirigidas a los que han estado en prisión, dijo el élder Miller. También dijo que muchos de los convictos a los que ha entrevistado verdaderamente desean volver y sentir el Espíritu del Señor otra vez. “La idea es ayudarles a corregir su camino y a regresar, particularmente a reconciliarse con Dios”, dijo.

“Todavía tenemos una mayor necesidad de que los miembros tomen conciencia para que sean comprensivos con las personas que han ido por el mal camino y les ayuden a volver”, continuó. “…No puedo imaginarme una oportunidad mejor para practicar la cristiandad que traer al rebaño a quienes… se han perdido”.

Una vida nueva

“Rescatar”, dijo el hermano McCarthy, “es mucho más que simplemente ayudar. El rescatar implica que… la vida está en peligro. Al trabajar con convictos recientemente puestos en libertad, sus vidas están en peligro, no solo su vida física, sino también su bienestar espiritual. Necesitamos prestarles ayuda constantemente.

“El Señor les quiere tanto. Son hijos del Padre Celestial y Él no les abandonará. Ni tampoco debemos hacerlo nosotros”.

El no abandonar puede brindarnos una renovación de vida (véase Romanos 6:4), tal como ha sucedido con Peter y su familia, algo que él llama “un milagro”. Aunque su historia de rescate pueda resultar poco común, no tiene que ser necesariamente insólita.

“Jamás pensé que podría ser perdonado”, dijo. “Cuando fui bautizado y salí del agua, ése fue el sentimiento más asombroso que había tenido en mi vida. Hoy entiendo verdaderamente lo que significa la Expiación. Sé que no tengo que volver a ser la persona que era”.