Las presidentas de las organizaciones auxiliares generales hablan a las mujeres sobre la Expiación

Por Por Sarah Jane Weaver, editora adjunta de Church News

  • 5 Mayo 2014

Las personas que asistieron a la Conferencia de la Mujer de BYU caminan en el campus de la Universidad Brigham Young el 2 de mayo de 2014, en Provo.  Fotografía por Hugh Carey, Deseret News.

Puntos destacados del artículo

  • La Expiación sana, da consuelo, ofrece aliento y nos hace capaces.
  • Todo el mundo, sin excepción, necesita el poder real y personal de la Expiación.
  • La Expiación nos permite mostrar misericordia y gracia a nosotros mismos.

PROVO, UTAH

Las presidentas generales de la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria de la Iglesia hablaron a las mujeres Santos de los Últimos Días acerca de la Expiación, el 2 de mayo.

La hermana Linda K. Burton, la hermana Bonnie L. Oscarson y la hermana Rosemary M. Wixom ofrecieron comentarios a una gran multitud reunida en el Centro Marriott, en la Universidad Brigham Young, durante la sesión general de la Conferencia de la Mujer de la Universidad Brigham Young.

Linda K. Burton

La hermana Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo que la Expiación sana, da consuelo, ofrece aliento y nos hace capaces.

Al prometer a las mujeres que la gracia del Señor las fortalecerá en la debilidad, la hermana Burton habló de un “tiempo de aprendizaje” que tuvo lugar en su propia vida hace 30 años. Su esposo prestaba servicio como obispo, tenían cuatro hijos pequeños y habían estado sin ingresos durante casi un año. “No pasó mucho tiempo hasta que estábamos a punto de perder nuestra casa”, dijo ella. “Además, la Navidad se acercaba…

“Nos atormentábamos con lamentos y pensamientos de desconfianza en nosotros mismos que comenzaban con palabras como: ‘si hubiéramos’, ‘por qué no hicimos’, ‘deberíamos haber’ o ‘no deberíamos haber’ y pensamientos similares y condenación propia”.

Durante este tiempo, la hermana Burton dijo que su prima dio a su padre un ejemplar de la autobiografía de su tatarabuela, y él a su vez, se la prestó a ella.

“Cada noche después de que los niños estaban en la cama, me quedaba tarde leyendo acerca de Mary Lois Walker Morris, mientras esperaba que mi esposo llegara a casa de sus responsabilidades del obispado. Llegué a conocerla y a amarla, y lloré por su vida, la cual tuvo muchos desafíos mayores que los míos”.

La tatarabuela de la hermana Burton partió de Inglaterra a la edad de 15 años con sus padres, para unirse a los santos. Sufrió nostalgia, mareo, cuartos llenos de gente y devastadoras tormentas de mar que probaban la fe. Cuando Mary tenía 16 años, su madre falleció. A los 17 años, de recién casada, cruzó las planicies a pie sin su esposo, que no tenía el dinero para hacer el viaje. Cuando Mary tenía 19 años, su primer hijo y su esposo fallecieron. Ella se casó nuevamente y más tarde dos hijos más fallecieron.

“A pesar de que su vida estuvo llena de pruebas, una tras otra, la autobiografía de Mary refleja sorprendentemente dulces expresiones de fe y testimonio”, dijo la hermana Burton.

La hermana Burton dijo que el Señor ayuda a sus hijos a aprender por medio de las experiencias de los demás con el fin de ayudarles a superar sus propias pruebas y tribulaciones. “Tal fue el caso conmigo mientras leía el relato de Mary. Me di cuenta que la fe de ella en el Salvador y Su gracia sublime le permitió superar dolor tras dolor y desafío tras desafío”.

La hermana Burton dijo a las mujeres Santos de los Últimos Días que a medida que pasan por del sendero de la vida, el Señor les da cargas que llevar para que compartan el yugo con Él. “Llevar el yugo con Él no sólo nos ayuda a desarrollar el músculo espiritual que es necesario para pasar nuestras pruebas actuales, sino que también nos bendice con Su poder habilitador, que nos ayuda a enfrentar las futuras pruebas que seguramente nos esperan”.

El mundo, dijo ella, desea que las personas crean que las pruebas no son justas. “Puede que en medio de nuestras pruebas olvidemos que Dios está al tanto de nosotros y que tiene un plan para nosotros. Él nos conoce individualmente y nos ayuda a crecer hasta ser lo mejor de nosotros mismos, si se lo permitimos”.

Bonnie L. Oscarson

La hermana Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, dijo que todo el mundo, sin excepción, necesita el poder de la Expiación. “La expiación de Jesucristo es real y es personal”, dijo ella.

La hermana Oscarson compartió su travesía personal que le llevó a ese testimonio.

“Yo pensaba que tenía una comprensión buena y básica de lo que era la Expiación y de la función de Jesucristo en el plan de nuestro Padre Celestial para nosotros”, dijo ella, diciendo que creció en la Iglesia. “Sentía que yo tenía fe en Jesucristo como nuestro Salvador. Es casi vergonzoso admitir que no fue hasta que me casé y fui madre de varios niños pequeños que me di cuenta que no es suficiente simplemente saber acerca de la Expiación.

“La Expiación debe llegar a ser personal e individual, y todos debemos reconocer la necesidad absoluta de la Expiación en nuestra vida antes de que podamos recurrir plenamente al poder habilitador del Salvador”.

La hermana Oscarson dijo que tan sólo tenía 25 años cuando su esposo fue llamado a servir como presidente de la Misión Suecia Göteborg. Entraron en el campo misional con cuatro hijos pequeños, entre ellos un bebé de un mes.

Ella se esforzaba para cuidar a sus hijos, para aprender otro idioma y preparar la cena para misioneros y líderes. “En medio de todos estos cambios y desafíos, empecé a sentirme no sólo incapaz, sino también indigna. En retrospectiva, puede ser que haya sufrido en cierto grado de depresión, después del nacimiento de mi bebé…

“Sabía que en términos generales, yo era una buena persona y no había cometido ningún pecado grave, pero sentía que cada debilidad, culpa y pecado que yo había cometido alguna vez volvían a mi memoria. Tenía dificultad para satisfacer las demandas de mi llamamiento y comencé a preguntarme si yo era aceptable ante los ojos del Señor, especialmente en esa situación”.

La hermana Oscarson dijo que acudió a las Escrituras, a la oración personal y a su esposo para una bendición del sacerdocio.

“Poco a poco empecé a entender una verdad importante y a encontrar consuelo. Me di cuenta de que no podría hacer sola lo que debía hacer; necesitaba ayuda. Debía aplicar la Expiación a mis desafíos, debilidades y deficiencias… necesitaba que la Expiación surtiera efecto en mí”.

Ella dijo que pasó por los siguientes pasos.

“Pedí perdón por mis debilidades e intenté llegar a ser una persona más paciente y generosa. Me di cuenta de que el arrepentimiento es una necesidad diaria y que simplemente significa que estamos tratando de ser mejores cada día. Oré para comprender cómo establecer prioridades en las diversas cosas que requerían mi tiempo. Traté de poner en primer lugar las necesidades de mis hijos y simplemente dejar a los demás y al Señor las cosas que no podía manejar. Tuve que esforzarme para dejar que el Señor se encargara de las muchas cosas por las que me preocupaba. Oraba y estudiaba las Escrituras. Aprendí a escuchar los susurros del Espíritu más que nunca y a confiar en que el Señor me entendía y estaba listo para motivar y ayudar. Lo ajetreado de mi vida no cambió, pero aumentó mi capacidad para manejar las cosas. Desde entonces, nunca he visto la Expiación de la misma manera”.

Hermana Rosemary M. Wixom

La hermana Wixom, Presidenta General de la Primaria, dijo a las mujeres reunidas para la Conferencia de la Mujer de la Universidad Brigham Young que necesitamos la “expiación de Jesucristo en nuestra vida, ya que la misma sana, consuela, alienta y nos permite mostrar misericordia y gracia a nosotros mismos”.

Citó al presidente Ezra Taft Benson, quien hace cuarenta años dijo: “Cuando crucemos el velo, nada nos sorprenderá más que el darnos cuenta de lo bien que conocemos a nuestro Padre y de lo familiar que nos resulta Su rostro”.

La hermana Wixom dijo que ella no puede repetir esa cita lo suficiente, “pues cada vez que lo hago, me siento como en casa”.

Con respecto a admitir debilidades y obtener esperanza, la hermana Wixom preguntó: “Cuántas veces hemos estado de pie frente a nuestro fregadero y hemos susurrado: ‘Señor, por favor, dame la fuerza para perseverar. Por favor, dame fuerzas para perdonar, para seguir adelante, la fortaleza de aceptar a un hijo descarriado, la fortaleza para aceptar mis circunstancias y tener esperanza para el futuro. Señor, por favor, dame fuerzas para extender el tiempo, para sobreponerme a un mal hábito, o para elevar mi forma de pensar. Necesito la fortaleza para acercarme más a Ti y ser mejor de lo que pueda por mi cuenta’.

“Es cierto, gracias a Él podemos tener un nuevo comienzo”.

La hermana Wixom dijo que el Señor sabe los nombres de todos Sus hijos. “Su amor por nosotros va más allá de nuestra comprensión. Cuando reconocemos Su mano en cada detalle de nuestra vida, es similar a oírlo llamarnos por nuestro nombre”.

La hermana Wixom compartió el relato de Georgia Marriott, una alumna de la Universidad de Indiana de 22 años de edad, quien murió en un accidente.

Cuando citó el diario de Georgia, la hermana Wixom dijo que Georgia “dejó esta existencia mortal conociendo y amando a su Salvador Jesucristo. Sabía que Él la amaba”.

Georgia escribió: “¡Yo llevo triunfalmente la antorcha de Cristo! Quiero esa fe y esa esperanza siempre. Quiero ser esa luz. Cristo hace todo posible para mí porque me ha ido mostrando poco a poco el valor que tengo. Él es la definición de quién soy realmente en mi interior y lo que debo llegar a ser”.

La hermana Wixom terminó compartiendo su testimonio de que el Salvador vive. “Él es real. Al buscar Su mano en nuestra vida, aumentará nuestro amor por Él. No dejaremos que nuestras debilidades nos desalienten; en su lugar, miraremos hacia adelante a las oportunidades de cambiar y llegar a ser mejores. Buscaremos un nuevo nivel de esperanza y comprensión. Sólo por medio de la expiación de Jesucristo podemos llegar a ser mejores de lo que podemos imaginarnos. Al llenar nuestro corazón de humildad y someter nuestra voluntad a la de Él abrimos la puerta a un mundo de serenidad lejos de las tormentas. Por medio de Su misericordia y gracia, Él da la bienvenida a todo el mundo para entrar por esa puerta.

“Empieza con nuestro deseo”.