Hermana Oscarson: Mujeres Jóvenes, ¿cómo lo estamos haciendo?

Por Por la hermana Bonnie L. Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes

  • 25 Noviembre 2013

Al participar de la Santa Cena cada semana, tenemos la oportunidad de preguntarnos: “¿Cómo estoy haciéndolo al cumplir con mis convenios bautismales?”. Centrarse en los símbolos de la Santa Cena requiere gran autodisciplina, la que puede lograrse con la ayuda de la música y de las oraciones de la reunión.

Puntos destacados del artículo

  • La Santa Cena debe ser un momento importante, reverente, de reflexión.
  • El preludio de la música es una invitación para reflexionar y prepararse en silencio para la Santa Cena antes de que comience la reunión.
  • El tiempo de la noche de hogar se puede utilizar para revisar las oraciones de la Santa Cena, y así ayudarnos a comprender mejor los convenios bautismales.

“[La Santa Cena] no es algo que se tenga que hacer ‘a la carrera’ para de ese modo empezar con el verdadero propósito de la reunión sacramental, sino que esta ordenanza es el verdadero propósito de la reunión. Todo lo que se diga, se cante y se ore en esos servicios debe estar en armonía con la grandiosidad de tan sagrada ordenanza”. —Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce

Recuerdo cuando Amy, nuestra hija mayor, cumplió ocho años y fue bautizada. Nos habíamos estado preparando para este evento significativo en su vida y le habíamos enseñado que cuando ella se bautizara, estaría haciendo un convenio con el Padre Celestial de que siempre guardaría Sus mandamientos. Unos días después de su bautismo, ella fue a ver a su padre y le preguntó con tierna sinceridad: “¿Cómo lo estoy haciendo, papá? ¿Ya he cometido algunos errores?”. He pensado en esa pregunta durante treinta y cinco años y en el deseo de una dulce niña de ocho años de ser fiel a sus convenios.

Cuando nos bautizamos hacemos promesas sagradas de “ser testigos de Dios en todo tiempo y en todas las cosas y en todo lugar en que [estuviésemos], aun hasta la muerte” (Mosíah 18:9). El bautismo es la puerta por la que entramos en el reino de Dios, y al entrar por esa puerta aceptamos tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y guardar todos los mandamientos de Dios. Esta ordenanza es tan significativa e importante que se nos pide pensar en ello, repasar nuestras acciones y luego renovar esa promesa todos los domingos en nuestra reunión sacramental al participar de la Santa Cena. En esencia, todas las semanas tenemos la oportunidad de preguntarnos: “¿Cómo lo estoy haciendo?”. Es la única ordenanza en la que puedo pensar en la que se nos pide que volvamos a comprometernos formalmente a vivir de acuerdo con nuestras promesas en forma regular.

Ya que tomar la Santa Cena es un acontecimiento semanal, es fácil no valorarlo ni hacer hincapié en ello ni darle la atención que se merece. Los domingos son días ocupados con muchas cosas, y es fácil hallarnos “sumidos en cosas que carecen de importancia” y dejamos pasar el acontecimiento principal. Se requiere gran autodisciplina para mantener nuestra mente centrada en los sagrados símbolos de la Santa Cena y recordar lo que ellos representan.

El trozo de pan y el vasito de agua deben llevar nuestra mente al sufrimiento físico y espiritual del Salvador Jesucristo y recordarnos los grandes dones de la Expiación y de la resurrección en nuestra vida. El élder Jeffrey R. Holland dijo en una ocasión sobre la Santa Cena: “Debe ser un momento importante, reverente, de reflexión; que promueva sentimientos e impresiones espirituales. Por tanto, no debe realizarse de prisa; no es algo que se tenga que hacer ‘a la carrera’ para de ese modo empezar con el verdadero propósito de la reunión sacramental, sino que esta ordenanza es el verdadero propósito de la reunión; y todo lo que se diga, se cante y se ore en esos servicios debe estar en armonía con la grandiosidad de tan sagrada ordenanza” (“Haced esto en memoria de mí”, Liahona, enero de 1996, pág. 77).

¿Cómo podemos en forma individual y como familias hacer de la sagrada ordenanza de la Santa Cena algo fundamental en nuestra adoración dominical y mantenerla en el lugar en el que merece estar? Podemos comenzar a prepararnos antes de que comience la reunión sacramental al escuchar el preludio musical y dejar todos los demás asuntos de lado. A veces nos olvidamos de que el preludio musical es una invitación a la reflexión y a la preparación en silencio. Puede ser una tentación utilizar ese tiempo antes de que la reunión empiece como una oportunidad para conversar con nuestros amigos, tratar algunos asuntos, o incluso enviar mensajes de texto a otras personas desde nuestros teléfonos celulares. Si apagamos los teléfonos, nos sentamos en silencio y aprovechamos este momento de tranquilidad antes de que comience la reunión para meditar sobre la importancia de la ordenanza de la Santa Cena, entonces cuán más significativa será para nosotros.

Una fotografía de la familia muestra a Amy Oscarson, de ocho años, la hija mayor de la hermana Bonnie L. Oscarson, actual Presidenta General de las Mujeres Jóvenes. La fotografía se tomó el día del bautismo de Amy. Fotografía cortesía de Bonnie L. Oscarson.

Durante la reunión, al escuchar las oraciones y cantar los himnos con entendimiento, también empezaremos a centrar nuestra mente en lo que estamos a punto de hacer. La letra de los himnos de la Santa Cena se considera entre las más hermosas y significativas de nuestro himnario. Cada himno es un sermón con música, cuyo propósito es dirigir nuestros pensamientos hacia el gran sacrificio expiatorio de Jesucristo y lo que significa para nosotros.

El tiempo de la noche de hogar se puede utilizar para revisar las oraciones que se ofrecen para el pan y el agua. Al leer cada frase en esas oraciones y comprender mejor su significado, comprenderemos mejor los convenios que todos hicimos al bautizarnos, así como las promesas que nuestro Padre Celestial hace “que siempre puedan tener su Espíritu consigo” (Moroni 4:3). Cuando esas oraciones se pronuncien en voz alta antes de que se pase la Santa Cena, estaremos más dispuestos a escuchar con atención y luego a comer y beber en memoria del cuerpo y la sangre del Salvador, los cuales se ofrecieron para nosotros. Estaremos motivados a revisar nuestras acciones y a evaluar nuestra relación con nuestros semejantes y con Dios. Se nos recordará que tenemos esta oportunidad única cada semana de preguntarnos a nosotros mismos: “¿Cómo lo estoy haciendo?”.