Las líderes de las organizaciones auxiliares generales de mujeres hablan acerca de la gracia de Jesucristo

Por Por Sarah Jane Weaver, redactora de Church News

  • 25 Mayo 2014

Las personas que asistieron a la Conferencia de la Mujer de BYU caminan en el campus de la Universidad Brigham Young el 2 de mayo de 2014, en Provo.  Fotografía por Hugh Carey, Deseret News.

Puntos destacados del artículo

  • Cada líder general de las mujeres contó un relato sobre una mujer que ejemplificó la gracia de Jesucristo.
  • Algunos ejemplos fueron sobre una viuda cuyo marido murió en la Segunda Guerra Mundial, una conversa cuya familia la rechazó, y una joven esposa y madre.

“Es tan sólo mediante la gracia de Dios que podemos contribuir con nuestra parte en Su obra divina. Esta gracia de Dios nos da a nosotras, Sus hijas, Su poder para hacer más y ser más de lo que somos por nosotras mismas”. —Hermana Jean A. Stevens, de la Presidencia General de la Primaria

Así como existen muchas facetas de un diamante, también existen diversas facetas y dimensiones de las verdades y los atributos del Evangelio, tales como el don de la gracia de Jesucristo, dijo Linda K. Burton, presidenta general de la Sociedad de Socorro, durante la Conferencia de la Mujer el 2 de mayo en la Universidad Brigham Young.

Se unieron a la hermana Burton para dirigir la palabra en el Centro Marriott de la Universidad Brigham Young otras líderes generales de mujeres de la Iglesia: la hermana Carole M. Stephens y la hermana Linda S. Reeves, de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro; la hermana Bonnie L. Oscarson, la hermana Carol F. McConkie y la hermana Neill F. Marriott, de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes; y la hermana Rosemary M. Wixom, la hermana Jean A. Stevens y la hermana Cheryl A. Esplin, de la Presidencia General de la Primaria. En orden alfabético, cada una de estas hermanas tomó cinco minutos para compartir un ejemplo sobre la gracia de Jesucristo.

“Debido a que tenemos la oportunidad de conocer a hermanas y mujeres en todo el mundo, queríamos compartir algunas de sus historias en relación a las diversas facetas de la gracia, la cual es posible por medio de la expiación de Jesucristo”, dijo la hermana Burton. “Esperamos que al compartir sus propios relatos de fortaleza, vean cómo el poder habilitador de la gracia del Señor las ha fortalecido a ustedes y a sus seres queridos”.

La hermana Burton habló de Ailsa Coutts, una viuda de Auckland, Nueva Zelanda, quien acaba de celebrar su cumpleaños número 100.

Cuando la hermana Coutts tenía sólo 27 años de edad, el avión de su esposo fue derribado sobre Ámsterdam por un piloto de caza durante la Segunda Guerra Mundial. Casi 40 años más tarde, el piloto alemán que había derribado el avión se puso en contacto con la hermana Coutts y se disculpó. “Ailsa lo perdonó sin reparos, asegurándole que no le guardaba ningún rencor…

“Ailsa había sido viuda durante setenta y tres años cuando la conocí. Al pensar en cómo perdonó al soldado que mató a su marido, pude ver cómo el divino don de la gracia había permitido a Ailsa llegar a ser benevolente”.

La hermana Esplin relató la historia de Rosa, una fiel hermana pionera en Rusia. Ella le dijo a la hermana Esplin: “Siento el amor de Dios todos los días”.

Rosa se unió a la Iglesia hace 20 años, cuando conoció a los misioneros. “A pesar de que la conversión al Evangelio de Rosa suena fácil y sencilla, no ha transcurrido sin pruebas ni dolor. Su esposo y sus hijos adultos no querían nada con la Iglesia. Hasta este día, su esposo desaprueba su participación en la Iglesia; sus hijos la han repudiado y no le permiten estar en contacto con sus nietos.

Participantes de la Conferencia de la Mujer de BYU llenan el Centro Marriot de la Universidad Brigham Young. Fotografía por Hugh Carey, Deseret News.

“Para tratar de aliviar esa aflicción y dolor, resultaría normal que Rosa se apartarse del Salvador y Su Iglesia”, dijo la hermana Esplin. “Pero en vez de ello, Rosa dice: ‘Cuando Cristo nos lleva de la mano, no es difícil. Sería difícil si nos quedamos solos, pero no estamos solos’”.

La hermana Marriott habló sobre un viaje que hizo a África por una asignación de la Iglesia, donde conoció a una mujer joven en Zimbabue. La joven se levanta a las 5:00 de la mañana para obtener agua para su familia. El peso del agua, la cual ella lleva sobre su cabeza, le hace daño al cuello. Ella ayuda a sus hermanos a prepararse y luego se va a la escuela.

“Piensen en su vida y su capacidad para continuar con una sonrisa y con fe, a pesar de las pesadas responsabilidades”, dijo la hermana Marriott. “Y además de esas cargas, ella me dijo que lleva el peso de haber sido abusada cuando era más joven.

“A pesar de todas estas dificultades, le es posible mantener una sonrisa. ¿Por qué? Debido a que acude a Jesucristo. Siente la esperanza y la seguridad de Su amor. Ya sea un pesado cubo de agua, las responsabilidades familiares o los desafíos en los estudios, ella lo sobrelleva con gracia, la gracia del Salvador”.

La hermana McConkie dijo que aprendió de una joven madre y esposa “que podemos recibir la luz espiritual, las respuestas a preguntas sinceras, la sabiduría y el entendimiento que se reciben por medio del Espíritu del Señor”.

Esta joven madre ama a sus hijos, pero lucha con ser paciente durante largos días con niños ruidosos y rebeldes, dijo ella.

Un día, mientras cuestionaba su función como madre, el Espíritu del Señor llenó esa alma de madre y ella supo que el Señor la había preparado para la misión de importancia eterna, la de ser madre. “Durante años… mi joven amiga ha buscado a menudo sabiduría divina”, dijo la hermana McConkie. “Confiando en la gracia de Dios, ha aprendido que guardar los convenios desecha el egoísmo y le ayuda a sentir fe, esperanza y caridad. Ella es capaz de ver las cosas con una perspectiva eterna”.

La hermana Oscarson habló de su hija, Carrie, quien luchó con la infertilidad durante muchos años. Pasaron por pruebas y procedimientos para descubrir la causa y no encontraron nada que explicara por qué Carrie y su esposo no podían concebir un hijo. Gastaron todos sus ahorros en fertilización in vitro, lo cual no dio resultado. Sus familiares y amigos recaudaron dinero, y volvieron a tratar el procedimiento, otra vez sin éxito.

“Durante este tiempo oscuro, el Señor les envió una bendición. Pudieron vender la casa en la que habían estado viviendo, y se mudaron a una nueva casa en un vecindario que les encantaba”. Con el dinero de la venta de su casa, pudieron intentar el procedimiento de nuevo. “En las palabras de Carrie: ‘Recurrimos al Señor y le ofrecimos todo. Le dijimos que ésta era nuestra ofrenda’”. El procedimiento fue un éxito.

“Podemos mirar hacia atrás en nuestro largo período de prueba con la certeza de que el Señor estaba a cargo del plan y que Él caminó por la senda del anhelo, la desilusión, el dolor, la paciencia y en última instancia, el gozo con nosotros. Su gracia fue suficiente”.

La hermana Reeves dijo que recientemente conoció a una mujer que había servido en una misión de dos años con su esposo. Cuando la pareja regresó a casa, tres de sus cuatro hijos se habían vuelto menos activos en la Iglesia. La hermana Reeves dijo que ellos decidieron ser el mejor ejemplo que pudieran ser para sus hijos. “Continuaron dándoles todo su amor e [hicieron] todo lo posible por ser buenos ejemplos”.

“Queridas hermanas, les testifico que sé que el Señor bendice y bendecirá a nuestros hijos a medida que continuemos haciendo fielmente todo lo posible por ser fieles y leales, y por rescatar a los demás”.

La hermana Carole Stephens compartió la experiencia de una madre; el llamamiento misional de su hijo se había demorado. La mujer dijo: “Al trabajar en esta inesperada dificultad en nuestra familia, me di cuenta que algunas de mis reacciones hacia mi esposo, mis hijos y otras personas que me rodean son distorsionadas y perjudiciales cuando dejo que las emociones negativas permanezcan en mi alma… De modo que he tomado una decisión. No voy a permitir que esas emociones se queden allí”.

La madre dijo a la hermana Stephens que escogía ser feliz. “Me siento más fuerte cada día al acceder a Su gracia, Su misericordia y Su amor”, dijo la madre. “Esta ayuda divina me capacita a cada paso del camino a medida que paso por esta experiencia. Estoy aprendiendo que el arrepentimiento, las segundas oportunidades, la esperanza, la redención, la misericordia, el amor y la bondad son todo parte del gran plan de felicidad del Señor”.

La hermana Jean Stevens también habló de su visita a África, donde conoció a madres maravillosas. “Con gran preocupación y amor por sus preciados hijos, esas madres envuelven a sus hijos y los llevan felices sobre su espalda. Los niños son su enfoque, su prioridad”. Estos preciados hijos “son protegidos y cuidados. Mantienen cercana a la nueva generación, física, emocional y espiritualmente”.

La hermana Stevens dijo que para estas mujeres y para otras, la función de cuidar, proteger y enseñar a los niños es a menudo abrumadora. “Es tan sólo mediante la gracia de Dios que podemos contribuir con nuestra parte en Su obra divina. Esta gracia de Dios nos da a nosotras, Sus hijas, Su poder para hacer más y ser más de lo que somos por nosotras mismas”.

La hermana Wixom mostró una fotografía de una flor creciendo a través de cemento. Dijo que la planta se estira y busca la luz mientras persevera en la adversidad con el peso del asfalto en la espalda. “Recibimos la fortaleza para soportar las pruebas por medio de Su gracia”, dijo ella.

Habló de una mujer que sirvió como presidenta de la Sociedad de Socorro y asistió a sus reuniones los domingos, con un amor sincero hacia su esposo, quien no la amaba. Otra mujer, quien sufría de una enfermedad terminal, halló la fuerza para perseverar. Y una tercera mujer llevó la carga de ver a alguien a quien amaba profundamente luchar contra el poder de la adicción a la pornografía. “Estas mujeres se fortalecieron por medio de la gracia”, dijo ella. “Encontraron gozo a pesar de las cargas que llevaban. A pesar de todo ello, escogieron hallar la felicidad en su vida. Mirar hacia adelante con una perspectiva eterna brinda esperanza, una razón para volvernos al Señor y sentir gratitud, incluso por la más mínima esperanza”.