Los matrimonios unidos tienen gran poder, dice una líder de la Sociedad de Socorro

Por la hermana Carole M. Stephens, de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

  • 17 Febrero 2015

El modelo del Señor para el matrimonio es un hombre y una mujer trabajando como compañeros iguales y líderes espirituales en su familia y en el hogar.

Puntos destacados del artículo

  • Cultiven la caridad. Dejen a un lado el “yo” y el “mi” y aumenten su atención en el “nosotros” y el “nuestro”.
  • Centren el hogar y su vida en Jesucristo.
  • Comprométanse a vivir de acuerdo con los preceptos que se encuentran en La Familia: Una Proclamación para el Mundo.

“[A] pesar de las circunstancias, puedes centrar tu hogar y tu vida en el Señor Jesucristo… Cuando Él es el centro de nuestro hogar, hay paz”. —Élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles 

En 1995 la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles emitieron una proclamación al mundo titulada “La Familia”. Este año se cumplen veinte años desde que los profetas, videntes y reveladores testificaron con previsión que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es fundamental en el plan del Creador”.

Al agregar su testimonio personal diez años más tarde, el élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio a conocer durante su discurso de la Conferencia General de octubre de 2005 que “[la] proclamación es un documento profético no sólo porque los emitieron los profetas sino porque se adelantó a su época. Es una advertencia en contra de las mismas cosas que han amenazado y debilitado a las familias… y requiere el orden de prioridad y el énfasis que las familias necesitan si es que han de sobrevivir en un ambiente que parece ser cada vez más perjudicial para el matrimonio tradicional”.

En el principio, Dios creó varón y hembra a Su propia imagen. El primer mandamiento que se les dio fue fructificar, multiplicar y henchir la tierra. A través de Adán y Eva se estableció un modelo.

Leemos en Génesis 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola carne”.

En Moisés 4:26 aprendemos que Adán llamó a su esposa “Eva” por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes. Juntos, trabajaron, invocaron el nombre del Señor y observaron fielmente los mandamientos que se les había dado; siguieron aprendiendo y enseñando a sus hijos y se lamentaron debido a los hijos rebeldes. Agradecieron y bendijeron el nombre de Dios.

Fue este modelo, hombre y mujer como compañeros iguales, líderes espirituales de su familia y hogar, del que el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, afirmó durante una conferencia de prensa el 29 de enero, cuando dijo: “Estamos comprometidos a la clase de matrimonio que Dios ha revelado y que ha estado en vigencia durante miles de años”.

Al hablar en el coloquio en cuanto al matrimonio, el 18 de noviembre de 2014 en el Vaticano, el presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, ofreció su propio matrimonio como evidencia “del poder de la unión de un hombre y una mujer en el matrimonio”.

La familia Khanadenian: Garabed con su esposa, Lena y sus hijas, Celina, de 1 año y Grace, de 4 años. Las familias y los matrimonios con éxito se centran en Jesucristo y en Sus enseñanzas. Fotografía por Sarah Jane Weaver.

Él dijo: “…hemos crecido juntos al llegar a ser uno, elevándonos y formándonos el uno al otro, año tras año. Al absorber fortaleza el uno del otro, no disminuyeron nuestros dones personales. Nuestras diferencias se combinaron… para crear un conjunto mejor. En lugar de dividirnos, nuestras diferencias nos unieron”.

Él continuó recordándonos lo que debemos hacer para ayudar a crear “un renacimiento de matrimonios y vida familiar exitosos. Debemos encontrar maneras de guiar a las personas a edificar una fe que reemplace su propio interés natural con sentimientos profundos y duraderos de caridad… Con ese cambio y sólo entonces, las personas podrán hacer sacrificios desinteresados y necesarios continuamente para un matrimonio y vida familiar felices, y hacerlo con una sonrisa”.

La caridad, el amor puro de Cristo, es el fundamento en el cual edificamos a las familias y a los matrimonios con éxito. Es un proceso, no un acontecimiento, y la observancia a los principios que se encuentran en la proclamación sin duda fortalecerá nuestros matrimonios y hogares en este proceso continuo. En la proclamación se enseña: “La felicidad en la vida familiar tiene mayor probabilidad de lograrse cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo”.

El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó durante su discurso de la Conferencia General de abril de 2013: “…a pesar de las circunstancias, puedes centrar tu hogar y tu vida en el Señor Jesucristo… Cuando Él es el centro de nuestro hogar, hay paz”.

Aprendemos de la proclamación: “Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes”.

El élder Scott afirmó durante su discurso de la Conferencia General de octubre de 2014, que la oración constante, el estudio diario de las Escrituras, la noche de hogar semanal, y la asistencia al templo son herramientas que nuestro Padre Celestial nos ha dado y que fortalecerán los matrimonios y los hogares cuando lleguen a ser los hábitos cotidianos sencillos y fundamentales. Él prometió: “Si dedicas tiempo todos los días, en forma personal y con tu familia, al estudio de la palabra de Dios, la paz prevalecerá en tu vida… La paz vendrá de tu hogar, de tu familia, de tu propio corazón”.

El élder Ballard dijo en su discurso de la conferencia general de octubre de 2005: “Hoy día hago un llamado a los miembros de la Iglesia y a los padres, abuelos y parientes dedicados de todas partes, que vivan de acuerdo con esta gran proclamación, que hagan de ella un estandarte similar al “estandarte de la libertad” del general Moroni, y que se comprometan a vivir mediante sus preceptos. Ya que todos formamos parte de una familia, la proclamación se aplica a todos”.

Que podamos en forma individual y como familias hacer nuestra parte para ayudar a crear “un renacimiento de matrimonios y vida familiar exitosos”, al cultivar la caridad, al dejar a un lado al “yo” y al “mi” y al aumentar nuestro atención en el “nosotros” y el “nuestro” y unir nuestros esfuerzos para fortalecer el matrimonio y el hogar de acuerdo con el modelo de Dios. Al tener al Salvador en el centro, podemos esperar la ayuda del cielo, porque “la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”.