1990–1999
Elecciones
Octubre 1990


Elecciones

No hace mucho tiempo una hermosa y joven madre me pidió que la aconsejara en cuanto a una difícil decisión que debía tomar; se trataba de una seria intervención quirúrgica. Las consecuencias de su elección afectarían a su esposo y a su familia. Ella me dijo:

“Tomar decisiones es muy difícil para mi; hasta tengo problemas para decidir que ponerme por las mañanas.”

Yo le contesté:

“Usted no es diferente de las demás personas. Cada uno de nosotros debe tomar decisiones; es uno de los grandes privilegios de nuestra vida.”

A esa amorosa madre le dije que en mi profesión a menudo se les pregunta a los médicos sobre el cuerpo humano. Algunas preguntas se relacionan con alguna intervención quirúrgica para salvar la vida o una parte del cuerpo; otras son sobre procedimientos optativos para alterar la estructura o la función del cuerpo. En los últimos años, muchas de las preguntas se relacionan con la “elección” de abortar a un ser humano en proceso de desarrollo. Irónicamente, tal “elección” negaría a esa persona en desarrollo tanto la vida como el derecho a elegir.

Le recordé que las preguntas con respecto a nuestro cuerpo representan sólo una porción de las elecciones de mas trascendencia en nuestra vida. Otras incluyen: “¿Dónde viviré?”, “¿qué haré con mi vida?”, “¿a qué causa dedicaré mis esfuerzos y mi reputación?” Estas son sólo algunas de las muchas elecciones que debemos hacer todos los días.

No daré a conocer el nombre de esa hermana ni el tipo de operación del que hablamos, pues al hacerlo podría desviar la atención hacia un tema especifico y alejarme de los principios fundamentales que tienen que ver con las decisiones importantes en general.

Dado que de vez en cuando todos enfrentamos situaciones en las que debemos tomar decisiones difíciles, os invito a uniros a la conversación que sostuve con esa joven madre.

“Me gustaría sugerir tres preguntas que usted puede considerar al tener en cuenta sus posibilidades. Ya sea que se trate de decisiones importantes, esas que se hacen una vez en la vida, o las que se relacionen con la rutina del diario vivir, el reflexionar seriamente sobre estas tres preguntas le ayudara a aclarar su modo de pensar. Quizás primeramente desee meditar en esas preguntas a solas, y luego analizarlas con su esposo. Son las siguientes:

  1. ‘¿Quién soy?’

  2. ‘¿Por qué estoy aquí?’

  3. ‘¿Hacia donde voy?’

“Las respuestas sinceras y veraces a estas tres preguntas le recordarán importantes principios inmutables sobre los cuales puede basarse en su diario vivir.

“Al considerar esas importantes preguntas, se dará cuenta de que las decisiones que al principio pensó que serían sólo personales, casi siempre afectan la vida de otras personas. Por lo tanto, al considerar las respuestas, tenga en cuenta el gran circulo de parientes y amigos que se verán afectados por las consecuencias de su elección. Esta autoevaluación será un examen en silencio; nadie mas escuchara sus respuestas. Aun cuando yo pueda sugerir algunas de ellas, usted tendrá la ultima palabra.

‘¿Quién soy?’

“Recuerde, usted es una hija de Dios, tal como su esposo lo es. Nuestro Padre

Celestial la ama, y la creó con el fin de que tuviera éxito y gozo en la vida.

‘Creó al hombre, varón y hembra, según su propia imagen, y a su propia semejanza.’ (D. y C. 20: 18-19; véase también Génesis 1:26-27; Mosíah 7:27; Alma 18:34; 22:12; Eter 3:15; Moisés 2:27.)

“Estos cuerpos, creados a la imagen de Dios, se deben preservar, proteger y cuidar. Pienso como el apóstol Pablo, quien comparó el cuerpo humano con un templo:

“‘No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

“‘Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.’ (1 Corintios 3:16-17.)

“Usted es uno de los espíritus grandes y nobles de Dios, reservado para venir a la tierra en esta época (véase D. y C. 86:8-11). En la vida preterrenal se le asignó para ayudar a preparar al mundo para la gran congregación de almas que precederá a la segunda venida del Señor. Usted desciende de un pueblo del convenio; es heredera de la promesa de que toda la tierra será bendecida por la simiente de Abraham y de que el convenio que Dios hizo con el se cumplirá por medio de su linaje en estos, los últimos días. (Véase 1 Nefi 15:18; 3 Nefi 20:25.)

“Como miembro de la Iglesia, usted ha hecho convenios sagrados con el Señor; ha tomado sobre sí el nombre de Cristo (véase D. y C. 18:28; 20:29, 37). Ha prometido recordarle siempre y guardar sus mandamientos. A cambio, él ha accedido a que su Santo Espíritu la acompañe siempre. (Véase Moroni 4:3; 5:2; D. y C. 20:77.)

“Habiendo analizado brevemente algunas respuestas a la primera pregunta, pasemos a la segunda.

‘¿Por que estoy aquí?’

“Esta es una pregunta que yo mismo me he hecho a menudo. Recuerdo muy bien habérmela hecho hace algunos años mientras hacia el servicio militar, separado de mi familia y de mis amigos, rodeado por la horrible devastación de la guerra. En otra oportunidad inolvidable, me encontraba sin recursos en una región fría, remota, lejos de cualquier medio de transporte, y sin comida ni albergue. Sin duda usted también habrá tenido momentos similares, pero estas experiencias son la excepción. Me gustaría analizar la pregunta de mas importancia.

“¿Por qué esta en el planeta tierra?

“Una de las razones más importantes es para recibir un cuerpo mortal. Otra es la de ser probada, saber lo que es la vida terrenal, con el fin de que llegue a saber lo que hará con las oportunidades desafiantes de la vida. Para ello es necesario que tome decisiones, y estas dependen del libre albedrío. Por lo tanto, una de las razones primordiales de su existencia terrenal es la de ver en que forma usara ese albedrío. (Véase 2 Nefi 2:15, 25.)

“El albedrío es un don divino que se le ha dado; tiene la libertad de elegir lo que desee ser y lo que desee hacer; pero recuerde que para ello no esta sola. El recibir consejo de los padres es un privilegio con el que puede contar a cualquiera edad. La oración le provee la oportunidad de comunicarse con su Padre Celestial y fomenta la inspiración de la revelación personal. Además, bajo circunstancias especiales, se aconseja consultar a los asesores profesionales y a los lideres locales de la Iglesia, en particular cuando es necesario tomar decisiones sumamente difíciles.

“Ese es precisamente el modelo que eligió seguir el presidente Spencer W. Kimball. En 1972 él era miembro del Consejo de los Doce y sabia que su vida corría peligro debido a una enfermedad del corazón. Consultó con médicos competentes y con un espíritu de oración presentó el caso al Señor y habló con sus lideres de la Iglesia. El, su esposa y los miembros de la Primera Presidencia consideraron todas las posibilidades. Luego, el presidente Harold B. Lee, hablando en nombre de la Primera Presidencia, le dio un consejo. Con gran convicción, el presidente Lee le dijo: ‘¡Spencer, usted ha sido llamado! ¡No va a morir! ¡Usted debe hacer todo lo que este a su alcance para preservar su vida!’ (Ensign, dic. de 1985.)

“El presidente Kimball optó por someterse a una intervención quirúrgica al corazón bastante delicada y de grandes riesgos, y fue bendecido con resultados positivos. Vivió trece años mas, para suceder mas tarde al presidente Harold B. Lee como Presidente de la Iglesia.

“El libre albedrío del hombre, ese precioso privilegio de elegir, fue decretado antes de la creación del mundo (véase D. y C. 93:29-31). Es un albedrío moral (véase D. y C. 101:78), y como tal, recibió la oposición de Satanás (véase Moisés 4:3), pero el Señor lo confirmó (véase Moisés 4:2), y lo reafirmaron los profetas de la antigüedad así como los de tiempos modernos (véase D. y C. 58:26-28; Moisés 6:56; 7:32).

“El uso debido del albedrío moral requiere fe. La fe en el Señor Jesucristo es el primer principio del evangelio (véase el cuarto Artículo de Fe). Debido a Él, usted tiene el libre albedrío. Por lo tanto, El debe ser el fundamento principal de su fe, y la prueba de esa fe es la razón fundamental por la que usted tiene la libertad de escoger.

“Usted tiene la libertad de desarrollar y ejercer fe en Dios y en Su Hijo divino, fe en Su palabra, fe en Su Iglesia, fe en Sus siervos y fe en Sus mandamientos.

“El tener que enfrentar las difíciles situaciones de la vida no es nada nuevo ni especial. Hace siglos, Josué habló acerca de una decisión que su familia tuvo que toman Dijo:

“‘… escogeos hoy a quien sirváis … pero yo y mi casa serviremos a Jehová.’ (Josué 24:15; véase también Moisés 6:33.)

“El cultivar esa fe le hará acreedora de la compañía del Espíritu Santo, quien le ayudara a tomar decisiones correctas (véase 2 Nefi 2:27-28; D. y C. 14:8).

“Muchos profesaran una cierta medida de fe en Dios; sin embargo, sin un arrepentimiento sincero, la fe no se puede ejercer en su totalidad. Ese concepto se dio a conocer a los nefitas:

“‘… cuantos de ellos llegan al conocimiento de la verdad … y son conducidos a creer las Santas Escrituras … que los llevan a la fe en el Señor y al arrepentimiento, esa fe y arrepentimiento que efectúan un cambio de corazón en ellos’ (véase Helamán 15:7).

“La fe, el arrepentimiento y la obediencia la calificaran para recibir aquellos dones sublimes de justicia y misericordia que se les confieren a quienes son dignos de las bendiciones de la Expiación (véase Alma 34:16 17).

“Sí, toda prueba, toda tribulación, todo desafío y aflicción que tenga que enfrentar, le brinda la oportunidad de desarrollar una fe aun más firme (véase D. y C. 63:11; 101:4).

“La fe se fortalece por medio de la oración, y esta es la poderosa llave que usted tiene para tomar decisiones que no sólo se relacionan con su cuerpo físico, sino con todos los demás aspectos importantes de su vida. Con humildad busque la ayuda del Señor con un corazón sincero y con verdadera intención, y Él la ayudara (véase Alma 32:23; Moroni 7:9; 10:4; D. y C. 9:7-9).

“Recuerde que la fe y la oración por si solas raras veces son suficientes. Normalmente se requiere un esfuerzo personal para que se cumplan los deseos del corazón. ‘La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma’ (Santiago 2:17; véanse también los versículos 18, 20 y 26; Alma 26:22).

“Las respuestas a la segunda pregunta hacen hincapié en que usted esta aquí para ejercer la fe, para orar y trabajar arduamente.

“Ahora prestemos atención a la tercera pregunta.

‘¿Hacia donde voy?’

“Esta pregunta nos recuerda que algún día todos moriremos, resucitaremos, seremos juzgados y se nos dará un lugar en los reinos eternos (véase 1 Corintios 15:22; Alma 12:24; 21:9; Helamán 14:16-17; D. y C. 138: 19). Con cada puesta de sol, usted se acerca mas a ese inevitable día del juicio, donde se le pedirá que rinda cuentas de su fe, sus esperanzas y sus obras. El Señor dijo:

“‘Para que todo hombre pueda obrar en doctrina y principio … de acuerdo con el albedrío moral que yo le he dado, para que todo hombre responda por sus propios pecados en el día del juicio’ (D. y C. 101:78; véase también Mosíah 3:24).

“Gracias a la resurrección, su cuerpo físico será restaurado en toda su perfección (véase Alma 11:34; 40:23). El día en que resucite será un día de juicio que determinara el tipo de vida que usted disfrutara en el mas allá.

“Ese juicio no sólo considerara sus obras, sino las intenciones y los deseos más profundos de su corazón. Estarán presentes los pensamientos que albergue en el diario vivir. Las Escrituras hablan de un ‘vivo conocimiento’ (Alma 11:43) y de un ‘recuerdo perfecto’ (Alma 5:18) que su mente expondrá en el momento del juicio divino.

“El Señor conoce los deseos de nuestro corazón. En el momento del juicio, por ejemplo, con toda seguridad que el Señor considerara con compasión los anhelos especiales de las hermanas solteras y de los matrimonios sin hijos. Él dijo:

“‘Pues yo, el Señor, juzgare a todos … según sus obras, según el deseo de sus corazones.’ (D. y C. 137:9; véase también Hebreos 4:12; Alma 18:32; D. y C. 6: 16; 33: 1; 88: 109.)

“Él sabrá en cuanto a los anhelos de una esposa y una madre que trató en forma diligente de servir tanto a su familia como a la sociedad.

“Al escuchar a aquellos que disputan por causas contrarias a los mandamientos de Dios y observo a los que disfrutan de los placeres del mundo sin importarles el juicio que ha de llegar, pienso en esta descripción divina de su insensatez:

“‘Porque desecharon mis decretos, y no anduvieron en mis estatutos … tras sus ídolos iba su corazón.’ (Ezequiel 20:16.)

“Las entrevistas con su obispo y con los miembros de la presidencia de la estaca, como en el caso de las recomendaciones para el templo, son experiencias preciosas, y en cierta forma se les podría considerar como un ‘ensayo general’ de aquel importante dialogo que usted tendrá con el Gran Juez.

“Después de la resurrección y del juicio, se le asignara a su hogar eterno en los cielos. Las revelaciones comparan la gloria de esas moradas con los diferentes grados de luz de los cuerpos celestiales. Pablo dijo:

“‘Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas.’ (1 Corintios 15:41.)

“El Señor le reveló más sobre esto al profeta José Smith, quien escribió sobre la gloria telestial, donde morarán ‘los que no recibieron el evangelio de Cristo ni el testimonio de Jesús’ mientras vivían en la tierra (D. y C. 76:82).

“El Profeta enseñó que la gloria terrestre seria el lugar para ‘los hombres honorables de la tierra que fueron cegados por las artimañas de los hombres’ (D. y C. 76:75).

“Y luego escribió sobre la gloria celestial, ‘cuya gloria es la del sol, sí, la gloria de Dios, el mas alto de todos’ (D. y C. 76:70). Allí moraran los fieles junto con sus familias, disfrutando de la exaltación con nuestro Padre Celestial y su amado Hijo Jesucristo. Con ellos estarán los que han sido obedientes a las ordenanzas y a los convenios hechos en los santos templos, donde fueron sellados con sus antepasados y con su posteridad.

“A medida que continúe enfrentando las dificultades de la vida, recuerde que cuenta con una gran protección al saber quien es, por que esta aquí y a dónde va. Permita que esa identidad tan especial que posee influya en cada decisión que tenga que tomar en el sendero que la lleve hacia su destino eterno. La responsabilidad que usted asuma por las decisiones que tome ahora afectara todo lo que le espera en el futuro.”

Ruego que todos tomemos decisiones sabias y con fe en el Señor que nos creó, en el nombre de Jesucristo. Amén.