1990–1999
Obtengamos fortaleza del Libro de Mormón
Octubre 1990


Obtengamos fortaleza del Libro de Mormón

En las paredes de la Oficina de la Primaria cuelgan dibujos hechos por niños de todo el mundo que ilustran algunos de los acontecimientos más grandiosos del Libro de Mormón. Cada vez que los miro, siento el espíritu de los nobles profetas y lideres que decidieron ser obedientes al Señor a pesar de las tribulaciones terrenales. Sus ejemplos de fe, valor, amor, humildad, servicio y perseverancia me ayudan y me fortalecen para enfrentar las dificultades de mi propia vida.

A fin de que ustedes también se fortalezcan con estos mensajes, permítanme describir algunos de estos sencillos dibujos y expresar algunas ideas sobre los principios poderosos que enseñan. Los relatos son conocidos; sin embargo, los preceptos que aprendemos pueden ser diferentes cada vez que los leemos. Las Escrituras tienen el poder de ayudarnos en cualquier situación en la cual nos encontremos. Lo que ustedes aprendan puede ser totalmente diferente de lo que yo haya aprendido, pero todo nos fortalecerá personalmente.

El primer dibujo es del viaje de Lehi. Con fe total de que el Señor lo guiaría día tras día. Lehi abandonó la seguridad y la comodidad de su hogar en Jerusalén y empezó la jornada por el desierto hacia un futuro desconocido.

Cuando no sé lo que me espera, me fortalezco recordando a Lehi y ejercitando fe en que el Señor me guiara.

Cuando pienso en Nefi tratando de construir el barco, me imagino lo que pasaría por su mente. “¿Qué voy a hacer? ¡No se absolutamente nada acerca de la construcción de un barco! ¡No he tenido ninguna preparación al respecto!” Pero, en lugar de eso, enfrentó el problema con todo valor y dijo:

“Si Dios me hubiese mandado hacer todas las cosas, yo podría hacerlas. Si me mandara que yo dijese a esta agua: Conviértete en tierra, se volvería tierra; y si lo dijera, se haría.

“Ahora, pues, si el Señor tiene tan grande poder, y ha hecho tantos milagros entre los hijos de los hombres, ¿cómo es que no puede enseñarme a construir un barco?” (1 Nefi 11:50-51.)

Y así fue que Nefi construyó un barco.

Cuando una tarea me parece muy grande o imposible de lograr, pienso en el valor de Nefi, construyendo un barco a orillas del agua.

Me encanta ver el dibujo del rey Benjamin, de pie en la torre, con los brazos abiertos para abrazar a su pueblo. Este amoroso rey, que pasó toda su vida en el servicio a los demás, demostró gran humildad cuando voluntariamente admitió sus debilidades e imperfecciones, y aun así declaró lleno de convicción que su llamamiento venia de Dios.

“No os he mandado venir … para que me temáis, ni para que penséis que yo de mí mismo sea mas que un ser mortal.

“Sino que soy como vosotros, sujeto a toda clase de enfermedades de cuerpo y mente … y la mano del Señor permitió que yo fuese director y rey de este pueblo … para serviros con todo el poder, inteligencia y fuerza que el Señor me ha concedido.” (Mosíah 2:10 11.)

Cuando me siento incapaz y abrumada por mis debilidades, pienso en el rey Benjamín y continuo adelante.

Imagínense a Alma y Amulek, sentados uno al lado del otro, atados con fuertes cuerdas en la prisión. Unos hombres malvados los persiguieron, los pusieron prisioneros y permitieron que sufrieran grandes aflicciones Sólo porque testificaban de la verdad. Sabemos que desde el principio los hijos de Dios han sufrido persecución por causa de la justicia y continuaran siendo probados en este aspecto. Me fortalezco cuando leo acerca de Alma y Amulek, mientras trato de vencer mis propias pruebas.

En estos días en que los valores morales cambian constantemente y hay quienes dicen: “Si no perjudicas a nadie, haz lo que quieras”; o “Si te gusta, hazlo”; o “Es hacer trampa sólo si te descubren”, pienso en los valerosos soldados de Helamán. Estos jóvenes, que aprendieron principios correctos de sus madres, “eran … sumamente animosos en cuanto a valor, así como en vigor y actividad; mas he aquí, esto no era todo; eran hombres que en todo tiempo se mantenían fieles a cualquier cosa que les era confiada” (Alma 53:20).

Eso significa ser fieles cuando somos tentados, ser fieles cuando no se desea serlo, ser fieles cuando es necesario ser diferentes del resto del mundo. El recordar el ejemplo de estos fieles jóvenes me fortalece para seguir adelante y permanecer obediente a los principios del evangelio.

Al observar el dibujo de Cristo cuando apareció a los nefitas, recuerdo a una querida amiga que pasó por una serie de acontecimientos muy traumáticos en un corto periodo de tiempo. Estaba físicamente débil, emocionalmente trastornada y espiritualmente sin fuerzas; cada día le parecía más difícil que el anterior; estaba desesperada por recibir consuelo. Mientras esperaba en el hospital que le hicieran una delicada pero necesaria intervención quirúrgica, se sintió totalmente sola. Sus pensamientos se dirigieron a José Smith y al sufrimiento que padeció en la cárcel de Liberty. Después pensó en nuestro Salvador, Jesucristo. Pidió a su esposo que le leyera algo de Tercer Nefi. Los nefitas se habían reunido junto al templo, en la tierra de Abundancia, y dos veces habían escuchado una voz que no entendieron y que parecía provenir de los cielos.

“… a pesar de ser una voz suave, penetró hasta lo mas profundo de los que la oyeron, de tal modo que no hubo parte de su cuerpo que no hiciera estremecer; si, les penetró hasta el alma misma, e hizo arder sus corazones …

“Y he aquí, la tercera vez entendieron la voz que oyeron; y les dijo:

“He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd.

“… y … vieron a un Hombre que descendía del cielo; y estaba vestido con una túnica blanca …

“He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.

“Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio.” (3 Nefi 11:3, 6-8,10-11.)

Después de escuchar estos pasajes, mi amiga sintió una gran paz. Por primera vez en meses, sintió consuelo; se calmaron sus temores y se sintió fuerte para seguir adelante.

No sólo ministró Cristo a la multitud; también fortaleció a los niños. En el capítulo 17 de Tercer Nefi, dice que Jesús pidió que le llevaran a los pequeños y los reunió a su alrededor:

“… y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y les bendijo, y rogó al Padre por ellos …

“y habló a la multitud, y les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos.

“Y he aquí, al levantar la vista para ver, dirigieron la mirada al cielo, y vieron abrirse los cielos, y vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados de fuego; y los ángeles los ministraron.” (3 Nefi 17:21, 23-24.)

Cuando leo este pasaje, me siento llena del amor que nuestro Padre Celestial y Jesucristo tienen por mí, por ustedes y por todo el mundo. Él nos bendice diariamente, así como bendijo a los niños, con un amor que me da fortaleza para seguir adelante con la seguridad de que Él me guiará.

Mis queridos hermanos, testifico que si leemos y meditamos sobre el Libro de Mormón, orando al respecto, nos fortaleceremos para encarar los problemas diarios. Sé que el Libro de Mormón es la palabra de Dios. Cada vez que leo sus paginas, recibo una confirmación mas de su veracidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.