1990–1999
Los templos y la obra que se efectúa en ellos
Octubre 1990


Los templos y la obra que se efectúa en ellos

Los templos son los lugares más sagrados para adorar en la tierra, donde se realizan sagradas ordenanzas que corresponden a la salvación y la exaltación en el reino de Dios. Cada uno de estos edificios es literalmente la Casa del Señor, donde El y su Espíritu pueden morar, adonde Él puede venir o enviar a otras personas a conferir bendiciones del sacerdocio y a dar revelación a Su pueblo.

En todas las épocas se han construido templos para adorar a Dios. Moisés construyó un tabernáculo en el desierto para los hijos de Israel; en Jerusalén, Salomón edificó un templo de gran magnificencia; los nefitas también edificaron templos santos; José Smith los edificó en Kirtland y en Nauvoo, y profetas posteriores han edificado templos por todo el mundo. Todos estos fueron planeados y construidos bajo la dirección y la revelación de Dios.

Sin la revelación no pueden edificarse ni usarse debidamente los templos, que son una de las evidencias de la divinidad del verdadero Evangelio de nuestro Señor. El Señor dijo en esta época:

“¿… cómo podré aceptar vuestros lavamientos, si no los efectuáis en una casa que hayáis erigido a mi nombre? … a fin de que se pudieran revelar las ordenanzas que habían estado ocultas … [del] mundo.” (D. y C. 124:37-38.)

Los Santos de los Ultimos Días deben estar eternamente agradecidos por el conocimiento revelado antiguamente y confirmado con mucho mas claridad en nuestra dispensación, conocimiento que tenia Pedro, el Apóstol del Señor, cuando profetizó que antes de la segunda venida de Cristo habría una “restauración de todas las cosas, de que habló Dios” (Hechos 3:21; véase también D. y C. 121:2S32). Una de esas doctrinas restauradas, la de la vida preterrenal o preexistencia, debe darnos mayor aprecio por nosotros mismos y por la obra que se nos ha asignado, porque todos existimos como espíritus antes de nacer en esta tierra.

La mayoría nos hemos preguntado en cuanto a nuestra vida preterrenal y a la forma en que esta afecta nuestra existencia aquí. Debemos saber que este conocimiento de la vida premortal nos fue restaurado para que podamos cumplir con las responsabilidades que tenemos como hijos de Dios.

El Señor reveló que se llevó a cabo un gran concilio en aquel mundo preterrenal, donde ejercimos nuestro libre albedrío en cuanto a los planes que allí se presentaron. El punto de mayor importancia en el plan de salvación ya aceptado fue el de una vida terrenal, donde toda persona pudiera esforzarse por lograr la salvación eterna.

John A. Widtsoe nos da mayor conocimiento en cuanto a una responsabilidad terrenal muy importante que recibimos en el mundo premortal, recalcando un acuerdo que hicimos con respecto al bienestar eterno de todos los hijos e hijas del Padre Eterno:

“En la preexistencia, el día del gran concilio, hicimos un … convenio con el Todopoderoso. El Señor propuso un plan … y nosotros lo aceptamos. Como ese plan era para todos, acordamos ayudar a lograr la salvación de cada uno de los que a él se adhirieran. Ahí mismo estuvimos de acuerdo en ser los salvadores, no sólo de nosotros mismos sino … de todo el género humano. Entramos en una sociedad con el Señor, y la obra de llevar a cabo el plan no sólo llegó a ser obra del Padre y del Salvador, sino nuestra también. Incluso el más insignificante de nosotros, el más humilde, esta asociado con el Todopoderoso para lograr los propósitos del plan eterno de salvación. ‘

El hermano Widtsoe continua diciendo:

“Esto nos da una gran responsabilidad hacia la raza humana. Por esta doctrina y teniendo al Señor a la cabeza, nos convertimos en salvadores en el Monte de Sión, todos dedicados al gran plan de ofrecer la salvación a un incontable numero de espíritus. Hacer esto es el deber que el Señor se impuso; esta gran obra es su gloria más alta. De igual manera, es también el deber que el hombre tiene que imponerse, su placer y gozo, su labor y, finalmente, su gloria.” (“The Worth of Souls,” The Utah Genealogical and Historical Magazine, octubre de 1934, pág. 189.)

Los Santos de los Ultimos Días son un pueblo escogido, asignado ya en el mundo premortal, para estar en sociedad con el Señor en el plan de salvar tanto a los vivos como a los muertos. La Primera Presidencia ha anunciado que una de las más importantes responsabilidades de la Iglesia, y por lo tanto de los miembros, es la de redimir a los muertos.

Una de las revelaciones recibidas por el profeta José Smith nos enseña “que estos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra …

“Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros” (D. y C. 128:15, 18; véase también Hebreos 1 1:39-40.)

Seria difícil encontrar expresado con palabras más fuertes un requisito para recibir la exaltación en el reino celestial.

José Smith y Oliverio Cowdery habían recibido el Sacerdocio de Melquisedec de manos de Pedro, Santiago y Juan; sin embargo, era necesario que el profeta Elías restaurara llaves especiales “para que todas las ordenanzas pudieran realizarse en justicia” (History of the Church, 4:211). Así fue como se restauraron los poderes y las ordenanzas selladoras necesarios para la salvación de los vivos y de los muertos. Este acto se cumplió con la visita de Elías a José Smith y a Oliverio Cowdery el 3 de abril de 1836 en el templo de Kirtland.

La misión de Elías era “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:6). Para volver el corazón de los padres en el mundo espiritual a los hijos en la tierra, es esencial que se junte la información genealógica de los antepasados que ya hayan muerto, para poder efectuar así las ordenanzas en los templos del Señor. De esa manera, el que los vivos vuelvan el corazón hacia sus padres va de acuerdo con el convenio preterrenal que hicimos antes de que se creara la tierra.

Hay varias verdades que testifican de la visita de Elías al templo de Kirtland. Primero, excepto nosotros, no hay nadie que afirme que la profecía en cuanto a su venida en los últimos días se ha cumplido. Segundo, el testimonio de José Smith y de Oliverio Cowdery permanece incuestionable, ya que no podrían volver el corazón de los hijos a tos padres sino por el poder dado por Dios. Tercero, tampoco hubieran tenido ellos el poder de persuadir a millones de personas a prestar atención a sus antepasados fallecidos.

Es increíble el hecho de que todo esfuerzo para reunir información genealógica sólo comenzó después de la venida de Elías en 1836. En 1844 se organizó en los Estados Unidos la Sociedad Histórica y Genealógica de Nueva Inglaterra, y en 1869 surgió la Sociedad Genealógica y Biográfica de Nueva York, ambas con el fin de reunir datos genealógicos. Lo que se conoce como el “espíritu de Elías” ha influido tanto en los miembros como en los que no lo son con el deseo de llevar a cabo esta actividad vital. La microfilmación de miles de registros continúa a gran escala por todo el mundo. (Véase Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, compilación hecha por Bruce R. McConkie, vol. 2, págs. 122-128).

Los judíos han esperado el regreso de Elías a la tierra, de acuerdo con lo prometido por Malaquías. Todos los años, al celebrar la Pascua, muchos de los hogares judíos abren una puerta para que Elías entre y participe del banquete.

El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El tercer día de abril de 1836, durante la fiesta de la pascua, los judíos abrieron sus puertas para que entrara Elías. Elías entró precisamente ese día, pero no en una casa judía para celebrar la Pascua con ellos, sino que se apareció en la Casa del Señor en Kirtland, y allí confirió sus llaves” (Conference Report, abril de 1936, pág. 75).

El profeta José Smith lijo que la razón principal para el recogimiento de los judíos o del pueblo de Dios en cualquier época era “edificar una Casa al Señor, en la cual podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino, y enseñar a la gente el camino de la salvación” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 376.)

Las profecías bíblicas indican que en la ultima dispensación del evangelio habría una restauración de todos los principios y practicas de dispensaciones anteriores, incluso de la edificación de templos para efectuar ordenanzas. (Véase Isaías 2:2-3; Miqueas 4:1-2; Hechos 3:1Q21; Efesios 1:9-10.)

Un Apóstol de nuestra época escribió: “La historia de los templos nos enseña que el pueblo de Dios ha sido fuerte o débil según su fidelidad en llevar a cabo la obra en estos santuarios” (Hyrum M. Smith y Janne M. Sjodahl, Doctrine and Covenants Commentary, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1951, pág. 612).

Seria bueno que siguiéramos el ejemplo de nuestro amado Profeta, el presidente Ezra Taft Benson, quien, con su dulce compañera Flora, ha apartado los viernes para asistir a la Casa del Señor. Ellos unirían su voz a la mía para afirmar que los miembros de la Iglesia que dejan de asistir al templo, cuando les es posible hacerlo, se están negando a sí mismos ricas bendiciones.

“Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan;

“y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa.” (D. y C. 130:20-21.)

“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantara con nosotros en la resurrección;

“y si en esta vida una persona logra mas conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero.” (D. y C. 130: 18-19.)

Teniendo en cuenta estos dos pasajes de las Escrituras, exhorto a todos los miembros a renovar firmemente su cometido de fortalecer su fe y de progresar para recibir la exaltación en el reino celestial, haciendo lo siguiente:

Primero: Cumplir con la responsabilidad que tenemos hacia nuestros muertos.

El profeta José Smith dijo que “la mayor responsabilidad que Dios nos ha dado en este mundo es hacer la obra por nuestros muertos” (Times and Seasons, 5:616).

Estoy en deuda con mis antepasados por haber hecho posible el que yo viva en esta dispensación y tenga el privilegio de ser miembro de “la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra” (D. y C. 1:30).

Tenemos la responsabilidad doble de hacer investigación genealógica y de efectuar la obra vicaria en el templo Tal vez haya épocas en que no podamos hacer la investigación necesaria; sin embargo, esto no debe impedirnos disfrutar de las bendiciones que vienen con la asistencia al templo. Con los cuarenta y cuatro templos que tenemos funcionando en el mundo, el privilegio de hacer la obra del templo se nos facilita día a día cada vez más. ¿Cómo podemos descuidar estas responsabilidades?

Segundo: Ser “investidos con poder de lo alto” (D. y C. 38:32).

El ambiente que nos rodea en el templo tiene como fin proporcionar a todo digno miembro de la Iglesia el poder del conocimiento, del testimonio y del entendimiento. La investidura del templo brinda un conocimiento que, si se aplica, proporciona fortaleza y afirma la convicción de la verdad.

Tercero: Buscar ese sitio de paz y refugio (véase D. y C. 124:36.)

En el momento en que entramos en la Casa del Señor, la atmósfera cambia de lo mundano a lo celestial; allí encontramos un descanso de las actividades de la vida diaria y recibimos paz mental y espiritual. Es un refugio contra todo lo malo y una protección contra las tentaciones que atacan nuestro bienestar espiritual. Se nos ha dicho “que el que hiciere obras justas recibirá su galardón, sí, la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero” (D. y C. 59:23).

Cuarto: Recibir revelación.

John A. Widtsoe escribió:

“Yo creo que la persona que esta siempre ocupada en la granja, y que tiene problemas y preocupaciones en el taller, en la oficina, o en el hogar, puede encontrar mejor y más rápida solución a sus dificultades en la Casa del Señor que en cualquier otro lugar. Si … realiza la obra del templo por si mismo y por sus antepasados, conferirá una gran bendición sobre los que ya han partido y …él la recibirá también; en los momentos más inesperados, dentro o fuera del templo, le vendrá como una revelación con la solución de los problemas que le atormentaban. Este es el don que recibirán quienes entren en el templo debidamente.” (“Temple Worship”, The Utah Genealogical and Historical Magazine, abril de 1921, págs. 63-64.)

Recibimos revelación también al aumentar la comprensión de la investidura cuando nos esforzamos por entender mejor su significado.

Quinto: Prestar servicio en la obra genealógica y en el templo.

El profeta José Smith dijo: “Los miembros de la Iglesia que desatienden este deber en bien de sus familiares muertos, ponen en peligro su propia salvación” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 232).

Sexto: Convertimos en salvadores en el Monte de Sión.

El profeta José Smith escribió lo siguiente:

“Pero ¿cómo van a ser salvadores en el monte de Sión? Edificando sus templos, … y yendo a recibir todas las ordenanzas … ordenaciones y poder de ligar en bien de todos sus progenitores que han muerto, a fin de redimirlos para que puedan salir en la primera resurrección y ser elevados con ellos a tronos de gloria; y en esto consiste la cadena que unirá el corazón de los padres a los hijos, y los hijos a los padres, y esto cumple la misión de Elías.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 407.)

Y séptimo: Ser dignos de ver y de comprender a Dios en la Casa del Señor.

En Kirtland el Señor reveló esto al profeta José:

“Y si mi pueblo me edifica una casa en el nombre del Señor, y no permite que entre en ella ninguna cosa inmunda para profanarla, mi gloria descansara sobre ella.

“… y mi presencia estará allí, porque vendré a ella; y todos los de corazón puro que allí entren verán a Dios.” (D. y C. 97:15-16.)

Es cierto que algunos en realidad han visto al Señor. Pero al consultar el diccionario nos damos cuenta de que la palabra “ver” tiene otros significados y sinónimos, tales como llegar a conocer, comprender, percibir, entender claramente, lo que, aplicado al Señor, significa conocerlo, discernirlo, reconocerlo a El y su obra, percibir Su importancia y llegar a entenderlo mejor.

Esta clase de iluminación celestial y de bendiciones esta a nuestra disposición.

Dios e; Padre vive, al igual que su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor. Yo soy uno de los que agradece el haber recibido su poder sanador y su amor. Esta es su obra, lo cual testifico en su santo nombre. Amén.