1990–1999
El faro del Señor
Octubre 1990


El faro del Señor

Mis queridas hermanas, el espíritu que reina en esta ocasión en el tabernáculo y los cientos de capillas y centros de estaca de muchas partes del mundo es un reflejo de vuestra fortaleza, devoción y bondad. Cito las palabras del Señor cuando dijo:

“Vosotros sois la sal de la tierra … Vosotros sois la luz del mundo … Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que esta en los cielos.” (Mateo 5:13-14, 16.)

Algunas de vosotras estáis en el umbral de la adolescencia, dejando atrás la vida apacible de la Primaria y entrando en los años apasionantes y desafiantes que os tocara vivir como jovencitas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Otras hermanas aquí presentes representan a las mujeres que aun no están casadas, muchas de las cuales son vuestras maestras. Hay también madres, abuelas

y hasta bisabuelas, quienes, con alguna que otra lagrima en los ojos, recuerdan su juventud y reflexionan en las palabras del poeta Longfellow:

Cuan bella la juventud; cuan glorioso su brillar,

con sus ilusiones, aspiraciones y sonar

Libro de comienzos, historia sin final;

cada Joven una heroína, cada hombre una amistad.

(Henry Wadsworth Longfellow, Morituri Salutamus, en The Complete Poetical Works of Longfellow, Cambridge, Mass.: The Riverside Press, pág. 311; traducción libre.)

Todas sois hermanas entre sí e hijas de nuestro Padre Celestial, y es con un corazón humilde y un espíritu de oración que os hablo hoy. Siempre me han resultado muy queridas las palabras tan citadas del presidente David O. McKay al describiros a vosotras: “La mujer procede del hombre; no de su pie para ser pisoteada, sino de su costado, para ser igual a él, de debajo del brazo para ser protegida, y de cerca de su corazón para ser amada.”

Pero el pensamiento que nunca deja de conmoverme es el sencillo consejo de que “el hombre debe asegurarse de no hacer llorar a la mujer, pues Dios cuenta sus lagrimas”.

Todos los que estamos aquí esta noche, ¿sabemos quienes somos y lo que Dios espera que lleguemos a ser? Recordad que el reconocer a un poder mayor que el de uno de ninguna manera nos rebaja sino que nos exalta. Si por lo menos nos damos cuenta de que hemos sido creados a la imagen de Dios, no nos resultara difícil acercarnos a él, pues Dios creó “al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Este conocimiento, adquirido por la fe, nos proporcionará calma y una paz profunda.

Hace veinte años, muchas de vosotras todavía no habíais comenzado vuestro viaje por la vida mortal y vivíais aun en el hogar celestial. Es muy poco lo que sabemos en cuanto a los detalles de nuestra existencia en ese lugar, pero sabemos que nos encontrábamos entre quienes nos amaban y estaban interesados en nuestro bienestar eterno. Entonces llegó el momento en que la vida mortal se hacia necesaria para nuestro progreso. Seguramente hubo despedidas, expresiones de confianza y felicitaciones por dar el paso a la vida en la tierra.

¡Cuán gloriosa la recepción que nos aguardaba a cada uno de nosotros! Padres amorosos, llenos de gozo, ternura y afecto, nos daban la bienvenida a nuestra morada terrenal. Alguien describió a un recién nacido como “un dulce retoño de humanidad que acaba de brotar del mismo hogar de Dios para florecer en la tierra”.

Los primeros años de vida fueron preciosos y especiales. A lo largo de ellos, Satanás no tenía poder para tentarnos, pues aun no éramos responsables de nuestros actos sino inocentes ante Dios. Esos fueron años de aprendizaje.

Poco más tarde entramos en el periodo al que muchos tildan de “la aterradora adolescencia”, aunque yo prefiero llamarlo “la atesorada adolescencia”. Que época de oportunidades, de crecimiento, de desarrollo, caracterizada por la adquisición de conocimiento y de búsqueda de la verdad.

Nadie podría decir que estos años son fáciles; de hecho, cada vez son más difíciles. El mundo parece haberse descarrilado de las vías de la seguridad y se ha apartado del muelle de la paz.

El libertinaje, la inmoralidad, la pornografía y el poder adverso que ejercen las malas compañías hacen que muchas personas se lancen al mar del pecado y perezcan en los arrecifes de las oportunidades truncadas, las bendiciones perdidas y los sueños destrozados.

Llenas de preocupación os preguntáis: ¿Existe algún camino seguro? ¿Puede alguien guiarme? ¿Existe alguna manera de escapar a la amenazante destrucción? La respuesta es un rotundo ¡SI! Os aconsejo que os guiéis por el faro del Señor. No hay niebla que sea lo suficientemente espesa, ni noche tan obscura, ni tempestad tan fuerte, ni marinero tan perdido, para que ese faro no sirva de rescate. Su luz guía en las tormentas de la vida y nos lleva a la seguridad; nos lleva hacia el hogar.

El faro del Señor envía señales fáciles de reconocer que nunca fallan. En esta ocasión os traigo un resumen de esas señales. Estas palabras de advertencia, estas normas de seguridad, están impresas en un folleto que pronto había de publicarse y que lleva como titulo La fortaleza de la juventud.

Quisiera leeros parte de la introducción del folleto, preparada por la Primera Presidencia de la Iglesia;

“Nuestros amados jóvenes y señoritas:

“Deseamos haceros saber que os amamos y que tenemos plena confianza en vosotros …

“Deseamos para vosotros todo lo bueno y recto del mundo. No sois tan sólo jóvenes y señoritas comunes y corrientes, sino espíritus escogidos que habéis sido reservados para nacer en esta época en que las tentaciones, las responsabilidades y las oportunidades están en su ápice. Estáis en una etapa critica de vuestra vida, en la que no sólo debéis vivir rectamente, sino que también debéis ser un ejemplo para vuestros compañeros …

“Dios os ama … Su deseo … es que regreséis a su lado puros y sin mancha, habiendo probado que sois dignos de heredar una eternidad de gozo en su presencia …

“Os aconsejamos que escojáis vivir una vida moralmente limpia …

“No se puede hacer el mal y sentirse bien. ¡Es imposible! Muchos años de felicidad se pueden perder por la tonta gratificación de un deseo momentáneo de placer …

“Podréis evitar la carga de culpa y pecado y todo el dolor asociado con ellos … si guardáis las normas que contienen las Escrituras y que se recalcan en este folleto …

“Rogamos que vosotros-la generación joven-mantengáis vuestros cuerpos y vuestras mentes limpios, libres de la contaminación del mundo, que seáis instrumentos aptos y puros para cumplir triunfalmente con las responsabilidades del reino de Dios en preparación para la segunda venida de nuestro Salvador.” (La fortaleza de la juventud, 1990, pág. 1.)

Quisiera ahora repasar con vosotras, jovencitas de la Iglesia, estas normas mencionadas en la introducción que leí. Son doce y las sigue una conclusión. Hablare brevemente de cada una.

  1. Las salidas con jóvenes del sexo opuesto

Comenzad a prepararos para casaros en el templo. El noviazgo y las salidas con muchachos son parte de esa preparación, pero debéis esperar a tener la edad suficiente para hacerlo. No todas las jóvenes necesitan ni quieren salir con chicos. Pero cuando empecéis a salir con jóvenes del sexo opuesto, al principio, salid en parejas con grupos de amigos. Aseguraos de que vuestros padres conozcan bien al joven con quien estéis saliendo.

Puesto que el noviazgo lleva al matrimonio, salid sólo con jóvenes dignos.

  1. La apariencia personal

Los siervos del Señor siempre nos han aconsejado vestir con decoro como muestra de respeto hacia nuestro Padre Celestial y hacia nosotros mismos. Vuestro modo de vestir os presenta de una forma determinada ante otros e influye en vuestro comportamiento y en el de los demás. Vestid de manera que haga resaltar lo mas positivo de vuestra persona y de los que os rodean. Evitad el uso de ropa muy ajustada o reveladora y los extremos de la moda en la apariencia personal. Si os veis tentadas a poneros algo que no debáis, recordad el dicho: “Ante la duda, abstente”.

  1. Las amistades

Todos necesitamos tener buenos amigos. Vuestros amigos cercanos influirán en vuestra manera de pensar y de actuar, así como vosotros influiréis en la de ellos. Tratad a todos con bondad y dignidad. Muchos jóvenes que no eran miembros de la Iglesia se han bautizado gracias a amigos que los invitaron a participar en las actividades. Os relatare algo muy especial que le sucedió a mi familia y que comenzó en 1959, cuando fui a presidir la misión de Canadá en Toronto.

Nuestra hija, Ann, cumplió cinco años casi en seguida de haber llegado nosotros al Canadá. Al ver a los misioneros trabajar en la obra misional, ella también quiso ser misionera. Mi esposa, muy comprensiva, le permitía llevar a la escuela la revista de niños que publicaba la Iglesia, pero eso no era suficiente para ella. Llevaba con ella el Libro de Mormón, y le hablaba a su maestra de la Iglesia. Me parece extraordinario que hace algunos años, mucho después de haber regresado de Toronto, recibiéramos una carta de esa misma maestra que decía:

“Querida Ann:

“¿Recuerdas hace muchos años? Yo fui tu maestra en Toronto, Canadá. Me causaron muy buena impresión las revistas que llevabas a la escuela y tu cariño por el libro que llamabas el Libro de Mormón.

“Me prometí que algún día iría a Salt Lake City a averiguar las razones de lo que decías y de lo que creías. Hoy tuve el privilegio de ir al centro de visitantes de la Manzana del Templo. Y gracias a una niñita de cinco años que entendía sus creencias, yo ahora puedo decir que entiendo mejor lo que cree La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.”

La maestra falleció no mucho después de hacer esa visita. Y fue un placer para mi hija ir al Templo de Jordan River para hacer la obra vicaria por su querida maestra de la que se había hecho amiga hacia tanto tiempo.

  1. La honradez

Una de las mejores guías que podemos seguir es la de ser honrados. Una joven Santo de los Ultimos Días demuestra sus creencias por la forma en que vive. Es honrada con los demás, consigo misma y con Dios. Tiene por costumbre no engañar a nadie. Cuando tiene que tomar una decisión, nunca se pregunta “¿Qué pensará la gente?” sino “¿Qué opinión tendré de mi misma?” Tened el valor de comportaros siempre correctamente.

  1. El lenguaje

La manera de hablar y las palabras que usáis revelan la apariencia que queréis dar. Hablad de tal forma que lo que digáis eleve a los que os rodeen. Las palabrotas vulgares o groseras y los chistes indecentes disgustan al Señor. Nunca profanéis el nombre de Dios ni el de Jesucristo. El Señor dijo: “No tomaras el nombre de Jehová tu Dios en vano” (Exodo 20:1). Dad un buen ejemplo a otras personas al expresar vuestras ideas con palabras correctas.

  1. Los medios de comunicación: Cine, televisión, radio, videocasetes, libros y revistas

Nuestro Padre Celestial nos ha aconsejado que busquemos todo lo “Virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza” (Articulo de Fe 13). Todo lo que leáis, escuchéis o miréis influirá en vosotras. Evitad todo lo que se acerque a la pornografía, ya que es peligrosa y adictiva. Si os exponéis constantemente a la pornografía, os volveréis insensibles y la conciencia dejara de guiaros.

No tengáis miedo de saliros del cine, de apagar la televisión o de cambiar la estación de radio si lo que veis o escucháis no concuerda con las normas de nuestro Padre Celestial. En una palabra, si dudáis en cuanto al contenido de alguna película, libro, u otro entretenimiento, no la veáis, no lo leáis, no asistáis.

Hace una semana apareció en el periódico algo que dijo el comediante Steve Allen sobre uno de los grandes problemas de la televisión:

“Steve Allen no encuentra nada cómico en lo que se escucha actualmente en la televisión, es decir, el lenguaje vulgar y los temas para adultos. El comediante criticó estas tendencias en un articulo publicado en el diario Times de la ciudad de Los Angeles.

“‘Esta moda nos esta rebajando a las cloacas de saneamiento’, dijo. ‘Las mismas palabrotas que los padres prohiben decir a sus hijos se escuchan a boca de jarro no sólo en las estaciones pagas sino también en las redes de televisión que antes solían ser tan cuidadosas al respecto.’ Dijo Allen que los programas que muestran a niños y a adultos diciendo palabrotas demuestran al mundo entero la decadencia en que se encuentra la familia estadounidense.”

  1. La salud mental y física

El apóstol Pablo dijo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? … el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Cor. 3:16-17). Ingerid alimentos nutritivos, evitad las dietas extremas para adelgazar y no hagáis caso a las propagandas que hacen parecer la delgadez como el objetivo ideal. Los narcóticos, el uso indebido de los remedios recetados, el alcohol, el café, el té y el tabaco destruyen el bienestar físico, mental y espiritual. Cualquier bebida alcohólica, incluso la cerveza, daña el espíritu y el cuerpo. El tabaco nos puede esclavizar, debilitar los pulmones y acortar la vida.

Un ejemplo de la fuerte adicción al tabaco la ilustra una carta que escribió una madre a la columnista experta en relaciones humanas, Ann Landers:

“Estimada Ann Landers:

“Hace un año mi hijito Earl tenia dificultades en respirar, y lo llevamos al medico. El doctor nos dijo que era alérgico al humo de los cigarrillos. Mi esposo dijo que los dos teníamos que dejar de fumar inmediatamente, y el no ha vuelto a hacerlo. Yo volví a fumar esa misma noche.

“Mi esposo no sabe que todavía fumo. Tengo que esconderme para hacerlo y eso me esta volviendo loca. ¿Le parece que estaría mal dejar que un buen matrimonio que no fumara adoptara a nuestro hijito? El único problema es que mi esposo lo quiere con locura. Yo lo quiero también, pero soy mas práctica que él. ¿Que piensa que debemos hacer?

“Firmado: Fulana de Tal”

La respuesta fue la siguiente:

“Estimada señora:

“Mucha gente va a pensar, cuando lea su carta, que yo la invente. ¡Es difícil creer que una madre ponga los cigarrillos por encima del bienestar de su propio hijo! No le diga nada a su esposo de su ‘brillante idea’ porque no lo culparía si decidiera quedarse con el niño y deshacerse de usted.”

  1. La música y el baile

La música os puede ayudar a acercaros a Dios y puede servir para educar, edificar, inspirar y unir a las personas. Sin embargo, la música, por medio del ritmo, la intensidad y la letra, también puede adormecer la sensibilidad espiritual. No podéis daros el lujo de llenaros la cabeza con música inapropiada. El baile puede brindar oportunidades amenas de conocer a otras personas y de fortalecer amistades. Asistid a bailes en los que la apariencia personal, el alumbrado, la música, la letra y el estilo de las canciones contribuyan a crear un ambiente en el que pueda estar presente el Espíritu del Señor.

  1. La pureza sexual

Debido al carácter tan sagrado de la intimidad sexual, el Señor requiere el autocontrol y la pureza antes del matrimonio, al igual que la plena fidelidad después de casados. En las relaciones de noviazgo, tratad con respeto a vuestra pareja y esperad que ellos os muestren ese mismo respeto.

El presidente David O. McKay aconsejó: “Os imploro que tengáis pensamientos puros”. Y después hizo esta importante declaración: “Toda acción es precedida por un pensamiento. Si queremos controlar nuestro comportamiento, debemos controlar nuestros pensamientos”. Hermanas, pensad sólo pensamientos puros, y vuestras acciones serán correctas.

Si os vienen tentaciones, recordad el consejo del apóstol Pablo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejara ser tentados mas de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).

  1. La conducta en el día de reposo

El Señor nos ha dado el día de reposo para nuestro beneficio y nos ha mandado que lo santifiquemos.

Muchas actividades son apropiadas para el día de reposo; no obstante, este no es un día festivo; por el contrario, es un día santo.

  1. La ayuda espiritual

Cuando fuisteis confirmadas miembros de la Iglesia, recibisteis el derecho de contar con la compañía del Espíritu Santo, quien puede ayudaros a tomar decisiones correctas. Cuando tengáis pruebas o tentaciones, no debéis sentiros solas, ya que el Espíritu Santo os ayudara a distinguir el bien del mal, “Porque aquellos que son prudentes … han tomado al Espíritu Santo por guía” (D. y C. 45:57).

Sed fieles a vuestros ideales, porque los ideales son como las estrellas: no se alcanzan con las manos, pero si se les toma como guía, os llevaran a destino. La ayuda del Espíritu esta a nuestro alcance por medio de la oración.

  1. El arrepentimiento

Si alguna de vosotras ha tropezado en el camino, podéis levantaros por medio del arrepentimiento. Nuestro Salvador sufrió para darnos a todos esa oportunidad. La senda es difícil, pero tenemos esta promesa: “… si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”. (Isaías 1:18).

No arriesguéis perder la vida eterna; guardad los mandamientos de Dios. Si habéis pecado, cuanto más pronto empecéis a arrepentiros tanto m as pronto encontrareis la dulce paz y el gozo que trae el milagro del perdón.

Estas son las normas del folleto La fortaleza de la juventud. La felicidad se obtiene viviendo de la forma que el Señor quiere que vivamos y sirviendo a Dios y al prójimo.

Nuestro amado presidente Ezra Taft Benson os manda su amor. El os apoya en todo lo que sea bueno y puro. El os ama y confía en vosotros. ¿Cómo podéis retribuir ese amor y confianza?

Tenéis un legado: Honradlo.

Encontrareis el pecado: Evitadlo.

Tenéis la verdad: Vividla.

Tenéis un testimonio: Expresadlo.

A menudo la fortaleza espiritual se obtiene por medio del servicio abnegado. Este principio lo ilustra un relato sobre unas jóvenes, su maestra y una viuda.

A medida que se acercaba la época navideña, una maestra de las Laureles planeó una visita a la casa de una solitaria viuda, llamada Jane. Las jovencitas prepararon golosinas, galletitas, refrescos y hasta un árbol de Navidad con adornos. También hicieron un ramillete de flores para que lo usara como adorno en el vestido.

Llevando paquetes en los brazos, las jovencitas y su maestra subieron la larga escalera que conducía al apartamento de Sane. Esperaron un rato mientras la pobre anciana se desplazaba lentamente para abrir la puerta. Saludó a cada una de las hermosas jóvenes y las recibió en su humilde hogar. Con sonrisas que reflejaban la bondad de sus corazones, las jovencitas decoraron el arbolito de Navidad y colocaron al pie los regalos que habían llevado. Yo estaba presente; nunca había visto un árbol mas lindo que aquel, porque lo habían decorado con verdadero cariño, con verdadera dedicación … con el verdadero amor de Cristo. La maestra fue a la cocina y, con la ayuda de tres de las jovencitas, sirvió el refrigerio.

Entonces la dulce anciana reunió a las visitantes junto a ella para compartir con ellas los preciados recuerdos de su vida pasada. Les contó de la época en que, siendo jovencita, en la lejana Escocia, había recibido a los misioneros y aceptado el evangelio que le habían enseñado; les contó también en cuanto a la burla y los comentarios sarcásticos de que había sido víctima por unirse a una fe que en ese entonces no se tenía en muy alta estima. Les contó que vivían tan lejos de la capilla que el día de reposo entero se les iba en viajar para asistir a las reuniones. Las jovencitas no pudieron menos que hacer una comparación y pensar en lo fácil que era para ellas ir a la Iglesia los domingos.

Cuando Jane les contó del viaje cuando emigró hacia los Estados Unidos y les describió las tormentas del océano Atlántico y el cálido sentimiento que tuvo al divisar la famosa Estatua de la Libertad, observe que las jovencitas estaban emocionadas; tenían los ojos llenos de lágrimas y estoy seguro que, de corazón, se hicieron para sí la promesa de hacer siempre lo correcto, de ser honradas, de ser fieles a su fe cristiana y de vivir de acuerdo con sus normas.

Una vez terminada la velada, se despidieron con besos y abrazos; cada una de las jovencitas salió lentamente y bajó en silencio las escaleras, hasta salir a la calle, después de haber llevado a una madre una porción de la abundancia del mundo, después de haber revivido en ella el amor y la fe, Estoy seguro de que ese fue el día más feliz de su vida. Esa noche, ella guardó el ramillete de flores que las jovencitas habían prendido en su vestido, el cual se había convertido en un símbolo de todo lo bueno, de todo lo puro, de todo lo sano.

Estaba nevando y el silencio era tal que podíamos oír el crujido de nuestras pisadas en el pavimento cubierto de nieve. No había palabras que pudieran expresar lo que sentíamos en ese momento. Entonces una de las Laureles preguntó: “¿Porque me siento tan bien, como nunca me había sentido antes?” Las otras asintieron con la cabeza y yo les conteste: “Recuerden las palabras del Maestro: ‘… en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”’ (Mateo 25:40). La letra del himno “Oh, pueblecito de Belén” parecía ilustrar aquella experiencia:

¡Oh, cuan inmenso el amor

Que. nuestro Dios mostró

Al dar a todos ese don:

Su Hijo nos mandó.

Aunque su nacimiento

Pasó sin atención,

Aun lo puede recibir

El manso corazón.

(Himnos de Sión, número 43.)

El amor que Dios mostró por cierto entró en aquel humilde hogar, penetró el corazón de la anciana viuda y entró para permanecer para siempre en el alma de cada una de aquellas jovencitas. El faro del Señor había indicado la senda.

Ruego que ese espíritu, aun el espíritu de Cristo, sea nuestro para siempre, es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amen.