1990–1999
Hijas de Dios
Octubre 1991


Hijas de Dios

“Todos estamos aquí como parte de un plan divino diseñado por un Padre amoroso, quien está interesado en nuestra inmortalidad y vida eterna.”

Estimadas hermanas: agradezco todo lo que se ha dicho, así como la música que se ha presentado en esta reunión. Se nos ha inspirado en forma especial y puedo darme cuenta de cuan seria es la responsabilidad que tengo de hablaros, por lo que con profunda humildad imploro la guía del Espíritu Santo.

Quisiera comenzar diciendo que cada una de vosotras, sean cuales fueren las circunstancias en que os encontréis, sois muy especial. Vosotras ocupáis un lugar sagrado en el plan eterno de Dios, nuestro Padre Celestial. Sois Sus hijas; sois de gran valor e importancia para El y os ama. Sin vosotras, el gran plan celestial fracasaría.

Hace pocos días llego a la oficina una carta dirigida al presidente Benson. Desearía leeros parte de ella y después hacer algunos comentarios al respecto. No usare el nombre de quien la envió, pues tal vez ella este escuchando esta conferencia en algún lugar y no desearía que se avergonzara. La llamare Virginia. Permitidme leer ahora parte de su misiva:

“Estimado presidente Benson:

“Me llamo Virginia y tengo catorce años. Hay algo que me ha estado preocupando últimamente, y es el hecho de que no he podido encontrar en las Escrituras nada que me diga que la mujer entrara en el reino celestial si es digna. Además, cuando alguien como José Smith tuvo una visión del reino celestial, solo pareció ver hombres allí. He orado al respecto pero sentí que necesitaba su consejo … En las Escrituras se habla de mujeres que serán bendecidas si son justas; sin embargo, no dice que heredaran la gloria celestial. Esto me molesta mucho. Si todos somos hijos de nuestro Padre Celestial, entonces, ¿por que dicen las Escrituras que el hombre se enseñoreará de la mujer? y ¿por que en las Escrituras dice que Eva fue creada de Adán? Tal vez no tenga la capacidad de comprender estas doctrinas, pero me siento confusa. Amo el evangelio y estoy aprendiendo sus verdades. Tengo un testimonio y se que tengo un propósito divino en la vida. Creo que mi pregunta es: ¿Son los hombres mas importante que las mujeres? Y ¿pueden también las mujeres heredar el reino celestial?

“Todavía soy muy joven, estoy aprendiendo y necesito consejo en cuanto a esto. Con todo respeto y amor, se despide de usted, Virginia”.

Como el presidente Benson no puede hablarnos, tratare de responder a tu carta y, al hacerlo, hablaré a todas las hermanas que se han congregado en esta gran conferencia. Tu carta ya la contestó el secretario de la Primera Presidencia, pero como fue tan sincera, merece que se le de una respuesta aun mas completa. Además, puede ser que las preguntas que tu haces en ella las tengan muchas mujeres, tanto jovencitas de tu edad, como mujeres de la edad de tu madre y de la edad de tu abuela, ya sean solteras o casadas o cualesquiera sean sus circunstancias.

Tu primera pregunta es si las mujeres pueden entrar en el reino celestial. Por supuesto que si. Tienen tanto derecho de entrar en el como los hombres, siendo la dignidad el factor determinante.

El 16 de febrero de 1832, José Smith y Sidney Rigdon recibieron una extraordinaria visión en la que el Señor habló con palabras maravillosas. Escucha lo que dijo:

“Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad hasta el fin.

“Grande será su galardón y eterna será su gloria” (D. y C. 76:5-6).

Estoy convencido de que aquí El se esta refiriendo tanto a Sus hijas como a Sus hijos. Infinita será la recompensa que recibirán y eterna su gloria.

En esa misma revelación, José Smith y Sidney Rigdon expresan un elocuente testimonio sobre el Salvador del mundo, el Hijo de Dios. Escucha estas palabras:

“Y. ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de el, este es el testimonio, el ultimo de todos, que nosotros damos de el: ¡Que vive!

“Porque lo vimos, si, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que el es el Unigénito del Padre;

“que por el, por medio de el, y de el los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios” (D. y C. 76:22-24).

Fíjate que en esta extraordinaria declaración se mencionan a ambos, a los hijos e hijas de Dios.

Aunque es cierto que en los versículos siguientes se habla del hombre, estoy seguro de que el uso de la palabra hombre es genérico, o sea, que incluye tanto al hombre como a la mujer.

La revelación habla entonces de los que reciben el testimonio de Jesús, que son bautizados a manera de Su sepultura y que guardan los mandamientos, y les promete que “… moraran en la presencia de Dios y su Cristo para siempre jamas” (D. y C. 76:62).

“Estos son aquellos cuyos cuerpos son celestiales, cuya gloria es la del sol, si, la gloria de Dios, el mas alto de todos, de cuya gloria esta escrito que tiene como tipo el sol del firmamento” (D. y C. 76:70).

¡Se incluye a las mujeres entre que heredaran esa gloria? No hay duda de ello. De hecho, para heredar el grado mas alto de gloria en el reino celestial, el hombre 110 puede entrar en el sin la mujer, ni la mujer puede entrar sin el hombre. Los dos son inseparables como esposos para poder heredar el grado mas alto de gloria. Si ella vive dignamente, la gloria que reciba será tan celestial y eterna como la de el. Nunca dudes esto, Virginia. Solo vive digna de esa gloria que esta tanto al alcance tuyo como al de todos los varones.

Quienes no se han casado por razones ajenas a sus propios deseos preguntan si se les negara el grado mas alto de gloria en ese reino. Estoy seguro de que bajo el plan de un Padre amoroso y un Redentor divino, no se les negaran las bendiciones eternas de las que son dignos.

Además de las hermosas y descriptivas palabras que se encuentran en las secciones 76 y 137 de Doctrina y Convenios, es poco lo que sabemos sobre el reino celestial y sobre los que allí moraran. Por lo menos, ahí aparecen algunas de las reglas que nos hacen elegibles para entrar en ese reino, pero aparte de eso, no se nos ha dado mucho mas al respecto. Mas vuelvo a repetir: estoy seguro de que las hijas de Dios tendrán tanto derecho de entrar en este reino como Sus hijos varones.

Esta debería ser una maravillosa meta para todas las mujeres de la Iglesia, y una motivación constante de vivir con honor, integridad, virtud y amor, prestando servicio a nuestros semejantes.

No te preocupes, mi querida amiguita, por el hecho de que las palabras hombre y hombres se usan en las Escrituras sin que se mencionen las palabras mujer y mujeres. Vuelvo a repetir que estos son términos genéricos, que incluyen a ambos sexos. Así es como se han utilizado por siglos, tanto en las Escrituras como en otros escritos.

Por ejemplo, la Declaración de Independencia, que dio paso a la formación de los Estados Unidos de América, incluye las palabras: “Creemos que estas verdades son de por si obvias, que todos los hombres fueron creados iguales …”

Observa que quienes escribieron esta declaración utilizaron la palabra hombres. ¿Tienes la menor duda de que en esta declaración ellos no querían incluir a la mujer? Tal vez hubieran podido decir: “todos los hombres, las mujeres y los niños”.

Sin embargo, simplemente utilizaron la palabra hombres en un sentido genérico.

La siguiente pregunta que hiciste fue que por que Eva fue creada de Adán. Sólo puedo responder que nuestro gran Creador, quien todo lo sabe, así lo hizo. Pero, como lo he indicado anteriormente, en esta situación hay algo muy interesante.

En la secuencia de sucesos como aparecen en las Escrituras, Dios creó primero la tierra “y la tierra estaba desordenada y vacía” (Génesis 1:2). Luego El separó la luz de las tinieblas y las aguas de la tierra. Después creó toda clase de vegetación, dándonos la belleza de los arboles y el césped, las flores y los arbustos; luego siguió la creación de la vida animal, tanto en el mar como en la tierra.

Al mirar todo lo que había creado, vio que era bueno. Entonces creó al hombre a Su propia imagen y semejanza. Luego, como Su obra sublime y ultima creación, la culminación de Sus esfuerzos, creó a la mujer. Me gusta considerar a Eva como a Su obra maestra después de todo lo que había creado, lo último que hizo antes de descansar de Sus labores.

No la considero en segundo lugar al de Adán, pues se le colocó junto a el, para ser su compañera y ayuda idónea. Juntos estuvieron en el jardín, juntos fueron expulsados de el y juntos trabajaron en el mundo a donde se les mandó vivir.

Virginia, tu mencionas que en las Escrituras dice que Adán se enseñorearía de Eva y preguntas por que motivo. No lo se. Lamentablemente reconozco que a través de los siglos algunos hombres se han valido de esta declaración como una justificación para maltratar y degradar a la mujer. Pero estoy seguro de que, al hacerlo, se han degradado a si mismos y han ofendido a nuestro Padre, quien, estoy seguro, ama a Sus hijas de la misma forma en que ama a Sus hijos.

En una ocasión estuve con el presidente David 0. McKay mientras el analizaba esa declaración en Génesis. Sus ojos reflejaban indignación al hablar de esposos déspotas que tendrían que dar cuenta de sus viles acciones cuando se presentaran ante Dios para ser juzgados. El indicó que la esencia misma del espíritu del evangelio demanda que cualquier tipo de gobierno mutuo que se ejerza en el hogar, debe hacerse justamente.

La forma en que yo interpreto esa frase es que el esposo deberá tener la responsabilidad primordial de proveer, proteger, fortalecer y amparar a la esposa. Cualquier hombre que humille, maltrate o aterrorice o que gobierne injustamente, merecerá y, en mi opinión, recibirá la reprimenda de un Dios justo, quien es el Padre Eterno tanto de Sus hijos como de Sus hijas.

Preguntas si el hombre es mas importante que la mujer. Permíteme contestarte con otra pregunta. ¿Estaríamos aquí, hombres y mujeres, el uno sin el otro? Las Escrituras dicen que Dios creó al hombre a su imagen, … varón y hembra los creó. Les mandó que se multiplicaran e hinchieran la tierra. Cada uno de nosotros somos creación del Todopoderoso, dependiendo el uno del otro e igualmente necesarios para la continuación de la raza. Cada nueva generación en la historia de la humanidad es un testimonio del papel imprescindible del hombre y de la mujer.

En tu carta decías: “Tengo un testimonio y se que tengo un propósito divino en la vida”.

En verdad tienes un propósito divino y en ti y en tus hermanas existe el mismo elemento de divinidad que existe en todos tus hermanos. Todos estamos aquí como parte de un plan divino diseñado por un Padre amoroso, quien esta interesado en nuestra inmortalidad y vida eterna. La esfera mortal en la que vivimos nos prepara para la que seguirá cuando regresemos a morar con Dios nuestro Padre, siempre y cuando hayamos vivido dignamente de recibir tan glorioso privilegio.

Dices que la mayoría de las Escrituras están dirigidas a los hombres. Si, hay partes que hacen referencia especifica a los deberes y obligaciones del sacerdocio, mientras que la otra parte se expresa en un sentido genérico, como lo explique anteriormente.

Quiero que recuerdes la maravillosa revelación dada por medio del profeta José Smith a su esposa Emma y que se puede aplicar a toda mujer en la Iglesia, porque al concluir esta revelación, el Señor dijo que “… esta es mi voz a todos” (D. y C. 25:16).

En el primer versículo de esta revelación, el Señor declara que “… todos los que reciben 311i evangelio son hijos e hijas en mi reino” (D. y C. 25:1).

Estas palabras de promesa divina son maravillosas y verdaderas. La revelación que sigue a estas palabras iniciales esta repleta de consejos, alabanza, instrucción y promesas para Emma Smith y para toda mujer que escuche la palabra del Señor según El lo ha establecido.

Por lo tanto, mi querida amiguita, espero que no pierdas la calma en lo que respecta a estos asuntos, sino que mas bien, continúes viviendo dignamente, esforzándote por conocer la voluntad del Señor para seguirla, fortaleciendo a los demás por medio de tu servicio y testimonio y comunicándote incesantemente con el Padre de todos nosotros. Nunca dudes que El te ama y que todos te amamos. Que siempre te acompañen las bendiciones mas especiales mientras continúas viviendo una vida digna y justa.

Permite que tu Padre Celestial sea tu amigo a quien siempre puedas acudir en oración.

Y ahora, hablando de la oración, quisiera tratar otro tema. En la ultima conferencia de abril, me dirigí a los Representantes Regionales de la Iglesia, como lo he hecho por muchos años cada vez que vienen a la conferencia general. En estas reuniones de capacitación estos lideres reciben información que se espera lleven consigo por toda la Iglesia. De manera que lo que allí se hace o se dice no es ni secreto ni oculto.

Sin embargo, recientemente me entere de que alguien había adquirido una copia de mi discurso, considerando esta acción como una proeza, como si se hubiera dado en forma secreta o de manera siniestra, con el propósito de mantener oculto su contenido. ¡Es inverosímil!

De manera que aprovechare esta ocasión para volver a leer esa parte del discurso que hace referencia a un punto, sobre el cual algunas de las mujeres de la Iglesia se encuentran bastante disgustadas. Lo expreso ante vosotras porque existe evidencia de que algunas hermanas están tratando de persuadir a otras a seguir sus pasos. Me refiero a aquellas que promueven el concepto de ofrecer oraciones a nuestra Madre Celestial. Citare parte de mi discurso:

“Esta practica se inició en oraciones privadas, pero esta comenzando a surgir en oraciones que se ofrecen en algunas reuniones.

“Eliza R. Snow fue quien escribió las palabras: ‘La verdad eterna muestra madre hay también allí’.

“Se ha dicho que el profeta José Smith no hizo corrección alguna a lo que la hermana Snow había escrito, dándonos el conocimiento de que tenemos una Madre Celestial. Por lo tanto, algunos opinan que podemos dirigirnos a ella en oración.

“La lógica y la razón ciertamente parecen sugerir que si tenemos un Padre Celestial, también tenemos una Madre Celestial. Esta doctrina tiene sentido.

“Sin embargo, en vista de la instrucción que hemos recibido del Señor mismo, considero inapropiado que alguien en la Iglesia se dirija en oración a nuestra Madre Celestial.

“El Señor Jesucristo nos enseñó la forma en que debemos orar. En el Sermón del Monte, El declaro: ‘Vosotros, pues, orareis así: Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre’ (Mateo 6:9, cursiva agregada en esta y en referencias sucesivas).

“Cuando el Señor resucitado se le apareció a los nefitas y les enseñó, les dijo: ‘De esta manera, pues, orad: Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre’ (3 Nefi 13:9).

“Mientras moró entre ellos, les enseñó aun mas por medio del ejemplo y del precepto en cuanto a esta practica. Las Escrituras dicen que ‘… se arrodilló el mismo también en el suelo; y he aquí, oró al Padre, y las cosas que oró no se pueden escribir, y los de la multitud que lo oyeron, dieron testimonio’ (3 Nefi 17:15).

“Además, El dijo: ‘Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidas vuestras esposas y vuestros hijos’ (3 Nefi 18:21).

“En otra ocasión: ‘Jesús se apartó de entre ellos, y se alejó de ellos un poco y se inclinó a tierra, y dijo

“’Padre, gracias te doy porque has dado el Espíritu Santo a estos que he escogido; y es por su fe en mi que los he escogido de entre el mundo.

“’Padre, te ruego que des el Espíritu Santo a todos los que crean en sus palabras’” (3 Nefi 19:19-21. Cursiva agregada).

“Y podría continuar mencionando otros ejemplos específicos de las Escrituras; pero, a pesar de que he buscado, no pude encontrar en ninguna parte en los libros canónicos que Jesús hubiese orado a alguien que no fuera Su Padre o donde El nos haya instruido a orar a alguien que no fuera nuestro Padre Celestial.

“He buscado en vano algún ejemplo en donde alguno de los Presidentes de la Iglesia, desde José Smith hasta Ezra Taft Benson, haya ofrecido una oración a ‘nuestra Madre Celestial’.

“Supongo que los que utilizan esta expresión y tratan de expandir su uso no lo hacen con malas intenciones, pero están equivocados. El hecho de que no oremos a nuestra Madre Celestial de ninguna manera disminuye su importancia ni la denigra”.

Este es el fin de la cita, a la que me gustaría agregar que ninguno de nosotros puede añadir ni quitar a la gloria de nuestra Madre Celestial de quien no tenemos un conocimiento revelado.

Ahora, para concluir, permitidme expresar mi gratitud a vosotras, mujeres Santos de los Ultimos Días, cuyo numero asciende a millones y que os encontráis en mas de cien naciones de la tierra. El poder que tenéis para hacer el bien es extraordinario, y vuestros talentos y devoción son maravillosos. Vuestra fe y amor por el Señor, por Su obra y por Sus hijos e hijas son conmovedores. Continuad viviendo el evangelio y magnificadlo ante todos los que os rodean. Vuestras buenas obras serán de mayor importancia que las palabras que podáis hablar. Andad en virtud y en verdad y con fe y fidelidad. Sois parte de un plan eterno, un plan diseñado por Dios, nuestro Padre Celestial, y cada día es parte de esa eternidad.

Se que muchas de vosotras estáis apesadumbradas con cargas terribles. Que vuestras compañeras y amigas en la Iglesia, vuestros hermanos y hermanas, os ayuden para que vuestras cargas se aligeren. Que vuestras oraciones asciendan a El que es Todopoderoso, que os ama y quien puede cambiar las cosas a vuestro favor. Esta es una obra de milagros, vosotras lo sabéis, y lo se yo. Es fácil que yo os diga que no os desaniméis, pero de todos modos os lo digo, y al hacerlo, os insto a perseverar con fe.

Que seáis bendecidas con fortaleza para que trabajéis con dedicación y amor por aquellos que se os han encomendado.

Sabéis, como yo lo se, que esta obra es verdadera. Se que Dios nuestro Padre Celestial vive, y que Su Hijo Jesucristo, nacido de María, como el Unigénito del Padre, fue y es el Redentor del mundo. Sabéis que Su obra ha sido restaurada en esta dispensación por medio del profeta José Smith. Vosotras podéis testificar de esto como puedo hacerlo yo, al dejaros todo mi amor y mis bendiciones, en el nombre de Jesucristo. Amén.