1990–1999
Hoy, un día de la eternidad
Octubre 1991


Hoy, un día de la eternidad

“Todos serán días buenos si pensamos en el Salvador y hacemos que El sea el centro de nuestra vida.”

“… porque he aquí, hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación … esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios … el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra” (Alma 34:3 1-32).

Estas palabras se aplican tanto hoy como cuando las dijo Amulek, hace ya siglos.

Hace muchos años, recorte del periódico un articulo que trataba de un jovencito ascensorista que un día entonaba una alegre canción mientras subía el ascensor.

-¿Por que estas tan contento?- le preguntó alguien, malhumorado.

-Porque nunca he vivido este día-fue su respuesta.

El autor del articulo comentaba que “el joven tenía mucha sabiduría para su edad, porque la única vida que tenemos para vivir es hoy. El ayer ya paso y, por bueno que haya sido, no lo podemos volver a vivir; sólo podemos recordarlo. El mañana esta delante de nosotros, y por grandes que sean nuestros sueños, el reloj ha de recorrer su paciente curso antes de que logremos ver si nuestros anhelos se hacen realidad. Solo podemos vivir día por día.” (Dr. Roy Pearson, Words to Live By).

El élder Richard L. Evans dijo en el programa “Palabras de inspiración”: “A veces, es como si viviéramos preguntándonos cuando habrá de comenzar la vida y no siempre sabemos a ciencia cierta lo que estamos esperando; prolongamos tanto esa espera que la vida se nos va de las manos y terminamos aguardando algo que hemos tenido en todo momento … Esta vida es cuando debemos hacer la obra asignada a ella. El día de hoy forma parte de la eternidad tanto como cualquier otro día de miles de años atrás o de miles de años de aquí en adelante. ¡Estamos en la eternidad, ya sea felices o desilusionados, ocupados o aburridos! Esta es la vida, y ella sigue su curso” (Improvement Era, enero, 1967, pág. 65).

Hoy es un día de la eternidad, y espero que siempre estemos agradecidos por la vida, por saber que somos hijos de Dios y porque la plenitud del Evangelio de Jesucristo esta sobre la tierra. Espero que tengamos el deseo y que tomemos la determinación de hacer que cada uno de los días de nuestra vida sea el mejor.

¿Cómo podemos lograrlo? He aquí algunas sugerencias y os insto a que agreguéis otras.

Nutramos diariamente la fe en el Señor Jesucristo. Sigamos el inspirado mensaje del presidente Ezra Taft Benson, que dijo:

“Leed el Libro de Mormón todos los días y haced que el estudio de dicho libro sea una actividad de toda la vida” (Conferencia General, abril de 1988).

Podemos dirigirnos personalmente a nuestro Padre Celestial por medio de la oración; podemos arrodillarnos para orar con la familia todos los días. Es importantísimo que hagamos eso. Y si asistimos a las reuniones del día de reposo y participamos de la Santa Cena con dignidad, tendremos el Espíritu del Padre con nosotros todos los días de nuestra vida.

Vivamos diariamente el gran principio salvador del arrepentimiento. De ese modo seremos mas humildes y dóciles.

Todos serán días buenos si pensamos en el Salvador y hacemos que El sea el centro de nuestra vida, porque El es “la luz, y la vida, y la verdad del mundo” (Eter 4: 12). El seguir al Señor nos ayudará a ser honrados. Me gustaría contaros sobre un niño de doce años, de Filipinas, que esta siguiendo al Salvador:

Un día, Julio se había ido a la escuela sin desayunar y, durante la clase, el estómago vacío le hacía ruidos raros. Al llegar la hora del recreo, corrió a un puesto callejero, compró dos trozos de carne asada y regresó a la clase.

Poco después, se dio cuenta de que no había pagado la carne. Sin vacilar, salió corriendo a pagar. Glando volvió a la clase, la maestra estaba muy enojada con el, porque había olvidado pedirle permiso para salir, y le preguntó a dónde había ido. Entonces el le explicó lo sucedido. Ella le puso el brazo alrededor de los hombros y dijo a la clase:

-Niños, quiero que sean honrados como Julio.

Después le preguntó por que había devuelto el dinero cuando habría sido tan fácil quedarse con el. Entonces Julio contestó:

-Porque en mi religión creemos en ser honrados.

-¿Que religión tienes?-le preguntó.

Sin vacilar le contestó:

-Soy mormón.

-¡Ah! ¡Y por eso eres honrado! (véase “Sean honrados como Julio”, Liahona, mayo 1991, pág. 8).

Por ser siempre honrado, Julio esta haciendo que todos los días de su vida sean un buen día.

El seguir al Salvador nos ayudará a ser moralmente limpios. De esa manera, respetaremos nuestro cuerpo y no tomaremos drogas ni bebidas alcohólicas, no leeremos revistas pornográficas ni destruiremos, de ninguna manera, el gran milagro de la vida que el Señor ha dado a cada uno de nosotros.

Hace poco oí las palabras de un valiente jovencito que dijo que algunos jóvenes de la escuela no cumplían con las normas de la Iglesia y tomaban substancias dañinas para la salud. Los amigos que sabían que el era mormón le habían preguntado por que no obraba como ellos, a lo que el contestó:

“Me hace feliz saber que no defraudo al Señor y que honro el sacerdocio que poseo. Ustedes pueden engañarse a si mismos y a los demás, pero jamas podrán mentir al Señor. El sabe lo que están haciendo … Nos serviría de mucho imaginar que Jesús esta siempre junto a nosotros. Háganse esta pregunta: ‘¿Haría Jesús esto?’” (discurso dado por Brandon Williams, conferencia de la Estaca Alamosa, Colorado, 25 de agosto de 1991).

Si hacemos que el Señor sea el centro de nuestra vida, amaremos a nuestro prójimo y seremos mas generosos. El nos ha enseñado por medio de preceptos y del ejemplo que para encontrarnos a nosotros mismos, debemos primero dar de nosotros sirviendo y ayudando a los demás.

Pienso que una de las mejores formas en que podemos hacer que todos los días sean días buenos es ayudar a edificar el Reino de Dios. ¡Que gran bendición es ser un líder en rectitud! El presidente Spencer W. Kimball dijo:

“El ser miembros de la Iglesia es un llamado al liderato”. Seamos buenos líderes en cl hogar (tanto los padres como los hijos), en la comunidad, en la escuela y en la Iglesia.

Cada día puede ser mas pleno y significativo si nos sentimos satisfechos con nosotros mismos. Algunos de los sentimientos mas negativos son la envidia, la codicia y el deseo de ser otra persona. Debemos estar agradecidos por ser quienes somos y por lo que somos, así como por el talento y las habilidades que tengamos. Debemos reconocer y agradecer los talentos de los demás, buscando siempre las cualidades divinas que hay en toda persona. Es importante que seamos sinceros y que estemos satisfechos con nosotros mismos. Alguien dijo:

“Esa abeja no es un águila, ¡pero produce deliciosa miel!”

He aquí otra sugerencia: No nos preocupemos por lo que no podamos cambiar. Si hay algo que podemos hacer, hagámoslo. Pero si no es posible hacer nada, no nos preocupemos.

Hace varios años leí un articulo acerca del élder LeGrand Richards, quien acababa de cumplir noventa y tres años. Alguien le había preguntado el secreto para tener una vida larga, feliz y útil. El contestó:

“Hay un versito que ha sido parte de mi filosofía durante toda mi vida. Dice:

‘Si el mal tiene remedio,

afligirse no conviene;

y mejor no perder sueño

si el mal remedio no tiene’”

(Church News, 31 de marzo de 1979, pág. 4).

Y tengo otra sugerencia. Es un consejo del presidente Ezra Taft Benson: “Si deseamos conservar el Espíritu de Dios, debemos esforzarnos. No hay gozo mayor, después de un arduo día de trabajo, que saber que hemos hecho lo mejor … El evangelio es trabajo, trabajo con un fin determinado, generoso y que se brinda en el espíritu del amor puro de Cristo” (Teachings of Ezra Taft Benson, Salt Lake City: Bookcraft, 1988, págs. 483, 484).

Cada día que vivimos es un día de la eternidad. Hagamos de cada uno un buen día haciendo lo siguiente:

Nutrir la fe.

Progresar por medio del arrepentimiento.

Seguir a Jesús.

Servir en Su Reino.

Estar satisfechos con nosotros mismos.

Tener confianza.

Trabajar con diligencia.

Al igual que Alma, ruego “que [nos humillemos] ante el Señor, e [invoquemos] su santo nombre, y [velemos] y [oremos] incesantemente, para que no [seamos] tentados mas de lo que [podamos] resistir, y así [seamos] guiados por el Espíritu Santo, siendo humildes, mansos, sumisos, pacientes, llenos de amor y de toda longanimidad;

“teniendo fe en el Señor; confiando en que [recibiremos] la vida eterna; siempre teniendo el amor de Dios en [nuestros] corazones para que en el postrer día [podamos] ser exaltados y entrar en su reposo” (Alma 13:28-29).

Hoy mi alma rebosa de gratitud al llegar a su fin mi llamamiento de Setenta.

Agradezco a mi esposa Isabel, quien llena de amor y abnegación ha servido a mi lado y cuyo ejemplo me ha enseñado a hacer que todos los días sean un buen día. Agradezco a nuestros hijos, a sus compañeras eternas y a nuestros nietos su perseverancia, rectitud y el apoyo que nos han brindado.

Gracias al ejemplo de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce he aprendido lo que significa ser un discípulo del Salvador.

Con los quórumes de los Setenta y el Obispado Presidente, he compartido el gozo de la hermandad.

También doy gracias a todos los miembros de la Iglesia y a los misioneros con quienes he tenido el privilegio de servir al Señor en Asia, las Filipinas, Micronesia, Guam, Gran Bretaña y el Área Suroeste de los Estados Unidos. Todos han sido un ejemplo de hacer lo mejor de cada día.

Pero por sobre todo, expreso mi gratitud a mi Salvador Jesucristo; El es “la luz, y la vida, y la verdad del mundo” (Eter 4: 12). Os doy mi testimonio de que El es nuestro Salvador y Redentor, en el nombre de Jesucristo. Amen.