1990–1999
Se En Quien He Confiado
Abril 1993


Se En Quien He Confiado

“Cualquier llamamiento, cualquier servicio que se preste en la causa del Señor nos santifica”.

Pensando que tal vez me fueran a extender la invitación para hablar hoy, mi hija me dejó una notita esta mañana, y al final agregó: “Posdata: No te vayas a tropezar”. Hasta ahora no lo he hecho.

Al poco tiempo de que fui ordenado diácono, mi obispo, Leon Walker, me pidió que fuera a su oficina para darme una asignación. Me entregó una brillante llave, la llave de la capilla, y me dio la responsabilidad de ayudar a cuidar el edificio. Me consideraba uno de los muchachos mas afortunados del mundo al tener una asignación de mi presidente en el sacerdocio. Pense que no seria una tarea muy difícil. Yo vivía a un minuto de distancia, en bicicleta, de la capilla. Pero al poco tiempo descubrí, lo que me supongo que todos los obispos saben, que todos los miembros del barrio parecen tener una llave del edificio. Tan pronto como cerraba por la noche todo el edificio, alguien venia detrás de mi y abría alguna puerta. En pronto como abría la puerta de uno de los salones de clase de la Primaria, alguna buena alma venia detrás de mi para cerrarla con llave otra vez. Me era difícil cumplir con mi trabajo.

Pero empece a darme cuenta en aquel entonces, tal como lo he llegado a comprender hasta ahora, de que cualquier llamamiento, cualquier servicio que se preste en la causa del Señor nos santifica y no importa que se desempeñe ante la vista del publico o en algún rincón solitario que solo Dios sabe que existe. Lo que importa es que prestemos servicio, ya que al hacerlo guardamos nuestros convenios con Dios, y en esos convenios se encuentra la promesa de la salvación.

Hoy día rindo tributo y expreso mi amor a aquellos que me enseñaron los convenios y que han sido una bendición en mi vida de tantas otras maneras: un noble padre, una bendita madre, abuelos y bisabuelos, familiares, consejeros y amigos tanto dentro como fuera de la Iglesia. Mis hijos aun no pueden comprender plenamente la gran bendición que son en mi vida debido a su fidelidad al Salvador y Su evangelio. Los respeto por eso. Aquellos que conocen a mi Kathy han observado que ella es muy superior a mi, conclusión con la que estoy totalmente de acuerdo. Nuestro matrimonio es gratificador, y carezco de las palabras apropiadas para expresar mi amor.

Después de pasar unas horas llenas de angustia al tratar de saber si la ofrenda que pongo sobre el altar de Aquel que lo dio todo es aceptable y suficiente, he llegado a sentir que debo mirar hacia lo que me rodea, que a medida que velo por el rebaño y me entrego a su servicio, Su gracia me será dada en abundancia. Me entrego incondicionalmente.

Sin demorar testifico en cuanto a la realidad y grandiosidad de nuestro Dios, de Su bondad y gracia, de Su justicia y misericordia, de la veracidad de su evangelio, del poder de Su sacerdocio y la autenticidad del llamamiento de Sus videntes de los últimos días. Al comienzo de este ministerio, reconozco que cualquier cosa que logre será en virtud del poder, la gracia y el don de Dios. Según las palabras de Isaías, no soy el hacha que “se gloriara … contra el que con ella corta”, no soy la sierra que “se ensorbecerá… contra el que la mueve”. (Véase Isaías 10:15.) Así como Nefi, se en quien he confiado. (Véase 2 Nefi 4:19).

Me siento particularmente complacido, y esto significa mucho para mi, de que en cualquier momento, y en cualquier circunstancia, puedo, median te la oración, acercarme al trono de gracia, que mi Padre Celestial escuchara mi suplica, que mi Abogado, Aquel que no tenia pecado, cuya sangre fue derramada, intercederá por mi causa. Dependo mucho en ese acceso a Dios, el cual El da a todos Sus hijos, porque en verdad no hace acepción de personas, y el que pide, recibirá. Lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.