1990–1999
La Gratitud
Octubre 1993


La Gratitud

“‘No juegues con las cosas sagradas’… Hay muchas cosas sagradas en el evangelio, pero una de las mas sagradas es el convenio que hacemos en el santo templo.”

Mis queridos hermanos, hermanas y amigos, al acercarme a esta ultima asignación en calidad de Autoridad General, y llegar a su fin esta etapa de mi servicio en la Iglesia, mi corazón rebosa de gratitud y de agradecimiento por las muchas bendiciones que mi familia y yo hemos recibido durante estos años. Me gustaría expresar mi profundo amor y gratitud a mi esposa y compañera por el apoyo que siempre me ha brindado. Su apoyo y su alentadora influencia han hecho de mis asignaciones un verdadero regocijo y placer. Sea cual fuere el

llamamiento o asignación que yo recibiera, ella siempre ha estado a mi lado ayudándome y sosteniéndome, preocupándose e interesándose por mis nuevas responsabilidades.

También me gustaría agradecer a nuestros hijos el amor y el apoyo que nos han brindado en todos estos años, mientras estábamos lejos de ellos, cumpliendo con nuestras asignaciones. Sin su apoyo, habría sido muy difícil tener paz y contentamiento en nuestra labor. Ha sido una gran experiencia participar en los distintos llamamientos que he recibido y toda asignación que hemos cumplido ha sido con el total apoyo de todos ellos.

Además, desearía agradecer a las Autoridades Generales y a los muchos amigos que nos han ayudado de muchas formas durante todos estos años. Agradecemos su bondad y su preocupación por nuestro bienestar.

Al contemplar las experiencias que hemos tenido y tratar de expresar lo que siento en el día de hoy, podrán imaginar todo lo que pasa por mi mente. No obstante, al analizar todo mi sentir, me gustaría continuar con el tema de la gratitud hacia mi familia y mis amigos, compartiendo con ustedes una amonestación que el Señor dio al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en Harmony, Pensilvania, en abril de 1829, y que se aplica, tanto o quizás mas a nosotros en la actualidad que a la gente de aquella época. Dicha amonestación esta registrada en el versículo 12 de la sección 6 de Doctrina y Convenios, y dice así: “No juegues con las cosas sagradas”.

Hay muchas cosas sagradas en el evangelio, pero una de las mas sagradas es el convenio que hacemos en el santo templo. El verbo jugar y el sustantivo sagrado son las palabras claves de la amonestación que nos advierte no tomar por sentado ni a la ligera las sagradas y honorables bendiciones que allí recibimos.

La relación entre marido y mujer es sagrada, y nunca debemos jugar con esa gran bendición. Muchas parejas van al matrimonio sin haber entendido la importancia de la advertencia de no jugar con las cosas sagradas y terminan divorciándose.

Del mismo modo, debemos aplicar esa amonestación a las relaciones entre padres e hijos. Nunca debemos dejar de valorar a-nuestros hijos y siempre debemos cerciorarnos de que nuestra relación con ellos sea sagrada, honorable y santa.

En 1986, el presidente Ezra Taft Benson, nuestro Profeta, hablo a los jóvenes varones durante una sesión del sacerdocio de la conferencia general y les dio las siguientes instrucciones, las que también se aplican a las jovencitas. Dijo:

“Mis jóvenes hermanos [y hermanas], les aconsejo a cada uno de ustedes a que se acerquen mas a su madre, a que la honren, a que reciban sus consejos, porque ella les ama y los instruye en justicia. Honren y obedezcan a su padre, que representa la cabeza del hogar, imitando sus mejores cualidades.

“Jóvenes, la unidad familiar es para siempre, y deberían hacer todo lo que este de su parte por fortalecer dicha unidad. Efectúen la noche de hogar en su propia familia y participen activamente en ella. Hagan su parte por desarrollar una unidad familiar real y solidaria. En hogares que hacen esto, no existen brechas de comunicación” (véase “Para la juventud bendita”, Liahona, julio de 1986, pág. 40).

Agradezco las muchas oportunidades que he tenido de expresar mi testimonio de la veracidad de este evangelio a muchas personas en muchas partes del mundo durante mis años de servicio en la Iglesia. Gracias a ello nos hemos hecho de muchos amigos y hemos conocido a mucha gente en distintas partes del mundo, y su amistad es muy sagrada y muy querida para nosotros. La amistad es algo que no se puede comprar con dinero; hay que esforzarse por lograrla, hay que honrarla y entonces se hace importante y sagrada en nuestra vida. Una vez mas testifico que yo se que el Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en su plenitud; que nuestro Padre Celestial, lleno de amor, envió a Su Hijo Unigénito al mundo para ayudarnos a comprender lo que son el sacrificio y las bendiciones. Por medio de la Restauración del evangelio, se venció el aguijón de la muerte y Jesucristo pasó a ser las primicias de la resurrección para indicarnos que hay vida en el mas allá.

Que todos seamos diligentes y obedientes en guardar los mandamientos del Señor a fin de que seamos dignos de recibir las bendiciones que El tiene reservadas para los fieles, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.