1990–1999
Los Consejos De La Iglesia
Abril 1994


Los Consejos De La Iglesia

“La Iglesia necesita con urgencia que los lideres, especialmente los presidentes de estaca y los obispos, aprovechen y canalicen la fortaleza espiritual por medio de los consejos.”

Antes de que me llamaran como Autoridad General, yo trabajaba en la industria automovilística, como lo había hecho mi padre. A través de los años, aprendí a apreciar el sonido y el buen funcionamiento de un motor bien ajustado. Es como música para mis oídos escuchar tanto el suave susurro de un motor encendido como el vibrante rugido de un motor a toda marcha. El poder que denotan esos sonidos es mas emocionante aun. Nada se compara a sentarse al volante de un buen automóvil cuando todas las partes del motor funcionan bien y en perfecta armonía.

Por el contrario, no hay nada mas deprimente que un automóvil que no funcione bien. Aunque la pintura este impecable y el interior sea comodísimo, si el motor no funciona como debe, el auto no cumple con su finalidad. Puede marchar aunque parte de los cilindros falle, pero no corre tan aprisa ni llega tan lejos como si estuviera bien ajustado.

Desdichadamente, algunos barrios de la Iglesia funcionan con unos pocos cilindros, algunos, incluso, con uno solo; el barrio de un cilindro es aquel en el que el obispo soluciona todos los problemas, toma todas las decisiones y se asegura de que se cumplan todas las asignaciones. Y. como un cilindro de auto sobrecargado, pronto se desgasta.

Los obispos ya tienen grandes responsabilidades. Ellos, y sólo ellos, tienen ciertas llaves, y son los únicos que pueden realizar ciertas tareas. Pero no se les llama para que lo hagan todo, en todo momento y a todos los miembros. Se les llama para que presidan y guíen y extiendan el amor de Dios a todos Sus hijos. Nuestro Padre Celestial no espera que desempeñen solos todas las tareas.

Lo mismo se aplica a nuestros presidentes de estaca, y a los presidentes de los quórumes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares y, por extensión, también a los padres. Todos tenemos mayordomías que requieren mucho tiempo, talento y energía, pero nunca se nos exige que lo hagamos solos. Dios, el Maestro Organizador, ha inspirado la creación de un sistema de comités y de consejos. Si se entiende y se aplica, este sistema alivia la carga de todos los lideres y extiende el alcance y el impacto del ministerio de estos por medio de la ayuda combinada de los demás miembros.

Seis meses atrás, hable desde este púlpito de la importancia del sistema de consejos de la Iglesia; me referí al gran poder espiritual y la guía inspirada que se pueden derivar de los consejos bien llevados de familia, barrio y estaca. El Espíritu continua testificándome lo vitales que son los consejos de la Iglesia, cuando se realizan apropiadamente, para cumplir con la misión de la Iglesia. Por esa razón, trate de ver si nuestros fieles y diligentes obispos habían entendido bien mis palabras pronunciadas en octubre, y durante sesiones de capacitación que he realizado en varias partes desde la ultima conferencia general he puesto atención especial a los consejos de barrio; como parte de esa capacitación, invite al consejo del barrio; en cada caso, le daba al obispo un problema supuesto de una familia inactiva y le pedía que por medio del consejo del barrio ideara un plan para activarla.

Sin excepción, el obispo se hacia cargo de la situación inmediatamente y decía a los demás: “Este es el problema y esto es lo que pienso que podemos hacer para resolverlo”, después de lo cual daba asignaciones a los miembros del consejo del barrio. Considero que dieron un buen ejemplo de delegación, pero no utilizaban en lo mas mínimo la experiencia y la capacidad de los miembros del consejo para resolver el problema. Al final, le pedía al obispo que tratara otra vez pero entonces le decía que antes de hacer ninguna asignación, recabara ideas de los miembros del consejo; le pedía especialmente que escuchara las sugerencias de las hermanas. Cuando el obispo les daba la oportunidad a los miembros del consejo de expresar sus opiniones, era como abrir las compuertas del cielo; una ola de inspiración e ideas inundaba súbitamente a los miembros del consejo mientras planeaban la reactivación de la familia en cuestión.

Al presenciar la misma escena vez tras vez durante los últimos seis meses, decidí que no estaría fuera de lugar hablar otra vez de la importancia de los consejos. No es mi intención reprender a los que no hayan tomado en serio lo que dije la ultima vez, sino que lo hago porque la Iglesia necesita con urgencia que los lideres, especialmente los presidentes de estaca y los obispos, aprovechen y canalicen la fortaleza espiritual por medio de los consejos. Los problemas familiares, del barrio y de la estaca pueden solucionarse de la manera en que el Señor lo ha revelado.

La experiencia me dice que muchas personas se benefician cuando los lideres utilizan sabiamente los comites y los consejos. Adelantan la obra del Señor con mucho mas rapidez y la llevan mas lejos, como un automóvil que funciona en óptimas condiciones; los miembros de los comites y de los consejos son unidos, y juntos hacen un viaje mucho mas agradable por la carretera del servicio de la Iglesia.

Hoy día voy a repasar el funcionamiento de tres comites y consejos de barrio que siempre deben seguir la misma agenda.

El primero es el comité ejecutivo del sacerdocio. Lo forman el obispado, el líder de grupo de los sumos sacerdotes, el presidente del quórum de elderes, el líder misional del barrio, el presidente de los Hombres Jóvenes, el secretario ejecutivo y el secretario del barrio. Este comité se reúne semanalmente bajo la dirección del obispo para deliberar sobre los programas del sacerdocio del barrio, incluso la historia familiar, las obras del templo, misional y de bienestar, la orientación familiar y la activación de miembros.

El segundo es el comité de bienestar del barrio. Comprende el comité ejecutivo del sacerdocio y la presidencia de la Sociedad de Socorro. Este comité se reúne por lo menos una vez por mes, bajo la dirección del obispo, para tratar las necesidades temporales de los miembros del barrio. Sólo el obispo puede asignar los recursos de bienestar, pero el comité planea la ayuda a los pobres y coordina el uso de los recursos del barrio como tiempo, talento, habilidades, materiales y el servicio compasivo de los miembros del barrio. En las reuniones de este comité, como en las de los demás consejos y comites, a menudo se tratan asuntos delicados que requieren absoluta reserva.

El tercero es el consejo del barrio. Este consiste en el comité ejecutivo del sacerdocio, el presidente de la Escuela Dominical, las presidentas de la Sociedad de Socorro, de las Mujeres Jóvenes y de la Primaria, así como el presidente del comité de actividades. El obispo puede invitar a otras personas a las reuniones cuando se requiera. Este consejo se reúne por lo menos una vez al mes para correlacionar el planeamiento de todos los programas y actividades del barrio y para estudiar el progreso del barrio referente al cumplimiento de la misión de la Iglesia. En el se reúne un grupo variado de lideres del sacerdocio y de las mujeres para tratar asuntos que afectan a los miembros del barrio y de la comunidad; además, estudia las sugerencias de los maestros orientadores y de las maestras visitantes.

Recientemente, un obispo que estaba muy preocupado por la falta de reverencia del barrio expreso esa inquietud a los miembros del consejo del barrio para que le. dieran sugerencias. La presidenta de la Primaria, titubeante, levanto la mano.

“Bueno”, dijo ella, “hay una persona que siempre habla mucho en la capilla antes y después de la reunión sacramental y esto distrae a todos”.

El obispo no se había dado cuenta de que nadie en particular hiciera tanto ruido en la capilla, pero dijo que hablaría con esa persona y le pregunto quien era.

La hermana respiró profundamente y dijo:

“Es usted, obispo. Yo se que lo hace para acercarse a los miembros, y nos gusta que quiera saludar a todos los que llegan, pero cuando los demás lo ven caminar por toda la capilla y hablar con la gente durante el preludio, piensan que esta bien que ellos hagan lo mismo”.

Los demás del consejo estuvieron de acuerdo, y el obispo le agradeció y les pidió sugerencias. Entre todos decidieron que el obispado, incluso el obispo, se sentaría en el estrado cinco minutos antes de la reunión sacramental para dar el ejemplo de reverencia en la capilla. En una reunión posterior en que se volvió a tocar el tema, todo el consejo estuvo de acuerdo en que ese sencillo plan había dado resultados y que había mucho mas reverencia en la reunión sacramental.

Otro obispo observó que en las reuniones de testimonios los miembros se estaban acostumbrando, en lugar de dar testimonio de Cristo y de Su Evangelio, a dar discursos, a hablar de sus viajes recientes, a contar experiencias ajenas al evangelio o a hablar de paseos o actividades que habían realizado con la familia; el entendía que eran temas importantes para los hermanos que hablaban, pero no eran testimonios de Cristo y Su evangelio. Entonces pregunto a los del consejo del barrio: “¿Cómo podemos enseñar la importancia de testificar en la reunión sobre Cristo y Su Iglesia restaurada sin ofender a los miembros?”

Después de un momento y de algunos comentarios de las hermanas, el consejo sugirió que el obispo enseñara a los miembros lo que es un testimonio, y también lo que no es. Además, el consejo decidió que los quórumes y las organizaciones auxiliares debían hablar en sus reuniones del propósito de la reunión de testimonios, y que los maestros orientadores y las maestras visitantes repasaran este tema con las familias durante la visita mensual. El obispo ahora dice “Nuestras reuniones de testimonios han mejorado mucho. Ahora los miembros expresan su testimonio de Cristo y del amor que El siente por nosotros y la espiritualidad del barrio ha aumentado muchísimo”.

Una de las preocupaciones mayores de las Autoridades Generales es que algunos conversos nuevos no se mantienen activos y que hay otros miembros que tampoco asisten. Si los consejos de barrio estuvieran funcionando como deben, se hermanaría inmediatamente a todos los nuevos conversos tendrían maestros orientadores o maestras visitantes y recibirían un llamamiento apropiado pocos días después de bautizados. Los menos activos recibirían llamamientos que les hicieran sentir que los miembros del barrio los aprecian y necesitan.

Las Autoridades Generales han expresado su “preocupación en cuanto a los miembros que pertenecen a grupos que dicen que ayudan a las personas a conocerse mejor a si mismas, a aumentar la estimación propia y a desarrollar el albedrío.” Los miembros y los líderes de la Iglesia no deben asociarse con esos grupos. En lugar de eso “los lideres locales deben aconsejar a los que deseen mejorarse a si mismos que se afiancen a los principios del evangelio y que adopten costumbres buenas que fortalezcan la capacidad de vencer obstáculos.” (Boletín de diciembre de 1993-2) .

Cuando los presidentes de estaca y los obispos permiten a los líderes de las organizaciones auxiliares y del sacerdocio, a los que el Señor ha llamado para servir con ellos y ser. parte te un equipo, que resuelvan problemas, suceden maravillas; esta participación aumenta la experiencia y la comprensión del grupo y conduce a mejores soluciones. Ustedes, obispos, dotan de energía a los lideres del barrio al darles la oportunidad de hacer sugerencias y de que se los escuche; además, preparan a los lideres del futuro al permitirles participar y aprender. Así pueden sacar mucho peso de sus propios hombros. Las personas que sienten que el problema es también de ellas están mas dispuestas a encontrarle solución, aumentando así la posibilidad de tener éxito.

Una vez que los consejos apropiados se organicen y los hermanos y las hermanas tengan plena oportunidad de contribuir, los lideres de estaca y de barrio pueden ir mas allá del simple mantenimiento de las organizaciones: pueden enfocar sus esfuerzos en buscar la forma de mejorar el mundo en que viven. Los consejos de barrio sin duda pueden tratar asuntos como la delincuencia de las pandillas, la seguridad te los niños, el deterioro de las zonas urbanas o las campanas de limpieza comunitaria. Los obispos podrían preguntar a los consejos de barrio: “¿Que haremos para mejorar nuestra comunidad?” Pensar y participar en el mejoramiento de la comunidad es apropiado para los Santos de los Últimos Días.

Durante los últimos ocho años y medio he servido como miembro de un consejo de doce hombres que venimos de distintos lugares y que aportamos al Consejo de los Doce Apóstoles una diversidad de experiencias en la Iglesia y en el mundo. En nuestras reuniones, no esperamos sentados que el presidente Howard W. Hunter nos diga lo que tenemos que hacer, sino que hablamos abiertamente unos con otros y nos escuchamos con profundo respeto por las habilidades y experiencias que cada uno de nosotros aporta al consejo. Conversamos de una gran variedad de temas, desde la administración de la Iglesia hasta los acontecimientos mundiales, con toda franqueza. A veces tratamos un asunto durante semanas antes de tomar una decisión; no siempre nos ponemos de acuerdo mientras intercambiamos opiniones, pero una vez que se toma la decisiones siempre estamos unidos y resueltos.

Ese es el milagro te los consejos de la Iglesia: que nos escuchamos mutuamente y escuchamos al Espíritu. Cuando nos apoyamos unos a otros en los consejos de la Iglesia, empezamos a comprender cómo Dios puede transformar a hombres y mujeres comunes en líderes extraordinarios. Los mejores lideres no son los que se matan trabajando para hacer todo solos; los mejores líderes son los que siguen el plan de Dios y consultan con sus consejos.

“Venid luego”, dijo el Señor en una de las dispensaciones antiguas por medio del profeta Isaías, “y estemos a cuenta” [o sea, “entendámonos”] (Isaías 1 :18). En esta última dispensación, repitió esta exhortación, diciendo: “… venid … y razonemos juntos para que entendáis” (D. y C. 50:10).

Recordemos que el consejo básico de la Iglesia es el consejo de familia. Los padres deben aplicar con diligencia los principios que he expuesto en sus relaciones de cónyuges y con sus hijos. Si lo hacemos, tendremos en nuestro hogar el cielo en la tierra.

Hermanos y hermanas trabajemos juntos como nunca en nuestras mayordomías para encontrar la manera de utilizar con mas eficacia el estupendo poder de los consejos. Les pido que piensen en todo lo que dije sobre este tema en octubre del año pasado y en lo que he dicho hoy. Les testifico que, cuando nos consultamos, podemos darle a nuestro ministerio el gran ímpetu del plan revelado por Dios para el liderazgo del evangelio. Que Dios los bendiga para que se mantengan unidos a fin de fortalecer a la Iglesia y a nuestros miembros. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.