1990–1999
Reflexiones De Pascua
Abril 1995


Reflexiones De Pascua

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo 1:7-8}.

Dentro de dos semanas celebraremos la Pascua de Resurrección y esperamos que nuestros pensamientos y nuestra forma de sentir se concentren en Jesucristo. Para muchas personas será una Pascua mas que llegara y pasara sin mucho significado; para otras, será una época de meditación, reflexión y agradecimiento.

En especial, hay una Pascua que recuerdo vívidamente, de hace veintisiete años, mientras me encontraba como misionero en la Misión Argentina Norte. Nuestra misión enviaba misioneros a la zona sur de Bolivia, y ese domingo de Pascua de 1968 lo pase en Quiriza, una pequeña aldea situada en el Altiplano boliviano. Recuerdo los preparativos que los aldeanos hicieron para la Pascua. El animo, la música y el espíritu del momento todavía permanecen grabados en mi memoria.

Temprano por la mañana aquel domingo de Pascua, el elder Arce me pregunto si quería acompañarlo a visitar a una familia que estaba investigando la Iglesia. Poco después, caminábamos por las calles de tierra de la pequeña aldea, con sus casas de adobe a ambos lados. Hablamos con la familia de investigadores acerca de importantes preguntas tales como: ¿de dónde vinimos?, ¿por que estamos aquí? y a dónde vamos? Sobre el piso de tierra hicimos dibujos con los dedos; el Espíritu estaba presente. Después los invitamos a bautizarse y ellos aceptaron. Esa misma tarde se llevó a cabo un hermoso servicio bautismal en las fangosas aguas del cercano río San Juan de Oro.

Las estaciones en América del Sur son a la inversa; cuando es primavera aquí [en el Hemisferio Norte], allí es otoño. Los que se iban a bautizar desaparecieron detrás de una enorme parva de maíz recién cortado, para reaparecer vestidos con inmaculada ropa bautismal. Su piel morena, su cabello negro y sus radiantes sonrisas todavía permanecen grabadas en mi memoria, y el Espíritu que sentimos ese domingo de Pascua aún hace que se me llenen los ojos de lágrimas al pensar que la invitación de Cristo de venir a El se extiende a todo el mundo.

El haber ministrado en Su nombre como misionero entre esa gente, me hizo recordar a Jesús cuando habló con Sus discípulos durante su ministerio terrenal, diciéndoles:

“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor” Juan 10: 16).

Antes de marcharnos de Quiriza, Bolivia, para volver a Argentina, ofrecimos una oración especial. Junto con mi querido compañero de misión, arrodillados los dos en una cancha de fútbol bajo las estrellas, nos turnamos para volcar los fervientes deseos de nuestro corazón a nuestro Padre Celestial. Hubo expresiones de amor y gratitud por la gente, por nuestro presidente de misión y por el privilegio de ser misioneros, y le prometimos ayudar a los demás.

Los años posteriores a mi misión me han proporcionado oportunidades de cumplir esas promesas misionales. Volví a casa para casarme con Christine Swensen, mi noviecita de la escuela secundaria. Ella es una compañera maravillosa y la quiero mucho. Siendo enfermera de profesión, trabajo para que yo pudiera asistir a la facultad de odontología. Se aproximaba el tiempo de terminar mis estudios y nuestro sexto aniversario de bodas, y todavía no teníamos hijos. Entonces se abrió una puerta y se nos presentó la oportunidad de que Ashley viniera a formar parte de nuestra vida. Nuestra preciada y adorada Ashley.

Un año mas tarde, viajamos a Bolivia para traer a Joshua de un orfanato; tenía dos años y todavía recuerdo cuando ese hermoso pequeñito corrió hacia mi con los bracitos extendidos, gritando: “¡Papa, papa!”.

Luego vino Megan, que ni siquiera tenía veinticuatro horas de nacida cuando la llevamos a casa. Después, volvimos a Bolivia para traer a Daniel, que tenía cinco meses cuando lo tuvimos en los brazos por primera vez.

Varios años después, mientras yo presidía la Misión México Mérida, Jennifer pasó a formar parte de nuestra familia; una preciosa niñita de dos semanas, de ascendencia guatemalteca, que había nacido en México. Ella conquistó el corazón de los misioneros y de los miembros del sur de México. Faltaban tres semanas para que terminara nuestra misión cuando Natalie Joy se unió a la familia. Su segundo nombre “Joy” [que en inglés quiere decir “gozo”] es un recordatorio eterno del testimonio que recibimos de que ella debía formar parte de nuestra familia. Después de dieciséis años de matrimonio y de haber adoptado a seis niños, mi esposa dio a luz a Anne y a Andrew, para gozo y felicidad de sus hermanos. Como familia, nos sentimos eternamente agradecidos por los lazos de unión y el sellamiento que proporciona el templo para los miembros de la Iglesia de Jesucristo .

Con las promesas especiales hechas al Señor bajo las estrellas de un cielo boliviano, en la época de la Pascua de Resurrección del año 1968, no pasa un día sin que Chris y yo abracemos a nuestros hijos y sintamos el amor que Dios tiene para todos los Suyos. Y ahora, al igual que aquella época de Pascua de 1968, esta de 1995 será también memorable para mí.

Hace seis meses, los miembros de la Iglesia sostuvimos al presidente Howard W. Hunter como el decimocuarto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En esa conferencia se me sostuvo a mí como nuevo miembro de los Setenta. A principios de marzo, el presidente Hunter falleció. Aun guardo en mi memoria tiernos recuerdos de el. Nunca olvidaremos cuando el presidente Hunter les dijo a nuestros hijos cuando fui apartado: “Los queremos mucho y deseamos que se sientan a gusto entre nosotros. Queremos que se sientan como si fuéramos de la familia”. Después que fui apartado, el presidente Hunter y SUS consejeros, el presidente Hinckley y el presidente Monson, le dieron la mano a cada uno de nuestros hijos; fue un momento inolvidable.

Seis meses después de haber sido apartado, estoy de pie ante ustedes por primera vez para hablar como Autoridad General en el Tabernáculo, en la misma ocasión en que al presidente Gordon B. Hinckley se le ha sostenido como decimoquinto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Durante una visita que el entonces elder Gordon B. Hinckley hizo a América del Sur hace veintisiete años, les habló a los misioneros. En esa época era mas joven; hacia sólo siete años que prestaba servicio como Apóstol. En esa ocasión, el leyó un pasaje de las Escrituras y extendió una invitación. De la Segunda Epístola de Timoteo enseñó:

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo 1:7-8).

El presidente Hinckley exhortó a los misioneros a que no tuvieran miedo ni se avergonzaran de su testimonio de Jesucristo. Su exhortación me afectó profundamente como misionero en aquel entonces, y continua siendo igualmente importante para todos nosotros en la actualidad. El Señor ha elegido un nuevo Profeta. Uno sin espíritu de cobardía; que esta lleno de poder y amor, y de dominio propio; y que por medio del ejemplo nos recuerda que no debemos jamas avergonzarnos de nuestro testimonio del Señor.

Que sea esta una Pascua de meditación, de reflexión y de agradecimiento. Que tomemos la resolución de ser obedientes a las exhortaciones proféticas de aquellos que poseen las llaves del reino. Uno de nuestros himnos favoritos dice

“Tengo gozo en mi alma hoy,

que brilla mucho mas

que el sol con todo su fulgor,

pues Cristo es mi luz”

¡Cristo es mi luz! En el nombre de Jesucristo. Amén