1990–1999
Tenemos Mucho Por Hacer
Abril 1995


Tenemos Mucho Por Hacer

“La Iglesia necesita la fortaleza de todos ustedes, así como su amor, lealtad y devoción. Es preciso que le dediquemos un poco mas de tiempo y energía.”

Mis hermanos y hermanas, para concluir, quisiera decir unas cuantas palabras. Primero, quiero decirles que hemos participado en un milagro. Al escuchar a todas las personas que han hecho uso de la palabra, me he fijado que no ha habido duplicación en lo que se ha dicho; todo hombre y mujer que ha dirigido la palabra ha seleccionado su propio tema a tratar. A ninguno de los discursantes se le hace una asignación concerniente a lo que debe decir, y sin embargo, todos los temas se relacionan bella y maravillosamente .

Siento un profundo sentimiento de gratitud hacia el Señor por las maravillosas bendiciones que ha derramado sobre nosotros. Hemos escuchado consejos prudentes e inspirados, y se nos ha enseñado y edificado.

Hace una semana, se llevó a cabo en este tabernáculo una conferencia para las mujeres jóvenes y fue una inspiración mirar sus rostros, cientos de ellos; no era posible hacerlo sin tener un sentimiento de paz y de certeza concerniente al futuro de esta obra. El tema de la conferencia fue una suplica exhortando a las mujeres jóvenes a leer las Escrituras.

Recuerdo la época en que yo era adolescente; ninguno de los jóvenes ni de las jovencitas leía mucho las Escrituras. ¡Que cambio tan maravilloso se ha efectuado! Esta surgiendo una nueva generación que esta familiarizada con la palabra de Dios. Al crecer en un ambiente mundano, lleno de inmoralidad y suciedad de todo tipo, la mayor parte de nuestra juventud esta haciendo frente a los problemas de vivir en el mundo sin participar de la maldad que hay en el. Lo mismo que les sucede a las mujeres jóvenes, les sucede a los hombres jóvenes. Anoche, el Tabernáculo estaba lleno de padres e hijos, y cientos de miles se reunieron en otros edificios de la Iglesia, en todas partes del mundo. Es maravilloso sentir el espíritu y la motivación de esta joven generación. Claro que hay algunos que no viven como debieran, pero ese ha sido el caso desde la época en que tuvo lugar la gran batalla de los cielos, descrita por Juan el Revelador. El problema en aquel entonces, como lo sigue siendo hoy día. es el libre albedrío. Tanto entonces, como en la actualidad, se han tenido que tomar decisiones.

“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;

“pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.

“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arroja dos con el” (Apocalipsis 12:7~/

La antigua lucha continua, esa batalla interminable en defensa del libre albedrío. Lamentablemente, algunos optan por lo incorrecto, pero también hay muchos que deciden hacer lo que es debido, incluso una gran cantidad de nuestros magníficos jóvenes. Ellos merecen y necesitan nuestra gratitud y nuestro aliento; les hace falta la clase de ejemplo que nosotros podemos llegar a ser para ellos. Confiamos en que serán bendecidos a medida que se esfuercen por vivir virtuosamente, por aprender y progresar con fe y propósito durante todo cl tiempo que les quede de vida. “Firmes creced en la fe que guardamos; por la verdad y justicia luchamos” (Himnos, 166).

En la conferencia de las Mujeres Jóvenes se hizo hincapié en las palabras de Alma que se encuentran en el capitulo 32 del libro de Alma. Entre sus enseñanzas están las siguientes palabras:

“… despert[adl y aviv[ad] vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercit[ad] un poco de fe” (Alma 32:27).

Mis estimados compañeros, es preciso que muchos mas de nosotros despertemos y avivemos nuestras facultades para tener una percepción mas clara de las grandes verdades sempiternas del Evangelio de Jesucristo. Cada uno de nosotros puede ser mejor de lo que ha sido hasta ahora; podemos ser mas bondadosos, mas misericordiosos, perdonar aun mas. Debemos hacer a un lado nuestras debilidades pasadas y seguir adelante con energía renovada y una mayor resolución de mejorar el mundo que nos. rodea, en nuestra casa, en nuestro trabajo y en nuestras actividades sociales.

Tenemos mucho por hacer, muchísimo. Por tanto, arremanguémonos y pongamos manos a la obra con mas dedicación y depositando nuestra confianza en el Señor.

“Santos, venid, sin miedo, ni temor,

mas con gozo andad.

Aunque cruel jornada esta es,

Dios nos da Su bondad.”

Podemos lograrlo si oramos y somos fieles; podemos esforzarnos mas de lo que jamas lo hayamos hecho.

La Iglesia necesita la fortaleza de todos ustedes, así como su amor, lealtad y devoción. Es preciso que le dediquemos un poco mas de tiempo y energía.

No estoy pidiendo a nadie que de mas a expensas de su trabajo; tenemos la obligación de ser personas de absoluta honradez e integridad en el servicio que prestamos a las personas que nos han dado empleo.

No le pido a nadie que de mas a expensas de su familia. El Señor los hará responsables de sus hijos. Lo que sugiero, en cambio, es que no perdamos tanto tiempo en la ociosidad, mirando programas de televisión carentes de provecho y de sentido. Ese tiempo se puede utilizar en algo mas productivo, y las consecuencias serán maravillosas. No tengo la menor duda al asegurarles esto.

Ahora, mis queridos hermanos, al volver a nuestros respectivos hogares, ruego que vayamos en paz, meditando en cuanto a las cosas que hemos oído durante estos dos últimos días. Vayamos con la determinación de esforzarnos un poco mas, de ser un poco mejores. Tengan la seguridad de que somos conscientes de algunos de los problemas que enfrentan; estamos al tanto de que muchos llevan pesadas cargas sobre sus hombros, y oramos al Señor por ustedes. Unimos nuestras oraciones a las suyas para que encuentren solución a sus problemas. Dejamos una bendición sobre ustedes, una bendición apostólica: les bendecimos para que el Señor derrame Su misericordia sobre ustedes, para que haya paz en su hogar y en su vida; para que reine una atmósfera de amor, respeto y agradecimiento entre cónyuges, hijos y padres. Asegúrense de “acudir a Dios para que viva[n]” (Alma 37:47) con felicidad, con seguridad, con paz y con fe.

Al iniciarse esta sesión, el coro entonó un bello himno: “Fe de nuestros padres, sagrada fe. Fieles hasta la muerte, te hemos de ser” (Hymns, 1985, NQ 84; traducción libre). Quisiera dejar con ustedes este pensamiento: “Fe de nuestros padres, sagrada fe. Fieles hasta la muerte, te hemos de ser”. Dios les bendiga, mis queridos hermanos, en esta gloriosa obra, lo ruego humildemente en el nombre de Aquel a quien todos servimos, el Señor Jesucristo. Amen.