1990–1999
“Si Estáis Preparados, No Temeréis”
Octubre 1995


“Si Estáis Preparados, No Temeréis”

“Así como es importante estar preparados espiritualmente, también lo es prepararnos para nuestras necesidades temporales.”

Lehi tuvo un sueno maravilloso mientras viajaba con su familia por cl desierto. Este sueno o visión del árbol de la vida, presentado en forma simbólica, nos brinda mucho conocimiento acerca de la vida y el curso que debemos seguir en ella. En las Escrituras leemos:

“Y sucedió que vi un árbol cuyo fruto era deseable para hacer a uno feliz.

“Y aconteció que me adelante y comí de su fruto; y percibí que era de lo mas dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes. sí, y ví que su fruto era blanco, y excedía a toda blancura que yo jamas hubiera visto.

“Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que desee que participara también de el mi familia, pues sabia que su fruto era preferible a todos los demás” ( 1 Nefi 8:10~

En el sueño Lehi vio a muchos que se adelantaban para participar de ese delicioso fruto, que se definió como el amor de Dios. Una barra de hierro, que simbolizaba la palabra de Dios, los guiaba hasta el árbol. No obstante, también había un vapor de tinieblas, o sea, tentaciones, a lo largo del camino, que hacia que muchos se desviaran y se perdieran. Esto es lo que dicen las Escrituras:

“Y sucedió que vi a otros que se adelantaban, y llegaron y se asieron del extremo de la barra de hierro, y avanzaron a traves del vapor de tinieblas, asidos a la barra de hierro, hasta que llegaron y participaron del fruto del árbol.

“Y después de haber comido del fruto del árbol, miraron en derredor de ellos, como si se hallasen avergonzados.

“Y yo también dirigí la mirada alrededor, y vi del otro lado del río un edificio grande y espacioso que parecía erguirse en el aire, a gran altura de la tierra.

“Y estaba lleno de personas, tanto ancianas como jóvenes, hombres así como mujeres; y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que habían llegado hasta el fruto y estaban comiendo de el.

“Y después que hubieron probado del fruto, se avergonzaron a causa de los que se mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron” (1 Nefi 8:2428).

Esa es la parte del sueno de Lehi sobre la que me gustaría comentar hoy día. Los gritos que oímos hoy provenientes del edificio grande y espacioso nos tientan a participar en las cosas de este mundo. Pensamos que necesitamos una casa mas grande, con cochera para tres autos, y una casa rodante estacionada al costado; deseamos tener ropa de marcas famosas, varios televisores, todos con videograbadoras, computadoras de ultimo modelo y el automóvil mas nuevo. A menudo estas cosas se adquieren con dinero prestado, y sin siquiera pensar en proveer para el futuro . El resultado de toda esta gratificación instantánea esta en los tribunales colmados de juicios de bancarrota, y familias demasiado preocupadas por sus cargas económicas.

Vivimos en una de las épocas mas emocionantes y difíciles de la historia humana. Mientras la tecnología se infiltra en cada faceta de nuestra existencia, los cambios se suceden con tanta rapidez que tal vez sea difícil mantener el equilibrio en nuestra vida. Para alcanzar cierto grado de estabilidad, es esencial que planeemos nuestro futuro. Creo que es el momento de recordar, y quizás con cierta urgencia, el consejo que hemos recibido concerniente a la preparación personal y familiar. Deseamos ser hallados con bastante aceite en nuestras lámparas para perseverar hasta el fin. El presidente Spencer W. Kimball nos ha amonestado, diciendo: “Al repasar el consejo que nos da el Señor sobre la importancia de la preparación, me impresiona la sencillez del mensaje. El Salvador pone bien en claro que no podemos tener suficiente aceite en nuestras lámparas de preparación con solamente evitar cl mal. Debemos además estar diligentemente embarcados en un programa concreto de preparación”.

En El milagro del perdón, el presidente Kimball también expresó: “El Señor no convertirá las buenas esperanzas, deseos o intenciones de una persona en obras. Cada cual debe hacer esto por sí mismo” (véase El milagro del perdón, pág. 8).

A diario somos testigos de reveses económicos, de guerras, de conflictos entre las personas, de desastres nacionales; hay grandes variaciones del clima; innumerables ataques de las fuerzas de la inmoralidad, el crimen y la violencia; acosos y presiones sobre las familias y las personas; avances tecnológicos que dejan obsoletos muchos puestos de trabajo, etc. La necesidad de la preparación es absolutamente evidente. La gran bendición de estar preparados nos libera del temor, tal como el Señor lo garantiza en Doctrina y Convenios:

“… si estáis preparados, no temeréis”(D. y C. 38:30).

Así como es importante estar preparados espiritualmente, también lo es prepararnos para nuestras necesidades temporales. Cada uno de nosotros debe preguntarse: ¡que tipo de preparación se requiere para satisfacer mis necesidades y las de mi familia?

Durante años se nos ha exhortado a cumplir por lo menos cuatro requisitos a fin de prepararnos para lo que ha de venir.

Primero, obtener una educación adecuada. Aprendan un oficio o profesión que les permita obtener un empleo estable con una remuneración suficiente para cuidar de ustedes mismos y de su familia. El mundo cambia rápidamente y todo pasa de moda, lo que requiere que nos preparemos en forma continua para el futuro. Podemos quedarnos un tanto estancados en nuestra profesión si no nos actualizamos. Imaginen cuantos pacientes tendría un dentista que continuara usando las mismas técnicas y equipos que usaba hace diez años. ¡que haría un empresario que tratara de competir sin usar computadoras? 10 un constructor que no estuviera al día con los nuevos materiales y métodos disponibles? La educación, por necesidad, se ha convertido en una tarea de toda la vida. Al programar nuestra vida, debemos apartar suficiente tiempo para educarnos ahora y para el futuro.

Segundo, vivan estrictamente dentro de sus ingresos y ahorren algo para los días de “las vacas flacas”. Acostúmbrense a la disciplina de presupuestar aquello con lo que el Señor les haya bendecido. En forma tan regular como el pago del diezmo, separen como ahorro una cantidad destinada a necesidades futuras de la familia. Incluyan a sus hijos al planear para el futuro. Estoy convencido de que en muchos patios un pequeño huerto de maíz, fresas o tomates, cuidado y cosechado cada año por los hijos y vendido a los vecinos, podría a su tiempo rendir lo suficiente para hacer una contribución significativa a un fondo para la misión o la universidad. Vayan a la cochera y observen todas las bicicletas, juguetes, equipos atléticos, esquís y patines amontonados sin uso, y calculen el beneficio que hubieran obtenido si hubiesen invertido el costo de todo eso en sus necesidades futuras. Recuerden que recalque las cosas fuera de uso. Muchos han comprado tantas cosas para usarlas sólo un corto tiempo, que ahora les resulta casi imposible guardar el auto en la cochera.

Tercero, eviten las deudas excesivas. Las deudas necesarias deben asumirse sólo luego de mucha oración y consideración, y después de buscar el mejor asesoramiento. Necesitamos la disciplina para mantenernos dentro de nuestra capacidad de pago. Se nos ha dado el sabio consejo de evitar las deudas como evitaríamos una plaga. El presidente J. Reuben Clark aconsejó firme y repetidamente a los miembros de la Iglesia de esta manera:

“Vivan dentro de sus medios; salgan de las deudas; manténganse libres de deudas. Ahorren para los días malos, que siempre han llegado y que volverán a venir. Practiquen y mejoren sus hábitos de ahorro, industria, economía y frugalidad” (en “Conference Report”, oct. de 1937, pág. 107).

Deberíamos tener en un lugar visible la descripción que el presidente Clark hace del interés:

“El interés nunca duerme, ni se enferma ni muere … Una vez endeudados, el interés es su compañero cada minuto del día y de la noche; no pueden huir ni escapar de el; no pueden despreciarlo; no cede a suplicas, demandas ni órdenes; y cada vez que se crucen en su camino, atraviesen su curso o no cumplan sus exigencias, les aplastara” (en “Conference Report”, abril de 1938, pág. 103).

El adquirir deudas es sumamente tentador. La gran facilidad con que nos hacemos de deudas debería ir acompañada de la prudencia para evitarlas. Dediquen tiempo a calcular cuanto agregarían a su patrimonio personal neto si la hipoteca de su casa fuera a diez o quince años en lugar de treinta. Calculen lo que pueden ahorrar si ustedes mismos invierten su tiempo y talentos en agregar tamaño o comodidades a su vivienda.

Es tan fácil meternos excesivamente en deudas. Si no tienen la disciplina de controlar el uso de las tarjetas de crédito, es mejor no tenerlas. Una familia bien administrada no paga intereses, los percibe.

Cuarto, adquieran y almacenen una reserva de alimentos y bienes esenciales. Compren ropa y tengan una cuenta de ahorro de forma tal que puedan contar con una reserva para tiempos de emergencia. Desde que tengo memoria, se nos ha enseñado que debemos prepararnos para el futuro y tener una reserva de un año de artículos de primera necesidad. Es muy posible que los años de abundancia nos hayan llevado casi universalmente a hacer caso omiso de este consejo. Creo que ha pasado el tiempo de no tendrán cuenta esta admonición; con los acontecimientos cotidianos actuales, es hora de darle seria consideración.

Las carreras cambian constantemente. Se ha pronosticado que los jóvenes que engrosan las fuerzas de trabajo en la actualidad tendrán que hacer tres o cuatro cambios drásticos en sus carreras a lo largo de su vida laboral. El cambiarse de un empleo a otro sucederá con mas frecuencia, quizás de diez a doce veces en un ciclo laboral completo. No conozco otra forma de prepararse para esos tiempos de ajuste que el efectuar durante los períodos de trabajo la preparación necesaria para los tiempos menos prósperos, cuando ello ocurra. Comiencen ahora a crear un plan si no lo tienen, o actualicen el plan que tengan; busquen las ofertas que encajen dentro de su almacenamiento. No estamos en una situación que requiera hacer compras urgentes, pero si necesitamos un plan de rotación y reposición de nuestras reservas anuales. La inestabilidad en el mundo de hoy hace indispensable que demos oído a este consejo y nos preparemos para el futuro.

El presidente Harold B. Lee, al comentar en cuanto a la gran visión de Lehi, dijo lo siguiente:

“Si hay algo realmente necesario en este tiempo de tumulto y frustración, en que hombres y mujeres, jóvenes y adultos, buscan con desesperación las respuestas a los problemas que afligen a la humanidad, es una barra de hierro como guía segura a lo largo del recto sendero que conduce a la vida eterna, entre los extraños y tortuosos caminos que al final llevan a la destrucción y a la ruina de todo aquello que es virtuoso, bello, o de buena reputación” (Ensign, junio de 1971, pág. 7).

Lamentablemente, hay muchos entre nosotros que son como los burlones de la visión de Lehi. Se mantienen aparte y tienden a burlarse de los fieles que aceptan a las autoridades de la Iglesia como testigos especiales de Dios y de Su evangelio, y como Sus agentes en la dirección de los asuntos de la Iglesia. Mi sincero consejo en este día es que recuerden los buenos principios básicos que se nos han enseñado desde el mismo comienzo: los de ahorro, laboriosidad e integridad, que han servido a la humanidad en todos los tiempos. Eviten el grande y espacioso edificio que representa el orgullo del mundo, porque caerá, y grande será su caída.

Que el Señor nos bendiga con la sabiduría de seguir el consejo que hemos recibido, y que nos preparemos espiritual y temporalmente para lograr la fuerza y la seguridad de nuestras unidades familiares, es mi humilde oración, en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén.