1990–1999
Un Legado De Testimonio
Abril 1996


Un Legado De Testimonio

“Nuestro esfuerzo fiel por ofrecer a nuestra familia el testimonio que tenemos de la verdad se multiplicara en potencia y se extenderá en el tiempo.”

A todos nos conmovió la proclamación sobre la familia que leyó el presidente Hinckley en la ultima conferencia, porque queremos para nuestras familias lo que Dios desea para ellas: que vivan en amor y rectitud. Pero en nuestros momentos de reflexión, sabemos que necesitaremos ayuda; tendremos que invocar los poderes celestiales para guiar a los miembros de nuestra familia durante los tiempos en que no podamos estar con ellos y para ayudarnos a enfrentar peligros espirituales que quizás no nos sea posible prever.

Nuestra familia puede recibir el don de saber lo que Dios desea de cada uno y de averiguarlo de una manera que les motive a hacerlo. Dios nos ha proporcionado esa guía: el Espíritu Santo. No podemos dárselo como compañero constante a los miembros de nuestra familia, sino que ellos tienen que merecerlo. El Espíritu Santo será su compañero constante unicamente si son fieles y reciben las ordenanzas del bautismo y la imposición de manos por los que poseen la debida autoridad. No obstante, aun antes del bautismo, el Espíritu Santo puede testificar de la verdad sagrada en el corazón de un niño o de un adulto. Para retener ese testimonio, deben conducirse de acuerdo con el, y les guiara hacia el bien así como puede llevarles a aceptar y guardar los convenios que, con el tiempo, les brindaran la compania del Espíritu Santo. Si pudiéramos, dejaríamos a nuestra familia un legado de testimonio que transcendiera las generaciones.

Si comprendemos como se infunde un testimonio en nuestro corazón, sabremos cómo crear y transmitir ese legado. Puesto que el Espíritu Santo es quien testifica de la verdad sagrada, hay por lo menos tres cosas que podemos hacer para que sea mas probable que los de nuestra familia reciban un testimonio: Primero, podemos enseñarles algunas verdades sagradas; después, debemos testificar que sabemos que lo que les hemos enseñado es verdad; y por ultimo, tenemos que comportarnos de manera tal que los que escuchen nuestro testimonio vean que nuestros hechos concuerdan con lo que hemos afirmado que es verdad. Entonces el Espíritu Santo les confirmara la veracidad de lo que dijimos y nuestra convicción de la verdad.

Así es como se crea, se preserva y se transmite el legado del testimonio en la familia. No es fácil, pero personas comunes lo han hecho. Al igual que muchos de ustedes, yo tuve antepasados que lo hicieron: uno de ellos fue mi bisabuelo, John Bennion. No podríamos repetir lo que el hizo porque el mundo ha cambiado, pero podemos aprender de ello.

Era galés y se había convertido a la Iglesia. El, su esposa y sus hijos llegaron al Valle del Lago Salado con una de las primeras compañías de pioneros. Sabemos algo de su vida porque después de su llegada llevó un diario, escribiendo en el una anotación breve casi todos los días. Tenemos sus diarios desde 1855 hasta 1877, los cuales se publicaron en un solo tomo porque sus descendientes tenían la esperanza de continuar transmitiendo ese legado de testimonio. Mi madre fue uno de ellos; su ultima labor antes de morir fue transformar los diarios en un manuscrito listo para la publicación.

Las breves anotaciones no contienen muchas predicas; el no testifica que sabia que Brigham Young era un Profeta; simplemente anotó que había contestado “Si” cada vez que el Profeta lo llamó para que saliera de Salt Lake a cumplir una misión en el sur de Utah y después en su país natal de Galés; también respondió afirmativamente al llamado de ir a los desfiladeros para espiar los movimientos del ejército de Johnson y cuando lo llamaron para que llevara a su familia al sur después que el ejército había invadido el valle. Incluso existe en la familia la leyenda de que la razón por la que murió tan cerca del día en que se sepultó a Brigham Young fue para seguir al Profeta una vez mas.

El que haya escrito todos los días me dice que sabia que su vida común y corriente tenía valor histórico por su participación en la edificación de Sión en los últimos días. Las pocas anotaciones que registran su testimonio parecen coincidir con la muerte de alguno de sus hijos. Esa atestación es para mi aun mas significativa por haberla expresado cuando tenía el alma contristada.

Acá tengo una de esas anotaciones. Después que su hija Elizabeth murió en sus brazos, escribió unas cuantas líneas para informar de la sepultura y la ubicación del sepulcro; pero al día siguiente, el 4 de noviembre de 1863, escribió esto:

“Miércoles. Repare el establo; los pequeñitos hablaban y jugaban a mi alrededor, pero extraño a mi querida Lizzy. Ruego que el Señor me ayude a seguir fiel a Su causa hasta el fin de mis días, para que sea digno de recibir otra vez en el circulo familiar a mis hijos que han dormido en Cristo en los días de su inocencia: Ann, Moroni, Esther Ellen y Elizabeth. Benditos y felices son ellos por causa de la expiación de Jesucristo”.

Ahí se encuentran todos los elementos: enseñó la verdad; testificó que era verdad; vivió de acuerdo con su testimonio y rogó poder perseverar con fidelidad hasta reunirse de nuevo con su querida familia. Siento su amor y tengo el deseo de ser incluido en ese circulo familiar.

Debemos encontrar otras manera de transmitir nuestro legado de testimonio, pero el proceso siempre será el mismo: enseñar, testificar y vivir de acuerdo con la verdad.

Las Escrituras, los profetas actuales y el sentido común nos dicen por dónde empezar: tenemos que empezar por nosotros mismos en nuestra función de padres; ningún programa que sigamos ni ninguna tradición familiar que creemos podrá transmitir un legado de testimonio que nosotros mismos no poseamos. Debemos comenzar por donde comenzó Alma para que nuestros descendientes sepan que testificamos basándonos en lo mismo en que el se basó para testificar. Estas son sus palabras, que se encuentran registradas en el Libro de Mormón, y eso es lo que nosotros también debemos decir:

“Y esto no es todo. ¿No suponéis que se de estas cosas yo mismo? He aquí, os testifico que yo se que estas cosas de que he hablado son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo se de su certeza?

“He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios me las hace saber. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mi mismo. Y ahora se por mi mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y este es el espíritu de revelación que esta en mi” (Alma 5:45-46).

Al adquirir esa certeza, la mayoría de las situaciones familiares en que nos encontremos serán apropiadas para crear un legado de testimonio. Algunas de las mejores ya nos son conocidas. A continuación mencionaré unas maneras de hacer que esas situaciones comunes sean mas propicias para hacer nacer el testimonio en nuestra familia:

Primero, debemos planear que todas las semanas la noche de hogar sea una oportunidad de dar testimonio, asegurándonos de enseñar con sencillez y claridad alguna verdad del Evangelio de Jesucristo, de tal manera que aun un niño pueda comprenderla. Alguno de los niños podría enseñar la lección y quizás quiera terminar con su testimonio, si esa es la manera en que nosotros acostumbramos a dar fin a la lección. Tal vez un nino tímido no quiera dar su testimonio en reuniones grandes, pero es posible que lo haga en la seguridad del hogar; y el Espíritu Santo testificara a los que escuchen y también al nino que de su testimonio.

Segundo, se debe leer juntos las Escrituras en voz alta con toda la familia. Quizás requiera de gran determinación e inspiración encontrar el momento y lugar adecuados, pero el leer y escuchar las palabras de vida de las Escrituras invitara al Espíritu Santo a confirmar su veracidad. El Salvador lo dijo de la siguiente manera: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi” (Juan 5:39).

Hace años, desde este mismo púlpito, el presidente Marion G. Romney relató de una vez en que había estado leyendo en voz alta el Libro de Mormón, alternándose para leer los párrafos con su pequeño hijo, el en la litera de abajo y el niño en la de arriba; el pensó que su hijo se estaba resfriando, pero después se dio cuenta de que las lágrimas eran provocadas por el testimonio que sentía de que el libro era verdad. Debido a que leyeron juntos, ambos fueron bendecidos (véase “Conference Report”, abril de 1949, pág. 41)

Tercero, debemos arrodillarnos juntos en oración humilde con toda la familia, permitiendo que cada uno ore, por turnos. Habrá ocasiones en que la oración parezca repetitiva y en que los demas permitan que sus pensamientos se desvíen, pero habrá otros momentos preciados en que alguien orara con verdadera fe pidiendo ayuda en necesidades reales, y el Espíritu Santo conmoverá el corazón de los presentes con testimonio. No recuerdo mucho de la enseñanza de mi madre, pero si recuerdo sus oraciones por nosotros. Percibía su amor y el Espíritu me confirmaba en el corazón que ella amaba a nuestro Padre Celestial y al Salvador y que sus oraciones serían contestadas. Ella invocó bendiciones para nosotros en ese entonces, y el recuerdo de sus oraciones sigue bendiciéndonos.

Cuarto, ayunen y permitan a sus hijos que ayunen una vez al mes, antes de la reunión en la que participaran de la Santa Cena del Señor y escucharan a otras personas expresar su testimonio. Quizás ellos también se sientan instados a testificar. La bendición espiritual será aun mas grande para ellos si saben que su decisión de vencer el deseo del cuerpo de comer hace posible que se cuide a los pobres; eso no sucederá a menos que paguemos con corazón gozoso una ofrenda de ayuno generosa; pero si lo hacemos, puede su ceder, y las posibilidades de que sientan que el Espíritu les confirma que esta es la Iglesia verdadera de Jesucristo serán mayores si primero les hemos enseñado y testificado que el Salvador siempre organiza a Sus discípulos para que cuiden de los pobres y necesitados.

Es fácil alargar la lista de todo lo que podríamos hacer para lograr la confirmación del Espíritu Santo. Por ejemplo, la calidez y la confianza con que recibamos a los maestros orientadores hará que nuestros hijos sientan la confirmación de que ellos nos visitan en calidad de siervos de Dios; el dar una bendición del sacerdocio a los hijos cuando comience el año escolar o cuando salgan a vivir fuera de la casa invita la presencia del Espíritu en un momento en que el corazón es humilde y receptivo a Sus impresiones.

Algunas de las mejores oportunidades de crear y transmitir un legado de testimonio no se pueden planear; la tragedia, la perdida y el dolor a menudo llegan sin aviso. Por medio de nuestra reacción ante las situaciones inesperadas, nuestra familia sabrá si en realidad creemos de todo corazón aquello que les hemos enseñado y testificado. La mayoría de nosotros habremos enseñado a nuestros hijos acerca del poder del Salvador de ayudarnos a superar cualquier problema. Las siguientes palabras se encuentran en el Libro de Mormón:

“Y tomara sobre si la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus enfermedades tomara el sobre si, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos” (Alma 7:12).

Cuando una tragedia nos golpee o aun cuando se cierna sobre nosotros, nuestra familia tendrá la oportunidad de mirar en nuestro corazón y ver si realmente sabemos lo que afirmamos saber; nuestros hijos nos observaran, sentirán que el Espíritu les confirma que vivimos lo que predicamos, recordaran esa confirmación y después transmitirán la historia de una generación a otra.

Yo cuento en mi patrimonio con una historia así. Durante una consulta médica, mi abuela Eyring supo que moriría de cáncer del estómago. Mi padre, que era su hijo mayor y la había llevado al consultorio, la esperaba afuera. El me contó que en camino a casa ella le dijo: “Henry, debemos estar alegres. (Cantemos himnos!” Cantaron “Oh mi Padre” (Himnos, No 187) y “Oh, esta todo bien!”, cuya ultima estrofa comienza con las palabras: “Aunque morir nos toque sin llegar …” (Himnos, No 17).

Yo no estuve presente, pero supongo que cantarían con animo, aunque quizás un poco desafinados, pero con fe y sin lágrimas. Mi abuela pasó parte de sus últimos meses en la casa de la hija mayor, mi tía Camilla, que me dijo que sólo se había quejado una vez, y realmente no fue una queja, sino que sólo dijo que sentía dolor.

Hay muchas personas que han permanecido alegres y valientes al enfrentar la muerte, pero significa mucho mas para la familia cuando esa persona ha enseñado y testificado del poder del Salvador para socorrer, de la certeza de la Resurrección y de la esperanza de la vida eterna. El Espíritu me confirmó que la paz y el valor de mi abuela eran señales de que su testimonio era verdadero, y debido a ello, todo estaba bien.

Es triste pero cierto que aun des pues de enseñar, testificar y vivir de acuerdo con nuestro testimonio, eso no nos asegurara que transmitamos el legado. Muchos buenos y excelentes padres lo han hecho y, a pesar de ello, han visto a su familia o a algunos de los suyos rechazar ese testimonio; pero tenemos motivos de gran esperanza y optimismo que se derivan primeramente del testimonio de la naturaleza de nuestro Padre Celestial: El ama a los miembros de nuestra familia; El es su Padre Celestial tanto como lo es nuestro. También se derivan de nuestro testimonio de la misión de Jesucristo: El pagó el precio para redimirlos. Se derivan igualmente de nuestro testimonio de la restauración de las llaves del sacerdocio: por

esa causa, existe otra vez en la tierra el poder para hacer con Dios convenios que sellan a la familia, convenios que El honra.

Es por eso que no debemos desesperarnos. Al ofrecer a nuestra familia el legado del testimonio, algunos quizás lo rechacen; incluso puede parecer que a veces pasa de largo sobre toda una generación; pero Dios extenderá Su mano para ofrecer el legado una y otra vez. Nuestro esfuerzo fiel por ofrecer a nuestra familia el testimonio que tenemos de la verdad se multiplicara en potencia y se extenderá en el tiempo, mucho mas allá de lo que podamos imaginar.

Todos hemos visto evidencia de ello en familias conocidas. Yo lo vi en Sudamérica, al mirar los rostros de algunos misioneros, cientos de ellos que pasaron a estrecharme la mano y me miraron fijamente a los ojos. Era maravilloso ver la confirmación de que estos hijos de Lehi y de Sariah estaban allí al servicio del Señor porque nuestro Padre Celestial honra Sus promesas a las familias. Casi hasta su ultimo aliento, Lehi enseñó y testificó y trato de bendecir a sus hijos. Hubo tragedias terribles entre sus descendientes cuando rechazaron su testimonio, el de otros profetas y el de las Escrituras; pero en los ojos y los rostros de aquellos misioneros sentí la confirmación de que Dios ha guardado Sus promesas de hacer sentir Su influencia en los hijos del convenio de Lehi y que hará lo mismo con los nuestros.

Testifico que se que Dios, nuestro Padre Celestial, vive, y que El nos conoce y nos ama. Yo sé que Jesucristo vive, y que resucitaremos y podremos ser santificados como resultado de Su sacrificio. Testifico que podemos saber la verdad mediante el poder del Espíritu Santo. Se que podemos vivir juntos en familia en la vida eterna, el mayor de todos los dones de Dios. Ruego que podamos, con todo el corazón y durante toda la vida, ofrecer a nuestra familia el testimonio de la verdad, en el nombre de Jesucristo. Amen.