1990–1999
“Sed Limpios”
Abril 1996


“Sed Limpios”

“El Señor … espero que Su pueblo se mantengo limpio de los pecados del mundo”

Hemos participado en una magnifica reunión. El Espíritu del Señor ha estado entre nosotros. Espero que cada uno de nosotros se haya beneficiado mucho de lo que hemos escuchado hoy.

Somos un pueblo bendecido. ¿En que otro lugar del mundo puede un grupo de hombres y muchachos, todos ordenados al sagrado sacerdocio, reunirse como lo hemos hecho hoy nosotros? Somos una vasta congregación de cientos de miles, de millones de varones, unidos en magnifica hermandad.

Esto es algo verdaderamente impresionante y maravilloso. Espero que todos apreciemos lo que tenemos.

Hace una semana, este mismo tabernáculo estuvo repleto de jovencitas hermosas y de gran talento que asistían a la Conferencia Anual de Mujeres Jóvenes de la Iglesia, en la que se me pidió que hablara. Muchos de los que estuvieron presentes, y particularmente las jovencitas, me dijeron: “Quisiéramos que les hablara a los muchachos de lo mismo; ellos también necesitan oír lo que nos ha dicho a nosotras”. Bueno no voy a hablarles exactamente de lo mismo, pero si desean leer lo que les dije a ellas, estará en el numero de julio de la revista Liahona.

Quiero comenzar esta noche refiriéndome a un sueno que tuvo el presidente Joseph F. Smith cuando era joven. Como quizás lo sepan, Joseph F. Smith fue el sexto Presidente de la Iglesia, y desempeñó ese cargo desde el 17 de octubre de 1901 hasta el 19 de noviembre de 1918, un período de diecisiete años.

Su padre era Hyrum Smith, hermano del profeta José Smith. El nació en Far West, estado de Misuri, el 13 de noviembre de 1838. Cuando los miembros de la Iglesia fueron expulsados de allí, fue llevado al estado de Illinois siendo aun muy pequeñito. Su padre fue muerto en la cárcel de Carthage el día en que asesinaron al profeta José Smith; el no había cumplido todavía los seis años; durante la noche oyó que alguien llamaba a la ventana de la casa de su madre, en Nauvoo; era hombre que había ido a notificarle que esa tarde habían matado al esposo en Carthage. ¡Que experiencia triste y terrible para un niñito!

A la edad de once años, cl pequeño huérfano condujo con su madre una yunta de bueyes a través de las llanuras hasta este valle. Cuando tenía quince años, fue llamado para ser misionero en las Islas Hawaianas. Se las arregló para llegar a la ciudad de San Francisco, donde trabajó en una fabrica a fin de ganar el dinero que necesitaba para viajar a las islas.

Hawai no era entonces el centro de turismo que es hoy. En su mayoría, los habitantes eran indígenas, casi todos pobres pero muy generosos. El hermano Smith aprendió el idioma y llego a amar a ese pueblo. Nunca dejo de amar a los hawaianos ni tampoco disminuyo jamas el amor que ellos sentían por el. Les relato estas cosas como un prologo del sueno que tuvo mientras servia allí como misionero. Quiero citar sus propias palabras, que dicen:

“Una vez len la] misión, me sentía muy agobiado. Estaba casi sin ropa y completamente sin amigos, con excepción de la amistad de un pueblo pobre, sin esclarecimiento … Me sentía tan rebajado en mi condición de pobreza, falta de inteligencia y conocimiento, de edad tan tierna, que difícilmente me atrevía a mirar a la cara de un hombre …

“Mientras me hallaba en tal condición, soñé que iba de viaje, y con la impresión de que debía apurarme, apurarme con todas mis fuerzas, por temor de que iba a llegar tarde. Corría por el camino con toda la rapidez posible, y estaba consciente de llevar solo un pequeño atado, un pañuelo dentro del cual iba un pequeño bulto. No me di cuenta precisa de lo que era, ya que llevaba tanta prisa; pero por ultimo llegue a una maravillosa mansión … pensé que sabia que ese era mi destino. Al dirigirme allí, con la prisa que llevaba, vi un letrern que decia ‘Baño’ Rapidanaente me desvie y cntre en el baño y me lave. Abrí este pequeño bulto que llevaba, y en el había una ropa blanca y limpia, cosa que no había visto por mucho tiempo, porque aquellos entre quienes vivía no se preocupaban mucho por dejar las cosas demasiado limpias. Sinembargo, esta ropa estaba limpia y me la puse. Luego corrí hacia lo que parecía ser una gran entrada o puerta.

Toqué y se abrió la puerta, y el hombre que se presentó era el profeta José Smith. Me dirigió una mirada un poco reprensora, y las primeras palabras que dijo fueron: ¡Joseph, llegas tarde! No obstante, sentí confianza y dije: ¡Sí, pero estoy limpio; me encuentro limpio!

“Me tomó de la mano y me condujo adentro, luego cerró la gran puerta. Sentí su mano tan palpable como la mano de cualquier otro hombre. Lo reconocí, y al entrar vi a mi padre y a Brigham Young y a Heber C. Kimball y a Willard Richards y a otros buenos hombres que yo había conocido, que estaban de pie en fila. Mire cual si fuera a través de este valle, y parecía estar lleno de una gran multitud de personas, pero en la plataforma se encontraban todos los que yo había conocido. Mi madre estaba sentada allí, con un niño en su regazo pude nombrar a todos cuyos nombres yo conocía, que estaban sentados allí, los cuales parecían hallarse entre los escogidos, entre los exaltados …

“[Cuando tuve ese sueño] me encontraba solo, acostado sobre una estera, en lo alto de las montañas de Hawai; nadie estaba conmigo. Pero en esta visión, empuje mi mano contra el cuerpo del Profeta y vi que una sonrisa pasaba por su rostro …

“Esa mañana, al despertar, yo era un hombre, aunque sólo un joven en cuanto a edad. No había nada en el mundo que yo temía. Podía enfrentarme a cualquier hombre, mujer o niño, y mirarlos a los ojos, y sentir en mi alma que yo era un hombre hecho y derecho. Esa visión, esa manifestación y ese testimonio de que disfrute en esa ocasión me han hecho lo que soy, si es que soy alguna cosa buena, o limpia o recta ante el Señor, si es que hay cosa buena dentro de mi. Esto me ha ayudado en toda prueba y en toda dificultad” (Doctrina del evangelio, págs. 535-536).

Lo mas significativo de ese sueno se encuentra en el reproche del profeta José Smith al joven Joseph F. Smith, cuando le dijo: “¡Joseph, llegas tarde!” Y el joven Joseph le respondió: “¡Sí, pero estoy limpio; me encuentro limpio!”

La consecuencia de aquel sueno fue que un muchacho se transformó en un hombre. Su declaración, “Estoy limpio!”, le dio la confianza y el valor para enfrentar a cualquier persona y cualquier circunstancia. Recibió la fortaleza que proviene de una conciencia tranquila, reforzada por la aprobación del profeta José Smith.

Hay en este concepto algo que atañe a todo hombre y a todo joven que forme parte de la congregación esta noche.

¿Tienen ustedes dudas o temores? ¿Se sienten abrumados por el desaliento? ¿Necesitan mas sabiduría y fortaleza para seguir adelante en la vida?

Quisiera repetirles las palabras de Sir Galahad: “Mi fortaleza es como la fortaleza de diez hombres, porque mi corazón es puro” (Alfredo Tennyson, Sir Galahad).

Todo parece mejor cuando hay pureza. En su sueno, Joseph F. Smith pudo mirar de frente al Profeta y decirle: “¡Soy limpio!” cada uno de ustedes hacer lo mismo? Hace mucho teníamos un dicho que ya no se emplea tan frecuentemente: “La pureza precede a la santidad”.

Cuando yo era jovencito y vivía aquí, en Salt Lake City, la mayoría de las casas se calentaban con estufas de carbón, y de las chimeneas se veía salir un humo negro y denso. Al terminar el invierno, el hollín se veía por todos lados, tanto dentro como fuera de las casas. Todos los años observábamos un ritual que no considerábamos muy agradable; era algo que requería la participación de todos los miembros de la familia, y se conocía como “la limpieza de primavera”. Una vez que el clima se tornaba mas cálido después del largo invierno, dedicábamos mas o menos una semanas para la limpieza; por lo general, se hacia coincidir con un día feriado e incluía dos sábados. Mi madre era la directora del programa. Se quitaban todas las cortinas y se lavaban, para entonces plancharlas con gran cuidado. Las ventanas se limpiaban por dentro y por fuera. trabajo requería aquel enorme caserón de dos pisos! Todas las paredes interiores eran empapeladas y para limpiarlas mi padre compraba varias latas de un producto especial; parecía como masa de pan, pero tenía un lindo color de rosa y un aroma agradable, limpio y fresco. Todos trabajábamos en equipo. Amasábamos aquella pasta con las manos, nos subíamos en una escalera y comenzábamos por el alto cielo raso, limpiando después las paredes hacia abajo. La pasta iba quedando negra al recoger la suciedad del papel. Era una tarea terrible y agotadora, pero sus resultados eran cosa de magia. Nos deteníamos a contemplar y comparar las partes sucias con las limpias. Era asombroso ver cuanto mas hermosas lucían las paredes limpias.

Todas las alfombras se llevaban al patio posterior, donde las colgábamos de los tendederos para secar la ropa. Cada uno de nosotros, los muchachos, tenía una paleta especial de acero liviano con un mango de madera para sacudir las alfombras. Al golpearlas, veíamos salir nubes de polvo y teníamos que continuar haciéndolo hasta que ya no saliera mas. Detestábamos esa tarea, pero cuando terminábamos de limpiar y todo volvía a su lugar, el resultado era maravilloso. La casa quedaba limpia y sentíamos el espíritu renovado. El mundo entero tenía mejor aspecto.

Esto es lo que muchos necesitamos hacer con nuestra vida. Isaías dijo:

“Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;

“aprended a hacer el bien …

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta [razonemos juntos]: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:16-18).

“… Sed limpios los que lleváis los vasos del Señor” (D. y C. 133:5), as nos ha dicho en una revelación moderna. Limpios de cuerpo y mente; limpios en el lenguaje; limpios en la manera de vestir y en la conducta personal.

Me dirijo en particular a los hombres jóvenes, pero también espero que los hombres adultos me escuchen. Todos necesitamos que se nos refresque la memoria constantemente. Nuestro cuerpo es sagrado, creado a imagen de Dios; es maravilloso, la mas grande de las creaciones de la Deidad. No existe cámara alguna que se compare con el ojo humano; no se ha construido ninguna bomba que cumpla una función mas extraordinaria que el corazón humano; el oído y el cerebro constituyen un verdadero milagro; la habilidad de recoger ondas de sonido y transformarlas en un lenguaje es algo que asombra la imaginación. Observen uno de sus dedos y vean cuan maravilloso es; muchos hombres inteligentes han tratado de imitarlos, pero no lo han logrado completamente. Estos y otras partes y órganos de nuestro cuerpo representan el genio divino y omnipotente de Dios, nuestro Padre Eterno. No alcanzo a comprender cómo puede haber alguien que, a sabiendas, desee dañar su propio cuerpo; y, sin embargo, sucede a diario cuando los hombres y los jóvenes toman bebidas alcohólicas y consumen drogas ilícitas. ¡Cuan perjudiciales son estos elementos! A cambio de una mísera sensación momentánea, ingieren substancias que les privan del autodominio y se convierten en vicios terriblemente costosos que los esclavizan y en nada les aprovechan.

Recuerdo el caso de un joven que no hace mucho fue juzgado culpable de homicidio por haber atropellado a una persona con su automóvil al manejar en estado de ebriedad. Era un joven con un gran potencial. No sabemos lo que habría podido llegar a ser. pero hoy se encuentra en la cárcel, sumido no sólo en la miseria de ese lugar, sino también en la tortura de su conciencia. Nuestro Padre Celestial, que tanto nos ama, nos ha advertido cuan perniciosas son esas cosas y nos ha amonestado al respecto.

Mis hermanos, no tomen bebidas alcohólicas. No participen nunca en reuniones o fiestas donde se sirvan bebidas alcohólicas; no se dejen atrapar por las drogas ilícitas, pues terminaran destruyéndose a si mismos; los esclavizarán y se convertirán en un vicio devastador que los llevara a la pobreza tratando de conseguir dinero para satisfacerlo.

Ustedes son poseedores del Sacerdocio de Dios. Son personas especiales. Se les ha conferido un poder sagrado y divino. Cometerán un grave error si toman bebidas alcohólicas o drogas prohibidas por la ley.

Sean de mente limpia y tendrán un mejor control de su cuerpo. Del hombre se nos ha dicho que “cual es su pensamiento en su corazón, tal es el” (Proverbios 23:7). Los pensamientos inmundos engendran actos inmundos.

Recuerdo haber recurrido una vez al presidente McKay para interceder por un misionero que había cometido un grave pecado. Le comente al presidente McKay: “Lo hizo impulsivamente”. A esto el Presidente respondió: “Su pensamiento ya estaba en esas cosas antes de transgredir. La idea engendra la acción. El no habría sentido ese impulso si antes hubiera controlado sus pensamientos”.

El dedo mismo del Señor escribió en planchas de piedra “No cometerás adulterio” (Exodo 20:14). Creo que en ese termino se incluye la fornicación.

Por supuesto, ustedes enfrentan tentaciones. Parece que todo el mundo esta obsesionado con las relaciones sexuales y que estas se presentan constantemente ante la gente de un modo atrayente y engañador. Están siempre expuestos a ese tipo de relación en la televisión, las revistas, los libros, los videos y hasta en la música. Es necesario que den la espalda a esas cosas. Evítenlas. Se que es fácil decirlo y muy difícil lograrlo, pero cuanto mas frecuentemente las eviten, mas fácil les será conseguirlo la próxima vez. ¡Cuan maravilloso sera que algun día comparezcan ante el Señor y puedan decirle: “¡Estoy limpio!”

El Señor nos ha dado en nuestros días un mandamiento que se aplica a cada uno de nosotros. El ha dicho: “… Deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente”, y con ello nos promete: “… entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios” (D. y C. 121:45).

Con eso nos esta diciendo que si somos limpios de cuerpo y pensamientos, llegara el día en que podremos comparecer ante El con la misma confianza que Joseph F. Smith tuvo en su sueno ante el profeta José, al decirle: “¡Estoy limpio!” Entonces tendremos confianza y recibiremos una sonrisa de aprobación.

Por ser poseedores del sacerdocio, ustedes no pueden -no deben- dejarse atrapar en la trampa de una conducta inmoral. Por supuesto, se espera que participen en actividades sociales con las jovencitas, que tengan citas con ellas y se diviertan en un sinfín de maneras saludables; pero hay una línea que no deben traspasar, y esa es la línea que separa el pecado de la pureza personal. No necesitan que yo les explique en detalle lo que esa línea constituye. Ustedes lo saben bien. Ya se les ha explicado muchas veces y tienen una conciencia propia. Manténganse del lado del Señor.

Utilicen un lenguaje limpio. Mucha gente se abandona hoy en día a un lenguaje sucio, pobre y des honroso. Lo mismo mencione a las Mujeres Jóvenes y ahora lo hago con ustedes. El lenguaje impuro es evidencia de un conocimiento muy limitado del idioma, y sólo indica que la persona no puede expresarse sin recurrir a las malas palabras. El lenguaje impuro no es propio de los hombres que poseen el sacerdocio, ya sean jóvenes o ancianos.

Tampoco deben, como poseedores del sacerdocio, tomar el nombre del Señor en vano. Jehová dijo a los hijos de Israel: “No tomaras el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Exodo 20:7).

Ese mandamiento, grabado por el dedo del Señor, es tan obligatorio para nosotros como lo fue para quienes lo recibieron originalmente. En una revelación moderna, el Señor ha dicho: “Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu” (D. y C. 63:64.)

La mente sucia se expresa mediante un lenguaje sucio y profano. La mente limpia se expresa con palabras positivas y alentadoras, y por medio de acciones que proporcionan felicidad a nuestro corazón.

Sean limpios en su vestimenta y en sus modales. No espero que se parezcan en todo momento a un misionero, pero quiero que sepan que la ropa y el aspecto limpio y conservador de nuestros misioneros ha llegado a ser un símbolo de honor reconocido por doquiera que vayan. La época en que vivimos se caracteriza por la ropa desaliñada y los modales descuidados de la gente. No me preocupa tanto cómo se vistan ustedes, pero es necesario que sean limpios. Recuerden el sueno de Joseph F. Smith, cuando corría hacia la gran mansión llevando consigo un pequeño bulto envuelto en un pañuelo. Después de bañarse, lo abrió y descubrió que tenía ropa limpia. Cada vez que bendigan o distribuyan la Santa Cena, deben tener una apariencia limpia. Asegúrense de su limpieza personal.

Les exhorto a que sean limpios en sus modales, que sean corteses, respetuosos, honestos, hombres de integridad cabal, sean jóvenes o adultos.

Es increíble lo que puede lograr la cortesía, mientras que es lamentable lo que produce la falta de consideración. Lo vemos todos los días en el tránsito automotor de nuestras ciudades. Un simple momento para permitir el paso de alguien beneficia tanto al que recibe la ayuda como al que la da. Un cambio ocurre dentro de nosotros mismos cuando somos corteses y considerados hacia los demas. Todo es parte de un proceso de refinamiento que, si perseveramos en ello, transformara nuestra propia naturaleza.

Por el contrario, el enojo a causa de un problema de tránsito, con sus insultos y ademanes impúdicos, rebaja a quienes lo demuestran y ofende a aquellos a quienes se dirige. La practica del tipo de autodisciplina que puede controlar nuestro temperamento en los pequeños incidentes que suceden a diario es una expresión de limpieza emocional.

La honestidad es una joya valiosa. También esta es una manifestación de pureza de pensamientos y de acción. Los agentes de seguros pueden testificar acerca de las falsas reclamaciones de tantas personas que tratan de obtener una compensación monetaria que no les corresponde. También las trampas en los estudios son muy comunes. “No hurtaras … No codiciarás (véase Exodo 20:15, 17). También estos son mandamientos que el Señor escribió sobre tablas de piedra. Me causa mucha pena leer a veces en los periódicos que un miembro de la Iglesia ha sido participe de una confabulación deshonesta para conseguir de otros algo que codicia para si mismo.

El Señor ha dicho: “… Háganse todas las cosas con pureza ante mi” (D. y C. 42:41). Yo creo que esto incluye la prohibición de cualquier cosa deshonesta.

Hermanos, quizás haya recalcado en demasía mi mensaje, pero espero que no sea así. Si lo he hecho ha sido sólo porque me siento tan responsable de las obligaciones que el Señor nos ha impuesto. El espera que Su pueblo se mantenga limpio de los pecados del mundo.

Si alguno de ustedes ha cometido alguno de estos pecados, debe arrepentirse sin demora. Confiésenlo al Señor y si el pecado es grave, hablen con el obispo, que habrá de ayudarles. El arrepentimiento es posible y también el perdón. El Señor ha declarado: “He aquí, vuestros pecados os son perdonados; os halláis limpios delante de mi; por tanto, alzad la cabeza y regocijaos” (D. y C. 110:5).

En una revelación conocida como la “hoja de olivo,” el Señor declaró:

“Y os doy a vosotros, que sois los primeros obreros en este ultimo reino, el mandamiento de que os reunáis, y de que os organicéis, os preparéis y santifiquéis; si, purificad vuestro corazón y limpiad vuestras manos y vuestros pies ante mi, para que yo os haga limpios;

“a fin de que yo testifique a vuestro Padre, y vuestro Dios y mi Dios, que sois limpios de la sangre de esta perversa generación; para que yo cumpla esta promesa, esta grande y ultima promesa que os he hecho …” (D. y C. 88:7475).

Para terminar, quiero regresar al punto en que comencé: el sueno de un pobre muchacho que se hallaba durmiendo solo en una montaña y percibió una mansión hacia la cual se dirigió aprisa. Antes de entrar en ella, se detuvo para limpiarse y vestirse con ropa limpia; luego se le reprendió por llegar tarde, pero el respondió: “¡Sí, pero estoy limpio!” El Profeta le sonrió y Joseph F. Smith, aquel joven misionero, con el tiempo llegó el mismo a ser Profeta y Presidente. ¡Cuan magnifico testimonio! Que Dios nos bendiga para que vivamos con las manos limpias y el corazón puro, a fin de que seamos dignos de Su sonrisa de aprobación. Lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.