1990–1999
Deleitémonos Sentados A La Mesa Del Señor
Abril 1996


Deleitémonos Sentados A La Mesa Del Señor

“Dios ha prometido substituir el hombre espiritual que plaga a la humanidad con una abundancia indescriptible de Su propia mesa.”

Hermanos, esta ha sido otra gloriosa conferencia. Ruego que el Espíritu del Señor este conmigo ahora que tengo el privilegio de hablarles.

En febrero mi esposa y yo asistimos a una conferencia de varias estacas en Johannesburgo, Sudáfrica, y quedamos impresionados con la fe y el espíritu especial que irradian los miembros.

La visita al continente africano me trajo recuerdos de otras asignaciones que tuve en el Este y el Oeste de Africa; pensé en el ayuno especial que hicieron los miembros de la Iglesia de todo el mundo en 1985, gracias al cual se juntaron unos seis millones de dólares para aliviar el hambre y el sufrimiento principalmente de Etiopía, afectada por una terrible sequía. El hermano Glenn L. Pace y yo observamos de cerca los frutos de las contribuciones generosas de los miembros cuando la Primera Presidencia nos asignó ir a Africa para evaluar las necesidades de la gente y hacer recomendaciones en cuanto a la mejor forma de emplear esos fondos.

Visitamos entonces campamentos de refugiados en aquel árido país. Jamas había visto una tierra tan reseca; fuimos a los centros de la Cruz Roja y a los hospitales locales donde estaban los enfermos mas graves. El ver ese terrible sufrimiento nos partió el corazón. Vimos madres enfermas acostadas en catres tratando de alimentar y consolar a sus hijos, muchos de los cuales tenían los ojos hundidos y los miembros escuálidos propios de los que se están muriendo de inanición. Aquella fue una de las experiencias mas desconsoladoras de mi vida; nunca había visto nada que me conmoviera tan profundamente como el desesperado anhelo de alimentos que vi allí.

Mis hermanos, igual que la gente de Etiopía que sentía hambre física por la falta de alimentos, hay infinidad de personas en el mundo que sienten hambre espiritual; lamentablemente, la mayoría no saben dónde hallar el verdadero alimento espiritual y vagan de acá para allá como patéticos refugiados. Los que tienen anhelo de la luz y el conocimiento espirituales sólo pueden encontrarlos por medio del poder del Espíritu Santo. El Espíritu ilumina y hace comprender el propósito eterno de la vida; por el Espíritu, los miembros de la Iglesia saben que el Evangelio restaurado de Jesucristo es verdadero. En consecuencia, debemos sentirnos obligados a compartir el conocimiento espiritual que tenemos con todos los hijos de nuestro Padre invitándolos a sentarse a la mesa del Señor y deleitarse en las palabras de Cristo.

“… venid al Santo de Israel”, dijo el gran Profeta Jacob, del Libro de Mormón, “y saciaos de lo que no perece ni se puede corromper, y deleitese vuestra alma en la plenitud” (1). Mas tarde, Nefi exhortó a sus seguidores, diciendo: “… Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2).

El profeta escogido del Señor, el presidente Gordon B. Hinckley, dijo hace poco:

“… Cada miembro de esta Iglesia es un hombre, mujer o niño individual. Nuestra mayor responsabilidad es asegurarnos de que todos sean nutridos por la buena palabra de Dios (Moroni 6:4), que cada uno tenga la oportunidad de progresar, expresarse y capacitarse en la obra y en las vías del Señor …

“Esta obra esta dedicada a la gente, a todos los hijos de Dios. Al describir sus logros, hablamos en términos de cantidades; sin embargo, todos nuestros esfuerzos deben estar dedicados al desarrollo individual de cada persona” (3).

Para que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cumpla su divina misión de ayudar a “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (4), tiene que existir en todos los miembros un apetito por el alimento del evangelio; antes de satisfacernos debemos sentir “hambre y sed de justicia” (5); debemos cultivar la fortaleza espiritual antes de tener siquiera la esperanza de inducirla en los demas. El testimonio individual de la verdad del evangelio, particularmente de la vida y el ministerio divinos del Señor Jesucristo, es esencial para lograr la vida eterna. El Salvador dijo:

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (6).

En otras palabras, la vida eterna se basa en el conocimiento personal que tengamos de nuestro Padre Celestial y de Su Santo Hijo. No es suficiente con que sepamos que existen, sino que debemos tener experiencias espirituales individuales que nos afiancen mas; y estas ocurren cuando los buscamos a Ellos del mismo modo intenso y tenaz con que una persona hambrienta procura hallar alimento. Vuelvo a citar lo que dijo el presidente Hinckley:

“La adquisición de un testimonio fuerte y firme es un privilegio y una oportunidad que goza todo miembro de la Iglesia. El Maestro dijo:

“ El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta (Juan 7:17).

“El servicio en beneficio de los demas, el estudio y la oración llevan a la fe en esta obra y luego al conocimiento de su veracidad. Esto ha sido siempre, y lo seguirá siendo, una búsqueda personal” (7).

Debemos fortalecernos nosotros mismos antes de poder ofrecer alimento espiritual a otras personas; una vez que nos hayamos nutrido con la buena palabra de Cristo y nos hayamos saciado a Su mesa de manera que nuestro testimonio sea fuerte y vibrante, estamos obligados a unir nuestros esfuerzos a los de los misioneros invitando a los demas -empezando por nuestros familiares- al banquete espiritual.

Como le dijo el Señor a Su amado apóstol Pedro: “… y tu, una vez vuelto [convertido], confirma [convierte] a tus hermanos” (8). Después, el Salvador habló con el de esta manera:

“… Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tu lo sabes todo; tu sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (9).

Si somos obedientes al mandato que el Señor dio a Pedro, nos concentraremos en el progreso espiritual de aquellos de quienes somos responsables. Para apacentar las ovejas del Señor, es indispensable que en cada uno de nosotros se despierte un interés por los demas. El invitar a los demas a tomar parte en el banquete del evangelio no es deber sólo de los misioneros, sino que esa responsabilidad tan seria e importante recae sobre todo miembro de la Iglesia, porque “conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo” (10).

Hoy nuestro Profeta nos pide un amor entusiasta y dinámico por los hijos de nuestro Padre Celestial; nos pide que observemos el hambre espiritual que hay a nuestro alrededor y estemos dispuestos a repartir de nuestra abundancia. No hay ningún poder en la tierra que pueda lograr mas que un hombre, una mujer o un niño que viva con rectitud.

El hogar y la familia tienen funciones vitales para cultivar y desarrollar la fe y el testimonio del individuo. La familia es la unidad básica de la sociedad. El mejor lugar para edificar una fe y un testimonio fuertes es un hogar lleno de integridad y de amor. Cuando el evangelio se enseña y se practica en el hogar, el amor por nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo se intensifica; cuando se leen y analizan las Escrituras, cuando se ofrecen juntos oraciones de mañana y de noche y cuando la conducta diaria es un ejemplo de la reverencia y de la obediencia hacia Dios, los principios verdaderos de la vida eterna quedan grabados en el alma y el corazón de jóvenes y viejos por igual. Así como las mejores comidas son las caseras, también la instrucción mas “nutritiva” del evangelio tiene lugar en el hogar. Las familias fuertes y fieles tienen una mayor posibilidad de producir miembros de la Iglesia fuertes y fieles. La reciente proclamación sobre la familia que hicieron la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles al mundo establece muy claramente que la familia es ordenada por Dios; además, advierte que su desintegración acarreará alhombre, a las comunidades y a las naciones las calamidades que los profetas antiguos y modernos han predicho.

Es en el seno familiar donde se crea y se nutre la base del progreso espiritual; luego, la Iglesia sirve de andamio que ayuda a sostener y a fortalecer a la familia. Aunque la Iglesia ocupa el segundo lugar en la enseñanza de los principios del evangelio, de ella proviene gran parte del aprendizaje y el progreso espiritual. Por ejemplo, una reunión sacramental que se haya planeado bien debe ser un banquete espiritual en el cual adoremos a nuestro Padre Celestial y a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y aprendamos sobre Ellos. Obispos, si sus reuniones sacramentales no llegan a ser ese tipo de banquete de alimento espiritual, les exhorto a pedir sugerencias al consejo del barrio, especialmente a las hermanas, para que cada reunión sea una experiencia espiritual mas reverente. Y dejen que el consejo les ayude a enseñar a nuestros miembros que la capilla es un recinto especial de nuestros edificios, adonde vamos con un espíritu de respeto hacia Dios y de veneración hacia Su Santo Hijo. Que las impresiones suaves y apacibles del Santo Espíritu se dejen sentir en nuestros servicios de adoración, haciendo que la luz y el alimento espiritual invadan nuestra vida.

Ya sea que enseñemos en el hogar o en la Iglesia, debemos mantener una visión clara del propósito eterno del evangelio. Hace poco, cuando una hermana de dieciocho años que estaba luchando por su vida en una batalla contra el cáncer me pidió una bendición, observe la clase de fe y de fortaleza espiritual que el evangelio proporciona. La hermana me dijo:

“Elder Ballard, no tengo miedo de morir. Quisiera vivir; hay cosas que todavía me gustaría lograr en esta vida, pero se que Jesús es mi Salvador y Redentor; en estos últimos años, El se ha convertido en mi mejor amigo. Confío en El y confío en usted como Su representante. Y estoy preparada para lo que sea que El quiera de mi”.

Suplicamos un milagro, pero, tal como ella nos lo había pedido, dejamos el asunto en manos del Padre Celestial. Poco después murió, con la paz del Señor acompañándolos a ella y su fiel familia.

Mis hermanos, debemos enseñar los principios revelados y la doctrina inspirada en nuestro hogar y en nuestras reuniones de la Iglesia. Todo padre, todo maestro, debe estar bien preparado para enseñar el evangelio por el poder del Espíritu, a fin de asegurarse de que se renueven los testimonios y se fortifique la comprensión de la vida y de la vida eterna.

La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles piden a los lideres que hagan destacar constantemente en los quórumes del sacerdocio, en las organizaciones auxiliares y en los consejos de estaca y barrio la preeminencia del hogar y la familia. Allí es donde se estudian las Escrituras y se ofrecen regularmente oraciones para que todos sus integrantes se esfuercen por seguir al Salvador en todo.

Los lideres deben poner de relieve también la importancia de que todo miembro adulto de la Iglesia se haga digno de recibir las ordenanzas del templo, quienes deben buscar a sus antepasados y hacer por ellos las ordenanzas sagradas del templo.

Es preciso que los padres y los lideres hagan lo posible por preparar a todo joven para recibir el Sacerdocio de Melquisedec y las ordenanzas del templo, y para cumplir una misión regular; y las jovencitas tienen que prepararse del mismo modo para hacer y observar los convenios sagrados y recibir las ordenanzas del templo. Hacer los convenios sagrados en la Casa del Señor y mantenerlos es el plato mas delicioso de la mesa del Señor; es el festín espiritual mas exclusivo y satisfactorio del Evangelio de Jesucristo en esta tierra, y tiene consecuencias eternas. Nuestro Profeta actual ha manifestado su gran visión de los que son dignos de las ordenanzas del templo, guardan los convenios y prestan servicio regularmente en la Casa del Señor:

“… seríamos una gente mejor”, dijo el presidente Hinckley. “Habría poca o ninguna infidelidad entre nosotros; el divorcio casi desaparecería y se evitaría gran parte del dolor y el sufrimiento. Habría mas paz, amor y felicidad en nuestros hogares; habría menos mujeres y niños llorando. Existirían entre nosotros mayor aprecio y respeto mutuos. Y estoy seguro de que el Señor estaría m as contento con nosotros y nos favorecería mas” (11).

Por medio de Su Profeta, Dios ha prometido substituir el hambre espiritual que plaga a la humanidad con una abundancia indescriptible de Su propia mesa. Todo lo que El pide a cambio es que vengamos a Cristo y que después hagamos todo lo posible, mediante nuestros familiares y con el apoyo de la Iglesia, por ayudar a todos los hijos de nuestro Padre a tener exito espiritualmente en esta critica jornada terrenal.

“He aquí”, dice el Señor, “yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a el, y cenaré con el, y el conmigo” (12).

Les testifico que Jesús es el Cristo. El vive e invita a todos a participar del gozoso festín del evangelio. José Smith es el Profeta de la restauración del Evangelio de Jesucristo en estos últimos días. Mis queridos hermanos y hermanas, que todos podamos tener la bendición de ver aumentar nuestro deseo de buscar las cosas del Espíritu y deleitarnos con ellas, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. 2 Nefi 9:51.

  2. 2 Nefi 32:3.

  3. “Esta obra esta dedicada a la gente”, Liahona, julio de 1995, pág. 59.

  4. Moisés 1:39.

  5. Mateo 5:6.

  6. Juan 17:3.

  7. “Esta obra …”, Liahona, julio de 1995, pág. 59.

  8. Lucas 22:32.

  9. Juan 21:17.

  10. D. y C. 88:81.

  11. “Misiones, templos y responsabilidades”, Liahona, enero de 1996, pág. 64.

  12. Apocalipsis 3:20.