1990–1999
Conservemos El Rumbo Exacto
Abril 1996


Conservemos El Rumbo Exacto

“La avaluación de nuestra posición actual … podemos y debemos realizarla si miramos hacia la luz que proviene de Dios.”

Extendemos una cálida bienvenida a los nueve hombres que ayer llegaron a formar parte, junto con nosotros, de los Setenta. También les extendemos una mano de amistad y la promesa de apoyarlos en los meses y años que están por delante.

En esta hermosa y sagrada mañana de Pascua de Resurrección, los pensamientos se centran en Cristo y nos sentimos inclinados a hablar de Su expiación y de la “esperanza … de un mundo mejor” (Eter 12:4). Sin embargo, “los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” (2 Nefi 2:8) no entran en vigor tan sólo con pensamientos y palabras, pues son el premio de los que son firmes y abundan en buenas obras.

Por tanto, he decidido hablarles con respecto a la imperiosa necesidad de mantenernos en el rumbo exacto que conduce a la vida eterna. Esa estabilidad en el rumbo precisa tres actos continuos: (1) la confirmación de la meta deseada, (2) la evaluación de nuestra posición espiritual actual y (3) la iniciación de la corrección del rumbo que haga falta hacer. Esos actos armonizan con la renovación de vida que se relaciona con la resurrección de Cristo y el nuevo comienzo que se asocia con esta época del año en la que el gélido manto del invierno boreal se derrite ante el tibio sol primaveral.

Esos actos también están en armonía con la admonición del apóstol Pablo: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe …” (2 Corintios 13:5). Muchos nos sometemos a un reconocimiento médico general una vez al año y vamos al dentista dos veces al año. Algunos tratamos de seguir un régimen alimentario y de equilibrar día a día el ejercicio y el descanso.

Hacemos todo eso a fin de alargar nuestra vida en la tierra y disfrutar de una plenitud de vida. Pero me pregunto si estaremos prestando suficiente atención al aspecto espiritual de nuestra vida. ¿Nos hacemos a menudo “un reconocimiento de nuestro estado espiritual” a fin de evaluar nuestra aceptación ante Dios y determinar si nos encontramos en el sendero que conduce a la vida eterna? Alma preguntó: “¿Habéis caminado, conservándoos irreprensibles delante de Dios? Si os tocase morir en este momento, ¿podríais decir, dentro de vosotros, que habéis sido suficientemente humildes?” (Alma 5:27.) Podríamos valernos tanto de esas como de otras preguntas para averiguar nuestra temperatura espiritual y la celeridad de nuestro pulso.

La Conflrmacion De La Meta Deseada

La meta máxima de toda persona que piense con lucidez es buscar la felicidad del evangelio en este mundo y, después de la muerte y de la resurrección, “[morar] con Dios en un estado de interminable felicidad” (Mosiah 2:41). “La felicidad”, dijo el profeta José Smith, “es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312).

Es preciso tener presente que “la maldad nunca fue felicidad” y nunca lo será. Los que buscan la felicidad haciendo iniquidad buscan lo que es “en contra de la naturaleza de Dios” y “contrario a la naturaleza de la felicidad” (Alma 41:10–11).

La necesidad de conservar la mira en las metas eternas esta muy bien ilustrada en el relato bíblico de cuando Jesús anduvo sobre el mar y Pedro deseó hacer lo mismo. Pedro anduvo sobre las aguas mientras miró fijamente hacia Cristo; pero cuando apartó la mirada del Maestro y permitió que le entraran el miedo y la duda, comenzó a hundirse.

Si nosotros, al igual que Pedro, mantenemos la vista fija en Jesús y en nuestro destino eterno, también podremos “caminar triunfalmente sobre las furiosas olas de la incredulidad y no nos aterrarán los fuertes vientos de la duda” (Frederic W. Farrar, The Lije of Christ [1994], pág. 313; véase también Mateo 14:2431) .

No debemos permitir que las cosas del mundo nos enturbien la visión de nuestro destino eterno. Ni tampoco debemos permitir que las voces del mundo nos desvíen del rumbo exacto. Lo que debemos hacer es dejar que “la esperanza de [la] gloria [de Cristo] y de la vida eterna, reposen en [nuestra] mente para siempre” (Moroni 9:25). Tenemos que dedicarnos con renovado vigor a la meta mas importante, o sea, reafirmarla y avanzar hacia ella “mirando hacia adelante con el ojo de la fe” (Alma 32:40).

La Evaluación De Nuestra Posición Espiritual Actual

Una vez que hayamos reafirmado nuestra meta y que hayamos puesto fijamente en ella nuestra vista y nuestro corazón, tenemos que evaluar nuestra posición actual. En unos momentos críticos de la historia de los Estados Unidos, en medio de un debate que hubo en el Congreso, Daniel Webster dijo:

“[Excelentísimo] Señor Presidente, cuando un marino ha sido juguete de las olas durante muchos días debido al mal tiempo o [al hallarse] en un mar desconocido, desde luego se vale de la primera pausa que haya en la tempestad, del primer rayito de sol, para medir la latitud y determinar la distancia a la que los elementos lo han desviado de su rumbo exacto. Imitemos ese prudente proceder y, antes de proseguir flotando sobre las olas de este debate, echemos una mirada a nuestro punto de partida para que al menos podamos tener una idea de dónde nos encontramos ahora” (citado en “Conference Report”, octubre de 1961, pág. 78).

Para orientarse, los marinos usaban el sextante, instrumento que les permitía medir la distancia angular del sol o de las estrellas desde el horizonte a fin de buscar la posición del barco. Los que no miraban hacia arriba ni corregían el rumbo como debían, muchas veces perecían en las profundidades del mar, mientras que el marino juicioso que se servia del sextante para corregir su posición conforme a la luz que recibía de fuentes celestiales, por lo general llegaba a puerto seguro.

Las tempestades de la vida nos azotan constantemente. Por lo tanto, de vez en cuando, nosotros también debemos medir nuestra latitud y determinar la distancia a la que los elementos nos hayan desviado de nuestro rumbo exacto.

En 1916, el presidente Joseph F. Smith dijo: “El mundo va a la deriva … Mucho de lo que se tolera hoy en día no se hubiera tolerado ni por un instante hace veinte años. Han surgido nuevos problemas que debemos afrontar, problemas insospechados aun en la época de mi juventud” (en “Conference Report”, octubre de 1916, pág. 71).

Ochenta años después, el desprendimiento de los valores cristianos tradicionales aun continua. En la actualidad, hablamos de la separación moral de las normas del evangelio. Oímos a algunos que menosprecian el matrimonio, que llaman al divorcio bueno y que promueven las relaciones sin afecto natural. Observamos a algunos que son “llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Efesios 4:14). ¿Nos ha hecho alguno de esos aflojar las cuerdas de las normas o adoptar una actitud intermedia respecto de los mandamientos? De ser así, ¿que efecto nos esta produciendo a nosotros, a nuestros hijos y a la gente que nos rodea?

Un hombre perspicaz dijo: “Si la temperatura del agua de la bañera sube un grado cada quince minutos, ¿cómo sabrá el que se baña cuando empezar a gritar?” (Marshall McLuhan.) Si no conservamos el rumbo fijo y si no adoptamos una posición firme con respecto a reglamentos, convenios y expectativas, nos irémo s flotando gradualmente hacia aguas peligrosas y nos iremos acostumbrando poco a poco a la temperatura cada vez mas alta de la iniquidad que nos rodea, y finalmente todos, sobre todo nuestros hijos, nos quemaremos.

No debemos hundirnos en el mar de las opiniones populares ni irnos a la deriva entre las olas de la inmoralidad. Dios esta entre nosotros y El nos ha proporcionado valiosos sextantes para determinar nuestra latitud espiritual.

Uno de esos sextantes lo describió el presidente Boyd K. Packer con estas palabras: “Cada uno de nosotros tiene en la mente un sextante infinitamente mas refinado y preciso que el de cualquier marino; para funcionar, también se basa en el principio de la luz que procede de fuentes celestiales. Si acomodamos ese sextante en nuestra mente a las palabras ordenanza y convenio, y en seguida miramos hacia arriba, nos llegara la luz. Entonces sabremos determinar nuestra posición y trazar nuestro rumbo” (“Regional Representatives’ Seminar”, 3 de abril de 1987).

Alma mencionó otro sextante; habló de la importancia de centrar nuestra mente y nuestro corazón en las palabras de Cristo y, en seguida, mirar hacia Dios. Si lo hacemos, no sólo hallaremos la latitud correcta sino que también estableceremos nuestro rumbo o curso hacia “una tierra de promisión mucho mejor”, o sea, la vida eterna. (Véase Alma 37:44-47 ).

Un tercer sextante nos lo ha suministrado nuestro amoroso Padre Celestial y lo constituyen los profetas vivientes. Un profeta hace advertencias, proclama la verdad, con valentía llama a la gente al arrepentimiento e invita a todos a vivir de forma mas plena el Evangelio de Cristo.

Hemos recibido la advertencia: “… aquellos que no oyeren la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni prestaren atención a las palabras de los profetas y apóstoles, serán desarraigados de entre el pueblo …” (D. y C. 1:14; cursiva agregada).

La evaluación de nuestra posición actual en relación con la meta máxima de la vida eterna, podemos y debemos realizarla si miramos hacia la luz que proviene de Dios y que recibiremos mediante la revelación personal, las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes.

El salmista dijo: “Consideré mis caminos, y volví mis pies …” (Salmos 119:59). Del hijo pródigo, se ha escrito: “Y volviendo en si …” (Lucas 15:17). Nosotros también debemos considerar nuestros caminos, volver en nosotros [enmendar nuestro rumbo] y volver nuestros pies hacia la vía que lleva a Dios, que es nuestra meta.

La Iniciación De La Corrección Del Rumbo

Si la evaluación de nuestra posición actual nos hace ver que nos hemos desviado, aunque sea ligeramente, del rumbo exacto que conduce a la vida eterna o que nos hemos apartado un poco de la corriente principal de nuestra fe, debemos proceder de inmediato a corregir nuestro rumbo:

Un alma atormentada clamó:

(Ah!, si tan solo el lugar existiera

El del Volver a Empezar, yo quisiera,

Donde todas nuestras faltas y dolores,

Angustias, egoísmo, sinsabores,

Como vieja prenda pudiésemos desechar

Para nunca mas volverlos a tomar.

Si existe la tierra del volver a empezar: es el Evangelio de Jesucristo. El corregir el rumbo, junto con el perdón del pecado, se hace posible para el alma que se arrepiente y que viene a Cristo. Pero para ello hacen falta la fe, la valentía y una firme resolución.

La vida terrenal no es un crucero de placer en un barco de lujo; es un viaje lleno de dificultades y de constantes azotes de vientos y marejadas. Como lo escribió James A. Michener: “Un barco, del mismo modo que un ser humano, se desplaza mejor cuando se encuentra ligeramente en contra del viento, cuando se ve en la necesidad de mantener las velas atesadas y conservar el rumbo fijo. Los barcos, al igual que los hombres, andan mal cuando el viento esta directamente detrás de ellos y los empuja con descuido, por lo que no exige el prestar atención a la dirección ni el ajustar las velas; el viento parece favorable, puesto que sopla en la dirección que uno lleva, pero en realidad es destructivo debido a que conduce a la pasividad y al descuido. Lo que hace falta es el viento ligeramente en oposición al barco, ya que ello mantiene la tensión, se vigorizan las energías y las ideas germinan, porque los barcos, al igual que los hombres, reaccionan ante el reto que se les imponga” (James A. Michener, Chesapeake, 1978, pág. 445; véase también D. y C. 123:16).

Sea usted quien sea, viva donde viva y pese a lo que haga, le saldrán dificultades al paso, puesto que esta vida es de prueba. No obstante, usted debe mantenerse en el rumbo exacto si desea obtener la felicidad en esta vida y llegar a puerto seguro en la existencia venidera. No hay desviación insignificante del camino recto. Un solo grado fuera de la latitud al principio se convierte en muchos grados fuera del rumbo fijado al final.

Si “un barco muy grande se beneficia … en una tempestad, con un timón pequeño que lo acomoda al vaivén del viento y de las olas” (D. y C. 123:16), del mismo modo, nosotros nos beneficiamos al mantener las manos en el timón, al resistir los fuertes vientos y dirigir nuestro rumbo hacia el anhelado puerto de la vida eterna. Eso lograremos si reafirmamos nuestra meta, evaluamos nuestra posición espiritual actual y hacemos las correcciones que nos haga falta hacer.

Esta es la temporada de renovación y de volver a empezar. Es la época en la que nuestras lágrimas por el Cristo crucificado las enjuga el conocimiento cierto del Salvador resucitado de todo el genero humano. Es la época en la que “hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo” y nos recordamos que “es por la gracia que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23, 26; cursiva agregada).

Por tanto, debemos “ser diligentes” (Alma 60:24) y hacer una sincera evaluación de nosotros mismos como miembros de unidades familiares, miembros de la Iglesia y como los cristianos que afirmamos ser. El Cristo vi viente nos invita a venir a El y a ser mas como El es. ¿No es ese el objeto y la esencia de la santa expiación

Adorémosle en espíritu y en verdad, celebremos Su triunfo sobre el pecado y la muerte, miremos hacia Dios y sigamos el camino estrecho que conduce a la felicidad eterna con mayor resolución y firmeza.

Esto ruego en el nombre de Jesucristo. Amen.