1990–1999
El Matrimonio Por Convenio
Octubre 1996


El Matrimonio Por Convenio

“Cuando se presentan las dificultades, las partes de un matrimonio por contrato buscan la felicidad por medio del divorcio … Pero cuando los dificultades le sobrevienen a un matrimonio por convenio, marido y mujer se esfuerzan juntos por superarlos.”

Hace tres veranos, vi salir de un sagrado templo a una pareja de recién casados, Tracy y Tom. Tomados de la mano, reían dichosos mientras familiares y amigos se reunían para tomar fotografías. Después vi la felicidad y la promesa expresada en sus rostros al saludar a los invitados a la recepción de su boda, quienes celebraban públicamente la creación de una nueva familia. Aquella noche, me pregunte cuanto tiempo pasaría hasta que esos dos hicieran frente a la oposición que pone a prueba a todos los matrimonios, y pensé que sólo entonces descubrirían si su matrimonio era por contrato o por convenio.

Otra novia, suspirando embelesada el día de su boda, le dijo a su progenitora: “¡Mama, ya se han acabado todos mis problemas! La madre le contesto “¿de veras lo crees así?” Cuando se presentan las dificultades, las partes de un matrimonio por contrato buscan la felicidad por medio del divorcio; se casan para obtener beneficios y permanecen casados solo mientras reciban aquello por lo cual hicieron el trato. Pero cuando las dificultades le sobrevienen a un matrimonio por convenio, marido y mujer se esfuerzan juntos por superarlas; se casan para dar de si y progresar, unidos por los convenios que se han hecho el uno al otro, a la colectividad y a Dios. Los cónyuges por contrato dan el cincuenta por ciento cada uno; los cónyuges por convenio dan el cien por ciento cada uno.

El matrimonio es por naturaleza un convenio y no tan solo un contrato particular que se pueda cancelar a voluntad. Jesús enseñó acerca de las actitudes contractuales al describir al “asalariado”, que cumple con su parte del contrato solo cuando recibe algo en cambio. Cuando el asalariado “ve venir al lobo … deja las ovejas y huye … porque … no le importan las ovejas”. En cambio, el Salvador dijo: “Yo soy el buen pastor … y pongo mi vida por las ovejas”1. Muchas personas hoy en día se casan como “asalariadas”. Y cuando viene el lobo, huyen. Ese concepto esta equivocado; maldice la tierra, aleja el corazón de los padres del de sus hijos, y los aleja al uno del otro2.

Antes de casarse, Tom y Tracy recibieron una perspectiva eterna sobre convenios y lobos. Aprendieron, mediante el relato de Adán y Eva, acerca del propósito de la vida y de como volver a la presencia de Dios por medio de la obediencia y de la Expiación. La vida de Cristo es el relato de dar la Expiación. La vida de Adán y Eva es el relato de recibir la Expiación, la cual les posibilitó salvar el obstáculo que representaba su separación de Dios, así como toda oposición hasta que llegaron a ser eternamente uno con el Señor y el uno con el otro.

Lehi enseñó que sin la Caída, Adán y Eva nunca habrían conocido la oposición, y “no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo, porque no conocían la miseria”3. Habrá padres sagaces que verán aquí una asociación: no hay hijos, no hay miseria! Pero en el Jardín de Edén nunca hubieran conocido el gozo. Por eso el Señor les enseñó que vivirían y tendrían los hijos con dolor, con sudor y que habría espinos.

No obstante, la tierra fue maldita “por causa de ellos”4: su sendero de aflicción también conducía al regocijo tanto de la redención como de la comprensión5. Esa es la razón por la que marido y mujer en el matrimonio por convenio se sostienen y se alientan el uno al otro cuando viene el lobo. Si Tom y Tracy hubieran comprendido todo eso, quizá habrían disminuido el paso al salir del “Jardín de Edén” de los terrenos del templo, como Adán y Eva, tomados del brazo hacia un mundo cruel y solitario.

Y sin embargo, el haberse casado y el criar hijos les brindara las experiencias religiosas mas valiosas de su vida. El matrimonio por convenio requiere una gran fe, puesto que los contrayentes deben guardar sus convenios sin saber lo que ello les exija. Deben entregarse incondicionalmente al obedecer a Dios y sacrificarse el uno por el otro. Entonces descubrirán lo que Alma llamó “incomprensible gozo 6.

Desde luego, hay quienes no tienen la oportunidad de casarse. Y algunos divorcios son inevitables. Pero el Señor al final compensara a todos los fieles que no hayan tenido todas las bendiciones en la vida mortal.

Todo matrimonio es puesto a prueba reiteradamente por tres tipos de lobos. El primero es la adversidad natural. Tras haberle pedido a Dios desde hacia años que les mandara el primer hijo, David y Fran tuvieron un niño con un grave defecto cardíaco. Después de tres semanas de luchar por su vida, el niño murió. Al igual que Adán y Eva en su tiempo, lloraron juntos, traspasados de dolor, con fe ante el Señor 7.

Segundo, el lobo de sus propias imperfecciones los pondrá a prueba. Una mujer me contó, llorando, la forma en que las criticas constantes de su marido terminaron por destruir no sólo su matrimonio sino todos sus sentimientos de su valía como persona. El comenzó a quejarse del modo en que ella cocinaba y limpiaba la casa y después, de cómo empleaba el tiempo, de cómo hablaba, del aspecto que tenía y de cómo razonaba. Al final, ella llegó a sentirse totalmente inepta y le resultó imposible funcionar en forma normal. Sentí mucha lastima por ella y por el.

A diferencia de ese caso, vemos el de una joven que tenía muy poca confianza en si misma cuando se casó. Su marido hallaba en ella tantas cualidades por las cuales elogiarla que, poco a poco, la joven comenzó a creer que era una buena persona y que sus opiniones eran importantes. Lo que el creía de ella despertó su innata valía personal.

El tercer lobo es el individualismo excesivo que ha producido las actitudes contractuales de la actualidad. Una pequeña de siete años llegó de la escuela a su casa llorando y le dijo a su mama: “Mama, ¿es cierto que yo no te pertenezco? La maestra nos ha dicho hoy que nadie pertenece a nadie: que los hijos no pertenecen a los padres, que los maridos no pertenecen a sus esposas. Yo soy tuya, ¿no es así, mama?” La madre la abrazó y le susurró al oído “por supuesto que eres mía; y yo también soy tuya”. Naturalmente, los cónyuges deben respetar la identidad del uno y del otro, y los miembros de la familia no son ni esclavos ni objetos inanimados. Pero el temor de aquella maestra, el cual muchas personas comparten, es que los lazos de parentesco y el matrimonio no son ataduras valiosas que unen, sino una esclavitud absoluta. Vivimos en una época en la que va disminuyendo la unión entre las personas.

El adversario ha cultivado desde hace mucho tiempo esta importancia excesiva en la autonomía personal, y en la actualidad la explota febrilmente. El instinto profundo que nos ha dado Dios es el de correr en busca de cariño a los brazos de los que nos necesitan y nos apoyan. Pero el adversario nos aleja a unos de otros, valiéndose de la desconfianza y del recelo; exagera la necesidad de tener independencia y de determinar si uno desea o no estar con los demás. Hay personas que le creen, sólo para preguntarse mas tarde por que se sentirán tan solas. Y pese a admirables excepciones, en los Estados Unidos, los niños de familias que tienen a uno solo de los padres, un caso cada vez mas numeroso, son mas vulnerables a todos los peligros de la sociedad que los niños que tienen una familia con ambos padres 8. La causa principal de la declinación general del bienestar de los niños se debe a una extraordinaria “ruptura del matrimonio”9.

Muchas personas incluso se preguntan hoy en día que es el matrimonio. ¿Se debe prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo? ¿Debe hacerse el divorcio mas difícil de conseguir? Hay quienes opinan que esas preguntas no incumben a la sociedad, puesto que el matrimonio es un contrato privado10. Pero, como los profetas actuales lo han proclamado hace poco, “el matrimonio es ordenado por Dios”11. Aun el matrimonio secular ha sido históricamente un convenio tripartito entre un hombre, una mujer y el estado. La sociedad tiene un enorme interés en el éxito y en los vástagos de cada matrimonio. Por tanto, la naturaleza general del matrimonio la distingue de todos los demás tipos de relaciones sociales. Los invitados acuden a las bodas, dijo Wendell Berry, porque los novios “expresan sus votos a la colectividad tanto como se los expresan el uno al otro”, y se dan no sólo el uno al otro, sino también al bien común “como ningún otro contrato podría jamas obligarlos”12.

Si observamos los convenios que hacemos ante el altar del sacrificio, descubriremos fuentes escondidas de fortaleza. Una vez le dije, irritado, a Marie, mi esposa: “El Señor puso a Adán y a Eva en la tierra como personas adultas. ¿Por que no habrá hecho lo mismo con este hijo nuestro, el de las pecas y del cabello rebelde?” Y ella me dijo: “El Señor nos ha dado ese niño para hacernos cristianos” .

Una noche, Marie pasó largas horas ayudando al niño en su tarea escolar de construir el modelo de un poblado de indígenas de Norteamérica en una pequeña plancha de hojalata. Fue una prueba que ningún asalariado hubiera resistido. Aunque al principio el no quería que ella le ayudara, a la hora de irse a la cama, lo vi colocar “su” trabajo con orgullo sobre el mostrador. Cuando se iba a la cama, de pronto se volvió corriendo a través de la habitación y fue a abrazar a su madre, sonriendo y mostrando sus desordenados dientes de niño de cuarto año de escuela. Después, le pregunte a Marie totalmente maravillado: “~+cómo lo lograste?” Y ella me dijo: “Tome la resolución de no dejarlo solo contra viento y marea”. Y añadió: “Ni siquiera sabía que tenía la fortaleza para lograrlo”. Ella descubrió profundos manantiales internos de compasión, sólo porque los lazos de sus convenios le infundieron fuerzas para poner su vida por su oveja aunque hubiese sido una hora a la vez.

Ahora vuelvo a Tom y a Tracy, que este año descubrieron sus propios manantiales. Su segunda hija amenazaba nacer de manera tan pretamura que su vida corría peligro. Ellos pudieron haber tomado una conveniente decisión de asalariado y haber seguido adelante con su vida si hubiesen permitido que ocurriese el aborto espontaneo. Sin embargo, porque procuraron observar sus convenios por medio del sacrificio13, la activa y llena de energías Tracy se quedó en casa casi sin moverse durante cinco semanas y, después, en una cama de hospital otras cinco. Tom la acompañaba prácticamente a toda hora cuando no estaba trabajando o durmiendo. Gracias a sus oraciones, su hijita vino a la tierra. La criatura hubo de permanecer once semanas mas en el hospital, pero esta aquí y es de ellos.

Una noche en el hospital, al meditar Tracy pacientemente en el Señor, pensó que quizá su deseo de sacrificarse por su hijita era, de un modo muy pequeño, como un reflejo del sacrificio que el Buen Pastor hizo por ella. Ella dijo: “Pensé que tratar de dar tanto iba a ser muy difícil, pero ahora lo considero mas bien como un privilegio”. Como muchos otros padres en Sión lo han hecho, ella y Tom le dieron a Dios sus corazones al dárselos a su hija, y, al hacerlo, aprendieron que el de ellos es un matrimonio por convenio, que los une el uno al otro y al Señor.

Ruego que restituyamos el concepto del matrimonio como un convenio, si, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio14. Y que, cuando venga el lobo, seamos como el pastor y no como el asalariado, estando dispuestos a dar nuestra vida, un día a la vez, por la oveja de nuestro convenio. Entonces, al igual que Adán y Eva, tendremos gozo15. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Juan 10: 12-15.

  2. Véase D.y C. 2.

  3. 2 Nefi 2:23.

  4. Véase Moisés 4:23.

  5. Véase Moisés 5:11.

  6. Alma 28:8.

  7. Véase Moisés 5:27.

  8. Véase Barbara Dafoe Whitehead, “Dan Quayle Was Right,” Atlantic Monthly, abril 1993, pág. 47.

  9. Maggie Gallagher, The Abolition of Marriage (1996), pág.4.

  10. Véase Bruce Dunford, “Governor: Take State Our of Marriage Role”, The Honolulu Star-Bulletin, 9 de enero, 1996, A-5; Editorial, “Family Cannot Be Forced”, Salt Lake Tribune, 17 enero, 1996, A-8.

  11. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles, “La familia: Una proclamación para el mundo”, 23 de septiembre de 1995.

  12. Wendell Berry, Sex, Economy, Freedom and Community (1993), págs. 125, 137-139.

  13. Véase D.y C.97:8.

  14. Véase D. y C. 131:2.

  15. Véase 2 Nefi 2:25.