1990–1999
¡Obispo, ayúdeme!
Abril 1997


¡Obispo, ayúdeme!

“Es una carga pesado [la del obispo] y no se puede soportar sin el apoyo de los oficiales y de los miembros del barrio.”

Deseo empezar contándoles algo que sucedió en un barrio grande de Provo hace unos 20 años. Durante una reunión sacramental, un niñito empezó a causar mucho desorden. Después de tratar de calmar a su hijo de tres años, la desesperada madre se lo paso al padre, que estaba sentado al lado del pasillo, al frente de la capilla. A esas alturas el ruido distraía al discursante y la congregación era muy consciente de la desesperación de los padres. El padre tuvo menos paciencia que la madre; luego de poco tomó al niño en brazos, se levanto y se dirigió hacia la puerta trasera. Al mirar por sobre el hombro del padre y al darse cuenta de su determinación, el niño guardo silencio y se puso nervioso. En el momento en que el padre llegaba a la puerta, el muchachito extendió sus brazos hacia el estrado y grito: “¡Obispo, ayúdeme!”

Hay oportunidades en la vida de todos nosotros cuando debemos buscar la ayuda del obispo o de sus consejeros. Quizás necesitemos un consejo inspirado y dirección que nos ayude en nuestra familia o trabajo; quizás necesitemos entender el Evangelio o los deberes de nuestro llamamiento. En épocas de dificultad podemos tener necesidades temporales. Quizás hasta busquemos disciplina que nos ayude a regresar al camino del progreso. Siempre nos beneficiamos con sus ejemplos incondicionales. ¡Gracias al cielo por los fieles e inspirados obispos y presidentes de rama, y sus consejeros!

El obispo (o el presidente de la rama) tiene muchos deberes. Como presidente del Sacerdocio Aarónico, supervisa personalmente los programas y las actividades de los hombres y de las mujeres jóvenes del barrio. El y sus consejeros entrevistan a cada joven todos los años. Dan una atención especial al hecho de que se enseñen principios correctos; siempre alientan a la juventud para que se prepare para enfrentar los convenios que harán en el templo.

Como sumo sacerdote presidente, el obispo da dirección a todos los quórumes, a las organizaciones auxiliares, a las actividades y a los programas del barrio. Los llamamientos del barrio están bajo su dirección; también la orientación familiar y el programa de las maestras visitantes, y las ordenanzas, como el bautismo. Siempre asistido por sus consejeros, es responsable de la reunión sacramental y de la enseñanza del Evangelio en todas las clases del barrio. El obispado también dirige todas las otras reuniones del barrio, incluso la reunión del comité ejecutivo del sacerdocio y el consejo de barrio.

También el obispado es responsable de supervisar el tiempo de servicio de todos los miembros del barrio que sirven bajo su dirección. Dado que conocen las circunstancias del barrio, determinan el equilibro necesario entre las reuniones y actividades, y el tiempo para las familias. Son conscientes también del programa de consolidación de reuniones dominicales, cuyo propósito no es tener mas tiempo el domingo para mas reuniones, sino aumentar el tiempo disponible para estar con la familia, para estudiar el Evangelio en forma individual y para prestar servicio.

El obispado (o la presidencia de la rama) también esta a cargo de las finanzas de la unidad. Recibe los diezmos y las ofrendas, supervisa el presupuesto y los gastos de la unidad, envía los fondos a la Iglesia y verifica que los registros se lleven como corresponde. El obispo es el juez que determina la forma de utilizar las mercaderías y los fondos para ayudar temporalmente a los miembros necesitados. Es responsable también de buscar a los pobres y a los necesitados.

El obispo es el juez y el pastor con el poder de discernimiento y el derecho a revelacion e inspiración para guiar a su rebaño. Es responsable de hacer las entrevistas de dignidad para autorizar la asistencia al templo, extender llamamientos en el barrio, llevar a cabo ordenaciones a oficios en el sacerdocio y llamar misioneros. Administra la disciplina normal e informal por violaciones a as leyes de la Iglesia y aconseja y ayuda a los miembros para que eviten la necesidad de dicha disciplina.

Aun cuando hay algunas tareas que no puede delegar, en muchas de éstas, el obispo y sus consejeros necesitan la ayuda de muchos miembros que trabajan bajo su dirección: el secretario ejecutivo, el secretario de barrio, las presidencias de quórumes y los líderes de grupo, las presidencias de las organizaciones auxiliares, los oficiales y los maestros. El obispo debe ser una persona que delega con habilidad o sucumbirá bajo el peso de sus responsabilidades o se frustrara al ver muchas de ellas sin cumplir.

Me maravillo ante el trabajo de nuestros obispos y presidentes de rama. Durante mi vida, mi familia ha tenido muchos obispos. Hemos amado a cada uno de ellos y a sus consejeros y hemos sentido su amor y su ayuda en nuestras vidas. Cada uno de ellos era de personalidad diferente, pero todos devotos siervos del Señor. He visto cómo el manto de responsabilidad aumentaba su crecimiento personal y he disfrutado con el maravilloso servicio que prestan a la gente. ¡Que Dios bendiga a los obispos y a los obispados de esta Iglesia!

Hay algo mas que debemos mencionar sobre los obispos no son especialistas. No tenemos obispos cuya atención esta solamente dirigida a los jóvenes, a los ancianos, a los casados, a los que hayan sido victimas del abuso o a un grupo ocupacional o étnico en particular. Bajo la revelación del Señor y la dirección de Sus profetas, el obispo ha sido ordenado y apartado para presidir un barrio cuyos limites son geográficos y cuyos miembros incluyen toda la población que vive dentro de ellos. Por esta razón, el obispo se preocupa del anciano y del joven, del casado y del soltero, del rico y del pobre, del activo y del menos activo. Con esto cl busca la forma de unificar a su rebaño para que se les enseñe y se les sirva como un grupo de santos que rebasa cualquier consideración de edad, de estado civil, de antepasados o de situación económica. Nuestros obispos nos guían en nuestros esfuerzos por seguir los mandamientos del Señor de “… sed uno; y si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27).

El Señor les dijo a los primeros miembros de Su Iglesia que la voz de Sus siervos es la voz del Señor y que la mano de Sus siervos es la mano del Señor (véase D. y C. 1:38; 36:2).

Testifico sobre la veracidad de este principio, el cual impone un deber solemne sobre los miembros de esta Iglesia de ser leales a sus lideres y fieles en seguir su dirección. Les aseguro que el Señor les bendecirá por hacerlo. Este principio también impone una gran responsabilidad sobre los que tienen cargos en la Iglesia. Los lideres se deben asegurar de que ejerciten su sagrada autoridad “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero” (D. y C. 121:41).

Actualmente tenemos mas de 15.000 obispos y mas de 8.000 presidentes de rama en la Iglesia. Si contamos a sus consejeros, el total de miembros que sirve en obispados y presidencias de rama asciende a mas de 6,5.000. Alabamos y honramos a estos dignos pastores del rebaño, jueces de Israel, lideres y maestros de la gente, hombres que aman y son amados por aquellos a quienes sirven como pastores del Señor Jesucristo. ¡Que Dios bendiga a estos buenos hombres! Y que Dios bendiga a sus fieles esposas, cuya lealtad y apoyo hace posible el servicio de ellos.

Al empezar este discurso cite las palabras de un niño de tres años que llamaba a su obispo: “¡Obispo, ayúdeme!” Ahora deseo invertir el orden de esas palabras y convertirlas en un desafío para todos nosotros: “¡Ayudemos al obispo!”

Nuestras circunstancias actuales son diferentes de las que experimentaban los obispos, los consejeros y los miembros en el pasado. Hoy día tenemos lideres locales en la mayor parte del mundo. Los limites geográficos de muchos barrios y de muchas ramas incluyen grandes áreas en ciudades grandes con cientos de miles, o aun millones, de personas. Algunos obispos viajan durante la semana o recorren grandes distancias y pasan largas horas trasladándose a su trabajo, lo que los aísla de sus familias y de los miembros durante gran parte de la semana. Sin embargo, también tenemos formas de comunicación y de transporte que los primeros miembros no podían ni sonar. Cualquiera que sea el cambio físico a través del tiempo, la naturaleza de los llamamientos de nuestros lideres locales no cambia, ni tampoco cambia su compensación. No se les paga con dinero de este mundo; como recompensa por su obra, todos dependen del futuro plan de compensación del Señor.

Tampoco cambia el hecho de que además de las dificultades de las pesadas tareas de su llamamiento, los obispos y sus consejeros deben también ganarse la vida y cumplir con otras responsabilidades familiares. No lo hacen solo por el amor que sienten por su esposa o sus hijos, sino también por la responsabilidad que tienen de ser un modelo a seguir por los miembros de su rebaño.

Es una carga pesada y no se puede soportar sin el apoyo de los oficiales y de los miembros del barrio.

¿Cómo ayudamos? Para alivianar la carga del obispado, las presidencias de las organizaciones auxiliares y las presidencias y los líderes de quórumes y grupos del Sacerdocio de Melquisedec deben ejercer su iniciativa y funcionar plenamente en las grandes responsabilidades de sus llamamientos. Los obispos son responsables de llamar; no deberían verse obligados a rogar o a presionar. Todos debemos aceptar los llamamientos que se nos den y servir con diligencia. El llamamiento mas común de los hombres es el de ser maestros orientadores y el de las mujeres de la Sociedad de Socorro, el de ser maestras visitantes.

Cuando se efectúan como se debe, estos llamamientos vitales pueden alivianar en gran parte el peso del obispado. Los maestros orientadores y las maestras visitantes son los ojos, los oídos y las manos del obispo. Hermanos y hermanas, ayuden al obispo y a sus consejeros al hacer sus visitas de orientación familiar y de maestras visitantes de forma confiable, fiel y con responsabilidad y amor.

Cada uno de nosotros debe hacer todo lo posible por proveer para nosotros mismos y para nuestras familias, con espíritu de autosuficiencia de acuerdo con el Evangelio, en forma temporal y espiritual. Luego, si es necesaria la ayuda del obispo, sabemos que hemos hecho todo lo que pudimos. Esto incluye ayudar en la mayor forma posible a los miembros de nuestra familia inmediata y a nuestros demás familiares, de manera que el obispo no tenga que enfrentar cargas que deberían tratarse en primera instancia por las personas o por sus familiares.

Otra forma de ayudar a nuestros ocupados obispos y a sus consejeros es ser cuidadosos de no ocupar su tiempo con asuntos que pueden solucionar otras personas. Si necesitamos una dirección, o un numero telefónico, o ayuda en otro asunto rutinario, no deberíamos llamar a un miembro del obispado. Permitámosles reservar su tiempo para las responsabilidades pesadas que son únicamente suyas. Llamemos a otras personas por asuntos que puedan solucionar otros.

En el caso de ser necesario que nos pongamos en contacto con nuestros líderes locales, debemos recordar que ellos también tienen responsabilidades en su trabajo; no los llamen a su lugar de trabajo a menos que exista una verdadera emergencia. Tengamos cuidado de no poner en peligro el empleo de nuestros lideres. Los miembros también deben cuidarse de no esperar que los lideres les den productos de su trabajo; ellos son llamados a proporcionar servicio a la Iglesia y no servicio profesional o mercaderías de su trabajo.

Debemos recordar también que los líderes son esposos y padres; son obispos o consejeros durante una temporada, pero nunca se les releva de sus responsabilidades familiares, las cuales son eternas. Nuestros lideres también necesitan tiempo para llevar a cabo sus responsabilidades familiares y les ayudaremos si pensamos en eso.

Se me oprime el corazón ante una joven madre que se preguntaba que necesidad tuvo su esposo como obispo de pasar seis horas aconsejando a un miembro necesitado un domingo después de la reunión sacramental. Llegó a su casa a las 6:00 de la tarde, lo que ya es malo, pero ese domingo en especial era Navidad. Estoy seguro de que el obispo consideraba que esa ayuda era necesaria, pero también me pregunto si el miembro con el problema no pudo esperar un poco para permitir que un obispo disfrutara esa tarde de Navidad con su familia. Este es seguramente un ejemplo extremo, pero no es un problema excepcional como lo pueden atestiguar muchos obispos y sus respectivas esposas.

Se mencionó un ejemplo mas familiar en un barrio al que asistí recientemente en Salt Lake City. La esposa de un miembro del obispado estaba hablando en la reunión sacramental; agradeció a los miembros por no llamar por teléfono a su hogar los lunes por la noche. Dijo que esa era la única hora en la semana que ella y sus hijos tenían a su esposo y padre para ellos solos. Todos los barrios y ramas deberían aplicarse la misma moderación.

Hermanos y hermanas, los oficios de obispo y de presidente de rama son sagrados en la Iglesia. Los hombres que poseen estos oficios tienen el respeto del Señor, la inspiración del Espíritu Santo y se les da el poder del discernimiento que necesitan en su oficio. Les amamos y respetamos, y se lo demostramos siendo considerados con ellos.

Testifico del Señor Jesucristo, cuya Iglesia esta es y cuyos siervos ellos son. Pido las bendiciones del Señor para los miembros y para los líderes de esta Iglesia, generales y locales. En el nombre de Jesucristo. Amén.