1990–1999
“Ve y haz tu lo mismo”
Abril 1997


“Ve y haz tu lo mismo”

“¿Podemos dejar a un lado nuestro amor por los bienes y escuchar el llanto del hambriento, del necesitado, del desnudo, del enfermo y del afligido?”

La vida de todos nosotros ha sido bendecida gracias al excelente servicio que han prestado la hermana Jack y sus consejeras. Estoy seguro de que al expresarles a estas hermanas nuestro agradecimiento hago eco al sentir de todos y de cada uno de ustedes.

Los fieles discípulos que seguían al Salvador oían los principios del Evangelio que El les enseñaba por medio de los gráficos relatos que se conocen como las parábolas. Tras haber oído muchas parábolas, “… acercándose los discípulos, le dijeron: )Por que les hablas por parábolas?” (Mateo 13:10). El Salvador respondió: “Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13:1-3).

Un interprete de la ley resolvió desafiar al Salvador en un punto de doctrina. Con la intención de tenderle una trampa a Jesús, le preguntó: “Maestro, )haciendo que cosa heredaré la vida eterna?” (Lucas 10:25). Jesús le respondió con otra pregunta. “¿Que esta escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (Lucas 10:26). La respuesta del abogado, la cual recitó de la ley, fue perfecta: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27). Reconociendo Jesús la respuesta, le dijo: “… haz esto, y vivirás” (Lucas 10:28).

Al no haber conseguido confundir al Maestro, el abogado se desconcertó, y, queriendo justificarse, hizo aun otra pregunta: “(Y quien es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Debemos estar muy agradecidos por la segunda pregunta del abogado, puesto que dio origen a una de las parábolas mas significativas del Salvador. Recordaran ustedes el escenario: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto” (Lucas 10:30). Desde que íbamos a la Primaria hemos escuchado sobre este hombre. Reflexionamos sobre el sacerdote y el levita y su falta de disposición para prestar ayuda y nos decimos: “Sin duda, yo le hubiera atendido. Sin duda, yo me hubiera detenido. Sin duda, yo no hubiera mirado hacia el otro lado”.

La parábola continua: “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de el, y viéndole, fue movido a misericordia” (Lucas 10:33). Al profeta Moroni se le concedió una visión de nuestra época. El registro del Libro de Mormón dice: “Porque he aquí, amáis el dinero, y vuestros bienes, y vuestros costosos vestidos … mas de lo que amáis a los pobres y los necesitados, los enfermos y los afligidos …

“¿Por que os adornáis con lo que no tiene vida, y sin embargo, permitís que el hambriento, y el necesitado, y el desnudo, y el enfermo, y el afligido pasen a vuestro lado, sin hacerles caso?” (Mormón 8:37,39).

Moroni se sintió angustiado por lo que vio. ¿Nos angustiamos nosotros lo suficiente para dejar a un lado nuestro amor por los bienes y escuchar el llanto del hambriento, del necesitado, del desnudo y del enfermo? )Podemos decir: “Yo habría actuado tal como lo hizo el samaritano si hubiera visto a alguien que necesitaba ayuda”?

La parábola continua: “Y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de el” (Lucas 10:34). Al concluir la parábola, el Salvador le preguntó al abogado: “¿Quien, pues, de estos tres … fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” (Lucas 10:36).

El indicó de inmediato al que había demostrado misericordia: el bondadoso y solicito viajero de Samaria. Entonces Jesús amonestó al abogado: “Ve, y haz tu lo mismo” (Lucas 10:37; cursiva agregada). Me permiten hablarles de algunos de los muchos samaritanos que están “echando aceite y vino” para aliviar la difícil situación de necesitados de todo el mundo?

En marzo de 1996, un grupo de voluntarios integrado por un radiólogo, dos técnicos y un ingeniero biomédico, instalaron una maquina para hacer mamografías y una para revelar películas en un hospital de Polonia; el equipo lo compró la Iglesia con fondos donados géneros a me n te para la asistencia humanitaria. Médicos y técnicos de hospitales del área fueron a recibir capacitación para utilizar las maquinas. Al percatarse de los beneficios de estas maquinas, el gobierno de Polonia ya ha comprado 45 mas. Al detectar anormalidades con tiempo, se salvaran muchas vidas y se evitara mucho sufrimiento.

Camboya ha sufrido por la guerra desde hace casi 30 años; miles de personas han perecido y los sobrevivientes han experimentado sufrimiento y privaciones. En 1994, después de una donación de comida de emergencia por parte de la Iglesia, se hizo una oferta de asistencia a los camboyanos para ayudarles a ser mas autosuficientes en la producción y en el procesamiento básicos de comida. Varios matrimonios de expertos voluntarios han establecido una pequeña planta de envasados y una fabrica de alimento avícola. Se han elaborado cursos técnicos que se han impartido a muchas personas. Una nueva era de la agricultura esta surgiendo por medio del esfuerzo desinteresado de muchos samaritanos de la actualidad.

Muchos de nosotros “vamos, y hacemos lo mismo” con regularidad cuando enviamos nuestro excedente de ropa a Industrias Deseret. En 1996, se clasificaron y distribuyeron casi 4.000 toneladas de ropa entre los mas necesitados. Gran parte de la ropa se ha enviado a las poblaciones pobres de Rusia: abrigos y guantes para proporcionar protección de las heladas temperaturas del lugar, vestidos, camisas y suéteres. Un oficial ruso escribió: “Le damos gracias a Dios y a cada uno de ustedes por la gran ayuda que le han brindado a nuestra gente”.

El profeta Alma, al describir su época, dijo: “Y de conformidad con lo que tenía, todo hombre repartía de sus bienes a los pobres, y a los necesitados, y a los enfermos y afligidos” (-Alma 1:27-). Aun cuando prosperaron, “no desatendían a ninguno que estuviese desnudo, o que estuviese hambriento, o sediento … eran generosos con todos … pertenecieran o no a la iglesia, sin hacer distinción de personas, si estaban necesitadas” (Alma 1:30).

El ser buen samaritano es contagioso. El proveer a la manera del Señor hace humilde al rico, exalta al pobre y santifica a unos y a otros (véase D. y C. 104:15-18). El donante ayuda al necesitado al compartir con el lo que ha recibido. El receptor acepta la ofrenda con gratitud. Al elevarse el que recibe para alcanzar todo su potencial, esta entonces en condiciones de tender una mano para ayudar a los otros.

El ser buen samaritano comienza en el hogar cuando los padres enseñan a sus hijos por medio del ejemplo y del precepto. Los actos de ayuda; de bondad y de atención entre los miembros de la familia fortalecen el deseo de “ir, y hacer lo mismo”. Al este de Utah, en la cuenca de Uintah hay varias comunidades pequeñas. Jedadiah vive en una de esas agradables localidades; es buen mozo, de cabello rubio y tiene 11 años de edad. A Jedadiah le encantan los estudios y también tiene un gran interés en los deportes. Esta feliz porque pronto será candidato para recibir el Sacerdocio Aarónico. El cuerpo de Jedadiah no le permite hacer las muchas cosas que a el le gustaría hacer; la fibrosis cística que tiene en los pulmones hace que le resulte bastante difícil respirar.

Amanda, la hermana mayor de Jedadiah, es una encantadora joven de 16 años que manifiesta, de muy variadas formas, el cariño que le tiene. Ella es la conexión del joven con la escuela: verifica que se lleve las tareas a casa todos los días. Una vecina dijo: “Amanda es una verdadera heroína en su familia”. La joven entiende la importancia del “Ve, y haz tu lo mismo”. Jedadiah va a Salt Lake City só1o para ir al hospital y, por una razón muy especial, espera ilusionado la conferencia general de octubre: es tradición familiar que el abuelo lleve a sus nietos a Salt Lake City a su primera conferencia general después de que hayan cumplido los 12 años. Jedadiah no ve la hora de que llegue la fecha, al igual que el abuelo.

Hace poco, una dulce hermana de 93 años se unió a su compañero eterno al otro lado del velo; fueron bendecidos con cuatro leales hijos. Ese matrimonio compartió su talento musical en miles de ocasiones. Muchas personas entristecidas cobraron animo en tiempos de aflicción al escuchar a esos “buenos samaritanos” unir sus voces en cantos de esperanza y aliento. Innumerables niños sentirán el amor del Salvador al cantar las canciones de la Primaria que compuso esa encantadora hermana. A medida que su salud mermaba, sus amorosos hijos invirtieron mucho tiempo, energías y cariño para satisfacer las necesidades de ella. Una fiel hija se dedicó al cuidado de su madre. Ellos continuaran “yendo, y haciendo lo mismo”. En un valle enclavado en las montañas, en una pequeña comunidad, se encuentra un monasterio con un número decreciente de monjes que están envejeciendo. Una presidenta de la Sociedad de Socorro de estaca, que tiene muchas otras responsabilidades de servicio caritativo, verifica con regularidad el bienestar de los monjes. Ella es la primera en llevarles golosinas en los días en los que eso les esta permitido; se preocupa por el bienestar de ellos tal como lo hace con los miembros de su estaca.

Los obispos regularmente piden trabajo voluntario para cultivar y procesar mercancías a fin de abastecer los almacenes del obispo. El año pasado, se donaron casi 270.000 días de trabajo destinado a preparar las mercancías para que las utilicen los obispos. Muchos guardamos con cariño los recuerdos de nuestros días de servicio voluntario en las obras de producción de bienestar. Todavía me parece oír el llanto angustiado del gerente de una granja al observar el daño causado en varias hectáreas de remolacha azucarera por motivo de que confundimos las plantitas recién brotadas con malas hierbas. El beneficio que recibimos por cl servicio prestado resultó ser una severa reprimenda.

El presidente Monson dijo: “Tenemos la responsabilidad de dar ayuda como también esperanza a los hambrientos, destituidos y oprimidos de es te país y del extranjero “ (“ La época de la conferencia”, Liahona, julio de 1990, pág. 6). Imaginen un apartamento pequeño, de una sola habitación, que es el hogar de una familia de seis. El cuarto esta sucio y desordenado. La familia no ha asistido a la Iglesia desde hace años.

Al analizar el comité de bienestar del barrio las necesidades de la familia, reinó un sentimiento de desanimo, puesto que los obispos, a través de los años, habían ayudado a la familia a menudo. Durante la conversación, surgió una nueva idea, tal vez, si el comité utilizaba los recursos del almacén del Señor los talentos y los conocimientos prácticos de los miembros del barrio aun esa difícil situación podría resolverse.

El comité se concentró en primer lugar en las posibilidades futuras, así como también en las necesidades inmediatas. A medida que las posibilidades se iban convirtiendo en realidad, la esperanza y el optimismo reemplazaron al pesimismo y a la depresión. Llena de esperanza, la familia se comprometió a mejorar su propia situación. El comité también puso manos a la obra: un peluquero les corto el cabello a todos, un dentista ofreció sus servicios gratuitos, y, por primera vez en años, la madre no tuvo vergüenza de sonreír. Un nuevo par de anteojos hizo que esa madre pudiera leerles otra vez a sus hijos; un especialista en finanzas ayudó a la familia a hacer un presupuesto de sus fondos. El niño de tres años recibió la terapia física que tanto necesitaba.

Lentamente, la familia comenzó a creer que su vida podía ser diferente. El apartamento que una vez estuvo sucio y desorganizado comenzó a mostrar señales de orden y limpieza. Se pusieron cortinas en las ventanas. Tan só1o un año mas tarde, esa familia envío invitaciones para una recepción en su casa de tres dormitorios.

Una familia herida fue encontrada al costado del camino, una familia que sufría tanto como el viajero de Jerusalén en los días de Jesús. El ruego de la familia fue escuchado y sus heridas fueron vendadas. Los Abuenos samaritanos” actuales siguieron la admonición divina: “Ve, y haz tu lo mismo”. La vida espiritual de los miembros de esa familia fue igualmente rescatada En la actualidad, esa familia es activa en la Iglesia y se esta preparando para recibir las bendiciones del templo.

Los obispos utilizan las ofrendas de ayuno para cubrir las necesidades que no se satisfacen con lo que proporciona el almacén. El presidente Hinckley sugirió que pensáramos en “lo que sucedería si se observara el principio del ayuno y las ofrendas en todo el mundo. El hambriento tendría comida, el desnudo ropas, los vagabundos un hogar … El dador no sufriría, sino que sería bendecido por esa ínfima abstinencia. Un nuevo nivel de preocupación y de generosidad nacería en el corazón de todos” (“La situación de la Iglesia”, Liahona, julio de 1991, pág. 61).

El contribuir a aliviar el sufrimiento es cultivar un carácter similar al de Cristo. Se nos ha exhortado, tal como a quienes escuchaban a los pies del Salvador hace 2.000 años, a “ir, y hacer lo mismo”. El profeta José Smith enseñó que es nuestra la responsabilidad de “alimentar al hambriento, vestir al desnudo, proveer para la viuda, secar las lágrimas del huérfano y consolar al afligido, sean estos miembros de esta Iglesia, de otra cualquiera o de ninguna, y dondequiera que se encuentren” (Times and Seasons, 15 de marzo de 1842, pág. 732).

Que seamos generosos con nuestro tiempo y dadivosos al dar nuestros donativos para el cuidado de los que sufren. Que nos comprometamos a ser buenos samaritanos y a tener siempre presente la necesidad de “ir, y hacer lo mismo”, ruego en el santo nombre de Jesucristo. Amén.