1990–1999
Nuetro testimonio al mundo
Abril 1997


Nuetro testimonio al mundo

“Dios está al timón; procuraremos Su dirección; prestaremos oído a la voz suave y apacible de la revelación; y seguiremos avanzando según El nos guíe.”

Esta ha sido una conferencia maravillosa. El Espíritu del Señor ha estado con nosotros. La música ha sido inspiradora y los discursos y las oraciones nos han conmovido, infundiendo en nosotros el deseo de ser mejores. Agradecemos a todos los que nos han dirigido la palabra y habríamos deseado que todas las Autoridades Generales y de Área de la Iglesia hubieran podido hablar, pero eso requeriría casi una semana.

Se nos ha recordado que el nuestro es un gran patrimonio, el pasado ha quedado atrás, y es del futuro que debemos ocuparnos. Se nos presentan grandes oportunidades y grandes dificultades. Nuestros críticos, acá y en el extranjero, nos observan y, empeñados en hallar defectos, escuchan atentamente cada palabra que decimos con la esperanza de sorprendemos en un error. Quizás nos tambalearemos de vez en cuando, pero la obra no se retrasara. Nos pondremos de pie donde hayamos tropezado y seguiremos adelante.

No tenemos nada que temer y tenemos mucho que ganar. Dios esta al timón; procuraremos Su dirección; prestaremos oído a la voz suave y apacible de la revelación; y seguiremos avanzando según El nos guíe.

Su Iglesia no será desviada; nunca teman eso. Si hubiera cualquier disposición de parte de los líderes en hacerlo, El los quitaría de su cargo. Todos estamos en deuda con El por la vida y la voz y la fortaleza que nos da.

Seamos buenos ciudadanos de las naciones en las que vivamos; seamos buenos vecinos en nuestras comunidades. Reconozcamos la diversidad que existe en nuestra sociedad, buscando lo bueno en todas las personas. No tenemos porque transigir en nada respecto a nuestra teología; pero podemos dejar a un lado todo elemento de recelo y de intolerancia provinciana y parroquial.

“Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo, Jesucristo, y en el Espíritu Santo” (Artículos de Fe, N°1). Esa es nuestra principal declaración de fe. Hablamos abiertamente de la viviente realidad del Señor Jesucristo. Declaramos sin lugar a dudas el hecho de Su grandiosa Expiación por toda la humanidad; ese acto trajo la seguridad de una resurrección universal y nos abrió la puerta para la exaltación en el reino de nuestro Padre.

Este es el punto de énfasis de nuestra declaración al mundo; es la substancia misma de nuestra teología; es la fuente de donde emana nuestra fe. Que nadie diga jamas que no somos cristianos.

A quienes han sido relevados durante esta conferencia, les expresamos nuestro profundo agradecimiento por su desempeño. Han hecho un muy buen trabajo. Gracias por todas sus contribuciones. A los que han sido sostenidos en esta conferencia, les deseamos que hallen satisfacción y felicidad en la obra que llevaran a cabo. Todos seremos relevados, tarde o temprano, de una manera u otra. En esta gran causa no importa donde servimos sino como servimos.

Por medio de nuestra historia pionera, recordamos a Brigham Young y unas cuantas personas mas; pero, )que hay de todos aquellos que a lo largo del tiempo han vivido el Evangelio, han amado al Señor y han hecho su parte sin honra ni gloria? )Recibirán una recompensa eterna menor? No lo creo.

Lo mismo sucede con nosotros. Todos hacemos nuestra parte y esa parte contribuye a la edificación de la causa. Las contribuciones de ustedes son tan aceptables como las nuestras. El Señor dijo: “… Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Marcos 9:35).

Hermanos y hermanas, todos somos miembros de una gran familia. Todos tenemos un deber y una misión con la cual cumplir. Y cuando pasemos de esta vida, será suficiente recompensa si podemos decirle a nuestro amado Maestro: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).

Que cada uno de ustedes regrese sano y salvo a su hogar. Que vivan juntos con amor y aprecio y respeto los unos por los otros; que el cielo sonría sobre todos ustedes.

Les extendemos a todos nuestro amor; los amamos mucho y dejamos sobre ustedes nuestra bendición, y lo hacemos como siervos del Dios viviente y en el nombre de nuestro divino Redentor Jesucristo. A la conclusión de esta maravillosa conferencia, que Dios les acompañe hasta que nos encontremos nuevamente, es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.