1990–1999
El poder del sacerdocio
Abril 1997


El poder del sacerdocio

“El velar por los demás es la esencia misma de lea responsabilidad del sacerdocio; es el poder para bendecir, sanar y administrar las ordenanzas salvadoras del Evangelio.”

Mis queridos hermanos, les ruego su fe al asumir la tremenda responsabilidad de dirigirme a esta gran congregación de poseedores del sacerdocio. Quisiera expresar mi profundo agradecimiento por su lealtad, fidelidad y devoción. Debido a su dedicación y devoción a la sagrada obra de Dios, nuestro Padre, esta avanza como nunca lo ha hecho.

Hermanos, nunca debemos permitir que los poderes del Santo Sacerdocio queden latentes en nosotros. Estamos unidos en la causa mas grande y la obra mas sagrada del mundo, y para ejercer esos grandes poderes, debemos ser limpios de pensamiento y de hecho; no debemos hacer nada que impida cl pleno ejercicio de este poder trascendental.

El sacerdocio es el poder mas grande que hay en la tierra; con el y por medio de el se crearon los mundos. Con el fin de salvaguardar este poder sagrado, todo poseedor del sacerdocio actúa bajo la dirección de los que poseen las llaves del sacerdocio, las cuales proporcionan orden a nuestra vida y a la organización de la Iglesia. Para nosotros, el poder del sacerdocio es el poder y autoridad delegado por Dios para actuar en Su nombre para la salvación de Sus hijos. El velar por los demás es la esencia misma de la responsabilidad del sacerdocio; es el poder para bendecir, sanar y administrar las ordenanzas salvadoras del Evangelio. Donde mas se necesita la recta autoridad del sacerdocio es entre los muros de nuestro propio hogar, y debe ejercerse con gran amor. Esto se aplica a todos los poseedores del sacerdocio: diáconos, maestros, presbíteros, elderes, sumos sacerdotes, patriarcas, setentas y Apóstoles.

Aprendí el principio de velar por los demás mediante el sacerdocio primeramente de mi padre y de mi abuelo, pero también lo he visto manifestarse en miles de varones dignos. Aprendí grandes lecciones al respecto siendo maestro en el Sacerdocio Aarónico; en la orientación familiar, se me asignó servir de compañero menor del hermano Algot Johnson, un inmigrante escandinavo de Malmo, Suecia; llegue a admirarle en todo, incluso su encantador acento sueco. El me enseñó el verdadero significado de la instrucción del Señor a los maestros: “El deber del maestro es velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos; “y cuidar de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias; “y ver que los miembros de la iglesia se reúnan con frecuencia, y también ver que todos cumplan con sus deberes”(1).

El hermano Johnson había pagado un elevado precio al dejar su amada Suecia y venir a los Estados Unidos. Era una persona muy dedicada. A pesar de nuestra diferencia de edad, llegamos a ser amigos de por vida. Cuando el fue llamado a ser el Superintendente de la Escuela Dominical de nuestro barrio, pidió que yo fuera su consejero. Yo tenía tan solo diecisiete años. El había tenido éxito en su profesión de constructor, y cuando yo regrese a casa después de la Segunda Guerra Mundial construyo mi primera casa. Cuando me gradué en la Facultad de Derecho, le hice trabajos legales, y cuando le envié la cuenta, me pago mas de lo que le cobre. Eso no me sucedió muy a menudo. Relato esta experiencia para recalcar la importancia de dar a todo poseedor del Sacerdocio Aarónico la oportunidad de ser compañero menor de los fieles poseedores del Sacerdocio de Melquisedec.

No siempre es posible cumplir con el deber del maestro orientador con una sola visita al mes. Es necesario sentir interés y estar dispuesto a servir cuando surja la necesidad. Se de algunos miembros de un grupo de sumos sacerdotes que llevan las herramientas cuando hacen sus visitas. No esperamos que los maestros orientadores sepan arreglarlo todo como computadoras y otro equipo técnico, pero si pueden ofrecer su sabiduría y experiencia para ayudar a las familias que les hayan asignado a buscar la ayuda que necesiten. Los maestros orientadores que realmente sientan interés por sus familias harán una cita previa, si es posible. Los compañeros del Sacerdocio Aarónico pueden aprender lecciones útiles para toda la vida y ser grandemente bendecidos al servir con compañeros mayores que sean fieles poseedores del Sacerdocio de Melquisedec. El hermano Robert F. Jex relata la experiencia que tuvo hace muchos años como compañero menor, la cual fortaleció su fe:

“Al acercarnos a la puerta me temblaban las piernas y sentía un vacío en el estómago. Cuando mi compañero me dijo que esa era ‘mi puerta’, pensé que me iba a desmayar … Allí estaba yo, un maestro orientador de quince años, subiendo las escaleras que conducían al apartamento de la hermana Rice, una viuda de nuestro barrio. Esa noche, mi compañero, el hermano Don Gabbott, un sumo sacerdote, iba a enseñarme una gran lección acerca del cuidado de los que no pueden participar en las actividades en la Iglesia, ya sea por enfermedad o porque están ya muy ancianos.

“El hermano Gabbott me había dado un tema que debía presentar a las cinco familias que teníamos asignadas. Yo … había preparado … algunas notas en una hoja de papel, pero estaba muy nervioso y atemorizados no estaba seguro de la manera en que un joven poseedor del sacerdocio debía actuar en la presencia de un sumo sacerdote.

‘’Llamamos a la puerta y esperamos Cuando estaba a punto de decir que parecía que no había nadie en la casa, la puerta se abrió lentamente. Detrás de ella vimos la figura frágil de una ancianita, seguramente un tanto insegura por no saber quien era. Al reconocer al hermano Gabbott sonrió y nos pidió que pasáramos y tomáramos asiento.

“Después de un breve saludo, el hermano Gabbott me echo una mirada como diciendo: ‘Vamos Robert, ya puedes dar el mensaje’. El vacío de mi estómago se hizo mas profundo cuando comencé a hablar. No recuerdo lo que dije y no tiene importancia, yo era el alumno en aquella clase acerca de la responsabilidad y el deber del sacerdocio. Cuando ter. mine, levante la vista de mis apuntes y esta dulce y sensible hermana, con lágrimas en los ojos, expresó su gratitud por tener la presencia de dos poseedores del sacerdocio en su hogar.

“Me quede sin habla … ¿Que había dicho que hubiese sido tan conmovedor? ¿Que podía hacer?

Afortunadamente el hermano Gabbott me salvo al compartir su testimonio. Luego le pregunto si necesitaba algo.

“Ella dijo que no había estado sintiéndose muy bien y suplico que pidiéramos por ella en nuestra oración, antes de irnos. Después se volvió hacia mi y me pidió que yo la ofreciera. A esa altura de los acontecimientos yo estaba muy conmovido por el espíritu de la ocasión … [y] me sorprendió que pidiera que yo ofreciera la oración estando allí el hermano Cabbott, que tenía mas edad y mas experiencia que yo, y con el que tenía confianza. Accedí y pedí una bendición de protección para el hogar y una bendición especial de salud y fortaleza para aquella hermana dulce y fiel, a quien apenas conocía, pero a la que rápidamente había aprendido a querer y a respetar.

“ Han pasado veinticinco años desde que tuve mi primera experiencia con la orientación familiar en casa de la hermana Rice. Hace mucho que ella ha fallecido, pero no puedo pasar frente a ese apartamento de ladrillo anaranjado en la calle Central de Bountiful sin pensar en lo que aprendí gracias al hermano Gabbott y a ella, una hermana fiel que sabia la conveniencia de invocar los poderes celestiales representados por un sumo sacerdote obediente y un maestro del Sacerdocio Aarónico atemorizado e inseguro”(2).

Me gustaría decirles algo a nuestros fieles y devotos obispos. Hace poco volví a leer las responsabilidades del obispo en el Manual para líderes del Sacerdocio de Melquisedec, las cuales son pesadas y a menudo muy exigentes. Algunas de ellas no se pueden delegar, pero otras si, y deben encargarse de ellas sus consejeros, los padres, los maestros orientadores y los líderes de quórum. Hace muchos años, el presidente Harold B. Lee nos enseñó el sentido mas pleno de esta directiva del Señor: “… ocupe cada hombre su propio oficio, y trabaje en su propio llamamiento”(3), cuando dijo: “… los que dirigimos tenemos la responsabilidad de permitir que todo varón aprenda su deber … La ayuda no es ayuda cuando asumimos las responsabilidades que corresponden a esa persona …”(4). Esta comprensión mas amplia también significa que los oficiales que presiden en la Iglesia deben tener cuidado de no usurpar las responsabilidades y los deberes de aquellos a quienes presiden.

Obispos, al servir en este gran llamamiento podrán influir para bien en mas personas que en cualquier otra etapa de su vida. Mientras lleven el manto de obispo y sumo sacerdote presidente, tendrán investiduras espirituales de sabiduría, percepción e inspiración para atender al bienestar de sus miembros. Como presidentes del Sacerdocio Aarónico y del quórum de presbíteros, tienen un interés especial en los jóvenes, tanto varones como mujeres.

He hablado del deber de los lideres y miembros del sacerdocio de velar por sus familias, quórumes, barrios y estacas, y ahora quisiera analizar otro aspecto de la responsabilidad del sacerdocio, me refiero al privilegio de sostener a los que tienen autoridad sobre nosotros. Wilford Woodruff menciono un relato extraordinario que destaca la importancia de esa responsabilidad.

En los comienzos de la Iglesia, el presidente Brigham Young le pidió a Wilford Woodruff que se fuera con su familia a Boston, Massachusetts, y que allí congregara a los santos de Nueva Inglaterra y Canadá para enviarlos a Sión; formaron una compañía de cien personas, y al anochecer llegaron a Pittsburg, Pensilvania. El hermano Woodruff escribió lo siguiente: “No queríamos quedarnos allí, así que me dirigí al primer barco que estaba por zarpar. Fui a ver al capitán e hice los arreglos de los pasajes para todos. Apenas había terminado de hacerlo cuando el Espíritu me dijo … ‘No viajes a bordo de ese barco, ni tu ni tu compañía’. Por supuesto volví a hablar con el capitán y le dije que habla cambiado de idea y que esperaríamos.

“El barco partió, y cuando había avanzado solo unas cinco millas por el río, se produjo un incendio y unas trescientas personas murieron quemadas o se ahogaron”(5). ¿Que hubiera sucedido si los santos no hubieran seguido el consejo de Wilford Woodruff? Todos optaron sabiamente por ser obedientes; si no lo hubieran hecho, habrían perecido.

Durante el transcurso de mi vida, ha habido muy pocas ocasiones en que he dudado de la sabiduría y de la inspiración de los principales líderes del sacerdocio. Siempre he tratado de seguir su consejo, este o no de acuerdo con el, y he llegado a saber que la mayoría de las veces eran ellos los que estaban en armonía con el Espíritu y no yo. El curso mas seguro es sostener a nuestros líderes del sacerdocio, y dejar que Dios juzgue sus hechos.

En los inicios de la Iglesia, muchos se apartaron de ella porque no podían sostener a José Smith como el Ungido del Señor; de hecho, hablando de algunos de los lideres de Kirtland, el mismo dijo: “… solo dos no se han rebelado contra mi, a saber, Brigham Young y Heber C. Kimball”(6). Debido a su gran lealtad, el Señor llamó a Brigham Young para dirigir a la Iglesia hacia el Oeste, y cuando se reorganizo la Primera Presidencia, se llamo a Heber C. Kimball para ser su primer consejero.

No me refiero a la obediencia a ciegas, sino a la obediencia de la fe, que apoya y sostiene las decisiones con la plena confianza de que son inspiradas. Aconsejo que estemos en mas armonía con el Espíritu, para poder sentir el testimonio que confirma la veracidad de la dirección que nos dan nuestros lideres del sacerdocio. El apoyar sus decisiones nos brinda gran seguridad y paz.

El sacerdocio de esta Iglesia tiene la responsabilidad de contribuir al progreso de la obra de rectitud en todo el mundo. Prestar servicio en el sacerdocio nos requiere poner a un lado nuestros deseos e intereses egoístas. Hermanos, debemos prepararnos para estar en condiciones de aceptar los llamamientos del sacerdocio cuando los recibamos. Es necesario que tratemos de vivir con prudencia, debemos gastar menos de lo que ganamos y ahorrar para futuras necesidades y acontecimientos. Evitemos quedar esclavizados por las aplastantes deudas innecesarias y tratemos de tener algunos ahorros para sostenernos cuando haya problemas. En suma, administremos nuestros asuntos de manera tal que podamos aceptar los llamamientos que recibamos ahora o en el futuro.

Ustedes, jóvenes, deben comprender que el acceso al poder del sacerdocio, el mas grande de todos, no se obtiene de la misma manera que a otros poderes del mundo; no se puede comprar ni vender. En el libro de Hechos, aprendemos que un hombre llamado Simón deseaba comprar el poder del sacerdocio que tenían los Apóstoles de imponer las manos y conferir el Espíritu Santo. “Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero”(7). Muchos de ustedes observan y admiran a diversos deportistas sobresalientes, y también a los que tienen y utilizan riquezas, fama y poder político y militar. El poder del mundo a menudo se emplea en forma despiadada; no obstante, el poder del sacerdocio se invoca solamente mediante los principios de rectitud que gobiernan al sacerdocio. El Señor ha dicho “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero; “por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia …

“Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilara sobre tu alma como rocío del cielo”(8).

Se nos ha dicho que “muchos son los llamados, y pocos los escogidos”(9). El escogido es el que disfruta del favor divino. Hermanos, )cómo podemos llegar a ser escogidos ? Podemos serlo solo cuando Dios mismo nos escoge. “No me elegisteis vosotros a mi, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, el os lo de”(10). Esto solamente ocurre cuando se transforman el corazón y el alma, cuando nos hemos esforzado con todo el corazón, fuerza, mente y alma por guardar todos los mandamientos de Dios; sucede cuando hemos guardado “el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio”(11) Y así podemos llegar a ser “los hijos de Moisés y de Aarón, y la descendencia de Abraham, y la iglesia y reino, y los elegidos de Dios’’(12).

El presidente Stephen L. Richards, que fue consejero en la Primera Presidencia, dijo: “He llegado a la conclusión de que ningún hombre, por grandes que sean sus logros intelectuales, por vasto y extenso que sea el servicio rendido, alcanza su estatura plena como hijo de Dios ni la hombría que el Señor desea que tenga si no cuenta con la investidura del Santo Sacerdocio. Y debido a que aprecio ese hecho, hermanos míos, toda la vida he dado gracias al Señor por esta bendición tan maravillosa que hemos recibido tanto algunos de mis progenitores como yo, y que deseo que disfruten mis hijos, mis nietos y mis bisnietos mas que cualquier otro legado que pudieran recibir”(13).

Hermanos, ruego que nos esforcemos por guardar el juramento y convenio del sacerdocio, y que seamos merecedores y recibamos todas las supremas bendiciones que Dios tiene para sus hijos fieles, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. D. y C.20:53-55.

  2. Robert F. Jex, “Mi primera puerta”, Liahona, dic. de 1989, pág. 45.

  3. D. y C.84:109.

  4. Harold B. Lee, Seminario para Representantes Regionales, abril 4-5 de 1973,

  5. The Discourses of Wilford Woodruff, págs.294-295, en “Comunión con el Espíritu Santo”, Liahona, julio de 1980, pág. 20.

  6. History of the Church, 5:412.

  7. Hechos 8:20.

  8. D. y C. 121:41, 42, 45.

  9. D. y C. 121:34.

  10. Juan 15:16.

  11. D. y C. 84:39.

  12. D. y C. 84:34.

  13. “Conference Report”, octubre de 1955, pág.88.