1990–1999
Ellos mostraron el camino
Abril 1997


Ellos mostraron el camino

“Jesucristo, el Salvador del mundo … fue y es el Supremo Pionero, porque fue primero, mostrando a todos el camino a seguir.”

En este año, 1997, se conmemora el 150 aniversario desde que los pioneros, bajo la inspirada dirección de Brigham Young, entraron al Valle del Lago Salado y proclamaron: “Este es el lugar. (Adelante!@(1) Es mucho lo que diremos en esta conferencia acerca de tan significativo acontecimiento, y debemos dar gracias a Dios por Su vigilante cuidado y Su guía.

En esta hermosa mañana del domingo quisiera hacer algunos comentarios acerca de “otros pioneros” que precedieron aquel viaje. Al hacerlo, me detengo a pensar en una definición que el diccionario da de la palabra pionero: “Persona que inicia una actividad nueva, preparando el camino a los que vendrán después”(2).

Retrocedamos en las paginas de la historia y viajemos a otros lugares a fin de poder visitar a varias personas que merecen llamarse pioneros.

Una de ellas fue Moisés. Criado en la corte de Faraón y educado conforme a la sabiduría de los egipcios, llego a ser poderoso en palabras y hechos. Uno no podría separar a Moisés, el gran legislador, de las tablas de piedra que Dios le proveyó y sobre las cuales se grabaron los Diez Mandamientos. Estos debían obedecerse entonces y deben obedecerse hoy día.

Moisés soporto continuas frustraciones cuando algunos de sus fieles discípulos se volvieron a sus costumbres anteriores. Aunque lo desilusionaron con sus acciones, el seguía amándolos y rescato a estos, los hijos de Israel, de la esclavitud egipcia. Ciertamente Moisés fue un pionero.

Otra persona que fue pionera es Rut, quien dejo a su pueblo, sus familiares y su país para acompañar a Noemí, su suegra, y adorar a Jehová en Su tierra adoptando las costumbres de Su pueblo. Cuan importante fue la obediencia que Rut le rindió a Noemí y el resultante matrimonio con Booz, por medio de quien Rut, una forastera y una conversa moabita, llego a ser bisabuela de David y, en consecuencia, antepasada de Jesucristo. El libro de la Santa Biblia que lleva su nombre contiene un lenguaje de estilo poético que refleja su espíritu de determinación y valentía. “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tu fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tu murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”(3). Si, Rut, la valiosa Rut, fue pionera.

También otras mujeres fieles fueron pioneras, tal como María, la madre de Jesús, María Magdalena, Ester y Elisabet. No debemos olvidar a Abraham, Isaac y Jacob, ni a Isaías, Jeremías, Ezequiel, ni a otros de épocas posteriores.

Recordemos a Juan cl Bautista. Su vestimenta era sencilla, su vida austera, su mensaje breve: fe, arrepentimiento, bautismo por inmersión y el conferir el Espíritu Santo por medio de una autoridad mayor de la que el mismo poseía. El declaró: “Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de el”(4). “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno mas poderoso que yo … el os bautizara en Espíritu Santo y fuego”(5).

El río Jordán es el histórico lugar adonde Jesús vino de Galilea para que Juan lo bautizara. Al principio, Juan le suplico al Maestro: “Yo necesito ser bautizado por ti, y tu vienes a mi?”(6). Y la respuesta fue: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos con toda justicia … Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venia sobre el. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”(7).

Juan declaró y enseñó abiertamente: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”(8).

En cuanto a Juan, el Señor declaro: “De entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”(9). Tal como muchos otros pioneros en los anales de la historia, Juan llevo la corona de los mártires.

Muchos de los que fueron pioneros en espíritu y en acción fueron llamados por Jesús para que fueran Sus Apóstoles. Mucho podría decirse de cada uno de ellos.

Pedro fue uno de los primeros discípulos de Jesús. Respondiendo al llamado divino, Pedro el pescador dejo a un lado sus redes y obedeció la declaración del Maestro: “Sígueme y te haré pescador de hombres”(10). No puedo pensar en Pedro sin admirar su testimonio del Señor: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”(11).

La historia registra que Juan, el Amado, es el único de los Doce que estuvo presente en la crucifixión de Cristo. Desde la horrible cruz, Jesús dio a Juan un magnifico cometido. Refiriéndose a Su madre, le dijo: “He ahí tu madre,”(12) y a ella dijo: “Mujer, he ahí tu hijo” (13).

Los Apóstoles prosiguieron entonces, mostrando a otros el camino a seguir. Ellos fueron también pioneros.

La historia atestigua, no obstante, que muchos hombres no vinieron a Cristo ni siguieron el camino que El les mostró. El Señor fue crucificado, la mayoría de los Apóstoles fueron muertos y la verdad fue rechazada. La luz brillante del conocimiento se apagó y, prolongándose, las sombras de una noche oscura envolvieron la tierra.

Con anterioridad, Isaías había profetizado: “Tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones”(14). Amos habla predicho el hambre en la tierra: “No hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”(15). Las oscuras edades de la historia parecían nunca acabar. ¿No habrían de aparecer mensajeros celestiales?

Con el tiempo, algunos hombres honestos de corazón anhelante, arriesgando su propia vida, intentaron definir las señales de referencia que les ayudaran a encontrar el verdadero camino. El día de la Reforma amanecía, pero el sendero a seguir era difícil. Las persecuciones habían de ser muy severas, el sacrificio personal abrumador y el precio a pagar incalculable. Los reformadores fueron pioneros, abriendo caminos en el desierto en su desesperada búsqueda de aquellas señales de referencia perdidas que, según pensaban, de ser encontradas, guiarían a la humanidad de regreso a la verdad que enseñó Jesús.

John Wycliffe, Martin Lutero, Jan Huss, Zwingly, Knox, Calvino y Tyndale, todos ellos fueron pioneros en el periodo de la Reforma. La declaración de Tyndale a sus críticos fue muy significativa: “Yo haré que un simple muchacho de granja sepa mas que ustedes acerca de las Escrituras”(16).

Tales fueron las enseñanzas y la vida de los grandes reformadores. Sus hechos fueron heroicos; sus contribuciones, numerosas; sus sacrificios, inmensos, pero ellos no restauraron el Evangelio de Jesucristo.

En cuanto a ellos se podría preguntar: “¿Fue en vano su sacrificio? ¿Fue inútil su lucha?” Yo razonadamente respondo: “¡No!” La Santa Biblia fue puesta al alcance de la gente. Cada persona podía ahora encontrar su propio camino a la verdad. ¡Oh, si solo pudieran todos leer y entender! Pero algunos podían leer, otros podían oír y todos tenían acceso a Dios mediante la oración.

El día tan esperado de la Restauración verdaderamente llego. Pero repasemos aquel acontecimiento significativo en la historia del mundo recordando el testimonio de un muchacho de granja que llego a ser Profeta, el testigo de la Restauración, aun José Smith.

Describiendo su experiencia, José dijo: “Un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capitulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada..(17) Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios … Me retire al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermosos y despejado, a principios de la primavera de 1820 …

“Me arrodille y empece a elevar a Dios el deseo de mi corazón … Vi una columna de luz, mas brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mi … Al reposar sobre mi la luz, vi en el aire arriba de mi a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (18)

El Padre y Su Hijo Jesucristo se aparecieron a José Smith. La mañana de la dispensación del cumplimiento de los tiempos había llegado, disipando así las tinieblas de largos siglos de noche espiritual.

Se han escrito muchos libros acerca de la vida y de las realizaciones de José Smith, pero hoy, para nuestro objetivo, quizás con resaltar un par de puntos sea suficiente: el fue visitado por el Ángel Moroni. De unas planchas preciosas que le fueron dadas tradujo el Libro de Mormón como un nuevo testimonio de Cristo a todo el mundo. Fue un instrumento en las manos del Señor, de quien recibió maravillosas revelaciones relacionadas con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante su ministerio, lo visitaron Juan el Bautista, Moisés, Elías, Pedro, Santiago y Juan a fin de que se llevara a cabo la restauración de todas las cosas. Soportó persecuciones y sufrió cruelmente, como también sus seguidores. El confió en Dios y fue fiel a su llamamiento profético. Dio comienzo a una obra misional maravillosa por todo el mundo, la cual hoy lleva la luz y la verdad a las almas de la humanidad. Al final, José Smith murió mártir, como también su hermano Hyrum.

José Smith fue un verdadero pionero.

Al leer las paginas de la historia bíblica desde el principio hasta el fin, aprendemos acerca del máximo Pionero, aun Jesucristo. Su nacimiento fue predicho por los antiguos Profetas; su llegada a la tierra fue anunciada por un ángel. Su vida y Su ministerio han transformado al mundo.

Con el nacimiento del Niño de Belén, se recibió un don maravilloso, un poder mas fuerte que las armas, un tesoro mas duradero que las monedas del Cesar. Este Niño había de ser Rey de reyes y Señor de Señores, el Mesías Prometido, si, Jesucristo, el Hijo de Dios. Nacido en un establo, mecido en un pesebre, vino del cielo para vivir en la tierra como hombre mortal y establecer el Reino de Dios. Durante Su ministerio terrenal, El enseñó a los hombres una ley mayor. Su glorioso Evangelio reformó las ideas del mundo. Bendijo a los enfermos, hizo que el cojo caminara, que el ciego viera y que el sordo oyera. Aún resucito a los muertos.

Una frase del Libro de Hechos es muy elocuente: Jesús “anduvo haciendo bienes … porque Dios estaba con el”(19).

El nos enseñó a orar: “Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”(20).

En el huerto de Getsemaní, donde Su sufrimiento fue tan grande que sudó sangre por Sus poros, El suplicó al orar: “Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (21).

El nos enseñó cómo servir: “De cierto os digo que cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos mas pequeños, a mi lo hicisteis”(22).

El nos enseñó a perdonar: “Yo, el Señor, perdonare a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”(23).

El nos enseñó a amar: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo@ (24). Como un verdadero pionero que fue, El nos invita: “Ven, sígueme” (25).

Vayamos ahora a Capernaum. Allí, Jairo, uno de los principales de la sinagoga, vino al Maestro diciéndole: “Mi hija esta agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”(26). Entonces llegó la noticia de la casa de Jairo ‘Tu hija ha muerto’ (27). Y Cristo respondió: “No temas, cree solamente” (28). Entró entonces en la casa y pasando junto a los que se lamentaban, les dijo: “¿Por que alborotáis y lloráis? La niña no esta muerta, sino duerme. Y se burlaban de el,”(29) sabiendo que ella estaba muerta. “Echándolos fuera a todos … tomando la mano de la niña, le dijo: … Niña, a ti te digo, levántate … Y se espantaron grandemente”(30).

Me agota emocionalmente el relatar los eventos que precedieron la crucifixión del Maestro. Me estremezco al leer las palabras de Pilato cuando respondió a la multitud que vociferaba: “¡Crucifícale! … ¡Crucifícale!”(31) Pilato “tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”(32). Se burlaron de Jesús, lo escupieron y le pusieron una corona de espinas en la cabeza. Le dieron a beber vinagre. Y lo crucificaron.

Depositaron Su cuerpo en una tumba ajena, pero no había tumba que pudiera retener al cuerpo del Señor. En la mañana del tercer día les llegó el esperado mensaje a María Magdalena, a María, la madre de Santiago, y a las otras mujeres que estaban con ellas cuando llegaron a la tumba. Vieron apartada la piedra de la entrada, y se dieron cuenta de que la tumba estaba vacía. Dos ángeles les dijeron a las sollozantes mujeres: ‘¿Por que buscáis entre los muertos al que vive? No esa aquí, sino que ha resucitado’ (33). Si, verdaderamente, el Señor había resucitado. Se apareció a María; fue visto por Cefas o Pedro y luego por Sus hermanos entre los Doce. Fue visto por José Smith, quien declaró “Este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de el: ¡Que vive! Porque lo vimos, si, a la diestra de Dios”(34).

Nuestro Mediador, nuestro Redentor, nuestro Hermano, nuestro Abogado ante el Padre, murió por nuestros pecados y por los pecados de toda la humanidad. La Expiación de Jesucristo fue al acto preordinado pero voluntario del Hijo Unigénito de Dios. El ofreció Su vida como rescate redentor de todos nosotros.

Su misión, Su ministerio entre los hombres, Sus enseñanzas de la verdad, Sus actos de misericordia, Su invariable amor por nosotros inspira nuestra gratitud y enternece nuestro corazón. Jesucristo, el Salvador del mundo, sí, el Hijo de Dios, fue y es el Supremo Pionero, porque fue primero, mostrando a todos el camino a seguir. Ruego para que siempre le sigamos. En el nombre de Jesucristo. Amén.