1990–1999
“Firmes creces en la fe”
Abril 1997


“Firmes creces en la fe”

“[Su] importantísima mayordomía es la responsabilidad gloriosa que nuestro Padre Celestial ha dado a cada uno de vigilar y cuidar de su propia alma.”

Estamos impresionados con el hermoso discurso del élder Neal A. Maxwell. Lo recordamos sobre todo por su sabiduría, su inspiración y su gran liderazgo en el reino. (Que milagro es tenerlo aquí hoy día! El Señor lo ha bendecido y ha escuchado nuestras oraciones.

La Conferencia General constituye un período de inspiración para todos los miembros de la Iglesia. Nuestro propósito es “[instruirnos] y [edificarnos] unos a otros, para que [sepamos] cómo [conducirnos]… de conformidad con los puntos de [la ley de Dios] y [Sus] mandamientos”(1). Con humildad ruego que podamos continuar teniendo el mismo espíritu del que tanto hemos disfrutado esta mañana.

¡Grandes cosas están sucediendo actualmente en el Reino!

La Iglesia sigue avanzando en todo el mundo como nunca antes. Es un privilegio para nosotros poder presenciar en nuestros días un progreso tan maravilloso hacia el cumplimiento de la gran profecía de que “el reino … llegue a ser una gran montaña y llene toda la tierra”(2).

Están sucediendo grandes cosas gracias a que hay tantos entre ustedes que obran fielmente “de conformidad con [la] ley y [los] mandamientos [de Dios]”. Como lideres de la Iglesia del Señor, nos emociona ver que muchos Santos de los Últimos Días dignos y fieles están haciendo tanto bien. Sepan, por favor, que oramos con frecuencia por ustedes para que nuestro Padre Celestial les ayude a cumplir con los convenios que han hecho con El.

Caminemos por el Sendero de la Fe

En un mensaje reciente, el presidente Gordon B. Hinckley nos extendió una invitación y un cometido: “Deseo extenderles una invitación,” dijo, “a que recorran conmigo el sendero de la fe; los insto a defender todo lo que es a recto, verídico y bueno”(3). Nuestro s Profeta personifica un inalterable cometido y ejemplo de lo que significa andar por el sendero de la fe y la devoción. (Estamos siguiendo su inspirado ejemplo en nuestra vida a diaria? Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, )estamos respondiendo a su cometido de “defender todo lo que es recto, verídico y bueno”? Haciendo eco a un himno favorito, el presidente Hinckley nos ha exhortado: “Firmes creced en la fe que guardamos; por la verdad y justicia luchamos”(4).

Hermanos y hermanas: ¿Andamos “firmes en la fe”?

El Artículo de Fe número 13 declara que “Creemos en ser … verídicos”. La verdad del Evangelio restaurado, como lo señala el himno,

“joya es sin igual …

Es el máximo don

que podría mortal anhelar …

La verdad,

la esencia de todo vivir,

seguiría por siempre jamas”(5).

Si, la plenitud del Evangelio es una perla preciosa, digna de todo esfuerzo.

En tanto que se nos enseña a cultivar nuestros talentos y a sustentar nuestra familia, debemos sin embargo cuidarnos de no dedicarnos a las cosas materiales de un modo que nos aleje del sendero del Evangelio.

Debemos mantenernos “firmes en la fe” y mantenernos en el “estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna”(6). No olvidemos el consejo de Alma a su hijo Coriantón: “No te dejes llevar por ninguna cosa vana ni insensata”(7).

“Siempre obedece los mandamientos; tendrás gran consuelo y sentirás paz”(8). El mundo no puede ofrecernos nada que se compare al gozo de vivir el Evangelio. No existen riquezas o posesiones mundanas, ni grado alguno de fama o reconocimiento, que pueda sustituir la satisfacción de sentir la calidez y la paz del Espíritu del Señor en nuestro corazón y en nuestros hogares. “Dulce es la paz que el evangelio da”(9). Al esforzarnos por tener éxito, no debemos permitir que ninguna cosa vana ni insensata” nos aleje del sendero de la fe y nos impida ser fieles a nuestros convenios.

Firmes En La Fe

Me encanta la palabra fiel porque aclara con fuerza los principios básicos del Evangelio.

Ser fiel significa ser constante, perseverante, probo, honrado(10), virtudes estas que debemos cultivar en nuestra vida.

Sin Hipocresía ni Engaño

Ser fiel indica también responder a lo que es verdadero y no a aquello que aparenta serlo, como en las dimensiones reales de un problema o la naturaleza genuina de una persona

¿Vivimos verdaderamente el Evangelio o simplemente damos una apariencia de rectitud para que los que nos. rodean supongan que somos fieles cuando, en realidad, nuestro corazón y nuestras acciones en privado no armonizan con las enseñanzas del Señor?

¿Adoptamos solo una “apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella”?(11)

¿Somos en realidad justos, o fingimos obediencia solo cuando pensamos que otros nos. están observando?

El Señor ha declarado que las apariencias no lo engañan, advirtiéndonos que no debemos ser. falsos con El ni con los demás. Nos ha amonestado en contra de aquellos que presentan una actitud engañosa o un aspecto refulgente que solo esconde una realidad mas tenebrosa. Nosotros sabemos que el Señor “mira el corazón” y no “la apariencia externa”(12).

El Salvador nos ha enseñado que “no [debemos juzgar] según las apariencias”(13) y nos advirtió en cuanto a los lobos rapaces “que vienen a [nosotros] con vestidos de ovejas” y cuyo engaño solo puede descubrirse si examinamos “sus frutos”(14).

Nefi enseño que debemos seguir el camino de la fe “con integro propósito de corazón, sin acción hipócrita y sin engaño ante Dios”(15).

Sabemos que “el hombre de doble animo es inconstante en todos sus caminos”(16) y que “ninguno puede servir a dos señores”(17). El presidente Marion G. Romney observo sabiamente que hay muchos entre nosotros “que tratan de servir a Dios sin ofender al diablo”(18).

“El Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta”(19). Por lo tanto, el primero de los Diez Mandamientos es: “No tendrás dioses ajenos delante de mi”,(20) y el, a Salvador declaro que el primero y grande mandamiento es: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”(21). Solamente cuando hayamos dado todo lo que poseemos, y venzamos nuestro orgullo y caminemos por el sendero de la fe sin desviarnos, podremos cantar con sinceridad: “Señor, acepta nuestra sincera devoción”(22).

Fe en Cada Paso

Los valientes pioneros de la Iglesia que tanto se sacrificaron para “sacar a luz y establecer la causa de Sión”(23) siguieron el camino de la fe con enormes dificultades físicas que les foguearon y templaron el alma. Con verdadera devoción a la causa de la verdad, asieron la barra de hierro a pesar de la oposición y los desafíos. Ellos “lucharon por la verdad” y dieron todo lo que tenían para fortalecer y vivir el Evangelio restaurado.

Sean Fieles a sus Convenios

Una de las grandes bendiciones del Evangelio restaurado es el privilegio de realizar convenios sagrados con nuestro Padre Celestial, los cuales se sancionan mediante el Santo Sacerdocio. Cuando nos bautizamos y somos confirmados, cuando los hermanos varones son ordenados al sacerdocio, cuando vamos al templo y recibimos nuestra investidura, cuando entramos en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio eterno, en todas estas sagradas ordenanzas nos comprometemos solemnemente a guardar los mandamientos de Dios.

Hacemos el convenio de manifestarle amor a nuestro Padre Celestial mediante el servicio humilde y la obediencia devota, y a demostrarle que somos, cada uno, un “buen siervo y fiel”(24).

Si somos fieles a nuestros convenios, nuestro Padre Celestial nos otorgara la bendición de “la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios”(25). “Todo lo que [el] Padre tiene”(26) le ha sido prometido a todo aquel que siga el camino de la verdad y permanezca fiel a sus convenios. Todo aquel “que hiciere obras justas recibirá su galardón, si, la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”(27).

Una Mayordomía Enterna

Cada uno de ustedes tiene un llamamiento eterno del cual ningún oficial de la Iglesia tiene la autoridad para relevarles. Este es un llamamiento que han recibido de nuestro propio Padre Celestial. En este llamamiento eterno, tal como en todo llamamiento, poseen una mayordomía y “el Señor requiere de … todo mayordomo, que de cuenta de su mayordomía tanto en el tiempo como en la eternidad”(28). Esta importantísima mayordomía es la responsabilidad gloriosa que nuestro Padre Celestial ha dado a cada uno de vigilar y cuidar de su propia alma.

Algún día futuro, ustedes y yo escucharemos la voz del Señor que nos llamara para que demos cuenta ante El de nuestra mayordomía terrenal. Este informe deberá presentarse cuando se nos llame “para que todos [comparezcamos] ante [Dios] en el gran día del juicio”(29).

Cada día en esta tierra es sólo una pequeña parte de la eternidad.

A cada uno de nosotros nos llegara el día de la resurrección y del juicio final.

Entonces, el corazón grandioso y noble de nuestro Padre Celestial se entristecerá a causa de aquellos entre Sus hijos que, por haber escogido el mal, serán rechazados por ser indignos de regresar a Su presencia. Pero El recibirá con brazos amorosos e indescriptible gozo a todos los que hayan escogido “luchar por la verdad”. Una vida de rectitud, combinada con la gracia de la Expiación, nos habilitara para presentarnos ante El con un corazón puro y la conciencia limpia.

Como líderes de la Iglesia, como siervos de un Padre Celestial compasivo, también nosotros deseamos que cada uno de ustedes regrese a Su presencia. Les amamos y deseamos de todo corazón verles regocijarse con nuestro Padre Celestial y con sus propios padres, sus hijos y otros seres amados en aquel gran día del juicio. Así, pues, les preguntamos: “¿Son ustedes fieles?” Y. por lo tanto, tal como lo hizo Jacob, les exhortamos: “Preparad vuestras almas para ese día glorioso en que se administrara justicia al justo; sí, el día del juicio, a fin de que no os encojáis de miedo espantoso; para que no recordéis vuestra horrorosa culpa con claridad”(30).

¿Que podría ayudarnos a fortalecer nuestra decisión de mantenernos en el estrecho camino de la justicia y de la verdad, a fin de que nuestra alma reciba con agrado el día de nuestro juicio como una fecha gloriosa? Permítaseme ofrecer cinco sugerencias.

Primero: La razón fundamental por la que el Señor nos ha encomendado llevar a cabo entrevistas en cuanto a la dignidad en Su Iglesia es para enseñarnos a cumplir con nuestros compromisos. En otras palabras, tenemos que capacitarnos en esta época de probación terrenal para gobernarnos a nosotros mismos,(31) vivir con integridad y ser fieles a nuestros convenios. Las entrevistas en cuanto a la dignidad se realizan dentro de un espíritu de genuino interés en cada uno de los hijos e hijas de un Dios amoroso. Tales entrevistas constituyen un ensayo representativo del juicio final y son una bendición, una oportunidad especial para informar al Señor, por medio de Sus siervos debidamente autorizados, en cuanto a la sagrada mayordomía que todos tenemos de “[cuidarnos a nosotros] mismos, y [nuestros] pensamientos, y [nuestras] palabras, y [nuestras] obras”(32).

Segundo: En la Iglesia del Señor se nos hace recordar nuestros sagrados convenios cada vez que participamos de la Santa Cena.

Tercero: Cada vez que regresamos al templo, se nos hace recordar los convenios que hicimos cuando recibimos nuestra investidura.

Cuarto: Al hacer la orientación familiar y las visitas de maestras visitantes, recordarnos nuestras promesas de servirnos unos a otros?(33).

Quinto: El propio Salvador sabía, como debemos saberlo nosotros, que El era responsable ante Su Padre. El enseño que Su sagrada mayordomía era hacer “la voluntad del que me envío”(34). Al interceder en oración por nosotros, el Señor informó a Su Padre: “He acabado la obra que me diste que hiciese”(35).

Cuando vivimos rectamente, nos regocijamos sabiendo que podremos dar cuenta positiva en cuanto a nuestra dignidad y nuestra preparación para recibir bendiciones adicionales, sea ya el honor de recibir el sacerdocio, las bendiciones de asistir al templo, la satisfacción de los logros de Progreso Personal de las Mujeres Jóvenes o las bendiciones de algún servicio que podemos dar mediante cualquier llamamiento que se nos confíe.

Tales experiencias terrenales nos dan la oportunidad de evaluar lo que estamos realizando en la vida. Todo ello nos ayuda a educar nuestra alma y a fortalecer nuestro carácter personal en preparación para la entrevista final.

Y “si [estamos] preparados, no [ temeremos ]”(36).

Cuando tenemos algo de que arrepentirnos, dichas entrevistas no siempre son fáciles.

Afortunadamente, el Señor ha llamado a excelentes obispos, presidentes de estaca y otros líderes del Sacerdocio que pueden proporcionar una guía amorosa para ayudarnos a arrepentirnos y purificarnos de modo que aparezcamos “sin culpa ante Dios en el ultimo día”(37).

Las entrevistas en cuanto a la dignidad, las reuniones sacramentales, la asistencia al templo, y otras reuniones de la Iglesia son una parte del plan que el Señor nos provee para educar nuestra alma y ayudarnos a cultivar el saludable habito de verificar siempre nuestra situación, a fin de conservarnos en el camino de la fe. Un frecuente examen espiritual nos ayudara a transitar por las carreteras de la vida.

En los momentos apacibles de reflexión y meditación personal, me he podido beneficiar al preguntarme con humildad “¿soy yo fiel?”

Permítaseme sugerir que todos podemos beneficiamos de igual manera si contemplamos íntimamente nuestro corazón en los momentos reverentes en que adoramos y oramos, haciéndonos esta simple pregunta: “¿Soy yo fiel?”

La pregunta resulta poderosamente benéfica si somos completamente honrados al responderla y si nos inspira a adoptar medidas correctivas de arrepentimiento que nos ayudaran a mantenernos en el sendero de la fe.

Yo les testifico que nuestro Padre Celestial ama a cada uno de nosotros.

Si somos fieles a la verdad y aceptamos la invitación de caminar con el presidente Gordon B. Hinckley, en el camino de la fe y cumplimos nuestros convenios, hallaremos “la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”.(38). Testifico que nuestro Padre Celestial vive y que su Hijo Bienamado es nuestro Redentor y que el presidente Gordon B. Hinckley es en verdad nuestro profeta, vidente y revelador durante esta inspirada época de nuestra vida mortal. Que nuestros esfuerzos sean bendecidos para prepararnos para aquel gran día en que, con nuestros seres amados, podamos regresar gozosos a la presencia de nuestro Padre en los Cielos, lo ruego en el nombre de Jesucristo . Amén.