1990–1999
Nada deben temer de la jornada
Abril 1997


Nada deben temer de la jornada

“No importa cuan difícil sea el camino … otros sobrellevaron pruebas y tragedias mucho mas graves, buscando en el cielo.”

Durante los últimos meses, la atención de la Iglesia se ha dedicado a los extraordinarios acontecimientos relacionados con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días aquí, en el Valle de Salt Lake y a través de todo el mundo. Es maravilloso notar que durante todo este año los barrios y las estacas estén utilizando la celebración del 150 aniversario de aquel evento como una oportunidad para honrar a los pioneros de Utah de 1847, y también, a la vez, el notable esfuerzo de nuestros pioneros que en toda la tierra han marcado senderos espirituales con fe en cada uno de sus pasos.

El carro de mano construido en Siberia y que actualmente atraviesa las misiones de Rusia y Ucrania es un maravilloso ejemplo del esfuerzo mundial de honrar a nuestros pioneros. Se planea traer dicho carro a través del Canon Emigration en su etapa final, para llegar al Parque “Este en el Lugar” el 22 de julio próximo.

Este es un año para recordar nuestro pasado y obtener la fortaleza para encarar y vencer los problemas de hoy día inspirándonos en la fe y en la valentía ejemplares de aquellos que supieron encarar y vencer los problemas del ayer. Al rendir homenaje a esos nobles pioneros de muchos países, compartiremos historias notables que con frecuencia llenaran nuestros ojos de lagrimas y nuestros corazones de gratitud. Mediante la música, el teatro y emotivas representaciones podremos recordar las jornadas increíbles, tanto temporales como espirituales, de los pioneros. No alcanzaremos si quiera a apreciar los viajes realizados por aquellos que establecieron las bases de esta dispensación sin antes comprender sus cimientos espirituales. Una vez que hacemos tal conexión, sin embargo, comenzaremos a percibir como su jornada se asemeja a la nuestra. En cada paso que dieron encontraremos una lección para nosotros, lecciones de amor, de valor, de compromiso, de devoción, de perseverancia y, sobre todo, de fe.

La fe de los pioneros de Utah en 1847 estaba arraigada en principios. Abandonaron sus hogares, su templo y en algunos casos sus propias familia en pos de un refugio donde habrían de adorar sin temor a las persecuciones. Era muy poco lo que podían llevar consigo en cuanto a provisiones y pertenencias personales, pero todas las carretas y carros de mano venían cargados con fe, fe en Dios, fe en la restauración de Su Iglesia por medio del profeta José Smith, y fe en que Dios sabia a dónde se dirigían y que El los guiaba.

Uno de aquellos viajeros de la Ruta Mormona en 1847 se refirió a la misma como la “ruta de la esperanza”. Me encanta ese titulo: “Ruta de la esperanza”. Representa el anhelo universal de toda persona de encontrar un refugio seguro, una comunidad de Santos en la que los corazones estén unidos y prevalezca la esperanza.

Aquellos pioneros del siglo diecinueve, a quienes rendimos homenaje en este sesquicentenario, jamas trataron de ser héroes y sin embargo realizaron proezas heroicas. Eso es lo que los hizo Santos. Eran un grupo de creyentes que trataron de hacer lo justo por razones justas, hombres y mujeres comunes que fueron llamados a cumplir una obra extraordinaria. En ocasiones, se entregaron al desaliento y comenzaron a murmurar y a quejarse, pero al final prevaleció su fe en Dios y en el hombre al que sostuvieron como Profeta y líder, y enderezaron tanto sus carretas como sus esperanzas y actitudes. Y al hacerlo, encontraron gozo en medio de las penurias y las pruebas de la jornada.

Unos siete años antes del éxodo de los pioneros hacia las montañas de Utah, William Clayton escribió una carta a sus amigos miembros de la Iglesia en Inglaterra exhortándolos a venir a Sión, sin saber que Sión habría de trasladarse en carretas hacia el Oeste. El escribió: “Aunque estamos … distantes unos de otros, no los olvido … Pero, alabado sea Dios, todo lo que he sufrido nunca me ha abatido ni desalentado, sino que me ha beneficiado.

“A veces casi nos ha sofocado el calor … y otras casi nos ha congelado el frío. Hemos tenido que dormir sobre tablas en vez de plumas …

Hemos tenido empapada nuestra ropa sin el privilegio de secarla o cambiárnosla … y dormido al aire libre en la intemperie, sufriendo otras cosas que no podrán imaginar … [No obstante], nos hemos conservado … saludables y alegres …

“Si son fieles, nada deben temer de la jornada. El Señor cuidara a Sus Santos”(1).

William Clayton habría de escribir mas tarde, durante el viaje a través del estado de Iowa, las estrofas de “(Oh, esta todo bien!” (Himnos, No. 17.) El y muchos otros tuvieron que aprender en carne propia durante aquel éxodo de unos dos mil kilómetros hacia Utah que “nada se debe temer de la jornada” si la fe es nuestra constante compañera.

)Encontramos en la experiencia pionera una lección para nosotros hoy en día? Yo creo que si. La fe que motivo a los pioneros en 1847 y a los pioneros en otros piases es una simple fe arraigada en los principios básicos del Evangelio restaurado que sabían verdadera. Eso eta todo lo que les importaba, y yo creo que es todo lo que debiera importarnos a nosotros. Nuestra fe debe concentrarse en las verdades fundamentales: que Dios vive, que somos Sus hijos, y que Jesucristo es Su Hijo Unigénito y nuestro Salvador. Debemos saber que Ellos restauraron Su Iglesia sobre la tierra en toda su plenitud por medio del profeta José Smith. Mediante el Evangelio restaurado de Jesucristo, hemos aprendido que el plan de nuestro Padre para la felicidad de Sus hijos es muy claro y bastante simple cuando se estudia y acepta con verdadera fe.

El viaje desde Nauvoo al Valle de Salt Lake en 1847 no es muy diferente del de un misionero que fue desde Idaho a Siberia en 1993 como uno de los primeros Santos de los Últimos Días a trabajar en esa tierra. Casi todos los días nuestros misioneros llegan a piases de cuyos idiomas conocen muy poco y donde la comida, la cultura y las condiciones de vida suelen ser muy diferentes de las suyas propias. Y sin embargo, allá van decididos cual pioneros modernos, sin temor del viaje, andando con fe en cada paso para llevarle a la gente en todo lugar las buenas nuevas del Evangelio restaurado de Jesucristo.

Nuestra fe puede ayudarnos a ser igualmente decididos e intrépidos en el transcurso de nuestras jornadas personales, ya sea como padres cuidando a un hijo que tiene problemas, un padre o una madre sin cónyuge que trata de mantener a su familia, como jóvenes procurando encontrar un lugar seguro en un mundo perverso y confuso, o como una persona sola que se esfuerza por hacer el viaje de la vida. No importa cuan difícil sea el camino ni cuan pesada sea nuestra carga, nos consuela saber que, aún antes, otros sobrellevaron pruebas y tragedias mucho mas graves, buscando en el cielo: paz, aliento y genuina esperanza. Nosotros podemos saber, como ellos, que Dios es nuestro Padre Celestial, que El se preocupa por nosotros individual y colectivamente, y que mientras continuemos ejerciendo nuestra fe y confianza en El, “nada debemos temer de la jornada.” Así como los pioneros de 1&47 que se aventuraron hacia el Oeste por una ruta que los mantuvo relativamente cerca del agua fresca de ríos tales como el Platte y el Sweetwater, debemos seguir y participar del Agua Viva de Cristo para renovar nuestra fe y mantener nuestros esfuerzos mientras recorremos el camino de nuestra vida terrenal.

La vida no siempre es fácil. En algún punto de nuestro viaje podríamos sentirnos como los pioneros cuando atravesaron el estado de Iowa, con el fango hasta las rodillas y obligados a enterrar algunos de nuestros sueños por el camino. Todos debemos enfrentar obstáculos encarando el viento y un invierno prematuro. A veces pareciera que nunca se acaba ese polvo que nos hiere en los ojos y nos nubla la vista. La desesperación y el desaliento nos salen al encuentro para impedir nuestro progreso. Siempre habrá desfiladeros como Devills Gate o “la puerta del diablo” que se abran de par en par ante nosotros para tentarnos. Toda persona sabia y fiel sabrá ajustar su rumbo tanto como sea posible para no dejarse atrapar por la tentación, mientras que otros, a veces los mas cercanos y queridos, sucumbirán al atractivo del camino fácil, de la comodidad, de las conveniencias y del descanso. En ocasiones, cuando llegamos a la cima de una etapa en la vida, tal como los pioneros, solo alcanzamos a ver otra cima mas alta y formidable que la que hemos superado. Si recurrimos a fuentes invisibles de fe y perseverancia, como lo hicieron nuestros antepasados, avanzaremos paso a paso hacia el día en que junto a todos los pioneros que han prevalecido en la fe, cantaremos a una voz: “¡Oh, esta todo bien!” (Himnos, N 17.)

Y ¿como nos sentiremos entonces, cuando nos encontremos cara a cara con los grandes pioneros de la historia de la Iglesia? ¿Como se sentirán ellos con nosotros? ¿Podrán ellos ver la fe en cada uno de nuestros pasos? Yo creo que si, particularmente cuando observen nuestra vida y nuestras experiencias desde la perspectiva de la eternidad. Aunque nuestra jornada hoy en día es, físicamente, menos exigentes que la de aquellos pioneros de hace 150 años, no carece de desafíos. Es cierto que para ellos fue difícil atravesar todo un continente para establecer un nuevo hogar en el árido desierto. Pero quien podría decir si aquello era mas difícil que la tarea de vivir hoy, con fidelidad y rectitud, en medio de este mundo confuso y pecaminoso, donde la ruta parece desviarse constantemente y en el que las divinas señales del bien y del mal continúan siendo reemplazadas por la conveniencia política y una moralidad decadente. El camino que hoy recorremos es traicionero y las Escrituras nos dicen que seguirá siéndolo hasta el final. Pero nuestra recompensa será la misma que recibirán los pioneros de todas las edades que viven fielmente las enseñanzas del Señor Jesucristo, toman buenas decisiones y hacen todo lo posible para ayudar a edificar el reino de Dios en la tierra.

Somos herederos de un magnifico legado. Hoy es nuestro privilegio y nuestra responsabilidad ser parte del continuo desarrollo de la Restauración y habrán de escribirse en nuestros días muchas historias notables y heroicas. Ello requerirá cada partícula de nuestra fortaleza, sabiduría y energía para vencer los obstáculos que tengamos que enfrentar. Pero incluso eso no será suficiente. Aprenderemos, como aprendieron nuestros pioneros, que es solamente por la fe, la fe verdadera, del alma, ejercida y probada, que encontraremos la seguridad y la confianza necesarias a medida que recorramos nuestros propios senderos peligrosos en la vida.

Todos estamos unidos, los pioneros del siglo 19 y los del 20 y muchos mas, en nuestra gran jornada para seguir al Señor Jesucristo y permitir que Su sacrificio expiatorio obre su milagro en nuestra vida. En tanto que todos podemos apreciar los pasos de la fe con que José Smith y sus discípulos caminaron desde Palmyra hasta la cárcel de Carthage y a través de las planicies, nunca debemos dejar de manifestar nuestro asombro reverente al contemplar el sendero que sólo el Maestro recorrió. Sus pasos fieles a Getsemaní y al Calvario nos rescataron a todos y abrieron el camino para que regresemos a nuestro hogar celestial.

No olvidemos que el Salvador es el Camino, y la Verdad, y la Vida, y no existe una mayor promesa que el saber que si somos fieles y verídicos, algún día nos veremos estrechados entre los brazos de Su amor (véase D. y C. 6:20). El se encuentra siempre allí para alentarnos, perdonarnos y rescatarnos. Por lo tanto, a medida que ejercemos nuestra fe y somos diligentes en guardar losmandamientos, “nada debemos temer de la jornada”.

El verano pasado estuve en la cima del monte Eminence con tres de mis nietos. Contemplando allá abajo el río Sweetwater, donde congelados y hambrientos los de la compañía de Willie se extraviaron, leímos en sus diarios algunos pasajes en cuanto al gozo que tuvieron al rescatárseles. Uno decía: “Justo cuando el sol iba escondiéndose en la colina distante … [vimos que] varias carretas … venían acercándose. La noticia se esparció por el campamento como un incendio … Se oían gritos de alegría; [muchos] hombres maduros lloraron hasta que las lagrimas les cubrieron sus rostros estriados y quemados por el sol … Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, se escucharon las canciones de Sión en el campamento … Con el hambre satisfecha y con nuestro corazón henchido de gratitud a Dios y a nuestros buenos hermanos, todos nos unimos en oración y luego nos retiramos a descansar”(2).

En aquel momento, de pie en la misma colina desde la cual la compañía de Willie vio llegar a sus rescatadores, pude apreciar el gozo que llenara nuestro corazón cuando comprendamos plenamente el significado del mayor de los rescates, el rescate de la familia de Dios por el Señor Jesucristo. Porque es por medio de El que tenemos la promesa de la vida eterna. Nuestra fe en el Señor Jesucristo es la fuente del poder espiritual que nos asegurara que nada debemos temer de la jornada. Yo se que el Señor Jesucristo vive y que merced a nuestra fe invariable en El, nos acompañará en nuestro viaje a través de la vida. Y lo testifico humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Carta de Commerce, 10 de dic. de 1840, William Clayton Collection, LDS Church Archives; se modernizó la puntuación y se agregó cursivas.

  2. Según se citó en LeRoy R. Hafen y Ann W Hafen Handcarts to Zion: The Story of a Unique Western Migration, 1856-1860, (1976), págs. 106-107.