1990–1999
Vivan los Mand Amientos
Abril 1998


Vivan los Mand Amientos

“Aprovechen esta gran oportunidad que tienen en la vida de vivir bien, de hacer el bien, de hacer obras buenas y de ser. una influencia positiva para los demás”.

Mis queridos hermanos y hermanas: ¡Qué ocasión tan maravillosa, qué hermoso día, qué momento más glorioso es éste, en especial, para mí por haber tenido la oportunidad de estar presente aquí después de la declaración y el testimonio conmovedores del Profeta de Dios sobre la tierra!

Al sostener él en alto ese ejemplar de la primera edición del libro de Mormón, pensé en una experiencia que tuvimos hace algunos años mientras asistíamos a un seminario de presidentes de misión. Al finalizar los dos días del seminario en el área de Palmyra-Fayette, tuvimos una cena en la casa de la granja de Peter Whitmer, esa hermosa y pequeña construcción ahora remodelada, donde la Iglesia se organizó hace ciento sesenta y ocho años, este fin de semana: ¡fue una ocasión conmovedora! El único lugar para cocinar que tenían en esa época, en esa pequeña cabaña de troncos, era la chimenea; recuerdo que contemplamos la chimenea desde donde colgaba la olla donde ellos cocinaban; claro está que no tenían ninguna de las comodidades de hoy día; afuera, había un pozo para sacar agua.

Casi al terminar esa reunión tan espiritual con los presidentes de misión, subí la escalera y miré dentro de los dos pequeños dormitorios. La familia de Peter Whitmer había vivido allí, pero le había prestado uno de los dormitorios al profeta José Smith y, en ese recinto, él hizo parte de la traducción del Libro de Mormón; incluso Oliver Cowdery trabajó con él en ese humilde y reducido ambiente. Mi corazón se conmovió profundamente con el maravilloso sentimiento de saber que estaba en esa pequeña casa de campo, al imaginar lo que tuvo lugar allí y al pensar en las bendiciones del cielo que se derramaron sobre ellos.

Esa noche, al salir de nuestra reunión y dejar atrás la pequeña granja, divisé, en medio de los árboles, una luna llena resplandeciente; entonces le dije a Ruby: “Puedo imaginarme la noche del 6 de abril de 1830, después de que ese pequeño grupo se hubo reunido, la Iglesia se hubo organizado y seis hombres, que estuvieron de acuerdo con su organización, se encontraban presentes en conformidad con las leyes del estado de Nueva York. Puedo imaginarme lo que se dijo, lo que se profetizó acerca del futuro de la Iglesia y los testimonios que se dieron”. Luego dije: “Imagino que la noche del 6 de abril de 1830 había también una luna llena resplandeciente, como demostración de que nuestro Salvador sonreía por lo que había sucedido en aquel sitio”.

Más tarde, expresé esa idea a un grupo de personas, entre las cuales se encontraba el hermano Chamberlain, en ese entonces director del Planetario Hansen, de Salt Lake, quien fue tan atento que se comunicó con el observatorio naval con el fin de averiguar qué había sucedido el 6 de abril de 1830. Ellos no tenían registros de tanto tiempo atrás por lo que tuvo la enorme amabilidad de comunicarse con el Observatorio Real de Greenwich, Inglaterra, para saber si en ese lugar se contaba con algún tipo de registro. Más tarde, me envió algunos documentos que registraban lo que había sucedido en el horizonte esa semana del 6 de abril de 1830. En ellos se indicaba que había habido luna llena, una hermosa y radiante luna esos días que precedieron y siguieron al día 6 de abril. El Señor había derramado Sus glorias en esa ocasión.

Esta mañana, al escuchar al presidente Hinckley recordar esos acontecimientos extraordinarios, me sentí honrado de haber tenido la oportunidad, durante el transcurso de mi vida, de ser enseñado, de haber participado de acontecimientos alrededor del mundo y en el templo, y de haber asistido a reuniones de la Iglesia donde he sentido el Espíritu del Señor dirigir esta obra, la cual les testifico que es verdad. Y con el correr de los años, me siento honrado de tener la oportunidad de añadir mi testimonio al de nuestro gran Profeta.

Hace unos días recibí una carta de un joven de diecinueve años, llamado Kevin Campbell, que vive en Juniper, estado de Idaho; no voy a tratar de decirles dónde queda, pero se lo pueden imaginar. El hermano Kevin me escribió y me dijo: “Me he enterado de que usted es una persona bastante avanzada en años y quisiera escribirle antes de que pase al otro mundo. ¿Cómo es la vida a su edad? Muchas veces me he preguntado eso, por lo tanto le hago a usted la pregunta: ‘¿Cómo es la vida?’ para saber qué puedo esperar cuando sea tan viejo como usted”.

Quisiera decirle a Kevin Campbell, bendito sea, que la vida es maravillosa. Que la única forma en que puedo describirla es que he sido bendecido toda mi vida y que he recibido bendiciones y dificultades, oportunidades y dilemas, y también problemas, todo lo cual es parte de la vida misma. Pero la vida es maravillosa si vivimos los principios sencillos que se nos han enseñado y si vivimos de la forma en que sabemos que debemos hacerlo. Una de las bendiciones extraordinarias que tenemos en la vejez es la bendición de tener más tiempo para dedicárselo a nuestros hijos, y a sus hijos, y a los hijos de éstos; el tener la oportunidad de reunirnos y de estar con ellos.

Justamente la otra noche tuvimos la oportunidad de asistir al servicio bautismal en el centro de reuniones del barrio donde se bautizó Rachel, una de nuestras bisnietas; pocas noches antes, Richard, uno de nuestros bisnietos, se había bautizado también. Tuve la dicha de mirarlos, de hablar con ellos, de estrecharlos y de ver cómo les brillaban los ojos y la luz del Evangelio que parecía llenar su corazón y su alma; se sentían muy emocionados de ser bautizados y de convertirse oficialmente en miembros de la Iglesia. Sus respectivas familias les habían enseñado los principios verdaderos del Evangelio. Cuando le di la mano a Richard, recuerdo que le dije: “Dame un verdadero apretón de manos de misionero”. Y esa pequeña mano de un niño de ocho años casi me estrujó los dedos. Entonces le dije: “Richard, vas a ser un gran misionero; al igual que la pequeña Rachel va a ser un buen miembro de la Iglesia por derecho propio”.

En esa misma oportunidad, tuvimos el placer de formar parte del círculo para concederle a Peter, hijo, el Sacerdocio Aarónico y escuchar a su padre darle las bendiciones del sacerdocio. Los mayores que nos encontrábamos ahí tuvimos la oportunidad de pararnos en el círculo y de sentir dentro de nosotros el significado de la ocasión, así como de saber que todos los presentes eran parte de nuestra familia. Quiero que nuestra familia, a medida que continúa progresando y aumentando, sepa acerca de sus padres. Utilizo el término en plural como lo hizo Helamán -el gran profeta del Libro de Mormón-cuando enseñó a sus propios hijos acerca de sus padres, entre los que se encontraban Nefi y Lehi, y de cómo ellos siguieron la palabra de Dios y guardaron los mandamientos; de cómo salieron de Jerusalén y se internaron en el desierto, tal cual se revela en el Libro de Mormón. Helamán enseñó a sus hijos que sus padres habían hecho muchas obras y de que éstas eran obras buenas.

Por tanto, espero que nuestros propios descendientes, a medida que las generaciones avancen, conozcan su patrimonio, que sepan quiénes son y que estén enterados de que tuvieron padres que creyeron; que tuvieron padres que enfrentaron dificultades, que tuvieron padres que investigaron la verdad y han salido al mundo a declararla, no solamente citando las Escrituras, sino con el convencimiento dentro del corazón y del alma de que lo que hacemos es la verdad.

Se nos presentó la oportunidad de volver a adquirir nuestra vieja casa en Oakley, estado de Idaho, y de restaurarla para que nuestros hijos supieran de sus antepasados y de que sus padres y sus obras también fueron buenos. Pude conservar un reloj de oro que los miembros del barrio Oakley 1 le dieron a mi padre cuando él era obispo en el año 1905, el año antes de que yo naciera. Tenemos una parte, un poco de ese patrimonio, un recuerdo de que las obras de nuestros padres fueron buenas y de que ellos ayudaron en el avance de esta maravillosa obra.

En la primera sección de Doctrina y Convenios, el Señor declara que ese es “mi prefacio para el libro de mis mandamientos” (vers. 6). Las Autoridades Generales que se reunieron en Hiram, Ohio, dieciocho meses después de que fuera organizada la Iglesia, compilaron esas revelaciones y las imprimieron para que estuvieran al alcance de la gente los mandamientos que el profeta José había recibido. Como parte de esta primera sección, el Señor explicó cómo le había dado a José Smith el poder, la inspiración y la dirección de los cielos para traducir el Libro de Mormón y para sacar a la Iglesia “de la obscuridad y de las tinieblas” (véanse los vers. 29-30).

Reflexionen hoy, por un momento, sobre lo que sucede con el presidente Hinckley mientras viaja por el mundo y se reúne con la gente. Cuando hablamos de sacar a la Iglesia de la obscuridad y de las tinieblas, piensen en lo que él hace en el mundo por medio de la prensa, los medios de comunicación y difusión, y con todo tipo de gente. Piensen en la oportunidad que tienen de ver al Profeta de Dios y de escucharlo testificar y explicar lo que ha sucedido. Muchos periódicos, revistas y otras publicaciones de gran importancia han publicado relatos sumamente favorables acerca de la Iglesia.

¿No sería maravilloso que el mundo actual pudiera simplemente entender de verdad los Diez Mandamientos que el Señor escribió con Su propio dedo sobre las tablas de piedra? Moisés bajó del monte Sinaí para mostrarlas a los hijos de Israel, que eran licenciosos, para que ellos no dijeran que no habían entendido lo que se había dicho. Cuando Moisés descendió con las tablas, el pueblo pudo leer las declaraciones del Señor: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3) y “no te harás imagen, ni ninguna semejanza” (Éxodo 20:4)-algo diferente para adorar-sino que debían amar al Señor, amar a Dios. El Señor dijo que no debíamos tomar el nombre de Dios en vano (véase el vers. 7), de que debíamos honrar el día de reposo y santificarlo (véase el vers. 8). “No matarás” (vers. 13). “No cometerás adulterio” (vers. 14). Se imaginan el impacto que tendrían en el mundo de hoy día y en los Estados Unidos, y el efecto que tendría entre los políticos que tratan de tergiversar la verdad para su propio beneficio. Además dijo: “No hurtarás” (vers. 15) ni “hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (vers. 16) ni codiciarás el buey de tu prójimo, ni su granja, ni su esposa ni nada que él posea (véase el vers. 17).

El Evangelio de nuestro Señor y Salvador se ha restaurado sobre la tierra. Dios vive. Él es nuestro Padre. Yo lo sé. Jesús es el Cristo. Yo he escuchado Su voz porque he sentido el Espíritu como Él nos lo explicó: “… mi voz es Espíritu; mi Espíritu es verdad …” (D. y C. 88:66). Yo sé que eso es verdad. José Smith fue el restaurador, el que fue encontrado y capacitado, y el que fue obediente y valiente en todo sentido, como el instrumento de la Restauración. Y en la actualidad tenemos un profeta en cl mundo que nos representa en esa forma tan gloriosa sobre toda la tierra.

Hermanos y hermanas, vivan los mandamientos. Actúen con rectitud. Aprovechen esta gran oportunidad que tienen en la vida de vivir bien, de hacer el bien, de hacer obras buenas y de ser una influencia positiva para los demás. El Evangelio es verdadero. Espero que todos los días de mi vida pueda hacer algo bueno y aliente a alguien a vivir una vida mejor y a comprender lo que ha sido restaurado sobre la tierra. En el nombre de Jesucristo. Amén.