1990–1999
Volver El Corazón Hacia la Familia
Abril 1998


Volver El Corazón Hacia la Familia

“Nuestro Padre Celestial tiene un plan para Sus hijos y … las familias son la parte central de ese plan”.

En todas partes del mundo, desde Asia hasta África, desde Nueva Zelanda hasta Noruega, las maravillosas mujeres jóvenes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días están volviendo el corazón hacia la familia. Es una celebración de la familia a nivel mundial durante todo este año. Sabemos que las familias son una parte vital del plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos; esto se explica en el documento “La familia: Una proclamación para el mundo”.

Recuerdo tan bien cuando se presentó esa proclamación. Me conmovió mucho. El 23 de septiembre de 1995, las mujeres de la Iglesia se reunieron en una gran reunión general de la Sociedad de Socorro. Nuestro Profeta, el presidente Hinckley, se puso de pie para hablarnos. Como parte de su discurso, él leyó por primera vez un documento llamado: “La familia: Una proclamación para el mundo”. En esta proclamación, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles nos enseñan otra vez que nuestro Padre Celestial tiene un plan para Sus hijos y que las familias son la parte central de ese plan. Por lo tanto, es vital que fortalezcamos estas familias que son tan importantes a la vista de Dios.

Ustedes, mujeres jóvenes, tienen un papel importante que desempeñar dentro de por lo menos tres familias. La primera es la familia de la cual forman parte ahora, la segunda es la que formarán en el futuro, y la tercera es la familia celestial de la que todos formamos parte. Analicemos nuestro papel en cada una de estas tres familias.

Primero, analicemos la familia en la que se están criando en la actualidad. Cuando yo pienso en la familia en la que me crié, recuerdo cómo mi hermanita y yo compartíamos el dormitorio, el piano y el lavado de la vajilla. Recuerdo que mi hermano y yo nos atacábamos de risa durante la cena y nos reíamos tanto que nos hacían retirar de la mesa hasta que nos calmáramos.

¡Ah!, una aprende de todo en una familia ¿no creen? Y eso es importante porque aprendemos cosas tales como orar, compartir, reír, amar, trabajar y llevarse bien unos con otros. ¡Cuán agradecida estoy por las lecciones importantes sobre la vida que aprendí en mi familia!

Muchas de ustedes, mujeres jóvenes, han escrito experiencias de su familia y nos han hecho partícipes de ellas y de algunas de las cosas que están aprendiendo a medida que vuelven el corazón hacia sus familias. Katie Quinn, de doce años, escribió:

“Mi mamá estaba esperando un bebé… tenía que estar en reposo la mayor parte del tiempo … y de pronto, tuve una enorme responsabilidad sobre mis hombros porque yo era la mayor. Estaba apenas empezando la escuela secundaria y tenía cantidad de tarea.

“Sabía que tenía que ayudar mucho y hasta oré para saber qué debía hacer. Sentí que recibí una respuesta cuando mi abuela, quien se estaba quedando con nosotros por algunas semanas, me relató una historia sobre uno de mis antepasa dos, quien por sí mismo, a la edad de once años, había conducido un carromato atravesando las planicies hasta llegar al Valle del Lago Salado. Sus padres habían muerto en el camino, y él quedó a cargo de llevar a Sión a cuatro hermanas menores, una de las cuales era bebé. Este relato hizo que me diera cuenta de que yo podía ser como el padre de mi tatarabuelo y seguir adelante.

“Pensé que ayudaría a mi familia si preparaba los almuerzos escolares para mis hermanas o hacía otras tareas tales como el doblar ropa y planchar, y algunas tareas adicionales.

“Todas las mañanas reunía a mis hermanas y a mi hermano más pequeños y continuaba la lectura familiar de las Escrituras, aun cuando papá se iba al trabajo más temprano y mamá estaba demasiado enferma para dirigirnos.

“Mi familia … se unió más porque tuvimos que ayudarnos unos a otros. La bendición mayor tuvo lugar el

16 de mayo de 1997, cuando nació Hannah Ada Quinn” (carta personal en poder de la autora).

Gracias por la carta, Katie.

Ella aprendió de su cuarto abuelo, quien vivió hace tanto tiempo, la determinación, el valor y la lealtad a la familia; luego utilizó esas cualidades al ayudar a su familia que la necesitaba. Muchas de ustedes están haciendo cosas similares para bendecir y fortalecer a sus familias.

¿Se dan cuenta de que Katie, y ustedes, se están preparando para formar una familia en el futuro al aprender de sus padres, hermanos y hermanas, y al practicar con ellos?

Permítanme pedirles que piensen por un instante en su futura familia. ¿Pueden verse ustedes mismas siendo madres? Cierren los ojos; imagínense a ustedes mismas dentro de diez años. ¿Qué estarán haciendo? ¿Estarán estudiando o aprendiendo alguna destreza útil? ¿Cómo serán? (Abran los ojos.) En su imaginación, ¿se ven a sí mismas nutriendo a los preciosos hijos e hijas de nuestro Padre Celestial? Pueden practicar desde ahora el ser amorosas y dulces con los niños pequeños y al decir las cosas más agradables de las formas más agradables en sus hogares. ¿Se visualizan ustedes mismas como una madre que podría ayudar a sus hijos a aprender matemáticas o ciencia o historia? De ser así, ¡adivinen lo que les convendría hacer en la escuela! ¿Desean que en su hogar haya belleza, música y refinamiento? Hoy mismo pueden comenzar a desarrollar sus habilidades musicales y artísticas por el bien de su futura familia y de su futuro hogar. ¿Desean que en su hogar haya paz y orden? Entonces, mis queridas hermanitas, sean pacificadoras, ayuden a mantener la casa limpia y ordenada, ayuden con el lavado de la ropa. ¿Pueden imaginarse a su futura familia sentada alrededor de la mesa, riendo y compartiendo ideas, y disfrutando de la comida deliciosa y nutritiva que ustedes prepararon con amor? Entonces, ¡parece que tendrán que aprender a cocinar! Ayuden a preparar las comidas. Hagan una colección de las recetas de su mamá y de su abuela. Aprendan a hacer pasteles, ensaladas o tortillas; lo que más le guste a la familia de ustedes.

Permítanme decirles lo que veo en ustedes. Veo en ustedes jovencitas que están estudiando y que se están preparando para bendecir a otros por medio de sus estudios. Por favor, por el bien de ustedes, mismas y de su familia futura, escojan cursar buenos estudios. Aplíquense; cultívense; esfuércense. En ustedes, jovencitas, veo jóvenes que ansían establecer una casa de amor, una casa de orden, una casa de fe.

Veo mujeres jóvenes que comprenden que las cosas que hagan hoy las convertirán en la clase de mujer fuerte y fiel que el Señor necesita para bendecir a Sus hijos. Si desean enseñar a su familia sobre nuestro Padre Celestial y Sus caminos, saben cómo y a dónde acudir para prepararse, ¿no es cierto?: el estudio de las Escrituras, las reuniones de la Iglesia, la oración, seminario, las noches de hogar.

Como parte de su preparación para el futuro, permítanme invitarles a hacer algo esta noche cuando lleguen a sus hogares. ¿Podrían tomar su diario y escribir en él acerca de la mujer que desean llegar a ser? Y después, ¿se esforzarán para hacer que el sueño del futuro se haga realidad en su vida? De este modo, ustedes volverán su corazón a la familia que tendrán algún día.

Ahora, analicemos su posición en la familia de nuestro Padre Celestial. Ustedes son las destacadas y preciosas hijas de un Padre Celestial que las ama. ¡Fueron escogidas antes de que el mundo fuera creado para venir y hacer algunas cosas muy inusuales y maravillosas! Escuchen lo que dice en Doctrina y Convenios 138:56: “Aun antes de nacer, ellos, con muchos otros, recibieron sus primeras lecciones en el mundo de los espíritus, y fueron preparados para venir en el debido tiempo del Señor a obrar en su viña en bien de la salvación de las almas de los hombres”. ¿Sabían eso? Nuestro Padre Celestial nos envió a la tierra por un motivo.

El haber nacido mujer es una bendición divina de valor inestimable. Su Padre Celestial las bendijo a ustedes, Sus hijas, con algunas cualidades preciosas en mayor grado; cualidades como la sensibilidad, la espiritualidad, una naturaleza amorosa y protectora. Por favor, aprovechen las oportunidades de desarrollar estos dones divinos para luego utilizarlos y bendecir la vida de los demás. Sean felices. Siembren un poco de gozo. Podrían observar a las mujeres fieles que admiran y luego adoptar en su vida las cualidades que hacen que estas mujeres triunfen y sean hijas felices de Dios. Él las ayudara a hacerlo pues desea que logren todo su potencial.

Debido a que fuimos enviados a la tierra para ser probados y para demostrar nuestro potencial, habrá cosas en la vida que no saldrán exactamente como se planearon. Así sucede en la vida terrenal. Pero recuerden esto; cuando se esfuercen y se preparen para contribuir, y guarden los convenios que hicieron al bautizarse y en el templo, ¡podrán enfrentarse a cualquier desafío en la vida con fe, con esperanza y con valor! Como parte de Su plan, nuestro Padre Celestial proporcionó un Salvador que nos ayudará a regresar a Él. El dijo: “… ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Él las ama. Desea que triunfen. Y Él les ayudará a tener éxito en la misión que tengan en su vida.

Al comenzar a hablarles esta noche, estaba recordando la familia en la que me crié. Para terminar, permítanme contarles algo más que recuerdo de esa familia. Cuando yo tenía sólo nueve años, nuestro hermanito, que tenía sólo un día de vida, falleció. Estábamos muy tristes, desilusionados y lloramos mucho. ¿Saben lo que hizo mi papá? Nos reunió a todos y nos arrodillamos e hicimos una oración familiar. Él agradeció a nuestro Padre Celestial este pequeño bebé que tuvimos por tan poco tiempo, y luego le pidió al Señor que bendijera a ese bebé, David, que ya estaba en el cielo. Papá pidió a nuestro Padre Celestial que bendijera a nuestra madre que estaba muy enferma. Mamá recobró la salud, y todos hemos tratado de vivir de tal manera que podamos reunirnos en familia con David algún día. Siempre oro por David FI siempre será mi hermano. Somos una familia eterna porque nuestros padres se casaron en el templo. Ustedes pueden dar a sus hijos el mismo regalo, la bendición de pertenecer a una familia eterna; es el don más valioso que jamás le podrán dar. Planeen hacerlo; prepárense para hacerlo; vivan dignas de hacerlo.

Que Él las bendiga para que puedan lograrlo, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.