1990–1999
Bendición
Octubre 1998


Bendición

“Estos son tiempos de enorme trascendencia en los que vivimos como santos del Altísimo … Continuemos criando a nuestros hijos en rectitud y verdad. Seamos buenos vecinos y buenos amigos”.

Como santos del Altísimo, vivimos en tiempos de enorme trascendencia …

Quisiera decir solo algo mas para concluir. Hemos estado aquí mucho tiempo, lo digo por aquellos que han estado sentados aquí en el tabernáculo en asientos duros. Espero con ansias el día en que efectuaremos la conferencia en el nuevo edificio que tendrá asientos acolchonados.

Hemos tenido una conferencia maravillosa. El Señor nos ha bendecido, por lo que nos sentimos profundamente agradecidos. Al regresar a nuestros hogares, reflexionemos en las cosas que hemos escuchado. Si es preciso hacer una reforma en nuestras vidas, hagamos los ajustes necesarios que servirán para lograrlo. Si se han despertado emociones en nuestro corazón, respondamos al Espíritu que nos ha conmovido. Si hemos descuidado nuestros deberes, tengamos la autodisciplina para vivir rectamente y hacer lo que se espera de nosotros.

Me complace informarles, mis hermanos y hermanas, acerca del programa de construir templos más pequeños, el cual se ha mencionado muchas veces en esta conferencia. Dedicamos el primero de ellos en Monticello, Utah, hace algunos meses. Edificamos un templo en ese lugar con el fin de que pudiésemos aprender de esa experiencia. Hemos aprendido varias cosas, y nos ha producido una gran satisfacción la reacción de los santos de esa región, así como el gran entusiasmo que han sentido por la magnífica estructura que se ha erigido entre ellos.

Dedicaremos varios templos nuevos a partir del primero del año. Algunos serán más grandes, otros más pequeños. Durante la ultima conferencia exprese la esperanza de que durante los próximos dos años edificaremos 30 templos nuevos. Estoy seguro de que muchos pensaron que este era tan solo un sueno inalcanzable de mi parte. Parecía algo totalmente lejos de la realidad.

Estoy agradecido de poder informarles que nuestro personal de construcción, nuestros arquitectos e ingenieros, nuestros diseñadores y decoradores, me han hecho saber que, con toda probabilidad, tendremos 100 templos o más en funcionamiento en el año 2000, casi el doble de los que tenemos en la actualidad. Les aseguro que nadie esta perdiendo el tiempo, ninguno de todos aquellos que tienen que ver con esta inmensa tarea. Me refiero a estos templos como a templos más pequeños. En realidad, no se ven pequeños, sino más bien grandes. Son hermosos. Están construidos con los mejores materiales y de la mejor manera que nos es posible. Cada uno será una Casa del Señor, dedicada para Sus santos propósitos.

Estos no serán los últimos, ya que seguiremos edificando. Sabemos que hay tantos sitios donde son tan necesarios a fin de que ustedes, los fieles santos de esta Iglesia, vayan a recibir sus propias bendiciones y las hagan llegar a aquellos que han pasado al otro lado del velo de la muerte. Rogamos que nuestra gente sea digna de hacer buen uso de ellos. En los casos en los que sea necesario el arrepentimiento, ahora es el momento de cambiar y de prepararnos para utilizarlos.

Hermanos y hermanas, estos son tiempos de enorme trascendencia en los que vivimos como santos del Altísimo. Con la dadivosa bendición del Señor, con Su voluntad revelada ante nosotros, con los fieles santos de todo el mundo, nos es posible realizar aquello que se consideraba imposible hasta hace poco tiempo.

He sido oficial de esta Iglesia desde hace mucho tiempo. Soy un hombre viejo que no puede detener el paso del tiempo. He vivido lo suficiente y he servido en suficientes y diversos puestos para haber sacado de mi mente, si hubiese sido necesario, cualquier duda en cuanto a la divinidad de esta, la obra de Dios. Respetamos a los miembros de otras iglesias; deseamos contar con su amistad y esperamos prestar servicio al lado de ellos. Sabemos que todos ellos hacen cosas buenas, pero nosotros declaramos, sin reparo alguno -y esto con frecuencia acarrea críticas sobre nosotros-que esta es la Iglesia verdadera y viviente de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo, el Señor Jesucristo.

Antes de tomar asiento, quisiera rendir un momento de homenaje a este gran coro que hemos escuchado hoy. Son magníficos; están haciendo una labor estupenda; son mejores de lo que jamas lo han sido, y deben continuar mejorando. Lo mejor de hoy no será lo suficientemente bueno para el mañana. Sigan adelante, queridos amigos.

Continuemos criando a nuestros hijos en rectitud y verdad. Seamos buenos vecinos y buenos amigos, amando y tendiendo una mano de amistad a aquellos que no sean de nuestra fe, así como a aquellos que lo son. Que la gracia del cielo descanse sobre ustedes, mis amados compañeros, es mi humilde oración al dejar mi atestiguación y mi testimonio y mi amor por cada uno de ustedes, dondequiera se encuentren en este vasto mundo, es mi humilde oración y bendición, en el nombre de Jesucristo. Amén.