1990–1999
Por qué hacemos algunas de las cosas que hacemos
October 1999


Por qué hacemos algunas de las cosas que hacemos

“Ésta no es una causa fácil ni una obra sin esfuerzo, e incluso sacrificio. Seguiremos adelante siguiendo el sendero que el Señor nos ha señalado”.

Mis queridos hermanos, les felicito dondequiera que se encuentren. Como de costumbre, el Tabernáculo está completamente lleno. Para la próxima primavera nos será posible dar cabida a todos los que deseen sentarse juntos para participar de estas extraordinarias reuniones de sacerdocio del sábado por la noche, lo cual será una gran bendición.

Para concluir esta reunión, deseo hablarles unos minutos sobre el tema: porqué hacemos algunas de las cosas que hacemos.

Me doy cuenta de que es un título que suena un poco extraño; pero ésta es la única reunión en la que podemos tratar procedimientos y normas de la Iglesia. Ruego que el Espíritu Santo me guíe.

La Iglesia es una organización eclesiástica. Es una sociedad caritativa cuyo principal interés es la adoración del Señor Jesucristo. Nuestra misión más grande es la de testificar de Su existencia real. No debemos participar en nada que no esté en armonía con ese objetivo principal; en cambio debemos participar en cualquier cosa que esté en armonía con ello.

Hacemos muchas cosas que a primera vista no parecen estar relacionadas con ese objetivo primordial; hablaré en cuanto a dos o tres de ellas. Entre ellas se encuentra el funcionamiento de la Universidad Brigham Young. La gente nos pregunta por qué patrocinamos una institución tan grande y costosa que básicamente se concentra en la educación secular. La pregunta es apropiada. Ese patrocinio tiene una base doctrinal.

El Señor ha decretado por medio de la revelación:

“Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender;

“de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero, las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos,

“a fin de que estéis preparados en todas las cosas, cuando de nuevo os envíe a magnificar el llamamiento al cual os he nombrado y la misión con la que os he comisionado” (D. y C. 88:78–80).

Resulta obvio entonces que estamos obligados a aprender no sólo lo relacionado con lo eclesiástico sino también con lo secular. En la Iglesia existe una tradición en cuanto a eso. En Kirtland había una Escuela de los Profetas; en Nauvoo la Sala de los Setenta que se utilizaba con fines educativos, y además se había proyectado edificar una universidad.

Cuando los santos llegaron a los valles del Oeste, se establecieron academias para capacitar a la juventud, y en 1850 nuestros antepasados pioneros aprobaron los estatutos de la Universidad de Utah. La Universidad Brigham Young se fundó mucho más tarde, sobreviviendo a la mayoría de las academias de la Iglesia. Ha crecido hasta tener inscritos en la actualidad más de 27.000 alumnos. Es un grupo numeroso de estudiantes, pero es una fracción muy pequeña de los jóvenes de la Iglesia que son dignos de obtener educación universitaria. Podemos dar cabida a relativamente unos pocos; pero si no podemos dar cupo a todos, ¿por qué se lo damos a algunos? La respuesta es que, si no podemos dar cabida a todos, démosla a todos los que podamos. El número de alumnos a los cuales se puede dar cupo dentro de la universidad es limitado, pero la influencia de ella es ilimitada. Se están realizando enormes esfuerzos por aumentar y expandir esa influencia.

¡ Cuán afortunados son aquellos que tienen la oportunidad de asistir! Llego al borde del enojo cuando escucho protestas entre los alumnos o el personal docente. Estoy agradecido de poder decir que, con unas pocas excepciones, tanto los que llegan a aprender como los que enseñan agradecen esa gran bendición y son conscientes de ella.

Además, la universidad ha contribuido al reconocimiento bastante favorable de la Iglesia. Su institución patrocinadora, o sea la Iglesia, es extensamente reconocida; se ha destacado por sus normas e ideales, de los cuales se ha escrito y hablado, y que le han hecho saber al mundo aquello en lo que creemos. Sus programas académicos y deportivos han brindado honor tanto a la universidad como a la Iglesia. Y, a medida que las generaciones de alumnos pasen por sus aulas, se gradúen y se vayan por el mundo, honrarán esa grandiosa institución y a su patrocinador: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Seguiremos apoyando a la Universidad Brigham Young, aquí y en Hawai; continuaremos dando nuestro apoyo al Colegio Universitario Ricks. No creo que vayamos a edificar otras universidades. Quisiéramos construir suficientes con el fin de que hubiese cupo para todos los que quisieran asistir, pero no nos es posible; son sumamente caras. Sin embargo, conservaremos éstas como insignias para que testifiquen del extraordinario y serio cometido que tiene esta Iglesia hacia la educación, tanto eclesiástica como secular y, al hacerlo, demostrar al mundo que se puede obtener un excelente aprendizaje secular en un ambiente de fe religiosa.

Como respaldo a estas instituciones estarán nuestras otras escuelas, nuestros institutos de religión diseminados por todas partes y el magnífico sistema de seminarios de la Iglesia.

Se espera que por medio de ellos, nuestra juventud, dondequiera que se encuentre, experimente algo de lo positivo que se puede tener en la Universidad Brigham Young.

La próxima pregunta es: “¿Por qué tiene la Iglesia negocios?”

Participamos en algunos negocios, pero no muchos. La mayoría de ellos comenzaron durante los primeros días en que la Iglesia era la única organización que podía proporcionar el capital necesario para crear ciertas empresas comerciales estructuradas para abastecer a la gente en esta remota zona. Desde entonces nos hemos despojado de algunas en tanto se consideró que ya no existía una necesidad. Entre estas inversiones obsoletas estaba por ejemplo la antigua “Consolidated Wagon and Machine Company” que era bastante próspera en la época de los carromatos y de la maquinaria agrícola tirada por caballos; la compañía dejó de tener razón de ser.

La Iglesia vendió los bancos que una vez le pertenecieron. Al desarrollarse buenos servicios bancarios en la comunidad, ya no hubo necesidad de que la Iglesia fuera propietaria de bancos.

Algunas de esas empresas acomodan directamente las necesidades de la Iglesia. Por ejemplo, la comunicación es un asunto que nos incumbe; debemos comunicarnos con gente de todas partes del mundo; debemos comunicarnos aquí para dar a conocer nuestra posición, y en el extranjero para familiarizar a otras personas con nuestra obra. Y por eso somos dueños de un periódico, el Deseret News, la institución empresarial más antigua de Utah.

Igualmente, somos dueños de estaciones de radio y televisión, las cuales proporcionan una voz a las comunidades a las que prestan servicio. Quisiera hacer notar que en ocasiones nos avergonzamos de los programas que se trasmiten por televisión, por lo que nuestra gente hace todo lo posible por reducir el impacto que éstos puedan tener.

Contamos con una sección de bienes raíces diseñada principalmente para asegurar la viabilidad comercial y el atractivo de las propiedades que rodean la Manzana del Templo. El centro de muchas ciudades se ha deteriorado terriblemente. Sin embargo, no se puede decir eso de Salt Lake City, aun cuando tal vez ustedes estén en desacuerdo cuando tratan de llegar hasta el Tabernáculo estos días. Nos hemos esforzado para asegurar que esta parte de la comunidad se conserve atractiva y viable. Con los herniosos terrenos de la Manzana del Templo y la manzana adjunta hacia el este, mantenemos unos jardines comparables a los mejores de cualquier parte del mundo. Esta parte de la ciudad se verá aún más hermosa cuando se termine la construcción que se está llevando a cabo en la calle Main y se termine el enorme centro de conferencias que se está construyendo hacia el norte.

¿Funcionan esas empresas con fines de lucro? Claro que sí; funcionan en un mundo competitivo; pagan impuestos; son ciudadanos importantes de esta localidad. Y obtienen ganancias, y de esas ganancias proviene el dinero que utiliza la Fundación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días para ayudar a las causas buenas y de caridad de esta comunidad así como del exterior y, particularmente, para colaborar en la gran obra humanitaria de la Iglesia.

Esas entidades empresariales contribuyen un diez por ciento de sus ganancias a la fundación, la cual no puede dar donaciones a sí misma ni a otras entidades de la Iglesia, pero puede utilizar sus recursos para ayudar a otras causas, lo que hace generosamente. Se han distribuido millones de dólares; se ha alimentado a miles de personas; se les han suministrado medicinas; se les han dado ropa y albergue en épocas de gran emergencia y tenibles aflicciones. Cuán agradecido estoy por la beneficencia de esta maravillosa Fundación que obtiene sus recursos económicos de las empresas de la Iglesia.

Tengo tiempo para una pregunta más: “¿Por qué se involucra la Iglesia en cuestiones relacionadas con la moral que son presentadas ante la legislatura y el electorado?

Me apresuro a añadir que nos ocupamos únicamente de esos asuntos legislativos que son de naturaleza puramente moral o que afectan directamente el bienestar de la Iglesia. Nos hemos opuesto al juego de azar y a las bebidas alcohólicas y seguiremos haciéndolo. Lo consideramos no sólo nuestro derecho sino también nuestro deber el oponemos a esas fuerzas que, según nuestra opinión, socavan el carácter moral de la sociedad. Gran parte de nuestros esfuerzos, una porción considerable, está en conjunto con otros cuyos intereses son similares. Hemos trabajado con grupos de judíos, de católicos, de musulmanes, de protestantes y con aquellos que no profesan ninguna afiliación religiosa en particular. Actualmente tal es el caso en California, en donde los Santos de los Últimos Días están trabajando como parte de una coalición para salvaguardar el matrimonio tradicional de fuerzas en nuestra sociedad que tratan de definir nuevamente esa sagrada institución. El matrimonio aprobado por Dios entre un hombre y una mujer ha sido la base de la civilización por miles de años. No hay ninguna justificación para que se deba volver a definir lo que es el matrimonio. Ése no es nuestro derecho, y quienes intenten hacerlo tendrán que rendir cuenta ante Dios por ello.

Algunos describen la legalización del presunto matrimonio entre personas del mismo sexo como un derecho civil. Pero eso no se trata de derechos civiles, sino de la moralidad. Otros cuestionan el derecho constitucional que tenemos como Iglesia de alzar nuestra voz sobre un tema que es de importancia fundamental para el futuro de la familia. Creemos que el defender esta sagrada institución mediante nuestros esfuerzos por preservar el matrimonio tradicional está, sin ninguna duda, dentro de nuestras prerrogativas religiosas y constitucionales. En efecto, es por nuestra doctrina que nos vemos obligados a exponer nuestra opinión.

Sin embargo, y esto es algo que deseo recalcar, quiero decir que nuestra oposición a los intentos de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo jamás se debe interpretar como justificación para el odio, la intolerancia o el maltrato de aquellas personas que profesan tendencias homosexuales, ya sea en forma individual o como grupo. Como dije desde este púlpito hace un año, nuestro corazón se conmueve por aquellos que se dicen llamar “gays y lesbianas”. Los amamos y honramos como hijos e hijas de Dios y se les da la bienvenida a la Iglesia. No obstante, se espera que ellos sigan las mismas reglas de conducta dadas por Dios que se aplican a todos los demás, ya sean solteros o casados.

Elogio a aquellos de nuestros miembros que voluntariamente se han unido a otras personas de pareceres similares para defender la santidad del matrimonio tradicional. Como parte de una coalición que comprende a personas de otras religiones, ustedes brindan considerablemente de sus recursos. El dinero que se está recabando en California ha sido donado a la coalición por miembros de la Iglesia en forma individual. Ustedes, al igual que muchos de otras iglesias, contribuyen su tiempo y talentos para defender una causa que en algunos sectores quizás no refleje una ideología progresista pero que, sin embargo, es la parte central del plan eterno, que el Señor tiene para Sus hijos. Éste es un esfuerzo unificado.

Creo que eso es todo lo que tengo para decir sobre éste y sobre los demás temas de los que he hablado. He tratado de explicar por qué hacemos algunas de las cosas que hacemos y espero haber sido de ayuda.

Ahora, para terminar, quisiera decirles que amo al sacerdocio de esta Iglesia; es un elemento vital y viviente; es el corazón mismo y la fortaleza de esta obra. Es el poder y la autoridad mediante la cual Dios, nuestro Padre Eterno, lleva a cabo Su obra en la tierra; es la autoridad mediante la cual los hombres hablan en Su nombre; es la autoridad mediante la cual gobiernan Su Iglesia.

Amo a los jovencitos que poseen el Sacerdocio Aarónico. Todo joven que lo posea y rinda obediencia a los mandamientos del Señor puede esperar tener la guía del Espíritu Santo en su vida. Ese Espíritu lo bendecirá en sus estudios y en sus demás actividades, y lo guiará en aquellos proyectos que serán una bendición para él así como para las personas que lo rodeen.

Jóvenes, apoyo y repito lo que se ha dicho aquí esta noche; vivan dignos del sacerdocio que poseen. Nunca hagan nada que les haga perder esa dignidad. Observen la Palabra de Sabiduría; no es difícil, y les brindará las bendiciones prometidas. Eviten las drogas; éstas los destruirán por completo; les privarán del control y de la disciplina que ejerzan sobre su mente y su cuerpo; los esclavizarán y los aprisionarán de manera tan feroz y mortal que les será casi imposible liberarse.

Manténganse alejados de la pornografía; ésta también los destruirá; llenará sus mentes de maldad y destruirá la capacidad que tienen de apreciar lo bueno y lo hermoso.

Eviten las bebidas alcohólicas como si fueran una enfermedad repugnante. La cerveza les ocasionará el mismo daño que el licor; ambos contienen diferentes niveles de alcohol.

Rechacen la inmoralidad; arruinará sus vidas si ceden a ella; acabará con su amor propio; les privará de agradables oportunidades y los hará indignos de la compañía de una linda jovencita.

A medida que miren hacia adelante y planeen su vida, incluyan una misión. Tienen la obligación de hacerlo. Quizás sea una experiencia difícil pero enriquecerá y dará equilibrio a sus vidas, además de ser una bendición para los demás de una forma imposible de comprender.

Mucho depende de ustedes, mis queridos amigos.

Que el Señor los bendiga al avanzar en la vida, y al obedecer los mandamientos del Señor.

Esta noche le recuerdo a todo hombre y jovencito que se encuentra en esta enorme congregación que ésta es la Iglesia y el reino del Dios Todopoderoso. Como nuestra historia lo ha demostrado ampliamente, ésta no es una causa fácil ni una obra sin esfuerzo, e incluso sacrificio. Seguiremos adelante siguiendo el sendero que el Señor nos ha señalado. Trataremos de ser fuertes y no desfallecer al seguir esos programas y prácticas que se han establecido y mantenido a través de las generaciones de los tiempos.

Hermanos, formamos parte de una extraordinaria organización. Seguiremos adelante sin desmayar ni desistir en nuestra empresa de edificar este reino y establecer rectitud sobre la tierra. Que el Señor nos conceda sabiduría, fortaleza y determinación, lo ruego humildemente en el nombre de nuestro Redentor, el Señor Jesucristo. Amén.