2000–2009
Somos creadores
Abril 2000


Somos creadores

“Creemos hogares llenos de amor y de serenidad. Aliviemos el sufrimiento. Creemos perdurables testimonios de las verdades eternas tanto en nosotros mismos como en otras personas”.

Todos somos creadores. Nos encontramos caminando a lo largo del puente del tiempo que atraviesa el umbral de un nuevo milenio. Ésta es una época emocionante y significativa. Éstos son los días que previeron los profetas. Ésta es una época de fe, de oportunidad y de prodigios.

Me maravillo al pensar en este mundo que está tan lleno de belleza, que es tan perfecto en su función. Este mundo fue creado por Jesucristo bajo la dirección de nuestro Padre Celestial. La Creación es una de las características que distinguen a Dios. Él toma la materia que está sin forma y la plasma en estrellas, planetas y sistemas solares. “Y he creado incontables mundos”1, nos dice.

Hermanos y hermanas, somos hijos de Dios. ¿No nos es acaso necesario estar en los negocios de nuestro Padre? ¿No debiéramos ser creadores también?

Ustedes tal vez digan: “Es que no soy creativo”.Pues les aseguro que sí lo son. Ustedes son creadores. ¿Han hecho sonreír alguna vez a un bebé? ¿Han enseñado a alguien a perdonar? ¿Han enseñado a alguien a leer? ¿Han preparado una noche de hogar? ¿Organizado una reunión familiar? Puede ser que se hayan sentido inspirados a hacer por alguna persona, como maestra visitante o maestro orientador, algo que haya ejercido una gran influencia en su vida. Si han hecho algo de eso, quiere decir que han sido creativos.

La materia prima de la creación nos rodea por todos lados. El presidente David O. McKay enseñó: “Somos los escultores de la vida. Tenemos ante nosotros nuestras almas sin tallar. Cada uno de nosotros está dando forma a su alma”2.

Creo que plasmamos almas --la nuestra y la de otras personas-- todos los días. Decidamos ahora hacer esas almas “puras y castas”.Creemos hogares llenos de amor y de serenidad. Aliviemos el sufrimiento. Creemos perdurables testimonios de las verdades eternas tanto en nosotros mismos como en otras personas.

Hace poco, tuve una conversación con la familia de una joven madre que murió al dar a luz su quinto hijo. Esperaba hallar angustia, pero sólo hallé esperanza y determinación. Su marido recordaba con amor el tiempo que habían pasado juntos. Sus hijos entendían el plan de salvación y sabían que podrían estar de nuevo con su madre para siempre. En medio de sus quehaceres, ella siempre había dedicado el debido tiempo a sus seres más queridos. Joven como era, esa hermana fue presidenta de la Sociedad de Socorro y siempre dio el primer lugar a su matrimonio y sus hijos.

Al conversar con la madre de esa difunta hermana, me dijo que para ésta lo más importante había sido criar a sus hijas para que fuesen mujeres rectas, que, pese a haber muerto joven, su hija había creado un modelo del vivir rectamente el Evangelio en su hogar.

Los miembros de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, bajo la dirección de los líderes del sacerdocio, creamos una declaración para nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro de todo el mundo; esta declaración nos recuerda quiénes somos; y se ha apartado la noche de Superación personal, de la familia y del hogar para cultivar esos ideales.

¿Percibimos las oportunidades de creación que tenemos a nuestro alcance? ¿Valoramos los dones, los talentos y los espíritus escogidos que Dios nos ha dado? ¿Compartimos las creaciones de nuestro corazón, de nuestra mente y de nuestras manos con los demás?

Otra madre de familia y consejera de la Sociedad de Socorro de una estaca, pese a que la amenazaban serios problemas de salud, creó un notable proyecto de servicio en su estaca. Con ayuno y oración, se obraron milagros y las hermanas de una estaca crearon una obra extraordinaria para personas que padecían hambre, frío y enfermedades.

Nadie sabe cuántas personas fueron bendecidas debido a que una mujer se negó a pensar sólo en sus aflicciones y creó una oportunidad de prestar servicio, un monumento a la compasión y a la nobleza del espíritu humano.

Este hecho lo repiten decenas de miles de miembros fieles todos los años. En junio del año pasado, el Obispado Presidente distribuyó una carta en la que indicaba que quienes deseasen ayudar a aliviar el sufrimiento de los refugiados de Kosovo podrían hacer acolchados y enviarlos al Centro Humanitario Santos de los Últimos Días para que se distribuyeran. Nuestro objetivo era reunir y despachar 30.000 acolchados.

Hemos recibido más de 125.000 acolchados, los cuales se han enviado no sólo a los damnificados de Kosovo, sino también a las víctimas de los desastres naturales de Turquía, de Venezuela, de México y de otros países, incluidos Mozambique y Zimbabue.

Durante el año que ha pasado, tuve el privilegio de viajar a Kosovo donde envolví personalmente en muchos de esos acolchados a niños de brazos y a mujeres llorosas y agradecidas. Hemos visto que, gracias a esta gran organización, podemos crear oportunidades en nuestros propios hogares para enseñar a familiares, a amigos y a vecinos a prestar servicio y ayudar a personas de todo el mundo. En nombre de la Sociedad de Socorro y de los servicios humanitarios de la Iglesia, podemos ser creadores. ¿No nos llena eso de emoción?

Cada uno de nosotros tiene que preguntarse: “¿qué crearé con mi vida, con mi tiempo, con mi futuro?”.

Primero, vayan adonde el Espíritu les indique. Quédense en silencio y escuchen. Su Padre Celestial les guiará al acercarse ustedes a Él. Sumérjanse en la santa palabra de los profetas tanto antiguos como actuales y el Espíritu les hablará. Sean pacientes, pidan con fe y recibirán orientación para sus obras creativas.

Segundo, no permitan que les detenga el temor a cometer errores; pongan las manos en la arcilla de sus vidas y comiencen. Cuánto me gusta lo que Rebeca de antaño respondió al criado de Abraham cuando éste fue a buscar esposa para Isaac. La respuesta de ella fue sencilla y directa: “Sí, iré”3, dijo.

Rebeca pudo haberse negado. Pudo haber dicho al criado que esperara hasta que le hiciesen la debida despedida, hasta que le hiciesen ropas nuevas, hasta que bajase unos kilos o hasta que mejorasen las condiciones del tiempo. Pudo haber dicho: “¿Por qué no busca Isaac esposa entre las hijas de los cananeos”?. Pero no lo hizo, sino que se puso en marcha, y así debemos hacerlo nosotros.

El tiempo de la indecisión ha pasado. ¡Comiencen! No tengan miedo. Hagan lo mejor que puedan. Todos lo hacen. Aprendan de ellos y pónganse en marcha.

Tercero, apoyen a los demás por el camino. Cada persona de esta tierra es única en su género. Todos tenemos intereses, talentos y aptitudes diversos. Cada uno está en un nivel diferente física, espiritual y emocionalmente.

Por último, regocíjense. La creación no es monótona; la creación emana del amor. Cuando hacemos lo que amamos, nos regocijamos al realizarlo.

Si se sienten descontentos, cansados, atribulados o desilusionados, ¿quisieran probar a hacer lo siguiente?: En lugar de pensar tan sólo en sus aflicciones, concéntrense en crear algo extraordinario, algo de importancia eterna. Fortalezcan un testimonio, una amistad; escriban una historia familiar, vayan al templo, presten servicio.

Lean la proclamación sobre la familia y la Declaración de la Sociedad de Socorro, y resuelvan vivir esos principios y solemnizarlos.

Somos gente feliz. Somos participantes que caminan a través del puente del tiempo en unos de los momentos más grandiosos de la historia de este mundo. “Ésta no es una época para andar arrastrando los pies ni para andar amilanados”, ha aconsejado el presidente Gordon B. Hinckley, “Dejen de buscar tempestades y disfruten más plenamente de la luz del sol”4.

Ruego que, como Santos de los Últimos Días, estemos en los negocios de nuestro Padre y creemos algo más con nuestras vidas. Sea cual fuere nuestra situación, podemos orar como Isaías: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros”5. Que nuestra obra y nuestra gloria sean un reflejo de las del Señor, es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Moisés 1:33.

  2. De Francis M. Gibbons, David O. McKay,Apostle to the World, 1986, pág. 228.

  3. Génesis 24:58.

  4. Gordon B. Hinckley, Standing for Something: Ten Neglected Virtues That Will Heal Our Hearts and Homes, 2000, pág. 99.

  5. Isaías 64:8.