2000–2009
El retener la remisión de los pecados
Octubre 2000


El retener la remisión de los pecados

El rey Benjamín enseñó tres principios básicos que nos servirán para retener la remisión de nuestros pecados: ”primero, permanecer humildes; segundo, invocar al Señor diariamente; y tercero, permanecer firmes en la fe”.

Durante el último discurso que el rey Benjamín dio a su pueblo, brindó la fórmula para retener la remisión de los pecados. Él había visto la disposición que ellos tenían de concertar un convenio con Dios de hacer Su voluntad y de ser obedientes a Sus mandamientos en todas las cosas. ¿No nos sería de provecho repasar esa fórmula a fin de que nosotros también disfrutemos de esa gran bendición?

Después de recibir el gran gozo que proviene del llegar al conocimiento de la gloria de Dios y de haber probado Su amor, el rey Benjamín enseñó a su pueblo tres principios básicos que le servirían para retener la remisión de los pecados: primero, permanecer humildes; segundo, invocar al Señor diariamente; y tercero, permanecer firmes en la fe de lo que estaba por venir (véase Mosíah 4:11).

Repasemos cada uno de ellos a fin de que nosotros también seamos fortalecidos en nuestra determinación de retener la remisión de nuestros pecados.

Permanecer humildes

El Élder Bruce R. McConkie enseñó que: ”Todo progreso que se obtenga en las cosas espirituales tiene como requisito la humildad que primeramente se haya obtenido”1. Se ha descrito la humildad como el ”deseo de someterse al Señor”, el ”deseo de conocer Su voluntad y de buscar Su gloria” y el ”deseo de despojarse del orgullo”2. El rey Benjamín dijo a los de su pueblo: ”…quisiera que recordaseis y retuvieseis siempre en vuestra memoria la grandeza de Dios, y vuestra propia nulidad, y su bondad y longanimidad para con vosotros, indignas criaturas, y os humillaseis aun en las profundidades de la humildad…” (Mosíah 4:11). El Señor aconsejó en Doctrina y Convenios que ”…fuesen humildes, fuesen fortalecidos y bendecidos desde lo alto, y recibieran conocimiento de cuando en cuando” (D. y C. 1:28).

Ruego que, al someternos a la voluntad del Señor en todas las cosas, cultivemos nuestra humildad y de esa forma retengamos la remisión de nuestros pecados.

Invocar a dios diariamente

La oración es una de las bendiciones más grandes que tenemos durante nuestra estadía sobre la tierra. Por medio de la oración podemos comunicamos con nuestro Padre Celestial y buscar Su guía a diario. Jesús enseñó: ”Por tanto, siempre debéis orar al Padre en mi nombre” (3 Nefi 18:19). Debemos orar cada día para que tengamos el poder de resistir la tentación. Amulek nos enseña que debemos orar ”por la mañana… al mediodía y al atardecer”, y que ”rebosen [nuestros] corazones, entregados continuamente en oración a [Dios]” (Alma 34:21, 27). Nuestras oraciones diarias influyen en nuestros pensamientos, en nuestras palabras y en nuestras acciones. A fin de retener la remisión de nuestros pecados, es imprescindible que le pidamos diariamente a nuestro Padre Celestial la fortaleza para permanecer en el sendero recto y angosto.

En la conferencia general del pasado abril, el presidente James E. Faust enseñó que ”para sustentar la fe, cada uno de nosotros debe ser humilde y compasivo, bondadoso y generoso con el pobre y el necesitado. La fe se sustenta aún más con dosis diarias de la espiritualidad que recibimos cuando nos arrodillamos en humilde oración…”3.

El presidente Gordon B. Hinckley, en su discurso de apertura de la conferencia general de octubre de 1996, hizo una hermosa descripción de la oración. Él dijo: ”Ustedes han orado pidiendo que puedan escuchar aquello que les ayude a resolver sus problemas y sume fortaleza a su fe. Les aseguro que nosotros también hemos orado. Hemos orado en busca de inspiración y de dirección. Hay una oración constante en nuestro corazón de que no fallemos en el cumplimiento de la gran responsabilidad que el Señor nos ha encomendado ni a la confianza que ustedes han depositado en nosotros. Hemos rogado que podamos recibir la inspiración de decir las palabras que edificarán la fe y el testimonio y que se convertirán en respuestas a las oraciones de los que las escuchen”4.

Testifico que quienes invocan al Señor diariamente tendrán mayor poder para retener la remisión de sus pecados.

Permanecer firmes

Hace poco, me encontraba con los misioneros de la Misión Uruguay Montevideo Oeste mientras ellos citaban en voz alta la sección 4 de Doctrina y Convenios, que dice: ”…oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día” (D. y C. 4:2). Sentí el espíritu de sus llamamientos al permanecer ellos firmes en su mayordomía de traer almas a Cristo. A los Santos de los Últimos Días se les ha mandado: ”…alzad vuestros corazones y regocijaos, y ceñid vuestros lomos y tomad sobre vosotros toda mi armadura, para que podáis resistir el día malo, después de haber hecho todo, a fin de que podáis persistir” (D. y C. 27:15). El rey Benjamín enseñó que los de su pueblo debían ”…permanec[er] firmes en la fe de lo que está por venir…” (Mosíah 4:11). Ellos habían clamado a una voz, diciendo: ”…¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados, y sean purificados nuestros corazones; porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios… el cual bajará entre los hijos de los hombres!” (Mosíah 4:2).

”…el Espíritu del Señor descendió sobre ellos, y fueron llenos de gozo, habiendo recibido la remisión de sus pecados, y teniendo paz de conciencia a causa de la gran fe que tenían en Jesucristo que había de venir…” (Mosíah 4:3).

En la actualidad, nosotros podemos permanecer firmes en el testimonio de ”El Cristo Viviente”, tal como lo manifestaron los Apóstoles: ”Testificamos que algún día él regresará a la tierra. ’Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá’ (Isaías 40:5). Él regirá como Rey de reyes y reinará como Señor de señores, y toda rodilla se doblará, y toda lengua hablará en adoración ante él. Todos nosotros compareceremos para ser juzgados por él según nuestras obras y los deseos de nuestro corazón”5.

Hermanos y hermanas, esas bendiciones pueden ser nuestras si aplicamos estos mismos tres principios a nuestra vida. A los santos de la época del rey Benjamín se les prometió que si lo hacían, siempre se regocijarían y serían llenos del amor de Dios. Eso les dio el poder para retener la remisión de sus pecados. Se les prometió que crecerían en su conocimiento del Señor y en el conocimiento de lo que es justo y verdadero. No tendrían deseos de hacerse daño el uno al otro, sino que vivirían en paz los unos con los otros. Disciplinarían a sus hijos con amor y les enseñarían a andar por las vías de la verdad y la seriedad; se amarían unos a otros y se servirían unos a otros. Impartirían de sus bienes para cuidar de los pobres, alimentar al hambriento, vestir al desnudo y cuidar del enfermo. Ellos suministrarían auxilio a sus semejantes, tanto en forma espiritual como temporal. ¿Qué bendición más grande podríamos pedir?

Dios conceda que también nosotros podamos retener la remisión de nuestros pecados. Testifico que Dios vive y que Su Hijo Unigénito es en verdad nuestro Salvador y nuestro Redentor, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Mormon Doctrine, 2da. edición, 1966, pág. 370.

  2. Principios del Evangelio, pág. 4.

  3. ”El escudo de la fe”, Liahona, julio de 2000, pág. 21.

  4. ”Escuchen por el poder del Espíritu”, Liahona, enero de 1997, pág. 4.

  5. ”El Cristo Viviente: El testimonio de los Apóstoles”, Liahona, abril de 2000, pág. 3.