2000–2009
Este grandioso año milenario
Octubre 2000


Este grandioso año milenario

”Esta obra posee una vitalidad que jamás se había manifestado atal grado”.

Mis hermanos y hermanas, ¡qué gran inspiración son! Al mirar los rostros de esta vasta congregación y darme cuenta de que hay muchos más congregados alrededor del mundo, me acoge un inmenso sentimiento de amor por cada uno de ustedes. ¡Qué maravillosos son! Ruego que el Santo Espíritu me guíe al dirigirme a ustedes.

Antes de entrar en el edificio esta mañana sellamos la piedra de revestimiento de la piedra angular de la estructura, de esta magnífica y nueva estructura.

Preservamos el simbolismo de la piedra angular como recordatorio del Hijo de Dios sobre Cuya vida y misión se estableció esta Iglesia. Él, y sólo él, es la Piedra Angular. Sobre él está edificado un fuerte fundamento de apóstoles y profetas, y encima de esto ”todo el edificio, bien coordinado”, para formar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Efesios 2:21).

Tal como le recordé al grupo esta mañana en el lugar de la piedra angular, rogamos que este símbolo sea reconocido como una representación del Redentor del mundo, el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, Cuyo nombre lleva esta Iglesia.

Estoy tan agradecido de que este edificio esté ya terminado. Lo ocupamos para nuestra conferencia de abril y en otra ocasión en junio pasado. Aún no estaba terminado; ahora se ha declarado terminado y cuenta con un permiso permanente de ocupación.

Este año milenario del 2000 ha sido un año extraordinario para la Iglesia. Hemos progresado en todos los aspectos por todo el mundo. Hemos excedido los once millones de miembros. ¡Qué hecho tan significativo!

Yo estaba aquí en 1947, cuando la Iglesia celebró el centenario de la llegada de los pioneros. En ese tiempo, se dedicó el monumento éste es el Lugar. Se llevó a cabo una magnífica celebración en el Tabernáculo que representaba la misión mundial de la Iglesia. El tema particular de todo ello fue que el número de miembros de la Iglesia llegaba ya a un millón. Cerca de la mitad vivían en Utah; actualmente, sólo el 15 por ciento vive en este lugar, y sin embargo, tenemos más miembros que viven aquí como jamás habíamos tenido. El pensar que hoy tenemos once millones de miembros es algo tremendo y maravilloso, que lleva consigo la promesa del futuro.

Nos hemos extendido por todo el mundo, dondequiera se nos permita ir. Hemos enseñado el Evangelio según se ha revelado en ésta, la dispensación del cumplimento de los tiempos. Actualmente vamos a regiones de las que nunca se había oído en 1947. Nuestra obra misional se ha extendido de manera milagrosa.

Creo que he visitado la mayoría de los lugares donde está organizada la Iglesia. He encontrado personas maravillosas en todas partes; son Santos de los Últimos Días en el verdadero sentido de la palabra que se esfuerzan por vivir los mandamientos.

Al reunirme con ellos y hablar con ellos, he aprendido el verdadero significado de las palabras de Pablo:

”Y de una sangre [Dios] ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y le ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;

”para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

”Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos… Porque linaje suyo somos” (Hechos 17:26:28).

Nos hemos convertido en una gran sociedad cosmopolita, una vasta familia de hermanos y hermanas en el Señor. En el movimiento de este grupo numeroso de hombres y mujeres, niños y niñas, todos ellos santos del Altísimo, cantamos al marchar adelante:

Mis ojos ya perciben la gran gloria del Señor,

cuando El esté venciendo la maldad y el error.

Ya desnuda Su espada cual un rayo de furor;

Avanza Su verdad

Esta obra posee una vitalidad que jamás se había manifestado a tal grado.

En el campo de la educación hemos establecido el programa de seminario e instituto por doquier ha ido la Iglesia. Está teniendo un efecto positivo en la vida de los estudiantes de todo el mundo. En los institutos, los jóvenes de edad universitaria disfrutan de buenas amistades, aprenden, tienen experiencias sociales e incluso encuentran esposos y esposas dentro de la fe.

En los últimos meses se anunció que el Colegio Ricks, una gran institución educativa pionera, que hasta la fecha proporcionaba licenciaturas de dos años, se expandirá para proporcionar cuatro años de educación y llevará el nombre de Universidad Brigham Young--Idaho. Esto de ninguna manera menosprecia el nombre del hombre ilustre que la fundó. Este paso aumentará las oportunidades educacionales para muchos jóvenes y jovencitas; una escuela que ha sido excelente pasará a ser extraordinaria. La Iglesia se ha propuesto extender la oportunidad de obtener una educación secular dentro del ambiente de una escuela de la Iglesia donde se enseña la fe en el Dios viviente y en Su divino Hijo, nuestro Señor.

Otro asunto de resultados extraordinarios, destacado en este año milenario, es la edificación de templos; ha sido un milagro. El domingo pasado dedicamos en Boston, Massachusetts, el templo en funcionamiento número 100 de la Iglesia.

Formé parte de la Primera Presidencia en julio de 1981 como consejero del presidente Kimball. Desde ese entonces, se han dedicado 81 de esos 100 templos; en ese tiempo sólo 19 estaban en funcionamiento.

Cincuenta y tres templos nuevos, más de la mitad de los cien que actualmente están en funcionamiento, se han dedicado desde que fui ordenado Presidente de la Iglesia hace cinco años. Menciono esto sólo para recordarles el paso acelerado de esta espectacular expansión.

Cuando anuncié en la conferencia que esperaba que viéramos la dedicación del templo número cien antes de fines del año 2000, me pregunté si sería posible. No puedo agradecer lo suficiente a los muchos hombres y mujeres que han trabajado tan larga y arduamente para llevar a cabo este milagro. Algunos de estos templos nuevos son más pequeños, pero todas las ordenanzas que se pueden efectuar en el Templo de Salt Lake, el más grande de la Iglesia, se pueden efectuar en esos templos más pequeños. Éstos se dedican exclusivamente a la obra de las ordenanzas; son hermosas estructuras, bien construidas en todo respecto. Y han hecho posible que la jornada a la casa del Señor sea más fácil para miles y miles de personas.

Seguiremos construyéndolos; dedicaremos tres más antes de finales del año. Continuaremos edificando en el futuro, tal vez no a la misma escala que lo hemos hecho durante el año pasado, pero se tendrá una construcción constante de esas casas sagradas con el fin de acomodar las necesidades de la gente.

Cuán profundamente agradecidos están nuestros miembros. Tengo la esperanza y creo que el Señor está complacido.

Y hoy, como otro importante logro de este año milenario, dedicamos este gran Centro de Conferencias. Es un edificio singular y extraordinario. Cuando por primera vez se planificó, no estábamos preocupados por construir el recinto más grande de adoración de cualquier parte; estábamos preocupados por un plan que tuviera en cuenta las necesidades de nuestros miembros.

El Tabernáculo, que nos ha servido tan bien por más de un siglo, simplemente ya no era un lugar eficiente para nuestras necesidades.

Fue algo grandioso y serio emprender la construcción de este edificio. Naturalmente, éramos conscientes de todos los medios electrónicos que existían para llevar el mensaje hablado desde este púlpito a los lugares más distantes. Sin embargo, también nos dábamos cuenta del deseo que tenían tantas y tantas personas de encontrarse sentadas en el mismo recinto que el discursante, tal como ocurrió esta mañana. Como dije al anunciar la decisión de proceder con los planes: ”La construcción de esta estructura ha sido una obra temeraria. Nos hemos preocupado por ella. Hemos orado por ella. Hemos escuchado los susurros del Espíritu con respecto a ella. Y sólo cuando percibimos la voz confirmante del Señor resolvimos dar el paso adelante” (Mi testimonio a todo el mundo”, Liahona, julio de 2000, pág. 4).

El anuncio de nuestra decisión se hizo en la conferencia general de abril de 1996. En esa ocasión dije:

”Lamento mucho que haya muchas personas que quisieron reunirse aquí esta mañana con nosotros, en este Tabernáculo, y que no pudieron entrar por falta de lugar. Muchas de esas personas se encuentran fuera de este edificio…

”Me duele el alma pensar en aquellas personas que quieren entrar pero, por falta de espacio, no pudieron. Hace aproximadamente un año, les sugerí a las demás Autoridades Generales que tal vez haya llegado el momento de investigar la viabilidad de construir otra casa dedicada de adoración, una mucho más grande que ésta, en donde cabrían de tres a cuatro veces más el número de personas que caben en este edificio.” (Esta resplandeciente mañana de la Pascua de Resurrección, Liahona, julio de 1996, pág. 70).

Poco más de un año después, se dio la palada inicial. Esto ocurrió el 24 de julio de 1997, el 150 aniversario de la llegada de nuestros antepasados a este valle.

Durante la conclusión de la ceremonia de la palada inicial, el presidente Packer ofreció la última oración. En ella, rogó que el Señor me preservara la vida a fin de estar presente en la dedicación del nuevo edificio. Estoy agradecido por la evidente respuesta a esa súplica.

Hoy la dedicaremos como una casa en la cual adorar a Dios el Padre Eterno y a Su Hijo Unigénito, el Señor Jesucristo. Esperamos y oramos que continúen saliendo al mundo desde este púlpito declaraciones de testimonio y de doctrina, de fe en el Dios viviente, y de gratitud por el gran sacrificio expiatorio de nuestro Redentor.

La dedicaremos también como una casa en la que se presenten actuaciones artísticas de manera decorosa.

Aquí, este glorioso Coro del Tabernáculo entonará himnos de alabanza; aquí actuarán otros grupos musicales para el entretenimiento de numerosas personas; aquí se presentarán espectáculos que representen de manera bella y artística el relato de este movimiento religioso así como muchas otras cosas.

Este edificio se ha construido con los más finos materiales por los artesanos más diestros. Nos sentimos en deuda para con todos los que han contribuido para hacer de éste un centro magnífico para las conferencias de la Iglesia y otros propósitos.

Tenemos previsto que recibiremos solicitudes de otros grupos para el uso de este recinto. Lo pondremos a la disposición bajo normas que asegurarán que su uso esté en armonía con los propósitos para los cuales se dedicará hoy.

No es como un museo, aunque la arquitectura es exquisita; es un lugar que se utilizará en honor al Todopoderoso y para el cumplimiento de Sus propósitos eternos.

Estoy tan agradecido de tenerlo; estoy muy agradecido de que esté terminado. Todavía se tiene que afinar el órgano, tarea que continuará por algún tiempo. Les recomiendo que lean los excelentes artículos sobre este edificio y el órgano que aparecen en el ejemplar de la revista Ensign del mes de octubre.

Al contemplar esta maravillosa estructura, adyacente al templo, acuden a mi mente las palabras proféticas de Isaías:

”Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.

”Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.

”Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová” (Isaías 2:2:3, 5).

Creo que esa profecía se aplica al histórico y maravilloso Templo de Salt Lake; pero creo que también se relaciona a este magnífico recinto, ya que desde este púlpito la ley de Dios saldrá adelante, junto con la palabra y el testimonio del Señor.

Ruego que Dios nos bendiga como pueblo. En este grandioso año milenario hemos encontrado un nuevo ritmo de progreso. Que sigamos los pasos del gran Jehová, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Que andemos en la luz de Aquel que fue el Mesías del mundo, el Hijo de Dios, que dijo de Sí mismo: ”Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6), es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Instrucciones sobre la exclamación de hosanna

Ahora, mis hermanos y hermanas, en un momento ofreceré la oración dedicatoria en la cual todos ustedes están invitados a participar. Inmediatamente a la conclusión de la oración dedicatoria, invitamos a cada uno de ustedes que desee participar que se ponga de pie y se una a nosotros en la Exclamación de Hosanna. Este sagrado saludo al Padre y al Hijo se da en la dedicación de cada uno de los templos; también se ha dado en algunas ocasiones de importancia histórica, como cuando se puso la piedra de coronamiento en el Templo de Salt Lake, y la celebración del centenario de la Iglesia en la conferencia general de 1930. Consideramos que es apropiado hacer la Exclamación en esta ocasión, al dedicar este grandioso edificio, tarea como la cual quizás jamás volvamos a emprender. En cualquier mención que los medios de comunicación hagan al respecto se deberá reconocer que para nosotros esto es algo muy sagrado y personal. Suplicamos que se trate con deferencia y respeto.

Demostraré ahora la Exclamación. Cada persona toma un pañuelo blanco limpio, sosteniéndolo por una de las esquinas, y lo agita mientras que repiten todos al unísono: ”Hosanna, Hosanna, Hosanna, a Dios y al Cordero”, repitiéndolo tres veces, seguido de ”Amén, Amén y Amén”.

Repito que los que deseen participar están invitados a ponerse de pie y dar la Exclamación inmediatamente después de la oración dedicatoria. Los que deseen permanecer sentados están en libertad de hacerlo. Si no tienen un pañuelo blanco simplemente pueden agitar la mano. Los que estén en otros lugares pueden unirse a dar la Exclamación si sus circunstancias se los permite.

A la conclusión de la Exclamación, el Coro del Tabernáculo, sin que se anuncie, entonará el Himno de Hosanna, que fue escrito por Evan Stephens para la dedicación del Templo de Salt Lake en 1893. Cuando el director lo indique, la congregación se unirá para cantar ”El Espíritu de Dios”, que fue escrito por W. W. Phelps y se cantó por primera vez en la dedicación del Templo de Kirtland en 1836.

La última oración la ofrecerá después el Élder W. Don Ladd, de los Setenta, y la conferencia se aplazará hasta las dos en punto de la tarde.

Ahora, mis amados hermanos y hermanas, si todos inclinan la cabeza y cierran los ojos, nos uniremos en una oración de dedicación.

Oración dedicatoria

Oh Dios, nuestro Padre Eterno, con corazones agradecidos acudimos a Ti en oración en este día histórico de reposo al dedicar este magnífico Centro de Conferencias.

Se ha erigido para Tu honor y Tu gloria. Es una más en un complejo de grandiosas estructuras que se ha dedicado para el logro de Tus propósitos y el avance de Tu obra. Está cercana al sagrado Templo en cuya construcción laboraron nuestros antepasados durante más de 40 años. El frente da hacia el histórico Tabernáculo que ha servido tan bien a Tu pueblo por más de un siglo. Muy cerca está el Salón de Asambleas, cuyos usos son muchos y variados.

No muy lejos de aquí están el Edificio de las Oficinas de la Iglesia, el Edificio de Administración y el Edificio Conmemorativo José Smith. También cerca de aquí están la Casa del León y la Casa de la Colmena, ambas de naturaleza histórica. En la otra dirección se encuentran el Museo de Historia y Arte de la Iglesia y la Biblioteca de Historia Familiar.

Desde esta magnífica y nueva estructura se dominan todos ellos y complementan su variedad, utilidad y belleza. Juntos, se convierten en un testimonio de la fortaleza y vitalidad de Tu obra, la sede de Tu Iglesia y la fuente de la cual emana la verdad para llenar la tierra.

Te damos gracias por los muchos dedicados y sumamente diestros hombres y mujeres que han trabajado larga y arduamente para llevar a cabo su terminación. Que puedan tener un sentimiento de orgullo por lo que han logrado.

Al encontrarnos reunidos en esta gran conferencia general de Tu Iglesia, con la transmisión de estos servicios a los pueblos de la tierra, inclinamos nuestra cabeza en reverencia ante Ti.

Actuando en virtud de la autoridad del santo sacerdocio que proviene de Ti, y en el nombre de Tu Hijo Unigénito, el Señor Jesucristo, dedicamos y consagramos éste, el Centro de Conferencias de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo dedicamos a Ti, nuestro Padre y nuestro Dios, y a Tu Amado Hijo, nuestro Redentor, cuyo nombre lleva Tu Iglesia.

Lo dedicamos como un lugar de reunión para Tu pueblo, donde se podrán congregar para escuchar la palabra del Señor que provenga de Tus siervos, quienes actúan como profetas, videntes y reveladores y como testigos al mundo de la realidad viviente del Señor Jesucristo, cuyo nombre es el único nombre dado entre los hombres por medio del cual pueden ser salvos.

Lo dedicamos desde los cimientos sobre los cuales descansa hasta la cima de su torre. Dedicamos este magnífico recinto, único en su diseño y tamaño, construido para alojar a los miles que a través de los años se reunirán aquí para adorarte y ser entretenidos de una manera sana y maravillosa.

Que desde este púlpito Tu nombre se hable con reverencia y amor. Que el nombre de Tu Hijo constantemente se recuerde en actitud de santidad. Que el testimonio de Tu divina obra salga de aquí de manera vibrante a todo el mundo. Que se proclame la rectitud y se rechace la maldad. Que las palabras de fe se hablen con audacia y convicción. Que las proclamaciones y las declaraciones de doctrina salgan con fuerza a las naciones.

Aunque la tierra tiemble, rogamos que este magnífico edificio permanezca firme y seguro bajo Tu cuidado protector. Que ninguna voz impía se levante jamás en este recinto para degradarte a Ti, a Tu Hijo, a Tu Iglesia restaurada o a sus profetas y líderes que han presidido a través de los años. Protégelo de las tormentas de la naturaleza y de la mano profanadora del vándalo y del destructor. Presérvalo del conflicto y de los actos de terrorismo. Que todas las personas que pasen por este edificio,cualquiera sea su inclinación religiosa, tengan a bien mirar esta estructura con respeto y admiración.

Que este excelente recinto sea un lugar de entretenimiento decoroso, un hogar para aquellas artes que son edificantes y que amplían la cultura de la gente. Que jamás se presente aquí nada que carezca de dignidad y que no represente la belleza que es propia de Tu naturaleza divina.

Dedicamos el gran órgano, los bellos pasillos y otras habitaciones, el lugar de estacionamiento y todas las demás características e instalaciones que tengan que ver con esta estructura. Que sea algo bello para el que la admire, tanto por dentro como por fuera. Que sea una casa de muchos usos, una casa de cultura, una casa de arte, una casa de adoración, una casa de fe, una casa de Dios.

Que dé expresión a la declaración de Tu pueblo de que ”si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos” (Artículos de Fe 1:13).

Ahora, Padre, al dedicar este Centro de Conferencias, también dedicamos el teatro adyacente; es una bella estructura, diseñada para servir como lugar de reuniones, como un hogar para el desempeño de las artes, y para una variedad de usos, todos ellos decorosos y creados para cultivar lo bello y ennoblecedor. Protégelo y bendícelo al igual que hemos rogado para el Centro de Conferencias.

Del mismo modo, en este día dedicamos las instalaciones de estacionamiento construidas debajo de la calle principal y todas las mejoras realizadas en el área inmediatamente al frente de la casa del Señor, el templo de nuestro Dios.

Que esta área se considere un lugar de paz, un oasis en medio del bullicio de esta ciudad. Que sea un lugar donde los afligidos se puedan sentar y contemplar las cosas de Dios y las bellezas de la naturaleza. Está adornado con árboles y arbustos, flores y agua, todos ellos combinados para crear una isla de tranquila belleza en medio de esta gran comunidad floreciente. Que el deseo de los miembros de Tu Iglesia de mejorar y embellecer esta área sea reconocida por todos los que pasen por aquí.

Rogamos que las expresiones favorables aumenten y sigan creciendo hasta que se logre una aceptación y aprecio general por lo que se ha realizado. Invocamos Tus bendiciones sobre esta comunidad y este estado. Ésta es la región a la que Tu pueblo vino en busca de asilo de la opresión que habían experimentado. Ahora se ha convertido en una gran sociedad cosmopolita en la que se han congregado las personas de todas partes de la nación y del mundo entero. Que todos los que viven aquí y los que vengan a este lugar reconozcan un ambiente comunitario que es singular y atractivo. Que los que pertenecemos a Tu Iglesia seamos hospitalarios y corteses. Que mantengamos las normas y prácticas por las que se nos distingue y concedamos a otros el privilegio de adorar ”cómo, dónde o lo que deseen” (Artículos de Fe 1:11).

Bendícenos para que seamos buenos vecinos y ayudemos a todos. Que levantemos las manos caídas y fortalezcamos las rodillas débiles de los afligidos. Que vivamos todos juntos en paz, aprecio y respeto los unos por los otros.

Dios Todopoderoso, cuán agradecidos estamos por Tus maravillosas bendiciones. Acepta nuestra gratitud. Guarda Tus antiguas promesas en cuanto a aquellos que contribuyen sus diezmos y ofrendas, las cuales han hecho todo esto posible. Abre las ventanas de los cielos y destila bendiciones sobre ellos.

Te amamos a Ti y a Tu Hijo divino. Deseamos hacer Tu voluntad. Alabamos Tu santo nombre. Elevamos nuestras voces en himnos de adoración. Testificamos de Ti y de nuestro Redentor, Tu Hijo incomparable. Majestuoso es Tu sendero, glorioso el tapiz de Tu eterno plan para todos los que andan en obediencia ante Ti.

Sonríe complacido sobre nosotros, lo rogamos en el sagrado nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.