2000–2009
Primero lo más importante
Abril 2001


Primero lo más importante

“Haz todo lo posible para tener una familia ideal mientras te encuentres en la tierra. Para ayudarte a lograrlo, medita en los principios que se encuentran en la Proclamación de la Familia y llévalos a la práctica”.

No puedes recordar uno de los momentos más emocionantes de tu vida cuando te sentiste lleno de expectativa, entusiasmo y gratitud. Esa experiencia ocurrió en la vida preterrenal, cuando se te informó que finalmente había llegado el momento de dejar el mundo espiritual para morar en la tierra con un cuerpo mortal. Sabías que por medio de la experiencia personal podrías aprender las lecciones que te darían felicidad en la tierra, lecciones que, al final, te guiarían a la exaltación y a la vida eterna como ser celestial y glorificado en la presencia de tu Santo Padre y de Su Hijo Amado. Entendías que habría desafíos, pues vivirías en un entorno de influencias buenas y malas. Y aÚn así, decidiste a toda costa que volverías victorioso, sin importarte el esfuerzo, el sufrimiento y las pruebas. Se te había reservado para venir cuando la plenitud del Evangelio estuviera sobre la tierra. Llegaste cuando Su Iglesia y la autoridad del sacerdocio estaban aquí para efectuar las ordenanzas sagradas del templo. Pensaste nacer en el seno de un hogar donde tus padres te amarían, nutrirían, fortalecerían y te enseñarían la verdad. Sabías que con el tiempo tendrías la oportunidad de formar tu propia familia eterna, como esposo o esposa, como padre o madre. ¡Cuánto debes haberte alegrado por esa posibilidad!

Las siguientes palabras expresan el propósito primordial del encontrarte en la tierra:

“…haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar;

“y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare;

“y a los que guarden su primer estado les será añadido; y aquellos que no guarden su primer estado no tendrán gloria en el mismo reino con los que guarden su primer estado; y a quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás” (Abraham 3:24–26).

Una vez que se puso a Adán sobre la tierra, Dios dijo: “Hagamos una ayuda idónea al hombre, por cuanto no es bueno que el hombre esté solo” (Abraham 5:14). Adán y Eva formaron la primera familia. Dios declaró: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer” (Moisés 3:24). Tuvieron hijos que también formaron familias. “Y Adán y Eva, su esposa, no cesaron de invocar a Dios” (Moisés 5:16). Se estableció el modelo de familia, esencial para el Plan de Felicidad del Padre, y se recalcó la necesidad de “invocar a Dios”continuamente. TÚ estás viviendo ese plan. Por medio del Evangelio restaurado sabemos que la familia ideal existe y que está compuesta por un justo poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, una esposa recta sellada a él e hijos nacidos en el convenio o sellados a ellos. Con la madre en el hogar, en un ambiente de amor y servicio, los padres enseñan a sus hijos las vías del Señor y Sus verdades mediante el precepto y el ejemplo. Ellos cumplen su función divinamente señalada, la cual se menciona en la Proclamación de la Familia. Los hijos maduran al vivir las enseñanzas inculcadas desde su nacimiento, y desarrollan características de obediencia, integridad, amor a Dios y fe en Su santo plan. Con el tiempo, cada uno de ellos busca un cónyuge con ideales y metas similares; se sellan en el templo, tienen hijos y el plan eterno continÚa; y una generación fortalece a la siguiente.

Durante tu existencia en la tierra, sé diligente al cumplir el propósito fundamental de la vida mediante la familia ideal. Aunque tal vez aun no logres ese ideal, haz todo lo que esté a tu alcance, por medio de la obediencia y la fe en el Señor, para acercarte a él lo más posible. Que nada te haga desistir de lograr ese objetivo. Si se precisan cambios drásticos en tu vida, hazlos. Cuando llegues a la edad y madurez apropiadas, obtén todas las ordenanzas del templo que puedas recibir. Si por el momento ello no incluye el sellarte en el templo a un cónyuge recto, vive para hacerlo. Ora por ello. Ten fe en que lo conseguirás. Nunca hagas nada que te impida ser digno de ello. Si has perdido la visión del matrimonio eterno, reavívala. Si necesitas paciencia para lograr tu sueño, tenla. Mis hermanos y yo oramos y nos esforzamos durante treinta años antes de que nuestro padre, que no era miembro, y nuestra madre se sellaran en el templo. No te desesperes. Hazlo lo mejor que puedas. No podemos saber si obtendremos esa bendición en este lado del velo o en el más allá, pero el Señor cumplirá Sus promesas. En Su sabiduría infinita, él hará posible que recibas todo lo que te mereces. No te desalientes. El vivir una vida lo más cercana posible al ideal te proporcionará enorme felicidad, gran satisfacción y un admirable progreso mientras estés en la tierra, no importa cuáles sean tus circunstancias actuales.

Satanás y sus huestes harán todo lo posible para impedir que obtengas las ordenanzas necesarias para la familia ideal. Él intentará distraerte para evitar que concentres tu mente y corazón en criar una familia fuerte al enseñar a tus hijos como el Señor lo requiere.

¿Hay tantas cosas fascinantes y emocionantes para hacer o tantos desafíos que afrontar, que te resulta difícil concentrarte en lo que es de verdad importante? Cuando las cosas del mundo te agobian, por lo general las cosas incorrectas pasan a tener mayor prioridad. Entonces es fácil olvidar el propósito fundamental de la vida. Satanás tiene un arma poderosa que usa contra la gente buena: la distracción. Él trata que la gente buena llene su vida de “cosas buenas”para que no haya lugar para las importantes. ¿Has caído inconscientemente en esa trampa?

“…los hombres son libres segÚn la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte… pues [el diablo] busca que todos los hombres sean miserables como él” (2 Nefi 2:27).

¿Por qué razón se te ha dado tu albedrío moral? ¿Únicamente para vivir una vida de placer y para tomar decisiones para hacer las cosas que deseas hacer? ¿O hay una razón más fundamental: el poder tomar decisiones que te permitirán llevar a la práctica el propósito por el que estás aquí en la tierra y establecer en tu vida un orden de prioridades que asegurará el desarrollo y la felicidad que el Señor desea que recibas?

Hace poco conocí a un joven inteligente con gran potencial. Dudaba en servir en una misión y ha decidido no asistir a la universidad por ahora. En su tiempo libre hace sólo lo que le apetece. No trabaja porque no tiene que hacerlo y, además, porque le quitaría tiempo para divertirse. Aprobó las clases de seminario sin pensar en aplicar personalmente el conocimiento obtenido. Le dije: “Estás tomando decisiones que aparentemente te brindan lo que deseas: una vida fácil, mucha diversión y poco sacrificio. Lo puedes hacer por algÚn tiempo, pero cada decisión que tomes limita tu futuro. Estás eliminando posibilidades y opciones, y llegará el momento, y no está muy distante, en que tengas que pasar el resto de tu vida haciendo lo que no desees, en lugares donde no quieras estar, por no haberte preparado. No estás aprovechando tus oportunidades”.

Le comenté que todo lo que yo atesoro hoy día comenzó a madurar en el campo misional. El servicio misional no lo hacemos para nosotros, pero aÚn así, de una misión se obtiene gran progreso y preparación para el futuro. Ahí es donde salen de sí mismos y se concentran en otras personas; se acercan al Señor y en verdad aprenden Sus enseñanzas. Encuentran personas que están interesadas en Su mensaje pero que no están seguras del valor que éste tenga. Los misioneros tratan por todos los medios --la oración, el ayuno y el testificar-- de ayudar a la gente a abrazar la verdad. La misión enseña a la persona a dejarse guiar por el Espíritu, a comprender nuestro propósito para estar en la tierra y cómo logarlo. Le di una bendición y cuando se fue, oré con fervor para que el Señor le ayudara a escoger el orden correcto de las prioridades. De lo contrario, fracasará en el propósito de la vida.

En contraste, tomemos el ejemplo de otro joven. Con el paso de los años, vi cómo sus padres le enseñaban desde la infancia a vivir de manera firme los mandamientos de Dios. Por medio del ejemplo y del precepto le nutrieron con la verdad, junto a sus demás hijos. Fomentaron el cultivo de la disciplina y el sacrificio para alcanzar metas dignas. Este joven eligió la natación para inculcar esas cualidades en su carácter. Las prácticas temprano por la mañana requerían disciplina y sacrificio; y con el tiempo, él destacó en ese deporte.

Entonces surgieron los desafíos, por ejemplo, un campeonato de natación que se celebraba en domingo. ¿Se decidiría a participar? ¿Buscaría una justificación para quebrantar su norma de no nadar los domingos con el fin de ayudar a su equipo a ganar el campeonato? No, él no cedería, ni siquiera ante la intensa presión de sus compañeros. Le insultaron e incluso le maltrataron físicamente; pero él no cejó. El rechazo de sus amigos, la soledad y la presión crearon momentos de tristeza y lágrimas, pero no cedió. Estaba aprendiendo por sí mismo lo que cada uno de nosotros debe llegar a saber, la veracidad del consejo de Pablo a Timoteo: ”…todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo JesÚs padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Con el paso de los años, ese constante modelo de un vivir justo --creado por medio de cientos de decisiones correctas-- ha desarrollado un carácter fuerte y capaz. Ahora, como misionero, tiene la estimación de sus compañeros por su habilidad para trabajar, su conocimiento de la verdad, su férrea devoción y su determinación para compartir el Evangelio. Alguien que fue antes rechazado por sus amigos se ha convertido ahora en un líder respetado por sus compañeros. ¿Hay un mensaje para ti en estos ejemplos?

A pesar de que mucho de lo bueno que hacemos nos proporciona un placer saludable, éste no es el propósito primordial por el que estamos en la tierra. Intenta conocer y hacer la voluntad del Señor, no sólo lo que es cómodo o te hace la vida más fácil. TÚ tienes el plan de felicidad del Señor; sabes qué hacer o lo puedes saber por medio del estudio y la oración. Hazlo con gusto.

El Señor declaró:

“Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas, porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por tanto, no recibe galardón alguno.

“…los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia;

“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa.

“Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un man-damiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado” (D. y C. 58:26–29)… lo que significa que cesó en su progreso y desarrollo.

Un dicho que todos comprendemos es que cosechamos lo que sembramos, lo cual también se aplica a los asuntos espirituales. Cosecharás lo que hayas sembrado en obediencia, en tener fe en Jesucristo, en la aplicación diligente de las verdades que hayas aprendido en tu vida. Cosecharás el haber moldeado tu carácter, el ser más capaz, el terminar con éxito tu propósito aquí en la tierra: el ser probado.

Una y otra vez se dice en los funerales que la persona fallecida heredará todas las bendiciones de la gloria celestial cuando de ningÚn modo reunía los requisitos para obtener las ordenanzas necesarias y guardar los convenios requeridos. Eso no sucederá. Esas bendiciones sólo se obtendrán al guardar los requisitos del Señor. Su misericordia no anula los requisitos de Su ley, los cuales se deben cumplir.

Algunos lugares son sagrados y santos, donde parece ser más fácil discernir la inspiración del Santo Espíritu. El templo es ese lugar. Busca un retiro de paz y tranquilidad donde periódicamente reflexiones y permitas que el Señor dé dirección a tu vida. Cada uno de nosotros debe revisar de vez en cuando el curso de su vida y verificar que está en la dirección correcta. Quizá en un futuro cercano puedas beneficiarte al hacer este inventario personal:

¿Qué es lo más importante que debo lograr aquí en la tierra?

¿Cómo uso mi tiempo libre? ¿Dedico parte de él a las cosas que son más importantes?

¿Hay algo que sé que no debo estar haciendo? Si es así, me arrepentiré y dejaré de hacerlo.

En un momento de tranquilidad, escribe tus respuestas; analízalas y haz los ajustes necesarios.

Pon en primer lugar lo más importante. Haz todo lo posible para tener una familia ideal mientras te encuentres en la tierra. Para ayudarte a lograrlo, medita los principios que se encuentran en la Proclamación de la Familia y llévalos a la práctica. Testifico que el Señor vive. Él te ama. Al vivir dignamente y buscar Su ayuda con sinceridad, él te guiará y fortalecerá para que sepas Su voluntad y puedas cumplirla. En el nombre de Jesucristo. Amén.