2000–2009
“Con esperanza. . . arar”
Abril 2001


“Con esperanza… arar”

“Al utilizar la Expiación, tenemos acceso a los dones del Espíritu Santo, lo que nos ’llena de esperanza y de amor perfecto’ ” (Moroni 8:26).

Es obvio, hermanos y hermanas, que el mundo está “en conmoción”, ¡pero el reino sigue adelante como nunca antes! (véase D. y C. 88:91; 45:26.) Esta distin-ción se define más claramente por las tendencias adversas que hay en el mundo, donde los valores tradicionales se están soltando de las amarras de la Restauración; se están deslizando con rapidez (véase D. y C. 105:31.)

Los resultados son mezclas contradictorias, tales como el aburrimiento y la violencia. Algunos sencillamente existen “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12; véase también Alma 41:11). La vía del discipulado moderno nos lleva por en medio de una jungla hostil en la que algunos modos de vida no pueden decidir qué limites establecer, ¡ya que ni siquiera saben dónde están!

Sí, tenemos una gama de comunicaciones y entretenimientos sin precedentes, aunque también muchas multitudes solitarias. La unión de la tecnología no es el sustituto de la familia.

Aun cuando lamento el resultado de esas tormentas que se avecinan, puedo hallar cierta utilidad en ellas. A través de ellas, podemos llegar a ser más espiritualmente dóciles, porque “excepto que el Señor castigue a su pueblo con muchas aflicciones… (Su pueblo) no se acuerda de él” (Helamán 12:3). De todos modos, el Señor siempre está refinando silenciosamente a los de Su pueblo fiel de manera individual, pero también habrá otros acontecimientos que explicarán los caminos más elevados de Dios y de Su reino (véase D. y C. 136:31).

Por lo tanto, nuestras circunstancias son desafiantes. Existen muchos padres abrumados, más y más matrimonios se están desintegrando, y hay familias desarticuladas. Las consecuencias destructivas nos impactan constantemente con las drogas, la violencia y la pornografía; en verdad, “la desesperación viene por causa de la iniquidad” (Moroni 10:22). Ya que el adversario “busca que todos los hombres sean miserables como él”, su plan es el plan de miseria (2 Nefi 2:27; véase también el versículo 18).

Los valientes entre nosotros siguen adelante a pesar de todo porque saben que el Señor los ama, aun cuando no “saben el significado de todas las cosas” (1 Nefi 11:17). Mientras ustedes y yo observamos a los valientes enfrentar con éxito las pruebas severas e incesantes, aplaudimos y celebramos la fortaleza y la bondad que de ellos emana. Aun así, el resto de nosotros tiembla por el precio que se tiene que pagar por la formación de ese invalorable carácter, ¡al mismo tiempo que esperamos no desmayar si atravesáramos circunstancias similares!

Tal vez sea demasiado tarde para arreglar algunas comunidades, pero no para ayudar a aquellas personas y familias que están dispuestas a arreglarse a sí mismas. Tampoco es demasiado tarde para que algunos lleguen a ser discípulos pioneros de su familia y del lugar en que residan, o para que se conviertan en pacificadores locales en un mundo donde la paz ha sido quitada (véase D. y C. 1:35). Incluso si aÚn otras personas experimentan una escasez de ejemplos, ellas mismas pueden llegar a serlo.

Así como Josué pudo decir: ”…pero yo y mi casa …”, algunas personas, privadas hoy día de una familia intacta, todavía pueden decir “pero yo…”y vivir así hasta llegar a ser dignos de todo lo que el Señor haya dispuesto que ellos hagan aquí y ahora (véase Josué 24:15). Por lo tanto, los discípulos se “conserv[an] fuerte[s]” (D. y C. 9:14), “se conserva[n] fieles hasta el fin” (D. y C. 6:13) y “persevera[n] en su camino” (D. y C. 122:9) aun en un mundo atribulado.

No obstante, el perseverar y el soportar no son respuestas pasivas en absoluto, sino que más bien son una preparación para emprender tareas más difíciles mientras de manera dócil llevamos victoriosamente las heridas de batallas pasadas.

De todos modos, ¿qué son unos pocos dedos de escarnio (véase 1 Nefi 8:33), cuando al final los fieles podrán saber lo que es ser “recibido[s] en los brazos de JesÚs”? (Mormón 5:11).

¿Qué son las palabras de escarnio de hoy si más tarde escucharemos estas gloriosas palabras: “Bien, buen siervo y fiel…”? (Mateo 25:21).

Mientras tanto, Pablo exhorta que “con esperanza [debemos] arar” (1 Corintios 9:10).

Por tanto, se necesita desesperadamente la perspectiva longitudinal, la esperanza del Evangelio. El desprecio de hoy se convierte entonces en la perspectiva del ser elevados mañana en el plan de felicidad de Dios (véase Alma 42:8, 16).

Puesto que el Señor desea un pueblo que sea “probado en todas las cosas”(D. y C. 136:31), ¿de qué manera específica se nos probará? él dice que probará la fe y la paciencia de su pueblo (véase Mosíah 23:21). Debido a que la fe puede ser probada en el tiempo del Señor, aprendamos a decir no sólo “Que se haga Tu voluntad”, sino pacientemente agreguemos: “Que se haga en Tu debido tiempo”.

La esperanza se deleita en las palabras de Cristo “a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras”, que “para nuestra enseñanza se escribieron” (Romanos 15:4), ésta se reafirme “teniendo todos estos testimonios” (Jacob 4:6; véase también 2 Nefi 31:20.) La fe constituye la “certeza de lo que se espera”y la prueba de las “cosas que no se ven” (JST, Hebreos 11:1; véase también éter 12:6). Por lo tanto, cualquiera sea nuestro humilde terreno, “con esperanza [debemos] arar” (1 Corintios 9:10), para finalmen- te cosechar “un fulgor perfecto de esperanza” (2 Nefi 31:20; véase también Alma 29:4).

Sin embargo, muchos de los que han hecho un compromiso parcial, como Naamán, esperan que el Señor les pida “alguna gran cosa” (2 Reyes 5:13), mientras declinan los pequeños pedidos que él les hace. Cuando se humilló y se le corrigió, no sólo la carne de Naamán se volvió como la de un niño, sino también su corazón (véase 2 Reyes 5:14–15). El no servir al Maestro en las cosas pequeñas nos distancia de él (véase Mosíah 5:13).

Los que “con esperanza… [aran]”no sólo comprenden la ley de la cosecha, sino también lo que significan las épocas de crecimiento. Es verdad, los que tienen una esperanza genuina a veces ven las circunstancias a su alrededor sacudirse como un calidoscopio, pero con el “ojo de la fe”pueden ver el diseño divino (Alma 5:15).

La esperanza final, por supuesto, está vinculada a JesÚs y a la gran Expiación con su dádiva gratuita de la resurrección universal y la ofrenda del máximo de todos los dones de Dios, la vida eterna. (Véase Moroni 7:40–41; Alma 27:28; D. y C. 6:13; 14:7.)

Varios pasajes de las Escrituras describen la esencia de esa expiación gloriosa y rescatadora, incluso un versículo autobiográfico impresionante que confiesa que JesÚs “no dese[aba] beber la amarga copa y desmayar” (D. y C. 19:18). Puesto que la “expiación infinita”requería un sufrimiento infinito, ¡se corría el riesgo de que rehuyera de él! (2 Nefi 9:7; Alma 34:12). ¡Toda la humanidad dependía del carácter de Cristo! Misericordiosamente, él no desmayó, sino que “acab[ó] [Sus] preparativos para con los hijos de los hombres” (D. y C. 19: 19).

Pero la sumisión singular de Cristo siempre ha estado en su lugar. De hecho, él se ha “sometido a la voluntad del padre en todas las cosas desde el principio” (3 Nefi 11:11), observando detenidamente a Su Padre en todo momento: “De cierto, de cierto os digo: No puede el hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).

Este versículo implica indicios de cosas grandiosas, de más lejos que del más allá.

En el agonizante proceso expiatorio, JesÚs dejó que Su voluntad fuera “absorbida en la voluntad del Padre” (Mosíah 15:7). Como soberanos, el elegir someternos al Soberano Máximo es nuestro acto más grande de elección ¡Es la Única rendición que también proporciona la victoria! El despojarse del hombre natural hace posible vestirse de toda la armadura de Dios, ¡la que antes no nos sentaba bien del todo! (véase Efesios 6:11, 13).

JesÚs redentor también “derramó su alma hasta la muerte” (Mosíah 14:12; véase también Isaías 53:12; D. y C. 38:4). ¡Al “derramar”a veces nuestras almas con sÚplicas personales, quedamos así vacíos, por lo que hay más lugar para tener más gozo!

Otro pasaje fundamental de las Escrituras describe que JesÚs “ha pisado él solo el lagar, sí, el lagar del furor de la ira del Dios Omnipotente” (D. y C. 88:106; véase también D. y C. 76:107; 133:50). Muchos pueden alentar, felicitar, orar y consolar, pero el levantar y llevar nuestra cruz individual nos corresponde a cada uno. Dada la “intensidad”que Cristo soportó por nosotros, no podemos esperar un discipulado de serena tranquilidad. Al buscar el perdón, por ejemplo, el arrepentimiento se puede convertir en un proceso difícil de sobrellevar y, a propósito, ¡no confundamos, como lo hacen algunos, los pequeños errores con las verdaderas cruces de la vida!

De manera excepcional, el JesÚs expiador también “descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas…” (D. y C. 88:6; véase también D. y C. 122:8). ¡Cuán profundo debe haber sido ese descenso a la desesperación y a la agonía abismal! él lo hizo para rescatarnos y para que comprendiéramos el sufrimiento humano. Por lo tanto, no nos sintamos mal ante esas experiencias de aprendizaje que pueden desarrollar más nuestra propia empatía (véase Alma 7:11–12). El corazón indolente no podrá hacerlo ni tampoco el corazón rencoroso. De manera que el ser cabalmente admitidos a la “participación de sus padecimientos”requiere la cuota completa del discipulado (Filipenses 3:10; véase también 1 Corintios 1:9).

Más aÚn, JesÚs no sólo tomó sobre Sí nuestros pecados para expiarlos, sino también nuestras enfermedades y dolorosos pesares (véase Alma 7:11–12; véase también Mateo 8:17). Por tanto, él sabe de manera personal todo lo que atravesamos y sabe cómo extender Su perfecta misericordia, al igual que cómo socorrernos. Su agonía fue tan asombrosa que tuvo que pisar el lagar él “solo” (D. y C. 133:50).

El Dios de los cielos ha llorado en ocasiones (véase Moisés 7:28). Por lo tanto, uno medita en las agonías de la infinita Expiación de JesÚs y en los sentimientos del Padre… por Su Hijo y por nosotros.¡No hay revelaciones instructivas y pertinentes al caso, pero nuestro pensamiento finito trata igualmente de imaginar lo que el Padre debe haber sentido!

Si no “desmayamos”, como el Salvador, entonces debemos ir con el flujo demandante del discipulado, incluso doquiera las doctrinas de enseñanza del Maestro nos lleven. De otro modo, tal vez andemos con JesÚs hasta un punto, pero después dejemos de andar con él (véase Juan 6:66). El desmayar significa detenerse así como volver atrás.

Cuanto más sepamos de JesÚs, más le amaremos. Cuanto más sepamos de JesÚs, más confiaremos en él. Cuanto más sepamos de JesÚs, más desearemos ser como él y estar con él, convirtiéndonos en la clase de hombres y mujeres que él desea que seamos (véase 3 Nefi 27:27), mientras vivimos ahora “de una manera feliz” (2 Nefi 5:27).

Así, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos “glorificar”a Cristo al arrepentirnos, y, de ese modo, acceder a las bendiciones de la sorprendente expiación que él proporcionó para nosotros ¡a tan elevado precio! (véase Juan 16:14). Por lo tanto, hermanos y hermanas, considerando aquello por lo que JesÚs murió, ¿estamos dispuestos a vivir con los desafíos que se nos presenten? (véase Alma 29:4, 6). A veces, el temblar es permisible y normal.

Hay muchas maneras específicas por las que podemos “aplicar”a nosotros estos pasajes “esenciales”de las Escrituras sobre JesÚs y la Expiación, pero todos están cubiertos bajo el techo de este concepto: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí” (Mateo 11:29). De hecho, ¡no hay otra manera de aprender profundamente! (véase 1 Nefi 19:23). ¡La Expiación Infinita es tan amplia y universal, pero, a la vez, es tan personal! Afortunadamente, podemos ser perdonados mediante la Expiación y, lo que es más importante, podemos saber que hemos sido perdonados, esa final y gozosa emancipación del error.

Al utilizar la Expiación, tenemos acceso a los dones del Espíritu Santo, lo que nos “llena de esperanza y de amor perfecto” (Moroni 8:26). ¡Ninguno de nosotros puede darse el lujo de estar sin esa esperanza y ese amor que se necesitan para enfrentar los desafíos y los obstáculos de nuestra vida!

Por lo tanto, en el discipulado que se nos ha concedido, tenemos que vencer al mundo (véase 1 Juan 5:3–4); terminar la obra que personalmente se nos ha dado; ser capaces de participar de la amarga copa sin amargarnos; experimentar el derramamiento de nuestra alma; que nuestra voluntad sea absorbida cada vez más en la voluntad del Padre; reconocer, pese a lo difícil que sean las pruebas de la vida que, en verdad, ”…todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7); y arar perseverantemente hasta el final del surco, glorificando en todo momento al Señor y utilizando los inigualables dones que nos ha concedido, incluso, un día, “todo”lo que él tiene (véase D. y C. 84:38).

En el santo nombre de Jesucristo. ¡Amén!