2000–2009
Llegar a ser un gran beneficio para nuestros semejantes
Abril 2002


Llegar a ser un gran beneficio para nuestros semejantes

“Ruego que ustedes, maravillosos jóvenes, no sean sólo dignos de recibir el ministerio de ángeles, sino que… lleguen a ser ángeles ministrantes en la vida de los demás”.

Cuando Wilford Woodruff era joven, de 27 años, fue ordenado al oficio de presbítero el 5 de noviembre de 1834. Ocho días más tarde, empezó una misión de dos años en la Misión de los Estados del Sur1. Una noche, él y su compañero encontraron alojamiento en casa de una familia que les proporcionó el piso de una habitación como cama, lo que él describió como “muy dura después de haber caminado más de 95 kilómetros sin nada que comer”2.

El próximo día caminaron 19 kilómetros bajo la lluvia hasta que llegaron a la casa de un hombre que resultó ser uno de los miembros del populacho de Misuri. El hermano Woodruff dijo: “La familia se iba a sentar a la mesa para desayunar cuando llegamos. En esos días, era costumbre entre los de Misuri invitar a comer inclusive a los que consideraran sus enemigos, por lo que nos invitaron a tomar desayuno y nosotros estuvimos muy complacidos con la invitación. Él sabía que éramos mormones y tan pronto como empezamos a comer, empezó a blasfemar contra los mormones; había un gran plato de huevos con tocino y bastante pan en la mesa, pero sus blasfemias no impedían que nosotros siguiéramos comiendo: cuanto más maldecía, más comíamos, y así lo hicimos hasta llenar nuestros estómagos; luego nos levantamos, tomamos nuestros sombreros y le agradecimos el desayuno. Lo último que supimos de él era que seguía con sus blasfemias. Confío en que el Señor lo recompensará por ese desayuno”3.

Al final del primer año en esa misión, cuenta que había “viajado 5.228 kilómetros, celebrado ciento setenta reuniones [y] bautizado a 43 personas4”.

A su primera misión en los Estados del Sur le siguieron dos misiones breves en las Islas Fox, cerca de la costa de Maine5 y dos misiones subsiguientes en Inglaterra6. Durante su última misión en Inglaterra, en 1840, reconoció que “por medio de las bendiciones de Dios”, había sido un instrumento para llevar a más de mil ochocientas almas a la Iglesia en un período de ocho meses7.

Wilford Woodruff comprobó la promesa del Libro de Mormón de que “Dios ha dispuesto un medio para que el hombre, por la fe, pueda efectuar grandes milagros; por tanto, llega a ser un gran beneficio para sus semejantes”8. Mis queridos jóvenes hermanos del Sacerdocio Aarónico, me gustaría recordarles que nuestro Padre Celestial no sólo desea que sean buenos, sino que sean buenos para algo, para servir y bendecir la vida de otras personas y llegar a ser un beneficio para sus semejantes.

Leemos en el Evangelio de Lucas que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”9. En tanto que nuestra búsqueda terrenal por la perfección implique ser más como el Salvador, entonces también nosotros debemos crecer en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

Las actividades del quórum del sacerdocio y de la Mutual con las jovencitas, cuando se preparan con esmero y oración, y se analizan en el Comité del Obispado para la Juventud10, ayudarán a cada joven y a cada jovencita a crecer en sabiduría a medida que logren un mayor aprecio por las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes, y participen en las actividades de la Mutual que implique todo lo que es “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza”11.

El deliberar en consejo en el Comité del Obispado para la Juventud proporciona una capacitación de gran valor para toda una generación de futuros líderes que aprenderán a trabajar juntos en forma eficaz en los consejos.

Ustedes, jóvenes, crecerán en estatura y en fortaleza física al participar en bailes folclóricos, deportes y en competencias atléticas sanas y amigables caracterizadas por un buen espíritu deportivo. Crecerán en gracia para con Dios al dedicarse a la investigación de historia familiar, al efectuar bautismos en el templo por antepasados fallecidos, al convertirse en maestros orientadores fieles, al limpiar la capilla con frecuencia, al visitar los asilos de ancianos y al ayudar a mantener hermosas sus comunidades. Al hacerlo, demostrarán el consejo del rey Benjamín de que “cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios”12. El líder sabio pondrá menos énfasis en las actividades para recaudar fondos y mucho más énfasis en prestar servicio desinteresado a los demás.

Ustedes, jóvenes hermanos, crecerán en gracia para con los hombres y estarán mejor preparados para la misión, el matrimonio y los futuros empleos a medida que aprendan más sobre sus carreras y desarrollen la confianza en ustedes mismos al dar discursos, participar en actuaciones teatrales originales y en las actividades de talentos.

Las actividades para la juventud deben reflejar nuestra creencia de que “existen los hombres para que tengan gozo”13 y nosotros debemos estar ansiosos de compartir ese gozo con los demás. No hace mucho conocí a una mujer del este de los Estados Unidos que ahora vive en el Valle de Salt Lake. Es un miembro devoto de otra Iglesia cristiana, por lo que le pregunté si le gustaba vivir entre Santos de los Últimos Días. Dijo: “Mi esposo y yo nos llevamos bastante bien con la gente, pero nos preocupa nuestra hija adolescente. Cada miércoles por la tarde, como a las siete, varias jovencitas de nuestro vecindario pasan juntas por nuestra casa en camino a alguna parte y jamás se han detenido a invitar a nuestra hija de 14 años a que vaya con ellas”.

Yo le dije: “Éste es su día de suerte; creo que puedo solucionar ese problema”. De inmediato me dio el nombre de su hija y la dirección y nos pusimos en contacto con el presidente de la estaca y con el director de seminario.

Nuestros amigos y vecinos son hijos de un Padre Celestial amoroso que desea que todos ellos regresen a Su presencia. ¿Podemos quedarnos satisfechos cuando no asisten a las reuniones todos los miembros de nuestro quórum el domingo por la mañana? Estoy seguro de que podemos acercarnos a los menos activos y a los de otras religiones e invitarlos en forma amable a las actividades de los Hombres Jóvenes y de las Mujeres Jóvenes, a seminario, a las clases de la Escuela Dominical y a las reuniones sacramentales.

Cuando José Smith y Oliver Cowdery recibieron el Sacerdocio Aarónico bajo las manos de Juan el Bautista resucitado, recibieron “las llaves del ministerio de ángeles”14, y lo mismo sucede con ustedes cuando son ordenados. Ruego que ustedes, maravillosos jóvenes, no sean sólo dignos de recibir el ministerio de ángeles, sino que, al igual que el joven Wilford Woodruff, lleguen a ser ángeles ministrantes en la vida de los demás a medida que ejerzan su fe para efectuar “grandes milagros”, y así llegar “a ser un gran beneficio” para sus semejantes.

Satanás quiere que la fe de ustedes diminuya y que sea menos el poder del sacerdocio que tienen para efectuar grandes milagros, pero un Padre Celestial amoroso les ha concedido una protección providencial: el don del Espíritu Santo. En el primer capítulo del Libro de Mormón aprendemos que a medida que Lehi leía las Escrituras, “fue lleno del Espíritu del Señor”15. Más adelante, Nefi nos promete que a medida que nos deleitemos “en las palabras de Cristo… las palabras de Cristo [nos] dirán todas las cosas que [debemos] hacer”16.

Puede que enfrenten decisiones con respecto a la misión, su futura carrera y, finalmente, el matrimonio. Al leer las Escrituras y orar en busca de guía, tal vez no vean la respuesta en forma impresa en una página, sino que mientras lean, recibirán impresiones nítidas, y susurros y, como se ha prometido, el Espíritu Santo “os mostrará todas las cosas que debéis hacer”17.

Satanás desea que cedan su albedrío moral a los diferentes comportamientos adictivos, pero un Padre Celestial amoroso les ha prometido por medio de Su profeta Isaías, que por medio de un ayuno sincero, al atenuar sus apetitos físicos, Él les ayudará a “desatar las ligaduras de impiedad” y a “[romper] todo yugo”18. Reclamen esa promesa por medio del ayuno. Ese vacío que sentimos en el cuerpo proporcionará más espacio para la plenitud del Evangelio. El vacío precede a lo sagrado.

El estudio de las Escrituras y el ayuno, precedidos y seguidos de la oración, pueden cambiar la noche en día19. Toda la vida del profeta José Smith demuestra el poder de la oración y el cumplimiento de la promesa del Señor de que “si pides, recibirás revelación tras revelación”20. Una revelación importante que recibirán será el llegar a comprender cómo acercarse a las vidas de los que hayan perdido el sendero. Al hacerlo, es conveniente recordar el sabio consejo del presidente Hinckley: “El Espíritu Santo es el Testificador de la verdad, que puede enseñar a los seres humanos lo que ellos no pueden enseñarse el uno al otro”21.

El presidente Gordon B. Hinckley considera que los amigos son uno de los ingredientes clave en la retención de nuevos conversos y en la recuperación de los menos activos, y el poeta Robert Browning describe con elocuencia cómo se hace esto:

…Si fuese bendecido como ustedes,

me rodearía de amor y me fortificaría

en el compañerismo de mi prójimo;

sería imposible mi fracaso, protegido por

mis tiernos amigos que han hecho

de mi causa la suya22.

Como Presidente de la Iglesia, Wilford Woodruff declaró que “no hay diferencia alguna en un hombre, sea presbítero o apóstol, si magnifica su llamamiento. Un presbítero posee las llaves de la ministración de ángeles. Nunca en mi vida como apóstol, setenta o élder, he sentido más la protección del Señor que cuando desempeñaba el oficio de presbítero. El Señor me reveló por medio de visiones, de revelaciones y del Espíritu Santo muchas cosas que había en mi futuro”23.

Mis queridos jóvenes hermanos, ruego que cada uno de nosotros, por medio de nuestra fe, utilice el poder del sacerdocio para efectuar grandes milagros al compartir el Evangelio y servir al prójimo y así llegar a ser un gran beneficio para nuestros semejantes, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Matthias F. Cowley, Wilford Woodruff: History of His Life and Labors, Salt Lake City: Deseret News, 1909, pág. 47.

  2. Ibíd, pág. 50.

  3. Ibíd, pág. 50.

  4. Ibíd, pág. 58.

  5. Ibíd, págs. 70–86.

  6. Ibíd, págs. 99–113; 114–28; 129–46.

  7. Ibíd, pág. 119.

  8. Mosíah 8:18.

  9. Lucas 2:52.

  10. Manual de Instrucciones de la Iglesia, Libro 2, Líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, 1998, pág. 384.

  11. Artículo de Fe Nº 13.

  12. Mosíah 2:17.

  13. 2 Nefi 2:25.

  14. D. y C. 13:1.

  15. 1 Nefi 1:8–12.

  16. 2 Nefi 32:3.

  17. 2 Nefi 32:5.

  18. Isaías 58:6.

  19. Véase “¿Pensaste orar?, Himnos, Nº 81.

  20. D. y C. 42:61.

  21. Véase Gordon B. Hinckley, “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, Liahona, marzo de 1998, pág. 8.

  22. “Paracelsus”, en The Poetical Works of Robert Browning, 2 tomos, 1902, tomo I, pág. 25.

  23. “Discourse”, Millennial Star, 5 de octubre de 1891, págs. 628–629. En “Deberes y bendiciones del sacerdocio”, Parte A (31111 002), pág. 56.