2000–2009
Este sendero que llamamos vida
Abril 2002


Este sendero que llamamos vida

“Al mantenerse en el camino correcto, la recompensa que espera al final de la jornada de la vida hace que valgan la pena los momentos de adversidad que se experimentan en el camino”.

Hermanos, me complace estar con ustedes esta noche. Yo también quiero dirigir la palabra específicamente a los hombres jóvenes del Sacerdocio Aarónico. Los quiero y me preocupo mucho por ustedes.

En el nuevo cuadernillo intitulado Para la fortaleza de la juventud, la Primera Presidencia les dice: “Nuestros amados jóvenes… tenemos plena confianza en ustedes. Ustedes son espíritus escogidos que han nacido en esta época en que las responsabilidades y las oportunidades, al igual que las tentaciones, son sumamente intensas. Están iniciando su jornada por esta vida terrenal; su Padre Celestial desea que vivan felices y desea llevarlos de nuevo a Su presencia. Las decisiones que tomen hoy determinarán mucho de lo que habrá de venir durante su vida y la eternidad” (Para la fortaleza de la juventud, bajo “Mensaje de la Primera Presidencia”).

Espero que esta tarde, en alguna manera pequeña, ustedes puedan aprender de mis casi setenta años de travesía por este sendero que llamamos vida. Sus padres o abuelos tal vez ya les hayan dicho: “Cuanto más entrado en años se vuelve uno, más rápido pasa el tiempo”. Es como si en un momento determinado uno tiene doce años de edad y está junto a su familia y un minuto después uno tiene casi setenta años y carga unos cuantos kilos de más.

Es difícil creer que la última vez que hablé en la reunión general del sacerdocio fue hace casi trece años. En aquella ocasión le conté a los hermanos de un viaje en bicicleta que hice con mis hijos, y utilicé esa experiencia para recalcar la importancia de prepararse bien para la jornada de la vida.

Hoy quiero contarles de otras jornadas que he hecho y compartir con ustedes las lecciones que de ellas he aprendido.

Hace poco, algunos integrantes de mi familia decidieron que sería divertido viajar en bicicleta desde Bozeman, Montana hasta Jackson Hole, Wyoming, en los Estados Unidos. El viaje de 360 kilómetros nos llevaría tres días y nos haría atravesar en tres ocasiones la línea divisoria de aguas. Decidimos que viajar cuando hiciera buen tiempo por los pasos de montaña sería una experiencia maravillosa que nos ayudaría a apreciar las creaciones de Dios.

Tras minuciosos planes y preparación, me encaminé junto con mis dos hijos y mi única hija rumbo a Big Sky, Montana, lugar donde pasaríamos la primera noche. Era una mañana perfecta y anticipábamos un viaje muy agradable. A medida que íbamos en camino, sin embargo, asomaron una nubes oscuras que trajeron una lluvia que llegó a convertirse en aguanieve y granizo, haciendo que nos mojáramos y que tuviéramos muchísimo frío y que nos sintiéramos abatidos. Al finalizar el primer día de nuestro viaje y llegar a nuestro destino donde pasaríamos la noche, recordé que la vida puede ser igual que ese día. Por fortuna, estábamos preparados para toda condición climatológica; de no ser así, hubiera sido difícil concluir el primer día del viaje. Debemos emprender cada etapa de la jornada de la vida llenos de esperanza y optimismo, pero aun así debemos estar preparados para enfrentar, en algún momento, oposición o dificultades.

Los patrones de comportamiento que ustedes establezcan en su juventud pueden acompañarles durante el resto de la vida terrenal. El tomar las decisiones correctas ahora les permitirá seguir el camino que les ayudará a soportar los momentos fríos y grises que vendrán después.

Por ejemplo, si tienen el hábito de usar lenguaje vulgar, cuanto más lo usen, más difícil se vuelve cambiar y abandonarlo. Es mejor optar por seguir desde ahora un camino diferente, un camino que lleve a pensamientos y palabras y acciones limpios, para que ustedes puedan disfrutar de la compañía del Espíritu Santo. Imagínense lo difícil que debe ser servir en una misión y que les vengan malas palabras a la mente cuando necesiten tener el Espíritu como compañero constante. Si usan lenguaje vulgar, éste es el momento de cambiar.

En el segundo día de nuestro viaje partimos rumbo a West Yellowstone, Montana. Todo estaba en orden al avanzar hacia nuestro segundo destino: las bicicletas andaban sin complicaciones y teníamos las piernas descansadas. En ese momento me di cuenta de que si no nos cuidamos cuando todo va bien en la vida, podemos enfrentar la tentación de olvidarnos de nuestro Padre Celestial y creer que nosotros somos los responsables de nuestro estado de felicidad. No cometan ese error.

El profeta José Smith enseñó: “La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312).

El Libro de Mormón está repleto de relatos sobre personas que fueron bendecidas por el Señor y después se jactaron de sus logros. Finalmente, ensalzadas en el orgullo, se apartaron del sendero correcto y, al alejarse de la verdad, perdieron todo lo que tenían. Asegúrense de no volverse como los nefitas de la antigüedad. Siempre recuerden la verdadera fuente de sus bendiciones.

Durante el tercer día de nuestro viaje aprendí que, aunque tengamos que luchar cuesta arriba en la vida, nuestra actitud determinará cómo enfrentaremos las dificultades. Ese día cruzamos tres veces la línea divisoria de aguas, subiendo de 1.400 a 2.500 metros de altura. Subir en bicicleta pasos de montaña empinados requiere la actitud correcta si uno desea llegar a la altura correcta, y lo mismo ocurre en la vida. Aprenderán autodisciplina y lograrán mucho al establecer metas que valgan la pena y fijar la vista en ellas. Es cierto, hubo momentos en los que el subir por las cuestas empinadas de la montaña me resultaba casi inaguantable, pero como había fijado la vista en mi propósito, no me di por vencido.

Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, les insto a fijarse metas tales como completar seminario, cumplir una misión honorable, recibirse de la universidad y ser dignos de casarse en el templo. A la edad de ustedes, éstas pueden parecer metas muy grandes, pero si comienzan a subir la colina ahora, estarán en una posición mucho mejor de lograrlas.

Hace dos años, el élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, y yo tuvimos la oportunidad de hacer un viaje en canoa por Quetico, una zona despoblada de Ontario, Canadá. Cargábamos las canoas y las provisiones por tierra entre un lago y otro. Cuando llegamos más o menos a la mitad de uno de los lagos más grandes, el tiempo empeoró, y las aguas que hasta hacía poco habían estado tranquilas se tornaron violentas y peligrosas, sacudiendo nuestra canoa de aquí para allá.

Teníamos que tomar una decisión: intentar llegar al destino que teníamos planeado o dirigirnos a la isla más cercana para esperar que pasara la tormenta. La respuesta es bastante clara ahora, pero en ese momento, el tomar la decisión no fue fácil. Si seguíamos, tal vez llegáramos al lugar donde planeábamos acampar. Si demorábamos nuestra jornada, llegaríamos muy tarde y tal vez tuviéramos que viajar en la oscuridad. Al considerar concienzudamente las opciones, recibimos la impresión de que debíamos dirigirnos rápidamente a la isla más cercana. Lo hicimos y se desató una tormenta mucho peor de lo que anticipábamos. De haber elegido seguir en canoa, hubiésemos puesto nuestras vidas en grave peligro.

En esta vida terrenal se nos manda tomar decisiones muy serias, las cuales pueden tener resultados que afectarán de forma duradera nuestro futuro espiritual. Les insto a ser dignos siempre de buscar el Espíritu para que les ayude a tomar las decisiones correctas.

En el Libro de Mormón, Nefi nos dice: “Entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo” (2 Nefi 31:18).

A medida que el viaje de 360 kilómetros en bicicleta que emprendió nuestra familia llegó a su fin, aprendimos que no importa cuán difíciles se vuelvan las cosas en este sendero que llamamos vida, grande es la felicidad que está a la espera de aquellos que obedecen los mandamientos y perseveran hasta el fin.

Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, ustedes tienen la responsabilidad de mantenerse firmemente concentrados en su destino eterno. Es cierto, el sendero de la vida puede tener muchas bajadas y subidas. Es cierto, habrá días en que el camino les parecerá tortuoso, pero al mantenerse en el camino correcto, la recompensa que espera al final de la jornada de la vida hace que valgan la pena los momentos de adversidad que se experimentan en el camino.

Volviendo al cuadernillo Para la fortaleza de la juventud, la Primera Presidencia escribe: “Que puedan guardar sus mentes y cuerpos limpios de los pecados del mundo para que lleven a cabo la gran obra que tienen por delante. Rogamos que sean dignos de continuar las responsabilidades de edificar el reino de Dios y de prepararse para la segunda venida del Salvador” (Para la fortaleza de la juventud, bajo “Mensaje de la Primera Presidencia”).

Mis jóvenes amigos, por favor, dense cuenta de la importancia del ser sabios y seguir el consejo de nuestros profetas, lo cual hará que la felicidad les acompañe durante la jornada de la vida.

De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.