2000–2009
La Garganta del Diablo
Abril 2003


La Garganta del Diablo

Les ruego que nos ayuden a oponer resistencia a las cosas del mundo. Debemos mantenernos firmes contra el viento. A veces no nos queda más que ser poco populares y sencillamente decir: “Eso no está bien”.

Mis estimados hermanos del sacerdocio, aunque en esta ocasión dirijo la palabra a todos ustedes, me gustaría dirigirme en especial a los hombres jóvenes. Me propongo instruirlos y advertirlos de los peligros que quedan por venir, pero también deseo expresar el amor y la gran confianza que les tengo a ustedes, los de la nueva generación.

En mis años mozos, presté servicio misional en Brasil, lo cual resultó ser una extraordinaria experiencia. Una de las maravillas del mundo que se encuentra en ese gran país son las Cataratas del Iguazú. Durante la temporada de inundaciones, la cantidad de agua que cae desde el borde del precipicio no tiene comparación en todo el mundo; en sólo unos cuantos minutos, millones de litros de agua caen en cascada hacia el abismo. La parte de las cataratas en que el aluvión de agua es más fuerte se llama la Garganta del Diablo.

Justo antes de que el agua caiga vertiginosamente en la Garganta del Diablo, un peñascal se eleva por sobre la corriente. Hace algunos años, algunos imprudentes dueños de canoas llevaban pasajeros hasta los peñascos para que pudieran pararse sobre las rocas y dirigir la mirada al interior de la Garganta del Diablo. El agua que corre en la parte superior de las cataratas suele ser calma y de lento fluir, parte de un ambiente tranquilo en el que sólo el rugir de las aguas que se precipitan por la gorja advierte el peligro que acecha a apenas unos pocos metros más adelante. Una corriente repentina e inesperada podría lanzar cualquier canoa a las aguas rápidas, impulsándola sobre el acantilado y haciéndola caer en la Garganta del Diablo. Quienes cometen la insensatez de salir de las canoas para ponerse de pie en el húmedo peñascal fácilmente pueden resbalarse y acabar tragados por la corriente que se pierde en el abismo.

Soy consciente de que algunos de ustedes se consideran muy temerarios, dispuestos a aceptar prácticamente cualquier reto, pero algunas de esas excursiones divertidas los conducirán de manera inevitable a la Garganta del Diablo. El único curso seguro consiste en mantenerse bastante lejos de los peligros de dichas cataratas. En las fuertes palabras de advertencia que nos dio el presidente George Albert Smith: “Si cruzan la línea hacia el lado que pertenece al diablo, aun cuando no sea más que dos o tres centímetros, estarán bajo el dominio del tentador, y si éste logra tener éxito, no podrán pensar ni razonar debidamente, porque habrán perdido el Espíritu del Señor”1.

Es posible que algunos de ustedes, hombres jóvenes, permitan a otros que les fijen las normas, y los defiendan diciendo: “¿Quién dijo que no se debe hacer esto o aquello?”. Son tantos los matices de lo bueno y lo malo, que depende de cada uno averiguar dónde está trazada la línea. Les insto vigorosamente a que, si tienen la más mínima duda sobre si su conducta personal está bien o mal, no sigan con ella. Cada uno de nosotros tiene el albedrío moral y el don del Espíritu Santo, el cual nos agudizará la comprensión de lo que está bien y de lo que está mal, de lo que es verdadero y de lo que es falso. Los profetas de Dios tienen la responsabilidad de enseñar la palabra de Dios, pero no de detallar cada jota y cada tilde aceptables del comportamiento humano. Si hacemos un esfuerzo consciente por evitar no sólo el mal sino la apariencia del mal, actuaremos por nosotros mismos y no se actuará sobre nosotros2.

El diablo nos presenta muchas cosas seductoras y atractivas, cosas que tienen un brillo falso y que tienen como propósito despertar lo sensual de nuestra naturaleza. Él presenta un mensaje que aparenta ser muy razonable y de fácil justificación. Lo hace por lo general con una voz suave y enigmática, ya que si lo hiciera con una voz áspera o desagradable, nadie la escucharía, nadie caería en su seducción. He aquí algunos de los mensajes más atrayentes de Satanás: todo el mundo lo hace; si no perjudica a nadie más, está bien; si te parece que no es dañino, es bueno; hay que hacerlo porque es lo que está de moda. Satanás es el más grande imitador, el engañador por excelencia, el que sabe fingir mejor que nadie, el falsificador máximo en la historia del mundo. Se mete en nuestras vidas como ladrón en la noche, disfrazado con tal perfección que es difícil reconocer su presencia y sus métodos. Es un lobo rapaz vestido de oveja.

En el mundo, siempre han existido dos fuerzas, el bien y el mal, que han estado trabadas en oposición aun desde antes de la creación de la tierra. Cada uno de nosotros se encuentra atrapado en el tira y afloje de dichas fuerzas enemigas. Para decirlo de forma sencilla: todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede3. No podemos escoger lo malo y experimentar la verdadera felicidad. Hay quienes lo han intentado, pero a la larga todos han fracasado. Si existe cualquier hombre joven que lo crea posible, se engaña a sí mismo. El asunto no es así, ni jamás lo ha sido, ni lo será.

Mis estimados jóvenes amigos, hay otra gran verdad que ustedes como hombres jóvenes deben aprender, y es que todo tiene su precio. Ya que nada se obtiene gratuitamente, hay que pagar un precio a fin de obtener el éxito, la realización, los logros y el gozo. Si no se paga el precio necesario para lograr el éxito, se paga el precio del fracaso. Para poder encontrar la dicha, se requieren la preparación, el trabajo, el estudio y el servicio, mientras que si se obra con desobediencia y falta de preparación, se paga un precio terrible. Como poseedores del sacerdocio de la Iglesia, parte del precio que tenemos que pagar es el de llevar vidas distintas de las del mundo. Somos los poseedores y guardianes de este poder imperioso que sirve para repeler el poder de Satanás en la tierra. De todo corazón, les ruego que nos ayuden a oponer resistencia a las cosas del mundo. Debemos mantenernos firmes contra el viento. A veces no nos queda más que ser poco populares y sencillamente decir: “Eso no está bien”.

Todos deseamos saber quiénes somos realmente y qué lugar nos corresponde en el mundo. Algunos de ustedes, jóvenes, intentan descubrir su identidad diferenciándose de sus padres y de sus familias en lo que se refiere a lo que éstos representan. Tal como nuestro ADN y nuestras huellas dactilares lo indican, Dios nos creó de modo tal que cada cual es diferente de todos los demás. Así que no tienen que esforzarse por encontrar una identidad propia porque ya la tienen.

Algunos jóvenes desean rebelarse contra las restricciones. A otros no les parece popular obedecer a los padres o seguir el consejo del obispo o del presidente de quórum. El obispo Richard C. Edgley relató una experiencia que tuvo cuando niño que tiene que ver con las consecuencias del descuido y la desobediencia:

“Cuando yo era niño, nuestro garaje y el de los vecinos quedaban como a metro y medio de distancia. El garaje del vecino estaba viejo y descuidado al punto de que algunas tablas se estaban resquebrajando. De vez en cuando, me trepaba al techo de nuestro garaje y jugaba a saltar del techo de un garaje al otro. Mi padre me había dicho: ‘No juegues en los garajes’, pero no le hice caso. Una vez estaba jugando en los techos y salté de nuestro garaje al del vecino, perforando el techo y haciéndome unas raspaduras bastante feas en la espalda y las piernas. Como había sido desobediente, tomé la tonta decisión de no contarle a nadie que me había lastimado. Me metí en mi casa y me lavé las raspaduras y los rasguños lo mejor que pude, pero no llegaba a las lesiones en la espalda, ni para ponerme el antiséptico, ni para lavarlas. Llevé la carga del dolor, del miedo a la infección y de la culpa por varios días hasta que me curé”4.

Como dijo alguien en cierta ocasión: “Una de las mejores cosas que hay es ser muchacho; no requiere experiencia, mas para ser uno bueno, se debe practicar bastante”5.

Algunos de ustedes pueden haber caído en el engaño de pensar que iban a hallar diversión al meterse en drogas, alcohol, pornografía y sexo ilícito. Les advierto que ese tipo de seducciones son tan resbaladizas y peligrosas como los peñascos junto a la Garganta del Diablo y que sólo los llevarán al territorio de Satanás. La escapatoria de ese tipo de peligros es difícil y les dejará lesiones mucho peores que algunos raspones y rasguños.

Hombres jóvenes, ustedes deberán labrar su destino eterno en una época muy interesante. En el futuro seguirá habiendo un aumento de descubrimientos científicos e inventos que harán que la vida de muchos sea más cómoda y fácil. No cabe duda de que la ciencia médica proseguirá en su descubrimiento de nuevos tratamientos y curas que ahora no están a nuestra disposición. Por otra parte, probablemente también aumenten las influencias mundanas del diablo, y un número incluso mayor de personas estará propenso a caer en las seducciones y engaños de Satanás. Ustedes, hombres jóvenes, tendrán la necesidad de ser más fuertes espiritual y moralmente para lograr vencer las tentaciones y las trampas del mundo. Tal vez por esa razón es que se han reservado espíritus tan especiales para esta época.

También me parece que, en el futuro, la oposición de Satanás será más sutil y más enconada. Mientras que en cierto modo será más abierta, se encubrirá de mayor sutileza y astucia, por lo que necesitaremos mayor espiritualidad para percibir todas las manifestaciones del mal y más fuerza para resistirlo.

Hoy por hoy, muchos países enfrentan el peligro del terrorismo, y si bien la guerra presenta peligros a la integridad física de la persona, también los presenta a su integridad moral. Los que hemos hecho el servicio militar durante épocas de guerra tuvimos la experiencia de ser desarraigados del hogar y de la familia, de las amistades edificantes y de la influencia de la Iglesia organizada. Levanto mi voz en amonestación a quienes actualmente sirven en las fuerzas armadas, o servirán, para que sepan que hay peligro en tales situaciones ya que nos pueden llevar a las fauces mismas de la Garganta del Diablo.

Se encontrarán en muchas situaciones en las que formarán parte de un grupo, sin tener la opción de escoger quiénes les acompañan. Lo que sí pueden escoger son las normas. En las fuerzas armadas, uno pertenece a un equipo cuya fortaleza, en parte, se desprende de la unión de sus integrantes. Se debe ser leal a los demás miembros de la unidad porque ¡el que está a nuestro lado puede ser el que nos salve la vida el día de mañana! Sin embargo, eso no quiere decir que tengamos que reducir nuestras normas morales. En toda relación humana debe haber una o dos personas dispuestas a mantenerse firmes y decir: “Lo que estamos haciendo no es correcto”. ¡Se necesita valentía moral para hacerlo!

Hace poco, la Iglesia volvió a publicar la edición militar de Principios del Evangelio para los miembros de la Iglesia que prestan servicio en las fuerzas armadas de todo el mundo. De momento sólo se ha publicado en inglés, pero se traducirá a otros idiomas. Esa excelente publicación contiene instrucciones referentes a la actividad en la Iglesia, el uso del gárment en el servicio militar, las ordenanzas y bendiciones del sacerdocio, temas del Evangelio y algunos himnos selectos. Los que servimos en las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial teníamos una publicación semejante que para mí resultó ser invalorable.

Existe un proceso constante de cerner que nos trae al recuerdo la parábola del trigo y la cizaña. En dicha parábola, el Señor dijo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”, pero mientras dormía, vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo, de tal modo que cuando brotó el trigo, vino acompañado de mala hierba. Los trabajadores del hombre, que no entendían cómo había brotado mala hierba en el campo, le pidieron permiso para ir a arrancarla. El dueño del campo se negó porque, al sacar la mala hierba, se arranca también el grano. En lugar de ello, aconsejó que se permitiera que la mala hierba y el grano creciesen juntos hasta el momento de la cosecha en el que el grano se iba a atar en manojos separándolo de la mala hierba6.

Los discípulos de Jesús le pidieron al Salvador que interpretara la parábola y Él respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.

“El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.

“El enemigo que la sembró es el diablo… y los segadores son los ángeles.

“De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo”7.

Esa parábola confirma la declaración de Alma que ahora repito: “…todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede”8.

Hermanos, vivimos en una época de desafíos y ha llegado la hora de que nos mantengamos firmes al cumplir con las responsabilidades que tenemos para con nuestra familia y como poseedores del sacerdocio. No seamos como “la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”9. Debemos seguir adelante con el espíritu de la fe, sin miedo alguno, excepto el de andar demasiado cerca de la Garganta del Diablo. Nos veremos fortalecidos y seremos preservados si seguimos los consejos y la dirección del presidente Gordon B. Hinckley, que nos guía. Tengo un testimonio especial de que él es nuestro profeta, vidente y revelador, el vocero de Dios en la tierra en la actualidad. Ruego que las bendiciones de Dios nos acompañen a todos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Sharing the Gospel with Others, selecciones de Preston Nibley, 1948, pág. 43.

  2. Véase 2 Nefi 2:13, 26.

  3. Alma 5:40.

  4. Richard C. Edgley, “Friend to Friend”, The Friend, febrero de 1995, pág. 6.

  5. Charles Dudley Warner, Thesaurus of Quotations, editado por Edmund Fuller, 1941, pág. 115.

  6. Véase Mateo 13:24–30.

  7. Mateo 13:37–40.

  8. Alma 5:40.

  9. Santiago 1:6.