2000–2009
El inefable don
Abril 2003


El inefable don

Si abriése[mos] [nuestros] corazones a la influencia refinadora de este inefable don del Espíritu Santo, se desplegaría una gloriosa y nueva dimensión espiritual.

Es un privilegio estar con ustedes hoy día. Me encanta escuchar la palabra del Señor pronunciada por nuestros líderes al ser guiados por el divino don del Espíritu Santo. Hoy me gustaría decir unas palabras con relación a ese maravilloso don.

¿Se han puesto a pensar alguna vez en la cantidad de luz y energía que genera nuestro sol? Es algo casi incomprensible; sin embargo, el calor y la luz que recibimos son un don gratuito de Dios. Eso es otra prueba de la bondad de nuestro Padre Celestial1.

La luz solar cruza el espacio y baña nuestro planeta a medida que gira alrededor del sol, dándonos calor y luz que generan vida. Sin el sol, no habría vida en este planeta; sería para siempre estéril, frío y oscuro.

Tal como el sol da vida y luz a la tierra, una luz espiritual nutre nuestro espíritu; la llamamos la Luz de Cristo. Las Escrituras nos enseñan que “alumbra a todo hombre que viene al mundo”2; de esa manera, todo el género humano puede gozar de sus bendiciones. La Luz de Cristo es la influencia divina que permite a cada hombre, mujer y niño distinguir entre el bien y el mal; insta a todos a escoger lo correcto, a buscar la verdad eterna y a aprender otra vez las verdades que conocíamos en nuestra existencia premortal pero que hemos olvidado en nuestro estado terrenal.

La luz de Cristo no se debe confundir con el personaje del Espíritu Santo, porque la luz de Cristo de ninguna manera es un personaje; es una influencia preliminar y preparatoria para recibir el don del Espíritu Santo. La luz de Cristo guiará al alma sincera a “[escuchar] la voz”3 para encontrar el Evangelio verdadero y la Iglesia verdadera y así recibir el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es un personaje de Espíritu, un miembro de la Trinidad separado y distinto4. Es un testigo o testador del poder de Dios, de la divinidad de Cristo y de la veracidad del Evangelio restaurado. A lo largo de la historia, muchas personas de todas las naciones han buscado diligentemente comunicarse con los cielos para obtener la luz de la verdad del Evangelio y han sentido la influencia del Espíritu Santo confirmar la veracidad del Evangelio.

El profeta José Smith explicó: “Hay una diferencia entre el Espíritu Santo y el don del Espíritu Santo. Cornelio recibió el Espíritu Santo antes de bautizarse, lo cual fue para él el poder convincente de Dios de la veracidad del Evangelio, pero no podía recibir el don del Espíritu Santo sino hasta después de bautizarse. Si no hubiese recibido esa… ordenanza, el Espíritu Santo que lo había convencido de la verdad de Dios lo hubiese abandonado”5.

El don del Espíritu Santo, que es el derecho de recibir el Espíritu Santo como compañero constante, se obtiene sólo bajo la condición de la fe en Cristo, el arrepentimiento, el bautismo por inmersión y la imposición de manos de parte de siervos autorizados investidos con el Sacerdocio de Melquisedec. Es un don sumamente valioso y asequible sólo para los miembros dignos de la Iglesia del Señor.

En Doctrina y Convenios, el Señor llama al don del Espíritu Santo “el inefable don”6. Es la fuente del testimonio y de los dones espirituales; ilumina la mente y llena nuestra alma de gozo7, nos enseña todas las cosas y nos hace recordar las cosas que hayamos olvidado8. El Espíritu Santo también “[nos] mostrará todas las cosas que [debemos] hacer”9.

El presidente James E. Faust añadió que el don del Espíritu Santo “es el más grande garante de paz interior en este mundo inestable”10.

El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “¡Qué gran bendición es tener la influencia ministrante de un miembro de la Trinidad!”11. ¡Piensen en lo que esto significa, la capacidad y el derecho de recibir las ministraciones de un miembro de la Trinidad, de estar en comunicación con la sabiduría infinita, el conocimiento infinito y con el poder infinito!

Al igual que todos los dones, éste se debe recibir y aceptar para que se le disfrute. Cuando se colocaron manos sobre la cabeza de ustedes para confirmarlos miembros de la Iglesia, escucharon las palabras: “Recibe el Espíritu Santo”. Eso no quería decir que el Espíritu Santo se convertía incondicionalmente en su compañero constante. Las Escrituras nos advierten que el Espíritu del Señor “no contenderá… con el hombre para siempre”12. Cuando somos confirmados se nos confiere el derecho a la compañía del Espíritu Santo, pero es un derecho al que debemos seguir siendo merecedores mediante la obediencia y la dignidad. No podemos restarle importancia a este don.

El Espíritu Santo nos advertirá de peligros y nos inspirará a ayudar a otras personas. El presidente Thomas S. Monson nos ha aconsejado: “Velamos y esperamos. Escuchamos para oír esa voz suave y apacible. Cuando se deja oír, los hombres y las mujeres sabios obedecen. La inspiración del Espíritu no se debe dejar para después”13.

Una vez tuve la oportunidad de visitar una gran caverna. Mientras estábamos allí, el guía apagó las luces por un momento para demostrar lo que era estar en la oscuridad total. Fue una experiencia asombrosa; coloqué mi mano como a unos cinco centímetros frente a mis ojos y no la podía ver. De cierta manera daba miedo, pero me tranquilicé cuando volvieron a encender las luces.

Tal como la luz penetra la oscuridad y hace que las cosas físicas sean visibles, el Espíritu Santo penetra la oscuridad espiritual que nos rodea y hace que las cosas espirituales que estaban ocultas sean claramente visibles. El apóstol Pablo enseñó que: “…el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”14.

Temo que algunos miembros de la Iglesia del Señor “vivamos muy por debajo de nuestros privilegios” con respecto al don del Espíritu Santo15. Algunos se distraen con las cosas del mundo que bloquean la influencia del Espíritu Santo y les impiden reconocer los susurros espirituales. El mundo en el que vivimos es bullicioso y ocupado, pero recuerden que el estar ocupados no significa necesariamente ser espirituales. Si no tenemos cuidado, las cosas de este mundo pueden desplazar las cosas del Espíritu.

Algunos están espiritualmente entorpecidos y han dejado de sentir debido a que han elegido cometer pecados; otros simplemente se mantienen en un estado de despreocupación espiritual sin ningún deseo de ser mejores ni de entablar comunión con el Infinito.

Si abriesen sus corazones a la influencia refinadora de este inefable don del Espíritu Santo, se desplegaría una gloriosa y nueva dimensión espiritual; sus ojos contemplarían una perspectiva casi inimaginable; sabrían por sí mismos las cosas del Espíritu, las cuales son exquisitas, preciosas y capaces de ensanchar el alma, expandir la mente y llenar el corazón con gozo indescriptible.

El presidente Brigham Young habló de una experiencia sagrada en la que el profeta José Smith se le apareció en una visión después de su martirio, trayendo un mensaje más para los santos. Es un mensaje que los santos necesitan hoy más que nunca: “Asegúrate de decirle a la gente que… conserve el Espíritu del Señor,” dijo José, “y les guiará a todos en lo que es recto. Tengan cuidado de no alejar a la voz apacible y delicada; ésta les enseñará lo que deben hacer y a dónde deben ir y les brindará los frutos del reino. Diga a los hermanos que mantengan el corazón abierto a la convicción, de modo que cuando el Espíritu Santo se acerque a ellos, estén preparados para recibirlo”16.

Hermanos y hermanas, ¿rechazamos la voz apacible y delicada? ¿Hacemos cosas que ofenden al Espíritu Santo? ¿Permitimos en nuestro hogar las influencias que ahuyentan el Espíritu? La clase de entretenimiento que permitimos en nuestro hogar por seguro tendrá un impacto en el poder del Espíritu Santo. Gran parte del entretenimiento del mundo ofende al Espíritu Santo. Ciertamente, no debemos ver películas y programas de televisión que estén llenos de violencia, lenguaje vulgar e inmoralidad.

Les invito a meditar en forma personal, con humildad y oración, y a hacerse esta pregunta: “¿Tengo el Espíritu en mi vida? ¿Soy feliz? ¿Hago cosas en mi vida que ofenden al Espíritu y que evitan que el Espíritu Santo sea mi compañero constante?”. Tengan la valentía para arrepentirse, si es necesario, y disfrutar nuevamente de la compañía del Espíritu Santo.

¿Disfrutamos de la influencia del Espíritu Santo en nuestro hogar? Como familia, ¿hacemos algo que sea ofensivo para el Espíritu? ¿Podemos invitar de manera más eficaz al Espíritu Santo a nuestro hogar?

Nuestros hogares deben estar más centrados en Cristo; debemos pasar más tiempo en el templo y menos tiempo en el logro del placer; debemos bajar el volumen de la voz en nuestros hogares para que el ruido del mundo no sobrepase la voz apacible y delicada del Espíritu Santo. Como padres, una de nuestras metas más importantes debe ser el disfrutar del poder y la influencia del Espíritu Santo en nuestro hogar. Debemos orar, estudiar las Escrituras y cantar los himnos de la Restauración para invitar al Espíritu Santo a nuestro hogar. La noche de hogar en forma habitual también será de ayuda.

En estos tiempos peligrosos, necesitamos ese inefable don en nuestra vida. El presidente Boyd K. Packer nos recuerda: “No es necesario vivir con temor al futuro. Tenemos muchos motivos para regocijarnos y muy pocos para temer. Si seguimos la inspiración del Espíritu, estaremos a salvo, no importa lo que nos depare el futuro; se nos mostrará lo que debamos hacer”17.

El profeta José Smith enseñó que los santos podrían distinguir el don del Espíritu Santo de otros espíritus porque “les susurrará paz y gozo a su alma; quitará la malicia, el odio, la contención y todo mal de su corazón; y todo su deseo será hacer lo bueno, establecer la rectitud y edificar el reino de Dios”18.

Un amigo mío una vez me contó la experiencia que tuvo al llegar a conocer y entender el don del Espíritu Santo. Había orado a menudo y deseaba conocer la verdad del Evangelio.

Aunque se sentía en paz con sus creencias, nunca había recibido la certeza que tanto deseaba. Había aceptado el hecho de que sería una de esas personas que pasan por esta vida apoyándose en la fe de otros.

Una mañana, mientras meditaba sobre las Escrituras, sintió una fuerza por todo su cuerpo, desde la coronilla hasta los dedos de los pies. “Me sentí sumergido en un sentimiento de amor intenso y de gozo puro”, explicó. “No puedo describir la dimensión de lo que sentía en ese momento y sólo puedo decir que me encontraba envuelto en un gozo tan profundo que no había lugar para ninguna otra sensación”.

Aun al sentir ese derramamiento del Espíritu Santo, se preguntaba si sería posible que sólo se estuviera imaginando lo que estaba sucediendo.

“Mientras más dudaba”, dijo, “más intensos se volvían mis sentimientos, hasta que todo lo que pude decir mientras lloraba fue: ‘es suficiente’”.

Cuando era niño, mi padre tuvo una experiencia similar el día de su bautismo. Él relató: “Cuando el obispo puso las manos sobre mi cabeza y dijo: ‘Recibe el Espíritu Santo’… sentí algo sin igual… algo que nunca había sentido… vino a mi alma y me dio… un sentimiento de felicidad, un sentimiento que inundó mi alma”.

Desde aquel momento y a lo largo de su vida, siempre supo que Jesucristo vivía y que dirigía Su Iglesia por medio de un profeta viviente19.

En la actualidad, hay muchas personas que han sentido los susurros del Espíritu Santo al estudiar el Libro de Mormón o al escuchar los testimonios de misioneros o amigos. A ellos les digo, como apóstol del Señor Jesucristo: ¡El Evangelio en su plenitud ha sido restaurado otra vez a la tierra! José Smith fue un profeta verdadero que tradujo el Libro de Mormón por medio del don y el poder de Dios. Insto a todos a leer el Libro de Mormón y aplicar su promesa: “Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”20.

A los que no sean miembros de la Iglesia, les exhorto con toda la ternura de mi corazón: ya no rechacen la verdad; den cabida en su corazón a esta luz celestial; tengan fe, arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para la remisión de sus pecados y también ustedes recibirán este inefable don del Espíritu Santo.

¡Nuestro Padre Celestial vive! ¡Jesús es el Cristo! Por medio del profeta José Smith se ha restaurado el Evangelio de Jesucristo en su plenitud; el presidente Gordon B. Hinckley es el profeta, vidente y revelador de nuestros días. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Los expertos de la NASA calculan que el total de la energía irradiada [por el sol] cada día es de 383 mil millones de billones de kilovatios, lo que equivale a la energía generada por la explosión de 100 mil millones de toneladas de dinamita por segundo. NASA, Oficina de Ciencias del Espacio, “Solar System Exploration”, Internet, http://solarsystem.nasa.gov/features/ planets/sun/sun.html.

  2. Juan 1:9; véase también Moroni 7:16; D. y C. 84:46.

  3. D. y C. 84:46.

  4. Véase D. y C. 130:22.

  5. History of the Church, tomo 4, pág. 555.

  6. Véase D. y C.121:26.

  7. Véase D. y C. 11:13.

  8. Véase Juan 14:26.

  9. 2 Nefi 32:5.

  10. Joseph B. Wirthlin, “Las ventanas de luz y verdad”, Liahona, enero de 1996, págs. 86–89.

  11. Charla fogonera conmemorativa de la restauración del sacerdocio, 15 de mayo de 1988.

  12. Génesis 6:3; véase también 2 Nefi 26:11; D. y C. 1:33; Moisés 8:17.

  13. Thomas S. Monson, “El Espíritu vivifica”, Liahona, abril de 1985, pág. 66.

  14. 1 Corintios 2:14.

  15. Véase Brigham Young, Discourses of Brigham Young, sel. John A. Widtsoe, 1954, pág. 32.

  16. Elden J. Watson, compilador, Manuscript History of Brigham Young, 23 de febrero 1847, págs. 529–530; véase también élder James E. Faust, “El Espíritu vivifica”, Liahona, julio de 1989, pág. 42.

  17. Boyd K. Packer, “Lenguas de fuego”, Liahona, julio de 2000, pág. 9.

  18. James E. Faust, “El don del Espíritu Santo: Una brújula perfecta”, Liahona, julio de 1989, pág. 42.

  19. Joseph L. Wirthlin, Conference Report, abril de 1956, pág. 12.

  20. Moroni 10:4.