2000–2009
“El estandarte de la verdad se ha izado”
Octubre 2003


“El estandarte de la verdad se ha izado”

No obstante cuán diferentes parezcamos para el mundo, no obstante lo ridiculizadas que sean nuestras normas, no obstante cuánto sucumban a la tentación otras personas, nosotros no vamos a ceder, no podemos ceder.

Mi propósito es explicar a los jóvenes, a los adultos jóvenes y a sus padres por qué mantenemos en forma estricta las elevadas normas de conducta moral; por qué evitamos las drogas adictivas y el té, el café, el alcohol y el tabaco; por qué enseñamos las normas de modestia en el vestir, el arreglo personal y el lenguaje1. Ustedes tienen que saber dónde se originan nuestras normas y por qué no podemos rebajarlas y seguir lo que el mundo hace.

Ustedes tienen albedrío, el “albedrío moral”2; son libres para escoger sus normas.

Ustedes entenderán mejor si les hablo acerca de las Escrituras y de la doctrina en vez de la conducta.

La Iglesia a la que ustedes pertenecen, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es la Iglesia restaurada3. Si saben lo que significa restaurada entenderán por qué las normas de conducta son como son.

Después de la crucifixión de Cristo, ocurrió una apostasía. Los líderes empezaron a enseñar “los mandamientos de los hombres”4, perdieron las llaves de la autoridad y se desconectaron de los canales de la revelación. No se podía simplemente recuperar la posesión de la autoridad perdida, sino que tenía que ser restaurada por aquellos que antiguamente tenían las llaves de la autoridad5.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es una versión remodelada de otra iglesia; no es un ajuste ni una corrección ni una protesta contra cualquier otra religión; éstas tienen su “apariencia de piedad”6, su bondad y su valor.

Juan el Bautista cruzó el velo para conferir el Sacerdocio Aarónico “el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados”7. Una ordenanza que lo acompaña, la confirmación y el conferir el don del Espíritu Santo, requería una autoridad mayor8.

Poco después, Pedro, Santiago y Juan, Apóstoles y compañeros del Señor, restauraron el sacerdocio mayor o Sacerdocio de Melquisedec9, “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios”10.

Toda la Restauración no llegó al mismo tiempo; en una serie de visitas, otros profetas vinieron y restauraron las llaves del sacerdocio11.

Con la autoridad restaurada, se reveló la organización de la Iglesia. Los apóstoles fueron ordenados y se organizaron el Quórum de los Doce y la Primera Presidencia, tal como habían sido organizados antiguamente12. Se revelaron las ordenanzas y se otorgó la autoridad para llevarlas a cabo.

Se tradujo y se publicó El Libro de Mormón, otro Testamento de Jesucristo, el cual contiene “la plenitud [del] evangelio eterno”13.

Se publicaron otras revelaciones: Doctrina y Convenios y La Perla de Gran Precio. De estos volúmenes de Escritura aprendimos por qué fue creada la tierra y quién la creó14. Los primeros líderes de la Iglesia obtuvieron un entendimiento de la plenitud del Evangelio, de Jesucristo y de las normas que Él requiere de Sus discípulos.

Aprendimos acerca del plan de redención, “el gran plan de felicidad”15. Vinimos a la tierra para ser probados y obtener experiencia, con la promesa de que “por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”16.

Antes de que viniéramos a la vida terrenal, vivimos como hijos espirituales de nuestro Padre Celestial17. “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno [de ustedes] es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno [de ustedes] tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal, y eterna”18.

El gran plan de felicidad hace posible que los vínculos familiares perduren después de la muerte. Las ordenanzas y los convenios sagrados, disponibles sólo en el templo, hacen posible que las personas regresen a la presencia de Dios y que sus familias se unan eternamente. El matrimonio, la familia y el hogar son el fundamento de la Iglesia19. ¡Nada es más importante para la Iglesia y para la civilización misma que la familia!

Para algunos, no todo está completo en la vida terrenal porque no han tenido la oportunidad de casarse o tener una familia propia, pero el gran plan de felicidad y las leyes que lo gobiernan continúan después de la muerte. A esas personas, a quienes cuida un bondadoso y amoroso Padre Celestial, en los designios eternos no se les negarán las bendiciones necesarias para su exaltación, inclusive el matrimonio y la familia, lo cual será más dulce aún por haberlos esperado y deseado.

De las revelaciones, aprendemos que no tenemos que decirles, jóvenes, lo que está bien y lo que está mal con relación a la moralidad y al matrimonio. El profeta Lehi enseñó a sus jóvenes hijos que “los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal”20.

Ya que el poder para crear un cuerpo terrenal es esencial para nuestra felicidad y exaltación, el Señor ha decretado castigos severos para el uso inmoral de ese poder de engendrar vida21.

Satanás sabe que si él puede corromper el proceso de procreación y causar que los hombres y las mujeres lo degraden en actos inmorales, hasta ese grado perturbará el plan de felicidad para ellos.

Pablo enseñó: “Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”22.

No deseo ofender los delicados sentimientos de ustedes, jóvenes, pero en su mundo inundado de iniquidad deben estar en guardia para resistirla.

Hay palabras que es mejor no decir porque describen cosas en las que es mejor no pensar. Pero no pueden eludir el estar expuestos a las tentaciones relacionadas con la fornicación, el adulterio, la pornografía, la prostitución, la perversión, la lujuria, lo antinatural y todo lo que surge de ello.

Muy difícilmente pueden escapar de la degradante vulgaridad y de las bromas y el humor malvados que la acompañan. Todo desfila delante de ustedes en el entretenimiento indigno: en la música, en los materiales impresos, en el teatro, en las películas, en la televisión y, por supuesto, en el Internet.

Recuerden la Primera Visión cuando el joven José se arrodilló en la arboleda, de inmediato una densa obscuridad se formó a su alrededor; el poder del enemigo, un ser efectivo del mundo invisible, se apoderó de él; pero José hizo lo que cada uno de ustedes puede hacer: invocó a Dios y el poder maligno lo dejó23.

Hay un gran poder en la oración. Al igual que José Smith, como hijo o hija de Dios, ustedes pueden orar a Dios en el nombre de Jesucristo pidiendo fuerza24.

Satanás, con sus ángeles, intentarán capturar sus pensamientos y controlar lo que ustedes hagan. Si lo logran, corromperán todo lo que es bueno25. Para él, el Internet es sólo eso, una red para atraparlos en una inicua adicción a la pornografía. Le seguirá la infelicidad26.

Algunas personas usan los medios políticos, sociales y legales para cambiar la definición de la moralidad y del matrimonio en algo sin control, antinatural y prohibido por Dios; pero no pueden cambiar el plan que ha gobernado la vida y la felicidad humanas desde el principio. El impostor ataca alguna pasión o tendencia o debilidad y convence a las personas de que su condición no puede cambiar y las persuade a participar en actividades que nunca escogerían por sí solos.

Tarde o temprano, aquella chispa de divinidad en cada uno de ellos se encenderá; pueden usar su albedrío como hijos e hijas creados a la imagen de Dios27 y rehusar seguir al destructor. Aquello que se les había hecho creer que no podía cambiar cambiará, y sentirán el poder de la redención de Cristo28; serán aliviados del peso y sanados del dolor29. De eso se trata la Expiación de Cristo.

Pueden reclamar su herencia como hijos de padres celestiales y, a pesar de lo torturadora y angustiosa que les resulte la prueba de la vida terrenal, saben que no están perdidos.

En la Iglesia no se condena a nadie por las tendencias o tentaciones, pero se considera a las personas responsables de la transgresión30. Si ustedes no actúan de acuerdo con persuasiones indignas, nunca se les condenará ni se les someterá a la disciplina de la Iglesia.

Nosotros no fijamos las normas pero se nos manda enseñarlas y mantenerlas. La norma se mantiene: abstinencia antes de casarse y fidelidad total en el matrimonio. No obstante cuán diferentes parezcamos para el mundo, no obstante lo ridiculizadas que sean nuestras normas, no obstante cuánto sucumban a la tentación otras personas, nosotros no vamos a ceder, no podemos ceder. La obediencia a la norma moral y la observancia de la Palabra de Sabiduría permanecerán como requisitos para la ordenación al sacerdocio, para ir a una misión y para obtener la recomendación para el templo.

A ustedes se les confirió el don del Espíritu Santo. Cuando tengan que tomar decisiones, recibirán impresiones de aprobación o de advertencia 31. Si se han extraviado y han perdido su sendero, el Espíritu Santo los puede guiar alejándolos del mal y trayéndolos de regreso al Señor. No olviden nunca que son hijos e hijas de Dios. Satanás no puede encarcelarlos permanentemente, porque ustedes siempre tienen la llave del arrepentimiento para abrir la puerta de la prisión.

Si ustedes, nuestros jóvenes, se sienten solos, recuerden que en la actualidad hay millones de ustedes en la Iglesia; miles sirven en misiones en este momento y son un ejemplo visible, un testimonio de la Restauración, aun para aquellos que no escuchen su mensaje. Dondequiera que estén, en los estudios, en el trabajo, divirtiéndose o en las fuerzas armadas, nunca están solos.

Las palabras pueden emplearse como armas en contra de ustedes. Si cuando les habla, la gente del mundo usa la palabra diversidad, utilícenla para su beneficio y digan: “En mi vida ya hay diversidad y tengo la intención de que siga siendo así”. Si la palabra es tolerancia, úsenla también y digan: “Espero que seas tolerante con mi estilo de vida: obediencia, integridad, abstinencia, arrepentimiento”. Si la palabra en contra de ustedes es opciones, díganles que ustedes optan por la moralidad que la gente considera anticuada, y que han optado por llegar a ser un cónyuge digno, una madre o un padre dignos.

Quizás toda la Iglesia permanezca sola en defensa de estas normas, pero no somos los primeros. Moroni, el último habitante de su pueblo, dijo: “Y yo quedo solo… yo cumplo el mandamiento de mi padre”32. No teman33.

Cuando era joven y muy nuevo en mi llamamiento, me enviaron al este de Estados Unidos para tener una reunión con oficiales poderosos y prominentes que impedían nuestra obra. Al salir hacia el aeropuerto, me detuve para ver al presidente Harold B. Lee y le pregunté: “¿Tiene algún consejo que darme antes de partir?”.

“Sí”, me dijo, “que recuerde que no estamos en 1830 y que no sólo somos seis”.

Aquello borró el temor; defendí las normas de la Iglesia y el problema se resolvió.

La sociedad sigue un rumbo que ha causado la destrucción de civilizaciones y está ahora madurando en la iniquidad. La civilización misma está en peligro. Ustedes, nuestros maravillosos jóvenes, son un ejemplo para muchos millones de buenas personas en todo el mundo.

Pienso en el gozo y la felicidad que les esperan en esta vida y en la obra que van a realizar, y no puedo sentirme desanimado.

Pedro, el Apóstol que estuvo cerca del Señor, dijo de ustedes: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”34.

Recuerden esta gran profecía:

“El estandarte de la verdad se ha izado. Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra: las persecuciones se encarnizarán, el populacho podrá conspirar, los ejércitos podrán juntarse, y la calumnia podrá difamar; mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosa, noble e independientemente, hasta que haya penetrado en todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios, y el gran Jehová diga que la obra está concluida”35.

Cuando era joven, solíamos cantar a menudo estas estrofas:

¿Fallará en la defensa

de Sión la juventud?

Al llegar el enemigo,

¿huiremos sin luchar? ¡No!

Firmes creced en la fe que guardamos;

por la verdad y justicia luchamos.

A Dios honrad, por Él luchad,

y por Su causa siempre velad.

Cuando veamos a los inicuos

atacar el plan de Dios,

¿quedaremos indecisos?

¿Estaremos sin valor? ¡No!

Nuestra salvación labremos,

procurando la verdad,

y la juventud, con celo,

luchará y velará. ¡Sí!

Procuremos ser hallados

dignos del Reino de Dios,

redimidos con los justos,

obedientes a Su voz. ¡Sí!

Firmes creced en la fe que guardamos;

por la verdad y justicia luchamos.

A Dios honrad, por Él luchad,

y por Su causa siempre velad36.

Que Dios los bendiga a ustedes, millones de jóvenes de nuestra Iglesia, que siguen dignamente los modelos del Evangelio y llevan dentro de ustedes un profundo testimonio, el mismo que todos nosotros tenemos y expresamos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Véase Para laFortaleza de la Juventud: cumplir nuestro deber a Dios [folleto, 2001].

  2. D. y C. 101:78.

  3. Véase D. y C. 115:4.

  4. José Smith—Historia 1:19; véase también Mateo 15:9.

  5. Véase D. y C. 27:12–13.

  6. José Smith—Historia 1:19.

  7. D. y C. 13:1.

  8. Véase D. y C. 20:41; 33:15.

  9. Véase D. y C. 27:12–13; José Smith—Historia 1:72.

  10. D. y C. 107:3.

  11. Véase D. y C. 110.

  12. Véase D. y C. 18:9; 20:1–2; 107:22, 29.

  13. D. y C. 27:5.

  14. Véase Moisés 1:30–39.

  15. Alma 42:8; véase también 2 Nefi 11:5; Alma 12:25; 17:16; 34:9; 41:2; 42:5, 11–13, 15, 31; D. y C. 101:22; Moisés 6:62.

  16. Artículos de Fe 1:3.

  17. Véase Números 16:22; Eclesiastés 12:7; Hebreos 12:9.

  18. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  19. Véase “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  20. 2 Nefi 2:5.

  21. Véase Jacob 3:12; D. y C. 42:24; 104:8–9.

  22. 1 Corintios 10:13.

  23. Véase José Smith—Historia 1:15–16.

  24. Véase Santiago 4:7.

  25. Véase D. y C. 10:22; véase también Lucas 22:3; 2 Nefi 2:17–18, 27; 3 Nefi 18:18; D. y C. 50:3.

  26. Véase Alma 41:10.

  27. Véase Génesis 1:26–27; Moisés 2:26–27; 6:9; Abraham 4:26–27.

  28. Véase 2 Nefi 2:1–6.

  29. Véase Alma 7:11–12.

  30. Véase D. y C. 101:78; Artículos de Fe 1:2.

  31. Véase D. y C. 8:2–3; 9:7–9.

  32. Mormón 8:3.

  33. Véase 2 Timoteo 1:7; D. y C. 68:6.

  34. 1 Pedro 2:9.

  35. José Smith, History of the Church, 4:540.

  36. “Firmes creced en la fe”, Himnos, N° 166.